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Transcripción
Estuvimos viendo la publicación de las 95 tesis de Lutero en 1517 y, por ende, la comprensión Católica Romana de la justificación. En las tesis de Lutero, él puso en tela de juicio todo el sistema de justificación que fue asumido por la Iglesia Católica Romana. En ese momento, todavía creía esencialmente en el sistema romano, pero las preguntas empezaban a atormentarlo y entre ellas estaba el tema del «tesoro de méritos». Y el tesoro de méritos fue fundamental para todo el concepto de indulgencias.
Sabemos cómo la controversia de las indulgencias creó una tormenta de fuego en ese tiempo debido a la forma en la que Johann Tetzel estaba vendiendo las indulgencias, pero la pregunta más importante es ¿de qué se trata todo este tema de las indulgencias y de dónde vino? De nuevo, se desarrolló gradualmente a lo largo de la historia de la Iglesia Católica Romana. Se basó en definitiva en la idea de que Cristo le dio a Pedro las llaves para el reino o las llaves del reino.
Y así, el papa era visto como el que sostiene el ministerio de las llaves y las llaves del reino incluían la autoridad sobre la dispensación y la distribución de indulgencias. Jesús dijo a Sus discípulos: «Cualquier pecado que perdones en la tierra será perdonado en el cielo» y así por el estilo. Ahora, el tesoro de mérito se convirtió en el frente y centro de toda esta idea de la venta de indulgencias. Y el tesoro de mérito es un tesoro que contiene una cantidad infinita de mérito, sobre el cual la iglesia tenía la autoridad para distribuir a aquellos que carecían de mérito.
En primer lugar, el depósito principal en el tesoro de mérito era el mérito de Cristo, pero no era solo el mérito de Cristo lo que estaba o está en el tesoro, porque el concepto del tesoro de mérito todavía existe en la comunión Romana. Pero además del mérito de Jesús, también estaba el mérito de María, y además de los méritos de María, se añadieron los méritos de los santos. Ahora, históricamente hay muy pocas personas en la postura romana, que han muerto e ido directamente al cielo.
La abrumadora mayoría de las personas que mueren, mueren con impureza aún en su alma, así que tienen que ir al purgatorio, para que esas impurezas sean purgadas o limpiadas antes de que puedan ir al cielo. De nuevo, el purgatorio no es el infierno; no van al infierno y son castigados. El purgatorio no es un lugar de castigo, es un lugar de limpieza y, por último, para todos los que están en el purgatorio, su destino final será el cielo, pero solo después de que se haya realizado este proceso de purificación.
Ahora, el problema entonces es que las personas que están en el purgatorio no tienen suficiente justicia para ser llevados directamente al cielo. Como les dije, hay un puñado de personas en la historia que murieron sin impurezas en su alma, con suficiente mérito para llevarlos directamente al cielo, pero no solo tenían el mérito suficiente por sí mismos para ir al cielo, sino que tenían un tercer tipo de mérito que aún no hemos discutido. Ya hemos visto la diferencia entre el mérito condigno y el mérito congruente con respecto al sacramento de la penitencia.
Pero además del mérito condigno y el mérito congruente, estaba este tercer tipo de mérito que se llamaba mérito supererogatorio o el que se logra por personas que producen obras de supererogación, no de irrigación, sino erogación. «Obras supererogatorias» son aquellas obras que son tan buenas, tan meritorias que están más allá del llamado del deber. Es un exceso o un mérito extra que unos pocos, por ejemplo, hacen obras de supererogación, más obras de las que necesitas para entrar en el cielo, esos méritos extra o mérito adicional se depositan en el tesoro de mérito y es de ese tesoro que la iglesia a través del papa tiene el poder de aplicar méritos a aquellos que le faltan.
Y así, en todo ese sistema de indulgencias, lo que estaba sucediendo, era que, mediante la entrega de limosnas, la compra de indulgencias, por así decirlo, se retiraban de este tesoro y se aplicaban a aquellos que carecían de ellos en el purgatorio para que pudieran avanzar hacia el cielo. Eso concluye nuestro resumen general básico de la comprensión Católica Romana de la justificación. Hablaré aún más sobre esto cuando veamos otros contrastes con la postura protestante.
Pero, en contra de esto, el grito de Lutero, por supuesto, fue «sola fide», la justificación es por la fe sola. Ahora, vamos a pasar un poco de tiempo viendo la enseñanza de Pablo en Romanos, pero solo para una introducción a la postura protestante de la justificación por la fe sola, quiero tomarme un tiempo para definir los términos. En primer lugar, la palabra «justificación» en sí misma. La palabra, la palabra española «justificación» proviene del latín iustificare que literalmente significa «hacer justo» o «hacer recto».
