


Adopción y unión con Cristo
19 marzo, 2022


Perseverancia de los santos
19 marzo, 2022Santificación


Esta es la lección 14 de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Fundamentos III: El Espíritu Santo y la salvación».
Cuando alguien ha sido justificado por la fe en Cristo, la obra transformadora de la santificación comienza. En esta lección, el Dr. Sproul analiza el camino de la santificación en la vida cristiana y el impacto que tiene para el crecimiento de los creyentes en la gracia.
Transcripción
Cuando por primera vez me convertí a Cristo, allá en Pittsburgh, Pensilvania, solía viajar desde la universidad todos los fines de semana. Mi madre era viuda y no conducía, así que yo manejaba a casa desde la universidad para llevarla de compras y cosas así. Entonces, en el camino de regreso a la universidad el domingo por la noche, escuchaba la transmisión por la radio de la predicación del Dr. Robert J. Lamont, desde la histórica Primera Iglesia Presbiteriana de Pittsburgh. Y cuando estaba en el Seminario, tuve la oportunidad de conocer al Dr. Lamont y había hecho una cita para una entrevista con él. Hice esa cita con su secretaria. Y recuerdo ir a la Primera Iglesia y estar muy nervioso e intimidado porque iba a conocer al gran Dr. Lamont en persona.
Y finalmente llegó el momento y la secretaria me llevó a su oficina, y el Dr. Lamont entró y me estrechó la mano y se sentó y me miró a los ojos, y me dijo: “Ahora bien, joven, ¿qué hay en tu mente parcialmente santificada?” Yo solo empecé a tartamudear, no respondí. Pero obviamente recordé ese comentario, aún hasta el día de hoy, que él no me conocía, pero sabía que yo era creyente y sabía que como creyente todavía no era una persona completamente santificada. Así que me recordó de eso en esa descarga inicial de la conversación. “¿Qué hay en tu mente parcialmente santificada?” Bueno, la buena noticia de la fe cristiana no es solamente que estamos justificados por la justicia de otra persona y que no tenemos que esperar hasta que estemos plenamente santificados antes de que Dios nos acepte en comunión con Él y con Su familia, como lo hemos visto, sino que Él nos declara justos y justos en virtud de la imputación o la transferencia de la justicia de Cristo a nuestro favor.
Así que la buena noticia es, por otro lado, que, aunque no somos personas totalmente santificadas y Dios es totalmente santo, que sin embargo podemos entrar en comunión con Él. Así que podríamos decir que es una mala noticia que mi santificación sea sólo parcial. Sin embargo, la buena noticia es que la santificación, por parcial que sea en esta vida, es real. Y de lo que estamos hablando en este proceso de santificación es, en efecto, hacer justo o hacer santo al pueblo de Dios. Hemos visto que nuestra condición delante de Dios se basa en la justicia de otra persona, no en nuestra propia justicia, sin embargo, en el momento en que somos justificados, un cambio real y verdadero es promulgado sobre nosotros por Dios el Espíritu Santo de modo que este proceso de santificación por el cual estamos siendo hechos santos y llevados a conformidad con Cristo (de nuevo, somos hechura de sus manos) que el cambio de nuestra naturaleza hacia la santidad y hacia la rectitud empieza. Y empieza inmediatamente.
Ahora, mencioné antes que Lutero, al declarar su doctrina de justificación, dijo que la justificación es solo por la fe, pero no por una fe que está sola. Que, si la fe verdadera está presente, en el instante en que la verdadera fe está presente en tu alma, empieza un cambio en tu naturaleza en sí. Que el fruto de la santificación no solo es necesario como consecuencia de la justificación, sino que no solo es inevitable como consecuencia de tu justificación, sino que es inmediato. Es decir, empieza al instante. Ahora, digo esto para advertir a los que opinan que es posible que las personas se conviertan realmente a Cristo y: A) o bien nunca dan buenos frutos porque permanecen carnales hasta el día en que mueren; o B) pasan por una temporada sin manifestar ningún cambio en su comportamiento, aunque inevitablemente empezarán a hacerlo en algún momento u otro a fin de estar por una temporada en un estado de carnalidad pura.
