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Cuando escuchamos la historia de Navidad que se lee cada año del Evangelio de Lucas, escuchamos estas palabras del capítulo dos: “Y aconteció en aquellos días que salió un edicto de César Augusto, para que se hiciera un censo de todo el mundo habitado”. Y ese pequeño detalle histórico que Lucas nos proporciona en su narración del nacimiento de Jesús lleva nuestra atención a la autoridad de César Augusto, quien fue uno de los gobernantes más poderosos del mundo antiguo. Y cuando un gobernante como César emite un decreto imperial, ese es un mandato que se impone a todos aquellos bajo el dominio de Roma y que debe ser obedecido. Y Lucas nos dice que, debido a que este decreto salió del emperador, esta fue la razón histórica detrás del hecho de que Jesús naciera en Belén de Judea.
Pero vemos, en la medida que leemos el resto de la historia, que mucho antes de que César Augusto pensara en emitir un edicto en la historia humana que conduciría al nacimiento de Jesús en Belén, que desde toda la eternidad el Señor Dios omnipotente había emitido un edicto de que el Mesías nacería en Belén. Y hay un sentido, tal como veremos cuando toquemos la doctrina de la providencia, que más allá del edicto de reyes y emperadores en este mundo, siempre está el decreto de Dios Todopoderoso. Y cuando vemos la teología, una de las cosas que nos preocupan es todo este asunto de los decretos divinos porque sabemos que Dios es soberano. Y Su soberanía tiene que ver con su autoridad y gobierno sobre todo lo que Él hace. Que Dios gobierna el universo. El Señor Dios reina omnipotente. Y cuando Él emite un decreto según su consejo y su plan eterno, ese decreto tiene que suceder.
Ahora, en las Escrituras tratamos con muchos aspectos de los decretos eternos de Dios. Pero lo que ha provocado más discusión, controversia y consternación tiene que ver con aquellos decretos que se refieren a su plan de salvación; principalmente con respecto al decreto de elección. Y en ella nos encontramos cara a cara con esta doctrina tan difícil llamada la doctrina de la predestinación. Y esa pequeña palabra “predestinación” creo que provoca más discusión teológica que quizá cualquier otra palabra en la Biblia. Así que veámoslo por un momento. Predestinación.
Ahora, todos sabemos lo que es un destino. Cuando nos preparamos para un viaje, tenemos una meta hacia donde queremos ir, un lugar al que esperamos llegar sanos y salvos. Y llamamos a ese objetivo nuestro destino, el lugar al que nos dirigimos. A veces hablamos de nuestro destino. La gente se refiere al destino a veces de maneras paganas y habla del destino, que no tiene nada que ver con el concepto bíblico de destino. El destino tiene que ver con ese punto final al que nos dirigimos, es decir, desde toda la eternidad decretada por Dios Todopoderoso. Así que, con este concepto de destino o destinación, le anteponemos (como lo hace la Escritura) el prefijo ‘pre’, que significa de antemano o antes de.
Entonces, las Escrituras hablan de algún aspecto en el que Dios desde toda la eternidad ha decretado un destino o destinación para su pueblo. Si fuéramos, por ejemplo, a la carta de Pablo a los efesios, en el primer capítulo leemos esta declaración, en el versículo tres: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de Él. En amor nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia que gratuitamente ha impartido sobre nosotros el Amado.”
Ahora, hay varios aspectos de este párrafo que me gustarían resaltar brevemente. En primer lugar, cuando Pablo presenta aquí la idea de la predestinación y de la elección, tres veces habla de bendición o de beneplácito. Para el apóstol Pablo, la idea de la predestinación divina no era un concepto que él consideraba sombrío o de manera negativa ni lo veía como una maldición sobre la teología, sino más bien para el apóstol, la idea de la predestinación divina era una idea que provocaba dentro de él un sentido de júbilo, de glorificación de Dios y de gran y enorme gratitud. En otras palabras, el apóstol Pablo vio la doctrina de la predestinación como una bendición. Una bendición que debe despertar en nosotros un sentido de profunda gratitud y de alabanza.
