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Transcripción
Continuamos con nuestro estudio de la adoración y recordarás que lo que estamos haciendo en este punto es regresar al Antiguo Testamento para ver si podemos aprender de los patrones de adoración que encontramos allí, porque sabemos que al menos en ese registro, vemos a Dios ordenando directa e inmediatamente formas específicas de adoración. Quiero enfatizar que tenemos que ser muy cuidadosos, que no podemos simplemente retroceder al Antiguo Testamento y transferir la adoración del Antiguo Testamento a la iglesia del Nuevo Testamento porque si hiciéramos eso, en efecto, estaríamos repudiando el cumplimiento del sistema de sacrificios del Antiguo Testamento que tuvo cumplimiento en Cristo.
Así que todo lo que estamos tratando de hacer es tomar prestados principios de adoración que pensamos que posiblemente puedan ser transferidos de la escena del Antiguo Testamento al ambiente de la iglesia del Nuevo Testamento. Empecé diciendo que vemos que cuando Dios prescribió la adoración en el Antiguo Testamento, que la persona en su totalidad participaba de la adoración, no solo estaba la mente cuando la gente respondía a la Palabra de Dios, sino que también los cinco sentidos estaban integrados en la experiencia de adoración del pueblo de Israel. Esos cinco sentidos, por supuesto, son la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto.
En nuestra última sesión, vimos la dimensión visual de la adoración tal como fue establecida en el Antiguo Testamento. Hoy, al tratar el tema, quiero hablar del aspecto auditivo de la adoración. Antes de empezar, quiero que presten atención al último salmo del libro de los Salmos, el Salmo 150. Es un salmo muy corto de solo seis versículos y es un salmo con el que mucha gente está muy familiarizada. Empieza así: «¡Aleluya! / Alaben a Dios en Su santuario; / Alábenlo en Su majestuoso firmamento. / Alaben a Dios por Sus hechos poderosos; / Alábenlo según la excelencia de Su grandeza». Permítanme detenerme al final del versículo dos.
Vemos esta letanía de repetición del mandato a alabar a Dios y recordamos que la esencia de la adoración es la ofrenda de alabanza a Dios y lo vemos enfatizado aquí en el Salmo 150, pero mi interés ahora es el resto del Salmo, que empieza en el versículo tres. Dice: Alaben a Dios con sonido de trompeta; / Alábenlo con arpa y lira. / Alaben a Dios con pandero y danza; / Alábenlo con instrumentos de cuerda y flauta. / Alaben a Dios con címbalos sonoros; / Alábenlo con címbalos resonantes. Todo lo que respira alabe al Señor». Finalmente: «¡Aleluya!». ¿Qué podemos deducir de este salmo? Bueno, hay algunos aspectos bastante simples que saltan a la vista.
En primer lugar, en el versículo tres dice: «Alaben a Dios con sonido de trompeta», así que haré esta pregunta: ¿Es posible alabar a Dios con el sonido de una trompeta? La respuesta es obvia. Por supuesto que es posible. De lo contrario, Dios no ordenaría que se le alabe con el sonido de una trompeta. Dije que nada sería más obvio o una inferencia más fácil de deducir de un texto bíblico que la inferencia a partir de este texto que ciertamente es legítimo, o al menos fue en principio legítimo en un momento de la historia, alabar a Dios con una trompeta.
Luego seguimos y oímos una lista de otros instrumentos, flautas y címbalos y otros más. Obviamente cuando vemos este texto y vemos que en la Palabra de Dios, Dios ordena que Él sea alabado por el sonido de una trompeta, por ejemplo, que es obvio que nunca deberíamos levantar una objeción de principios en contra de alabar a Dios con el sonido de una trompeta. Sin embargo, hay multitudes de personas que profesan ser cristianos en este mundo y en esta nación que no están familiarizados con el Salmo 150 y si simplemente les haces la pregunta sin presentarles ese Salmo, «¿Qué piensas sobre adorar a Dios con trompetas?». ¿Cuál crees que sería la reacción? No creo que fuera una de esas respuestas en las que todo el mundo estaría de acuerdo. De hecho, hay grupos de personas en el mundo actual que creen que hay algo intrínsecamente malo en el uso de ciertos instrumentos musicales en el contexto de la adoración.
Nunca olvidaré la primera vez que escuché la banda sinfónica llamada Westminster Brass. Para quienes no estén familiarizados con los Westminster Brass, hace un par de años fueron nombrados como el pequeño grupo musical más destacado de la ciudad de Filadelfia por la revista Philadelphia Magazine, y la primera vez que escuché a los Brass fue en una conferencia de Filadelfia sobre teología reformada hace muchos, muchos años atrás. Obviamente se celebraba en Filadelfia, en la Décima Iglesia Presbiteriana y esa conferencia empezaba el viernes por la noche y se prolongaba hasta el servicio del domingo. El servicio de apertura de ese viernes por la noche contó con la asistencia de unas mil personas y el himno de apertura fue Castillo fuerte es nuestro Dios y el himno fue acompañado por el Westminster Brass.