Ahora, no tengo ninguna disputa con el lenguaje en ese momento si entendemos que todos los cristianos somos carnales a lo largo de nuestras vidas, en cierto sentido; es decir, nunca en este mundo vencemos por completo el impacto de la carne. En ese sentido, Pablo habla de los cristianos como carnales. Ellos aun tienen que luchar con la carne y el viejo hombre no está muerto total y completamente hasta que entremos en gloria. Pero a veces la gente usa esta expresión “cristiano carnal” para referirse a alguien que es completamente carnal. Y es en ese momento que pongo reparos. Yo diría que si alguien está completamente en la carne sin evidencia de algún cambio en su naturaleza, entonces de lo que estamos hablando aquí no es de un cristiano, sino de un no-cristiano carnal!
Entonces, creo que tenemos que entender que a veces la gente es muy celosa de mantener muy alto los números de nuestros convertidos en conferencias que somos reacios a decir que hay personas que hacen una falsa profesión de fe. Y si una persona hace una profesión falsa y no muestra ningún tipo de fruto, eso indica que fue una profesión de fe, pero no una conversión real. De nuevo, no somos justificados por la profesión de fe; somos justificados por la posesión de la fe. Debemos tener verdadera fe y si lo hacemos, entonces el fruto de esa fe comenzará a obrar inmediatamente. Es imposible que una persona regenerada, que una persona convertida, permanezca sin cambios. La misma presencia de la nueva naturaleza, la misma presencia y poder del Espíritu Santo habitando, indica lo contrario – que de hecho somos personas cambiadas y que cambian. Eso no significa que el progreso de la santificación se mueva en una línea constante desde el punto de partida de la conversión hasta llegar a casa en la gloria.
Hay pocos cristianos, si alguno, que hayan vivido alguna vez, que alguna vez hayan mostrado un gráfico de crecimiento personal que coincida con esa línea. Normalmente es algo como esto. Pero tarde o temprano se llega allí. Ahora, vemos el gráfico como este, que hay un crecimiento constante, mayormente, en la vida cristiana normal con altos y bajos. Sin embargo, puede haber una ocasión en la que un cristiano, que es verdaderamente cristiano, puede tener una caída seria y radical en el pecado prolongado. De hecho, esta persona puede estar involucrada en un pecado atroz que la lleva a ser disciplinada en la iglesia e incluso podría ser excomulgada de la iglesia. Y podría llegarse hasta el último paso de la disciplina antes de que esa persona regrese y sea restablecida a la fe.
Así que, de nuevo, diríamos que la gente puede pasar por estos altos y bajos, aunque hay una indicación de que cuanto más madura se vuelve una persona en Cristo – cuando pasamos de la infancia espiritual a la edad adulta espiritual, para seguir la metáfora bíblica – los altos y bajos tienden a suavizar más. No estamos tan alto, en los altos espirituales que disfrutamos, ni caemos en picada a las profundidades extraordinarias que alguna vez estuvimos, sino que nos volvemos más estables, por así decirlo, en nuestro crecimiento y compañerismo cristianos.
Pero el punto que quiero que vean es que la santificación es ese proceso por el cual realmente estamos cambiando, estamos siendo conformados a la imagen de Cristo, y eso es un proceso.
Ahora hay esos puntos de vista que abundan en la iglesia que enseñan, por un lado, que una persona puede estar avanzando en su santificación y en este mundo tiene una repentina infusión de gracia – una segunda obra, una segunda bendición – que lleva a una persona instantáneamente al estado de perfección en este mundo. Y, como ya dije, ha habido muchas iglesias que enseñan una clase o forma de perfeccionismo. Y muy relacionado al perfeccionismo están aquellos movimientos, que son aún más generalizados y más populares, que prometen algún tipo de salto instantáneo de santificación a través de una experiencia de vida más profunda o una comunión más profunda con el Espíritu Santo donde eres lleno del Espíritu o algo así.
Y a pesar de que muchas de estas personas se quedarían cortas para enseñar el perfeccionismo total, sin embargo hablan prácticamente de dos tipos diferentes de cristianos:
aquellos que están en un patrón de crecimiento normal y aquellos que pueden tener ese repentino salto electrizante de santificación a través de una experiencia más profunda con el Espíritu Santo. Bueno, deseo ser la última persona en el mundo en disuadir a la gente de buscar un caminar más profundo con Dios Espíritu Santo. Y no quiero persuadirlos de que no traten de estar llenos del Espíritu Santo. Esto es algo que deberíamos estar buscando en todo momento. Pero creo que te esperan algunas sorpresas reales si estás esperando alguna cura instantánea para el pecado y alguna dosis instantánea del Espíritu Santo que te dará la ‘vida cristiana victoriosa’. Eso no es lo que encuentro en la enseñanza de las Escrituras o en el testimonio de los santos más grandes que han existido.
