Recibe la guía de estudio de esta serie por email
Suscríbete para recibir notificaciones por correo electrónico cada vez que salga un nuevo programa y para recibir la guía de estudio de la serie en curso.
Transcripción
Si se toman el tiempo para leer las 95 tesis de Lutero, verán allí que hay muy poco sobre la doctrina de la justificación, porque la discusión que Lutero quería tener con la facultad en relación a las tesis tenía que ver, con todo el sistema de doctrina que estaba asociado con las indulgencias. Inicialmente, Lutero no se opuso a las indulgencias en sí mismas, sino al abuso de la venta de ellas, que estaba llevando a cabo Tetzel. Ahora, sin embargo, cuando comenzó a escribir sus 95 tesis y si las lees, verás que plantea preguntas sobre todo el sistema que está vinculado a las indulgencias y a la comprensión católica romana de la justificación y del evangelio.
Para que entendamos, como he dicho, el concepto de la Reforma, creo que la mejor manera de hacerlo es contra el contexto de la postura Católica Romana. Ahora, la doctrina Católica Romana de la justificación no fue expuesta en toda su complejidad de la noche a la mañana por Agustín o más tarde por Gregorio Magno o alguien así. Sino más bien, el sistema de salvación dentro de Roma tardó siglos y siglos en desarrollarse con una capa sobre otra a la vez. Y desde una perspectiva teológica, el sistema Católico Romano de salvación se llama «sacerdotalismo», lo cual significa que la salvación se realiza a través de las ministraciones de la iglesia y del sacerdocio.
Y la doctrina de la justificación no se definió definitivamente hasta después del comienzo de la Reforma, cuando vimos lo que se llamó la «Contrarreforma». La Iglesia Católica Romana respondió al protestantismo con un triple contraataque. El primero fue con el comienzo de la inquisición española, en la que las personas que abrazaban estas doctrinas heréticas de los protestantes fueron sometidas a severas formas de tortura. En segundo lugar, la fundación de la orden jesuita, una orden especial de sacerdotes que trataban los temas intelectuales de la época, la Compañía de Jesús fundada por Ignacio de Loyola.
A veces, si ves escritos de estudiosos jesuitas, verás sus nombres y en lugar de colocar después de su nombre las iniciales PhD, verás en su lugar IHS, Compañía de Jesús, quiere decir que son jesuitas. Son la crème de la crème de los sacerdotes académicos de la Iglesia Católica Romana. Pero el elemento principal de la Contrarreforma fue el llamado de un concilio ecuménico internacional como el de Vaticano II, el Vaticano I, Constantinopla, Éfeso, Calcedonia; esos grandes concilios de la historia de la iglesia. Y esto, a mediados del siglo 16, este concilio fue llamado y comenzó en Trento, Italia y se llamó el Concilio de Trento.
A veces, las referencias a las decisiones de Trento se llaman «tridentinas», por lo que, si escucha esa frase de vez en cuando, la visión tridentina significa que esas opiniones fueron defendidas y establecidas, en concreto oficialmente de fide, en el Concilio de Trento. Ahora, ese concilio pasó por varias sesiones durante varios años, pero la más importante para nuestra consideración de la justificación fue la sexta sesión del Concilio de Trento, en dicha sexta sesión se dan dos cosas. En la primera parte de la sesión, define la visión Católica Romana de la justificación.
La segunda parte incluye estos veintitantos cánones que son pronunciamientos de juicio contra posturas heréticas o anatemas. Ya saben: «Si alguien dice esto, que sea anatema, que sea maldito o que sea condenado». Y, por lo tanto, sigue siendo un debate del que podemos hablar un poco más tarde entre los contemporáneos sobre cuán definitivo es Trento, pero solo menciono de pasada que los decretos del Concilio de Trento se reafirmaron in toto en el catecismo católico de los 90s. Así que oficialmente dentro de la Iglesia Romana, a pesar de que encontrarás personas en América y Canadá y en el ala occidental de la iglesia que son flexibles con Trento; la curia del ala latina de la Iglesia y el papado todavía afirman inequívocamente los decretos y cánones de Trento.