Uno de los problemas que produjo toda esta controversia en la historia fue que en los primeros siglos, los padres latinos no estaban leyendo y desarrollando su doctrina a partir del griego, sino más bien de la Vulgata, de la traducción latina de la Biblia. Y cuando la traducción latina de la Biblia habla de justificación, utiliza el latín iustificare, que se extrae de la estructura legal del sistema romano del derecho. Y de nuevo «hacer recto» significa que aquí hay una persona que no es recta, y la palabra «justificar» significa que lo haces justo o haces que se vuelva verdaderamente justo en sí y por sí mismo.
Y así, el sistema de justificación que se desarrolló fue el sistema de comprensión de cómo una persona injusta es hecha justa o recta. Ahora, cuando hablamos del proceso de ser hechos verdaderamente rectos, no estamos hablando de justificación, sino de santificación. De modo que, creemos que primero hay justificación y luego lo que sigue a la justificación es santificación. O en la antigua postura romana, debido al uso de ese término iustificare, en realidad la santificación precedía a la justificación porque Dios no te llamaría justo hasta que realmente te hubieras vuelto justo.
Pero la palabra griega dikaiosune no significa hacer justo, significa «contar» o «considerar» como justo o tratar como justo. De manera que, el corazón de la postura de la Reforma es que, aunque todavía somos injustos, somos declarados justos porque Dios nos aplica la justicia de Cristo a través de la imputación, la cual también ampliaré más adelante. Y así, cuando Dios nos mira, Él ve que todavía somos pecadores, pero, sin embargo, una vez tenemos fe, Él nos cuenta o nos reconoce o nos declara a nosotros como justos.
Ahora, el lema de Lutero para explicar eso, es uno que quizá ya has escuchado, la frase latina simul justus et peccator y así fue como trató de definir el estado de esto, por el cual, aunque no somos justos en nosotros mismos, sin embargo, a los ojos de Dios, somos considerados o contados como justos. La frase simul justus et peccator significa, simul obtenemos la palabra «simultáneo» de ahi y así el simul significa «al mismo tiempo». Simul justus «al mismo tiempo justo» o recto.
Et, ¿qué significa eso? Es el diminutivo de la palabra etcétera ¿verdad? Et significa simplemente «y». Recuerdas con Julio César, cuando es apuñalado, se supone que sus últimas palabras fueron «¿Et tu, Brute?» Eso significa: «¿Y tú también, Bruto?» y así et solo significa «y». Simul justus et «al mismo tiempo justo y…» peccator que significa «pecador». Hablamos de los pequeños pecados como pecadillos. Si decimos que alguien es puro, decimos que es impecable; esta viene de la palabra latina para pecado.
Así que Lutero está diciendo: «Al mismo tiempo, somos justos y pecadores». Eso suena, en principio, como una contradicción. ¿Y cuál es la ley de la no contradicción? Algo no puede ser «A» y «no-A» al mismo tiempo y en el mismo sentido o en la misma relación. Lutero está diciendo aquí: «Somos al mismo tiempo A y no-A, justos y pecadores, pero no en la misma relación». En y por nosotros mismos seguimos siendo pecadores, pero somos justos en virtud de la transferencia de la justicia de Cristo a nosotros mismos, en virtud de la imputación de Su justicia.
Dijimos al principio de nuestro estudio de la postura romana de la justificación que empieza en el bautismo con una infusión de gracia. Y así, una persona justificada, según Roma, es justificada sobre la base de la justicia infundida, que luego es poseída de forma inherente por el creyente. La postura protestante es que no somos justificados por una infusión de justicia, sino por una imputación de justicia. Como dije antes, en los días de la Reforma hubo todo tipo de intentos de superar esta enorme división catastrófica dentro de la cristiandad, y el último en Ratisbona estuvo muy cerca de sanar la brecha y resolver el cisma y resolver el dilema teológico, pero el punto de fricción que nunca pudo resolverse antes o ahora es el caso de la imputación.
Roma siempre ha rechazado la idea de que somos justificados sobre la base de una justicia imputada, una justicia que no es la nuestra. Una justicia que Lutero llamó alienum iustitiam, una justicia ajena, una justicia que es extra nos, que está fuera o aparte de nosotros, una justicia que es contada a nuestro favor pero que no es nuestra. Si el tiempo lo permite, luego ampliaremos eso un poco más, pero solo estoy tratando de darles la definición básica de justificación por la fe sola.