Santo Tomás à Kempis, por ejemplo, quien escribió la “Imitación de Cristo” y que sigue siendo un clásico cristiano en la santificación, dijo que es algo raro para un cristiano ser capaz de romper solo un mal hábito en sus vidas. Y cada cristiano que ha estado en eso durante mucho tiempo, se mira al espejo y se dice a sí mismo “¿Cómo puedo haber sido cristiano durante tanto tiempo y todavía luchar tanto con mi propia carne?” El único consuelo que tenemos es que si vemos atrás a un momento tal y nos damos cuenta en dónde estábamos hace 30 años o hace 40 años, entonces se hace evidente que Dios ha estado dándonos forma y moldeándonos y haciéndonos progresar, de verdad, en la fe cristiana. Pero es una experiencia cotidiana y a largo plazo para ser moldeado y formado por Dios Espíritu Santo para ser llevado a la madurez en Cristo. Todos en este país estamos buscando la gratificación instantánea. Queremos saber cómo podemos conocer toda la Biblia en tres lecciones fáciles y cómo podemos ser santificados en tres pasos sencillos.
No existen tres pasos fáciles de santificación. La santificación es un proceso de por vida que implica una enorme cantidad de trabajo y es una labor intensiva. Si vamos al Nuevo Testamento, donde, por ejemplo, en Filipenses Pablo dice en el capítulo 2, versículo 12: “Así que, amados míos, tal como siempre habéis obedecido, no solo en mi presencia, sino ahora mucho más en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor; porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.” Tenemos buenas y malas noticias, otra vez. Pablo nos dice que nos ocupemos de nuestra salvación, lo cual es realmente un llamado a la diligencia en búsqueda de la rectitud y en búsqueda de nuestra santificación. Es trabajo. Es trabajo. Eso significa que un cristiano que busca la santificación y la madurez espiritual debe estar activo. ¿Y qué tan activo? ¿Cómo ocuparte de tu salvación? Con temor y temblor.
Ahora, esos términos allí, que describen el ambiente en el que debemos resolver nuestra salvación, no son términos que normalmente describirían una actitud despreocupada. Uno no puede estar tranquilo en Sión en la búsqueda de la santificación, donde simplemente nos relajamos, lo tomamos con calma y esperamos que el Espíritu Santo nos lleve. Debemos trabajar y vamos a ocuparnos con temor y temblor. Esto indica una diligencia verdadera con una preocupación verdadera. No con el tipo de temor que tiene a una persona paralizada por la ansiedad, y no con el tipo de temblor que uno tiene cuando está en un ataque de pánico. Pero el punto es que el temor y el temblor significa que tomamos esto como un asunto serio. Y que ahora estamos tratando de complacer al Dios vivo, ante quien estamos en reverencia y asombro, y a pesar de nuestra reconciliación sigue siendo Aquel ante el cual el pueblo piadoso tiembla. Y esto es trabajo.
Ahora la buena noticia es “ocupaos con temor y temblor porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer”. Aquí vemos algo en lo que tenemos un sinergismo genuino o una cooperación, esa santificación es un proceso cooperativo donde Dios está obrando y yo estoy ocupándome. Estoy llamado a ocuparme, ocuparme, ocuparme – temor y temblor – ¿por qué? Porque no estoy ocupándome solo. Porque Dios está obrando al mismo tiempo. Dios está obrando en mí. El Espíritu Santo nos ha sido dado y recuerden que Él ha llamado al Espíritu Santo porque una de sus principales tareas es la aplicación de nuestra redención y llevar a nuestras almas el fruto de nuestra justificación. Está obrando en nosotros para cambiar nuestra propia naturaleza, para convencernos de pecado y de justicia. Entonces, es una aventura conjunta entre nosotros y Dios – entre nosotros y el Espíritu Santo. Así que, en un sentido, en tanto estamos ocupados, estamos activos. En otro sentido, en tanto el Espíritu está obrando, en ese momento, somos pasivos. O estamos callados.