Así que eso es lo que vamos a hacer para entender su postura de la justificación. Antes de ampliar esto…, a menudo en la discusión y el debate entre el catolicismo romano y el protestantismo, ambas partes levantan muñecos de paja y atacan ideas que no son ciertas. Se calumnian unos a otros y escucho esto todo el tiempo. Bueno, creemos en la justificación por la fe, Roma cree en la justificación por obras, como si la fe no fuera importante. O, creemos en la justificación por la gracia, Roma cree en la justificación por el mérito. Eso es una falsedad y una sobre simplificación. O algunos dicen: «Creemos en la justificación por Cristo, ellos creen en la justificación por sus propias actividades». Eso no es cierto.
Así que hagamos la pregunta: «¿Qué enseña Roma sobre este tema de la justificación?». Bueno, en esta sexta sesión, empieza de esta manera diciendo que el primer paso en la justificación es el sacramento del bautismo, que Roma define como la «causa instrumental de la justificación». La causa instrumental de la justificación. Cuando decimos justificación «por» o usando el dativo instrumental, estamos hablando de los medios por los cuales algo llega a suceder. Esa distinción de causalidad instrumental se remonta al estudio de las causas de Aristóteles y algunos de ustedes pueden estar familiarizados con eso, donde él distinguió, entre la causa eficiente, la causa formal, la causa final, la causa material, la causa instrumental, etc. , todas estas diferentes distinciones sutiles sobre la causalidad.
Bueno, Roma cree que el instrumento por el cual una persona es justificada inicialmente es el sacramento del bautismo. Lo que sucede en ese sacramento es la infusión o derramamiento en el alma de la persona bautizada de la justicia de Cristo o de lo que a veces también se llama «gracia justificadora». Ahora, hay un debate allí de sutilezas con los teólogos romanos sobre toda su comprensión de la gracia. El lenguaje que usan describe la gracia como algún tipo de sustancia o cosa que se vierte en el alma que tiene un habitus; habita en el alma. Hablamos de la gracia como una actividad de Dios, un trato generoso hacia nosotros que no merecemos, pero no pensamos acerca de la gracia con un lenguaje sustantivo.
Pero de nuevo, para entender la postura romana, tienes esta gracia infundida o vertida en el alma y que afecta lo que pretende afectar ex opere operato, es decir, a través del operar de las obras. No les gusta usar la palabra «automático», pero en realidad es automático. Si eres bautizado, has recibido esta infusión de gracia y estás en ese estado, en un estado de justificación. Ahora, para continuar en ese estado de justificación, tienes que cooperar con esa gracia infundida. Las palabras que usaron en Trento son las palabras cooperare et assentare, cooperar con y aceptar esta gracia que ha sido infundida en ti para que cuando cooperes con esta gracia y aceptes esta gracia, entonces, la justicia que ha sido infundida ahora es inherente, es decir, es inherente en ti, de modo que eres justo a los ojos de Dios.
La razón por la que eres justo a los ojos de Dios es porque realmente eres justo. Has cooperado y aceptado esta gracia infusa y por lo tanto estás en un estado de justificación hasta que o a menos que cometas un pecado mortal. Ahora, en ese punto, Roma distingue entre el pecado mortal y el pecado venial. El pecado venial es pecado real y necesita ser confesado y perdonado y todo eso, pero no destruye tu gracia salvadora que es inherente en tu alma. El pecado mortal, sin embargo, se llama pecado mortal porque mata la gracia de justificación que está en tu alma. Calvino, ya sabes, se opuso a eso diciendo que todos los pecados son mortales en el sentido de que merecen la muerte, pero ningún pecado es tan mortal para el cristiano que destruiría su salvación.
Pero en la postura romana, si cometes un pecado mortal y mueres en pecado mortal vas al infierno. Ahora, lo primero que tienes que notar aquí es que puedes tener fe real, fe que es necesaria para la salvación y tener fe salvadora y aún así cometer pecado mortal. Entonces, permítanme explicar eso por solo un segundo, distinguimos entre una condición necesaria y una condición suficiente. Si quiero hacer una fogata en el bosque, necesito una cierta cantidad de oxígeno para encender el fuego. El oxígeno es una condición necesaria bajo circunstancias normales para poder encender un fuego, pero no es una condición suficiente.