Y en la teología reformada, cuando hablamos de esta doctrina de la predestinación, a menudo usamos el lenguaje que comúnmente llamamos las doctrinas de la gracia. Porque en la predestinación, quizás más que en cualquier otra doctrina, nos enfrentamos cara a cara con las profundidades y las riquezas de la misericordia y la gracia de Dios Todopoderoso. Si abstraemos nuestro pensamiento sobre la predestinación y lo sacamos del contexto de esa bendición, entonces lucharemos sin cesar, estoy convencido, con esta doctrina.
También podría añadir, antes de continuar, que Calvino, quien a menudo es considerado el rey de los predestinatarios, siempre solía decir que la doctrina de la predestinación es una de esas doctrinas en la Biblia que es tan misteriosa que debe ser tratada con gran cuidado y gran humildad porque puede ser muy fácilmente malinterpretada y distorsionada de tal manera que proyecta una sombra sobre la integridad de Dios y hace que Dios parezca un tirano que juega con sus criaturas; que tira los dados, por así decirlo, con respecto a nuestra salvación. Y las distorsiones de este tipo son tantas que cualquier manejo sobrio de esta doctrina requiere gran diligencia.
De hecho, soy casi reacio a presentar ese tema en una breve conferencia. Es por eso que escribí un libro entero de eso, llamado “Escogidos por Dios” para poder explicar a la persona laica más de los matices que están involucrados en esta doctrina. Y si luchas con eso, déjame decirte que no estás solo. Por otro lado, esta es una doctrina con la que creo que vale la pena luchar, porque creo que cuanto más la sondeamos, más nos acercamos a ver la magnificencia de Dios y la dulzura de su gracia y de su misericordia.
Ahora, lo otro que quiero decir, antes de continuar con esto, es que si vamos a ser bíblicos en nuestra teología, debemos tener alguna doctrina de predestinación porque es la Biblia la que presenta el concepto de predestinación, no Calvino o Lutero o Agustín. Y podría decir, de paso, que no había nada en la doctrina de la predestinación de Calvino que no estuviera primero en la de Lutero, y no había nada en la doctrina de predestinación de Lutero que no estuviera primero en la de Agustín, y creo que también es seguro decir que no había nada en la doctrina de predestinación de Agustín que no estuviera primero en la de Pablo.
Entonces, encontramos que esta doctrina no tiene sus raíces en los teólogos de la historia de la iglesia, sino en las propias Escrituras que establecen explícitamente este concepto de predestinación. De nuevo, Pablo dice aquí que hemos sido bendecidos “con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en Él antes de la fundación del mundo”. Que la predestinación a la que Pablo se refiere aquí tiene que ver con la elección. Elección y predestinación no son sinónimos. No significan lo mismo, aunque están muy estrechamente relacionados. La predestinación tiene que ver con los decretos de Dios relativos a todo lo que Él decreta desde toda la eternidad.
Un tipo específico de predestinación es la elección, que tiene que ver con la elección de Dios de ciertas personas en Cristo, para ser adoptadas en la familia de Dios – o en términos simples: para ser salvos. Y la idea bíblicamente es, desde toda la eternidad Dios tiene un plan de salvación en el que desde toda la eternidad ha elegido a personas, Él ha elegido un pueblo, para ser adoptado en su familia. Ahora, una vez más, casi todos los que se ocupan de esta doctrina de la predestinación y de los decretos eternos, estarán de acuerdo en que la elección es para salvación y que la elección está en Cristo. No hay mucho desacuerdo o disputa al respecto. Los dos puntos que surgen con respecto a la predestinación, que son los más controversiales, tienen que ver con estas dos interrogantes.