Sé que en el entorno eclesiástico de hoy en día, es habitual tener bandas sinfónicas presentes en el contexto de la adoración, pero en ese momento era, al menos en mi experiencia, totalmente infrecuente y con los miembros formales de la Décima Iglesia Presbiteriana de Filadelfia, Pensilvania, fue una innovación bastante radical. Estaba sentado allí preguntándome cómo iba a reaccionar la congregación, esta congregación de presbiterianos, ante la presencia de esta banda sinfónica. Bueno, la gente cantó ese himno de apertura con gran entusiasmo y todo se desarrolló bien durante todo el servicio y el servicio, que duró una hora y media, el servicio iba a concluir con un postludio tocado por el Westminster Brass. Después de que se diera la bendición, empezó el postludio.
Debes saber que en las iglesias presbiterianas, la señal para que la gente sepa que el culto ha terminado y que puede levantarse de la silla y dirigirse a las salidas es el inicio de los primeros acordes del postludio. De hecho, los presbiterianos tienen el Récord Guinness por salir más rápido de las iglesias desde el momento en que suena el primer acorde del postludio. Es automático. Pero aquella noche ocurrió algo que no había visto en toda mi vida. En cuanto los Westminster Brass empezaron a tocar los primeros acordes del postludio, nadie se fue. Todos permanecieron sentados durante todo el postludio. Fue algo inconcebible. Cuando los últimos acordes del postludio fueron tocados, esta congregación presbiteriana estalló en aplausos espontáneos.
Eso sí que fue verdaderamente radical, es decir, estalló la sala y no fue simplemente porque estuvieran apreciando una presentación musical. Desearía tener las palabras adecuadas que describan el sentido, la atmósfera de ese momento y el sentido de adoración que llenó esa iglesia en esa experiencia, y los presbiterianos que no estaban acostumbrados a este tipo de demostración abierta estaban aplaudiendo porque no sabían qué más hacer; no sabían cómo expresar la profundidad del sentimiento que habían experimentado en ese momento. Por supuesto, la aparición del uso de este tipo de música en la adoración suscitó muchas discusiones en los círculos en los que me muevo y he escuchado a algunas personas argumentarme y decirme que el único instrumento aceptable en el acompañamiento de la adoración es el órgano o posiblemente el piano.
Hay iglesias que no tienen ni lo uno ni lo otro. Hay iglesias que se abstienen de cualquier tipo de acompañamiento musical, pero la mayoría de las iglesias tienen al menos un piano, si es que no tienen un órgano y por eso planteé esta pregunta: ¿Cuál es el propósito de un piano? ¿Cuál es la función histórica del piano? Si vas, por ejemplo, a una sinfonía y escuchas una orquesta sinfónica completa, en la mayoría de los casos no oirás el sonido de un piano, a menos que haya un concierto de piano o algo así. Pero en la mayoría de los casos, el piano está ausente de la orquesta. ¿Por qué? Bueno, una orquesta se compone de todo tipo de instrumentos. Tienes cuerdas, metales e instrumentos de aire. Tiene instrumentos de percusión y otros más. La función del piano y más aún, del órgano, es imitar el sonido de una sinfonía, de forma barata, económica, donde tienes melodía, armonía y ritmo. Tienes percusión y tienes cuerdas. Ya conoces el interminable debate sobre si el piano es un instrumento de cuerda o de percusión, cuando en realidad es ambos. Esa controversia continúa.
La razón por la que tenemos pianos u órganos en las iglesias es porque la mayoría de las iglesias no son lo suficientemente grandes o no tienen suficiente dinero como para tener una orquesta sinfónica completa allí en el día de reposo. Pero es fascinante para mí que tengamos personas que digan que un piano está bien, pero los metales o la percusión están fuera de lugar en medio de la adoración, porque cuando nos fijamos en el Salmo 150, prácticamente todos los elementos de la música orquestal están presentes y autorizados por Dios para la adoración. No solo dice el Señor: «Alaben a Dios con sonido de trompeta», sino que veamos de nuevo qué más tenemos en el Salmo 150. «Alábenlo con arpa y lira. / Alaben a Dios con pandero y danza; / Alábenlo con instrumentos de cuerda y flauta. / Alaben a Dios con címbalos sonoros; / Alábenlo con címbalos resonantes». Ahí está, todo está ahí y todo forma parte del acompañamiento de la música.
Pero entonces la siguiente pregunta que nos hacemos, en términos de la adoración judía, es ¿dónde está el papel del canto, la dimensión vocal y coral de la música? Obviamente, los salmos eran cantados por coros, así que tenemos el precedente histórico del uso de la música coral en la adoración, así como el canto congregacional. El canto de canciones es algo que se remonta a tiempos muy antiguos en Israel. Leemos el canto de Moisés, el canto de Débora, el canto de Miriam. En el libro de Apocalipsis, se nos dice que en el cielo, el Señor va a dar a Su pueblo un cántico nuevo. El canto de la música es una parte vitalmente importante de la experiencia de adoración del pueblo de Dios.