Si fuera una condición suficiente, significaría que todo lo que necesitas para iniciar un fuego es la presencia de oxígeno. Si ese fuera el caso, ¿entonces qué? El mundo entero estaría en llamas en este momento, porque dondequiera que haya oxígeno habría fuego. Así que no puedes tener oxígeno sin tener fuego. Ahora, la idea es que no puedes tener fuego sin oxígeno, pero puedes tener oxígeno sin fuego. Ahora, usando esa ilustración, entre la condición necesaria y suficiente, la visión romana de esta fe, es que la fe es una condición necesaria para la justificación, pero no suficiente.
Puedes tener verdadera fe y no ser justificado, mientras que en la postura protestante, la fe no es solo una condición necesaria para la justificación, es una condición suficiente para la justificación. Si tienes verdadera fe, tienes justificación. No puedes tener verdadera fe y no tener justificación. No puedes tener justificación sin tener verdadera fe. ¿Estoy yendo demasiado rápido? Bien. Ok. Ahora, entonces, de nuevo, ampliando esta idea del pecado mortal y la fe, en la sexta sesión de Trento, Roma define la fe con esta función. Tiene una triple función con respecto a la justificación.
Roma llama a la fe el initium, el fundamentum y el radix de la justificación. Ahora, para traducir eso al español, la fe es la iniciación, el primer paso de nuestra justificación. Entonces, cuando la gente dice: «Roma cree en la justificación sin fe o solo por obras», no, no, no, tienes que tener fe como el elemento iniciador para tu justificación. Es también el fundamentum, el fundamento sobre el que se establece la justificación. Y, en tercer lugar, es el radix, la raíz o el núcleo de la justificación. Por lo tanto, la justificación no es una alternativa que puedes tener o no tener en la postura Católica Romana. Es una condición necesaria para la justificación. Es la iniciación, el fundamento y la raíz de la justificación.
Pero si tienes esa fe, todavía puedes cometer pecado mortal y aquí es donde empieza el problema. Si cometes pecado mortal, pierdes tu justificación y si pierdes tu justificación, necesitas lo que Roma llama en Trento «el segundo tablón de justificación» para aquellos que hacen naufragar sus almas. Ahora, la idea de caminar sobre el tablón o tener un tablón en un barco es como tener una posición sobre la cual uno camina. Ellos tienen tablones o posturas que adquieren. Aquí Roma está usando una figura naval. Pierdes tu salvación, cancelas tu justificación por el pecado mortal.
Ahora, la pregunta es, ¿cómo puedes volver a justificarte? Bueno, pensarías que la respuesta a esa pregunta sería: «Bueno, simplemente te bautizas otra vez». Pero ellos dicen: «No, no te bautizas de nuevo. Hay una marca indeleble que se te da en tu bautismo original que nunca perderás. No importa si vas al infierno, tendrás esa marca indeleble», por lo que no tienes que volver a bautizarte, sino que necesitas otro sacramento en lugar del sacramento del bautismo para ser re-justificado. Ese es el sacramento de la penitencia y eso está en el núcleo y en el centro de la controversia, aquí en el siglo XVI, ¿por qué? Bueno, los elementos de la penitencia son estos, en primer lugar, la confesión.
Si has cometido pecado mortal, tienes que confesarte, tienes que confesar ese pecado al sacerdote y esa confesión tiene que ser genuina, no puede ser una mera atrición. La atrición es arrepentirse por temor al castigo, como el niño pequeño cuando lo atrapas con la mano en el frasco de galletas y dice: «Por favor, no me pegues, por favor no me pegues». Está muy triste porque va a ser castigado, no porque haya hecho algo malo. Pero la verdadera contrición es como la que encontramos en el Salmo 51 de David, donde su corazón está roto ante Dios. Y tiene este corazón roto y contrito porque se da cuenta de que ha pecado contra un Dios santo y recto.