En primer lugar, ¿hay otra cara de la elección, lo que los teólogos llaman “reprobación”, que tiene que ver con el lado negativo de los decretos de Dios? Y la pregunta simplemente es esta: Si desde toda la eternidad Dios decreta que algunas personas son elegidas positivamente o elegidas por Dios para salvación, ¿eso no quiere decir que hay algunos que no son elegidos para salvación y, por lo tanto, están desde toda la eternidad en el grupo de los no electos o el grupo que podríamos llamar los reprobados? Y eso plantea la pregunta de si la predestinación es doble. Y llegaré a eso en un momento.
La otra interrogante que es muy controversial es la pregunta de ¿cuál es la base o los motivos sobre los cuales Dios toma la decisión de elegir a las personas para salvación? Ahora, probablemente una de las versiones más populares de la predestinación es esa perspectiva que se llama la postura de la presciencia, o la postura del “conocimiento previo” de la predestinación. Y la palabra “presciencia” como ustedes saben – la palabra “ciencia” está allí, la cual proviene de la palabra latina para conocimiento – y de nuevo el prefijo ‘pre’ que significa de antemano o antes de.
La postura de la presciencia significa que la elección de Dios se basa en última instancia en su conocimiento previo de lo que la gente hará o no hará. Es decir, Dios desde toda la eternidad mira por los pasillos del tiempo y Él sabe de antemano (siendo omnisciente) quién abrazará a Cristo y quién rechazará a Cristo. Y sobre la base de ese conocimiento previo, Él elige adoptar a aquellos a quienes Él sabe que tomarán la decisión apropiada y la elección apropiada. Entonces, en el análisis final, Dios nos elije sobre la base de su conocimiento de que lo elegiremos.
Ahora, esa es una visión muy popular de la predestinación. En mi opinión, eso no explica la doctrina bíblica de la predestinación.
Francamente, creo que simplemente niega la doctrina bíblica de la predestinación porque al entender las Escrituras, lo que la Biblia está diciendo es que lo elegimos porque Él nos eligió primero. Y que los motivos de la predestinación se basan únicamente en el beneplácito de la propia voluntad de Dios. Como Pablo dice aquí en Efesios, dice “nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia.” Ahora, en nuestra serie bíblica, nuestro panorama general de la Biblia, ‘Del polvo a la gloria’, mencioné una anécdota de mi pequeña nieta, que cuando ella estaba aprendiendo el catecismo de niños, una de las preguntas que le hicieron es: “¿Por qué Dios hace lo que hace?” Y la respuesta que dio en su balbuceo infantil fue: “Para su golia”. Es por eso que Dios hace lo que hace – para su propia gloria.
Pero, la meta, el objetivo final de los decretos de Dios es la gloria de Dios. No para glorificarnos, sino para su gloria. Y las decisiones y las elecciones que Él hace en su plan de salvación se basan en el beneplácito de su voluntad. Ahora, la objeción habitual que escuchas en este punto es: “Bueno, esto significa que Dios es arbitrario. Si la razón por la que Él elige a una persona en lugar de otra no se basa en esas personas, ¿no significa eso que Dios es antojadizo y caprichoso, tirano y arbitrario?” No, la Biblia dice que la base para su elección descansa en la voluntad y placer de Dios. Pero nos damos cuenta que es su beneplácito, porque no existe tal cosa como el mal placer de la voluntad de Dios. Lo que sea que Dios elija, la elección que Él toma se basa en su rectitud interna. Su carácter que observamos. Su propia bondad. Dios no sabe cómo tomar una mala decisión. Dios no sabe cómo hacer algo que sea malo. Entonces, Pablo alaba a Dios por el plan de salvación que Él ejecuta, que se basa en la voluntad de Dios, en el placer de su voluntad y en el beneplácito de su voluntad.