Martín Lutero, por supuesto, en la época de la Reforma, no solo enseñaba teología y escribía literatura de instrucción catequética para niños, sino que también dedicaba algún tiempo a componer himnos para la iglesia y Lutero habló de lo importante que es la música para el alma. De hecho, si nos detenemos un segundo a contemplar el canto en sí mismo, estamos ante algo casi insólito. La música es algo que tendemos a dar por sentado, al menos el canto de la música. Somos criaturas parlantes. De pequeños aprendemos a formar palabras con los labios. Estudiamos el vocabulario para poder expresarnos verbalmente, pero ¿alguna vez te has puesto a pensar en lo extraño que resulta que, con solo cambiar el fraseo y la forma de los labios y la garganta, podamos tener cadencias ordinarias del habla humana y utilizar las mismas palabras, pero hacerlo de forma musical?
No solo decimos palabras, sino que las cantamos y entonamos frases como: «Castillo fuerte es nuestro Dios». Obviamente, yo no soy un cantante, pero ya ves lo que ha sucedido aquí. Puedo decirles que Dios es un baluarte que nunca falla o puedo decir, «defensa y buen escudo». Eso es un poco diferente, ¿no es así? De mi manera habitual de hablar. Tenemos todo tipo de voces: sopranos, contraltos, tenores, bajos. Podemos cantarlas en armonía y de forma coral y hay algo que nos ocurre cuando nos expresamos de esta manera. Como dijo Edgar Allan Poe: «Esta es una expresión en la que no solo participa la mente, sino que el alma queda cautivada por esta forma de expresión humana». Lo que estoy tratando de decir en términos simples es esto: que cuando Dios creó a Su pueblo no solo lo creó con la capacidad de hablar, sino también de cantar y debemos usar nuestras voces en el servicio de alabanza y en la expresión de adoración que ofrecemos a Dios.
Obviamente, la controversia sobre el canto estalla cuando nos preguntamos, ¿cuáles son los tipos apropiados de canciones que se deben utilizar en el contexto de la adoración? Voy a dedicar más tiempo del que tengo hoy para este tema, pero permítanme presentarlo haciendo esta observación. Me fascinan las diversas formas de danza y sé que las formas de danza que son populares en el país han cambiado drásticamente desde que yo era niño. Cuando era niño, nos enseñaban a bailar solo con dos pasos Era una forma muy sencilla de bailar y no teníamos todos estos pasos y movimientos complicados que tenemos hoy. Pero también estamos viendo un renacimiento de las formas clásicas del baile de salón y yo he estudiado los bailes de salón hasta cierto punto y creo que es una expresión estética maravillosa ver a la gente moviéndose de una manera sincronizada, rítmica, etc.
Recuerdo que hace unos años leí un artículo que fue escrito en el siglo XIX por un clérigo que denunciaba enérgicamente la última moda en baile, convencido de que iba a destruir la moral de la nación y esta forma impía de bailar que se había presentado en el imperio británico y que provocó este artículo de advertencia del sacerdote anglicano se llamaba el vals y recuerdo que leí ese artículo y me quedé asombrado. Pensé, nadie se asombra con el vals hoy en día. Es tan insulso comparado con otras formas de música y baile que se interpretan en nuestros días y tendemos a reconocer el vals como una forma de gracia y belleza exquisita. Es mi baile favorito, francamente, no solo para bailarlo yo, sino también para observarlo. Lo mismo ocurre con la música, en el sentido de que si vemos en el himnario de nuestros himnos clásicos y tradicionales, la mayoría de los himnos que encontraremos y que ahora son bien recibidos en la iglesia como parte del repertorio clásico de la himnodia, en su momento fueron novedosos y la gente planteó grandes objeciones sobre estos estilos de música que se utilizaban en la iglesia.
En la próxima sesión veremos cómo ha funcionado todo esto y qué implicaciones puede tener para nuestros tiempos, pero eso lo vamos a ver en nuestra próxima sesión, veremos las diversas formas de música vocal que se utilizan en la iglesia.
CORAM DEO
Me gustaría pedirles hoy que piensen en el lugar que ocupa la música en tu vida, no solo en tu vida con relación a la iglesia, sino en cómo tus valores han sido influenciados, formados y moldeados por la música. Platón observó en el mundo antiguo que la música era una de las herramientas más peligrosas y seductoras para moldear el pensamiento y los patrones de comportamiento de los niños. Aunque Platón tenía una perspectiva elevada del arte y de la música, también era consciente de cómo la música puede ser una influencia negativa en las personas, así como una influencia positiva en las personas y dudo que haya habido una cultura en toda la historia occidental que lo haya demostrado más claramente que la nuestra hoy en día.
Sé que cuando era niño, la música popular de la época era la de Bing Crosby y Dick Hames y músicos de ese estilo. Estaba la balada, la canción de amor y por inocuas que parecieran esas canciones comparadas con la música de hoy, tuvieron una poderosa influencia en nosotros. Nuestro sentido del romance, nuestro sentido del amor, en gran medida, fue tremendamente influenciado por la música popular de la época y por eso cualquiera que sea la música que se esté escuchando tendrá un impacto en la gente y por eso tenemos que prestar mucha atención a la música que disfrutamos.