Ahora, eso plantea el espectro de dos herejías persistentes que han amenazado a la iglesia a lo largo de la historia de la iglesia con respecto a la doctrina de la santificación. Y esas dos herejías se llaman “activismo” y “quietismo”. Ahora, noten que hace unos momentos escribí en esta pizarra que el cristiano está llamado a estar activo, a estar seriamente activo en la búsqueda de la santificación. Y, sin embargo, aquí estoy hablando de una herejía llamada activismo. Bueno, cuál es la diferencia. Bueno, la diferencia se encuentra en estas últimas tres letras. Cada vez que ves ese “ismo” unido a una palabra, la palabra misma puede ser una palabra perfectamente legítima hasta que el “ismo” es añadido. Por ejemplo, yo existo, pero eso no me hace un defensor del existencialismo. Soy humano, pero no adopto el humanismo, y así por el estilo. Así que debemos estar activos sin alcanzar el activismo.
Bueno, ¿qué es el activismo? El activismo es la herejía de la justicia propia, de la justicia de las obras, donde una persona ve la búsqueda de la santificación como algo que logra en sí misma, por sí misma. Que ellos son de la mentalidad espiritual de “los que hacen las cosas por sus propias fuerzas”. “No necesito de la gracia de Dios. No necesito de la ayuda del Espíritu Santo. Voy a hacer de la rectitud un logro que puedo hacer por mi cuenta a través de mi propia energía y a través de mi propia actividad”. Así que, hay un tipo de acto propio, de autosuficiencia pura– para la santificación, lo cual debe ser rechazado.
Por otro lado, está el error del ‘quietismo’ que introdujeron los místicos franceses en el siglo XVII, quienes dijeron que la obra de santificación es exclusivamente obra del Espíritu Santo. No necesitas ser ejercitado al respecto, no necesitas estar tratando de ser santificado, todo lo que necesitas hacer es estar quieto. No interrumpas. Es obra de Dios el santificarte. Es una especie de monergismo trasladado de la regeneración a lo largo de toda la vida cristiana.
Y su lema (tal vez te sorprenda oír esto) era “Suelta eso y déjaselo a Dios””.
Ahora, ¿Cuántas veces has oído esto en tu experiencia cristiana? Ahora, puede haber momentos en los que es importante dejarlo ir. Si nos aferramos estrictamente en nuestra propia fuerza y estamos ignorando la gracia de Dios y no dependiendo y confiando en la ayuda del Espíritu Santo y somos puros activistas, entonces es hora de estar quietos. Pero cuando estamos quietos no debemos adoptar el ‘quietismo’ que nos dice que podemos estar a gusto y relajarnos en el sofá, poner los pies en el sillón y dejar que Dios haga la obra de santificación. Como ven, la herejía tradicional e históricamente siempre viene en pares y siempre viene como una distorsión en una u otra dirección. Así que, el activismo está de este lado como una herejía, el quietismo de ese otro lado.
Las otras herejías gemelas que siguen a la doctrina de la santificación son las doctrinas del antinomianismo o legalismo. Y esas dos herejías arruinan la sopa. Y hay muy, muy, muy pocas iglesias que no han sido severamente afectadas por una u otra, y a veces incluso ambas distorsiones. El legalista es el que ve la ley tan importante para su santificación que él añade más a la ley de Dios. No está satisfecho con las leyes que Dios da, pero a fin de ayudar en su santificación comenzará a legislar donde Dios ha dejado a los hombres libres. Y dicen, “Bueno, tenemos que hacer esto para evitar que la gente sea señalada por el mundo. Tenemos que crear reglas y regulaciones. Un cristiano no puede ir al cine. Un cristiano no puede bailar. Un cristiano no puede hacer esto, esto, esto y esto. Donde Dios nunca ha legislado, estas personas ponen a los demás en cadenas e inevitablemente sustituyen sus leyes humanas por la verdadera ley de Dios.
El otro extremo es el antinomianismo que dice, como cristiano la ley de Dios no tiene nada que ver con mi vida. Estoy libre de la ley por completo. No estoy bajo la ley, estoy bajo la gracia y por eso tengo todo el derecho de ignorar la ley de Dios en las Escrituras. Bueno, eso es generalizado en nuestros días. De hecho, estamos viviendo un período generalizado de antinomianismo en la iglesia, donde la persona piadosa, aunque entiende que ya no está bajo servidumbre a la ley, no está bajo el peso de la ley, no está bajo la pena de la ley, todavía ama la ley de Dios y medita en ella día y noche, porque en la ley descubre lo que es agradable a Dios y lo que refleja su carácter. Y así, en lugar de huir de la ley, una persona diligente en la búsqueda de la rectitud y la santificación se convierte en un estudiante serio de la ley de Dios.