Ahora, lo que Pablo insinúa aquí en Efesios, él lo desarrolla mucho más plenamente en su epístola a los romanos, particularmente en romanos capítulo 8 y capítulo 9. Pero debido a las limitaciones de tiempo aquí, veamos brevemente solo el capítulo nueve. En el capítulo 9, versículo 10, Pablo escribe estas palabras: “Y no solo esto, sino que también Rebeca, cuando concibió mellizos de uno, nuestro padre Isaac (porque cuando aún los mellizos no habían nacido, y no habían hecho nada, ni bueno ni malo, para que el propósito de Dios conforme a su elección permaneciera, no por las obras, sino por aquel que llama), se le dijo a ella: EL MAYOR SERVIRÁ AL MENOR. Tal como está escrito: A JACOB AMÉ, PERO A ESAÚ ABORRECÍ”.
Ahora, lo que Pablo está diciendo aquí es que desde toda la eternidad Dios toma la decisión de redimir a Jacob y no a Esaú, quienes eran hijos de la misma familia, de hecho, eran gemelos. Eran compañeros de útero, si quieres. Y Él, Dios, antes de que hubieran nacido, antes de que hubieran hecho cualquier bien o mal, declara que Él dará su amor benevolente y complaciente a uno y lo retendrá del otro. Y luego continúa diciendo esto en el versículo 14: “¿Qué diremos entonces? ¿Qué hay injusticia en Dios?”
Ahora bien, este es un punto crítico que Pablo está haciendo aquí, porque aquellos que construyen la doctrina de la predestinación, que se basa en la elección humana en el análisis final, y dan esa teoría y dicen: “Bueno, Dios elige en base a que Él sabe que lo elegirán”, nadie ha protestado nunca contra esa doctrina diciendo que eso sugiere algo injusto en Dios. Es sólo cuando concibes que la predestinación está realmente arraigada en el beneplácito soberano y divino, que la gente plantea la pregunta sobre la justicia de Dios. Y que Pablo anticipa inmediatamente esta objeción – que es la objeción que todo teólogo reformado ha escuchado mil veces – me consuela que tenemos la comprensión correcta de lo que el Apóstol está diciendo aquí porque él mismo plantea la pregunta retóricamente. ¿Esto quiere decir que hay injusticia de Dios? ¿Y cuál es su respuesta? “¡Claro que no!” “¡De ningún modo!” “¡En ninguna manera!” son las diversas traducciones a su respuesta.
Y luego dice, nos recuerda la enseñanza del Antiguo Testamento: “Porque Él dice a Moisés: TENDRÉ MISERICORDIA DEL QUE YO TENGA MISERICORDIA, Y TENDRÉ COMPASIÓN DEL QUE YO TENGA COMPASIÓN”. Él nos recuerda que es su prerrogativa soberana y divina dispensar su gracia y misericordia, como Él decida hacerlo. Ahora, recuerdas cuando hablaba de los atributos transmisibles de Dios y hablé de la justicia de Dios, y hablé de todo lo que estaba fuera de la categoría de justicia como no- justicia. Y puse algunos círculos aquí arriba en la pizarra y dije que fuera del carácter de justicia está la misericordia, pero también hay injusticia. La injusticia es malvada, la misericordia no lo es. Y cuando Dios considera una raza de seres humanos caídos que son depravados y en rebelión contra Él, Dios decreta desde toda la eternidad dar misericordia a unos y justicia al otro.
Esaú recibió justicia. Jacob recibió gracia. Nadie recibió injusticia. Dios nunca castiga a gente inocente. Pero él redime a los culpables. Pero Él no redime a todos y Él no está obligado a redimir a ninguno. Lo sorprendente es que Él redime algunos. Así que Pablo entonces da una conclusión en el versículo 9, o versículo 16. “Así que no depende del que quiere ni del que corre sino de Dios que tiene misericordia”. Y versículo 18, “Así que del que quiere tiene misericordia, y al que quiere endurece”. Ahora, no veo cómo Pablo podría hacer más claro el que los motivos de nuestra elección no se basan en nuestra carrera, nuestro obrar, nuestra elección o nuestra voluntad, sino que se basa, en última instancia, en la voluntad soberana de Dios.