La segunda palabra es la palabra «por». Ese es un pequeño término simple y mencioné antes que tiene que ver con el dativo de los medios, que, si le preguntas a Roma, «¿Por qué medios estamos justificados?», ellos dirían: «El medio instrumental por el cual somos justificados es el bautismo». ¿Recuerdan cuando dije, al principio, que el bautismo inicia el proceso de justificación y es la causa instrumental o el instrumento por el cual una persona es justificada?
Ahora, permítanme tomarme un minuto para hablar de esta idea de «causa instrumental». Uno de los temas más antiguos de la filosofía es el tema del movimiento y del cambio. Tal vez recuerdes a Heráclito diciendo: «Nunca entras en el mismo río dos veces, porque cuando pongas tu segundo pie en el río, este río se habrá movido» y tu has cambiado, al hacerte tan solo unos segundos más viejo. Pero él dice, sea lo que sea, está cambiando. El cambio es la marca singular de la criatura y de la finitud. Y desde la perspectiva de Aristóteles, el cambio era un tipo de movimiento. Así que él examinó eso y se preguntó: «¿Existen diferentes formas en que las cosas cambian?» ¿o diferentes tipos de cambios?
Bueno, él dice que cuando busca el cambio está buscando la causa del cambio, y dijo que sería simplista asumir que las causas son singulares, cuando en muchos casos, un cambio se produce mediante la aplicación de varias razones diferentes. Utilizó la clásica ilustración de una obra de arte, una pieza de escultura, una estatua que se estaba haciendo, para distinguir entre varios tipos de causas. Él diría que la causa eficiente, la causa principal que hace que el cambio se lleve a cabo, la principal causa eficiente para crear una pieza de escultura es el escultor.
Él es el tipo que está haciendo todos los cambios, pero también está la causa material, y la causa material de la estatua es el bloque de madera o el bloque de mármol del que está hecha la estatua, por lo que define la causalidad material como la materia a partir de la cual algo se hace o cambia. Cuando hablamos de la creación del universo, ¿cuál diríamos que es la causa material? Nada, porque no había nada, al menos no había materia. Pero Dios es la causa eficiente y suficiente de toda la creación… Cuando Él crea el mundo, no a partir de una sustancia o materia previa existente, sino que lo crea ex nihilo.
Pero la «causa material» es aquella de lo que está hecho algo, la causa eficiente es la que lo hace. La «causa formal» es la idea o esquema que el artista está utilizando para crear su obra. No se limita a cincelar ese pedazo de mármol sin tener idea alguna en su mente de cómo se verá cuando esté terminado. Debe tener una forma en su mente para ello. Y entonces la «causa final» sería el propósito por el cual se hace algo. En este caso, tal vez sea solo hacer que el jardín del emperador sea más hermoso y así Miguel Ángel crea una estatua para realzar la belleza de la iglesia o algo así. Esa es su causa final.
Bueno, la «causa instrumental» son los instrumentos que se utilizan para producir el cambio y en el caso de hacer una estatua, la causa instrumental sería el martillo y el cincel. Los objetos que se utilizan a través de los cuales se produce el cambio, bastante fácil. Entonces, cuando Roma habla del bautismo como la causa instrumental, es el medio o el instrumento por el cual la persona es transformada para tener esta recepción o infusión de gracia. Los reformadores dicen: «No, la única causa instrumental de justificación es la fe». No es el bautismo, no es la penitencia, es la fe la que es la causa instrumental.
Por cierto, aunque tanto los protestantes como los católicos usan el lenguaje y la terminología de las distinciones de la causalidad de Aristóteles, también, ambos lados, agregaron otra causa específica que llamaron la «causa meritoria» de la justificación y nuevamente llegamos al corazón del problema. ¿Sobre qué base declara Dios a una persona justa? Para Roma, es porque son justos. Para la comprensión reformada, la única base para la justificación de un creyente es la justicia de Cristo. Es la justicia de Cristo y solo Su justicia la que nos justifica. De hecho, la frase «justificación por la fe sola» es una simple abreviatura de «justificación por Cristo solo».
De modo que en la doctrina protestante tienes «sola fide», que es por la fe sola, no por fe más obras. Es por la gracia sola, «sola gratia», es por gracia no por mérito y es por Cristo solo, no por Cristo y por mí. Luego llegaremos a la tercera palabra en esta fórmula de justificación por la fe sola, en nuestra próxima sesión, cuando veamos el significado y la importancia del tipo de fe que justifica.