Así que vienes a confesar y dices, «Padre, he hecho esto y estoy confesándolo, me estoy arrepintiendo no solo por temor al castigo de Dios, sino porque te he ofendido» y así haces la oración de confesión. La segunda parte del sacramento es la absolución sacerdotal, te absolvo, dice el sacerdote. Ahora los protestantes se alteran con eso. Ellos dicen: «No tengo que ir a confesarme si peco. No necesito ir a un sacerdote, voy directamente a Dios». ¿Sabes? Al mismo tiempo decimos que se supone que debes confesar tus pecados; no hay nada de malo en confesar tus pecados a otra persona o a tu pastor. No hay nada de malo en que el pastor te dé la seguridad del perdón, como lo hacemos regularmente en nuestra liturgia. Estamos diciendo: «Si confiesas tus pecados, Dios es fiel y justo para perdonar tus pecados y para limpiarte de toda injusticia».
Cuando el sacerdote dice: «te absolvo», te absuelvo, no está diciendo que tiene el poder inherente de perdonar los pecados. Solo Dios tiene ese poder, pero está ejerciendo un derecho delegado. Está ejerciendo un poder otorgado a él cuando va al sacramento del orden sagrado y se consagra como sacerdote. Ahora, como parte de ser sacerdote, puedes ver, tiene la autoridad para pronunciar el perdón de Dios sobre una persona penitente. Hasta aquí como no hay daño, no hay falta. Es la tercera parte del sacramento de la penitencia, la que creó todo el revuelo, y es esta.
En la tercera parte, después de que tienes la absolución sacerdotal, para ser completamente restaurado a la justificación, debes hacer obras de satisfacción para ser justificado. Aquí es donde entran las obras. Las obras de satisfacción, como el decir tantos Avemarías, tantos Padrenuestros, dar limosnas, hacer alguna otra buena acción, estas son obras que se requieren para ser justificados. La visión reformada de la justificación es por la fe sola. La postura Católica Romana es fe más obras para ser justificado. Ahora, estas obras se llaman obras que traen consigo méritos congruentes, meritum de congruo es el lenguaje de Roma.
Mérito congruente, el cual se distingue del meritum de condigno o mérito condigno. El mérito condigno es un mérito que es tan meritorio, tan justo que requiere una bendición o una recompensa de Dios. Dios sería injusto en no volver a justificar a una persona, si esa persona tiene mérito condigno, pero Roma dice: «No, el sacramento no otorga mérito condigno, otorga mérito congruente», lo cual significa que, si una persona hace estas obras de satisfacción, ahora es apropiado o adecuado o congruente que Dios los recompense restaurando a esa persona a la justificación.
En otras palabras, Dios estaría actuando de forma incongruente si no restaurara a esa persona a la salvación, ¿se entiende? Así que tienes esas posturas. Ahora, la persona es justificada de nuevo y permanece justificada hasta o a menos que cometa otro pecado mortal. Si comete un pecado mortal, puede morir e ir al infierno o puede volver al sacramento de la penitencia y ser restaurado una y otra y otra y otra vez. Ahora, si la persona muere con alguna impureza en su alma, entonces la persona va al purgatorio. El purgatorio se llama así porque es el lugar de purga.
Es ese el lugar que te purga de cualquier impureza con la que mueres. Puedes pasar dos semanas en el purgatorio, puedes pasar dos millones de años en el purgatorio, dependiendo de cuánto tengas que limpiarte para entrar en el cielo, pero no entrarás en el cielo hasta o a menos que seas inherentemente justo. Eso, en pocas palabras, es la postura de Roma del evangelio, y puedes ver el contraste radical entre eso y la postura de la Reforma. En la postura de la Reforma, en el momento en que tengo fe, tengo el cielo. No hay purgatorio. Tengo vida eterna, soy adoptado en el reino de Dios y mis pecados son perdonados de una vez por todas.
Así que el contraste entre estas dos posturas es el contraste entre las buenas y las malas noticias, dos entendimientos diferentes y radicalmente distintos del evangelio. Ahora, todavía necesito hablar un poco más sobre la postura Católica Romana con respecto a las indulgencias y el poder de las llaves y el tesoro de los méritos. Todo eso es parte del sistema que Roma empleó y continúa empleando en su comprensión de la salvación. Y si Dios quiere, veremos eso en nuestra próxima sesión.