Recibe la guía de estudio de esta serie por email
Suscríbete para recibir notificaciones por correo electrónico cada vez que salga un nuevo programa y para recibir la guía de estudio de la serie en curso.
Transcripción
Cuando era niño, aprendí una canción antigua, un adagio que me ha servido mucho. Estoy seguro de que todos ustedes la reconocerán al oírla. Dice más o menos así: «Los especímenes ornitológicos de plumaje similar tienden a congregarse habitualmente en la mayor proximidad posible». Todos sabemos lo que eso significa, ¿cierto? «Aves del mismo plumaje vuelan juntas». Uno de los especímenes ornitológicos, ¿verdad? Las aves del mismo plumaje o un plumaje similar, vuelan juntas.
Tenemos una tendencia de querer congregarnos con personas que tienen valores similares y puntos de vista similares, personas que aprecian lo que nosotros apreciamos y tendemos a congregarnos de acuerdo con eso. De hecho, uno de los escándalos, creo, del protestantismo, es que muchas veces la composición de los miembros de la iglesia no se define por una confesión común de fe en términos de compartir la misma doctrina, sino que las iglesias tienden a establecerse basadas en líneas socio económicas de similitud.
Este es uno de los aspectos que siempre he respetado de la Iglesia católica romana, es que la iglesia está establecida según el concepto de parroquia. No tienes la primera, segunda, tercera, cuarta y quinta Iglesia católica romana en la misma manzana de la ciudad como sucede con la primera bautista, la segunda bautista o la primera presbiteriana, la segunda presbiteriana, la tercera presbiteriana, etc. Con frecuencia doy conferencias en Filadelfia en la décima Iglesia presbiteriana. No sé qué pasó con la novena Iglesia presbiteriana.
Pero la unidad del Nuevo Testamento es una unidad que debe ser una unidad de fe. La iglesia católica ha dicho, «Tendremos personas que son gerentes, obreros, de varios orígenes étnicos, diversos orígenes económicos, todos en la misma congregación». Creo que es una práctica maravillosa, porque la iglesia no debe dirigirse a un grupo demográfico en particular. Toda la sociedad está llamada a participar en el cuerpo de Cristo.
En la comunidad del Nuevo Testamento, no había una iglesia bautista en Éfeso y una iglesia presbiteriana en Éfeso y una iglesia luterana en Éfeso. Era la iglesia de Éfeso. Había una iglesia allí. Por supuesto, eso puede ser cierto hoy en día en pequeños pueblos y ciudades, pero en su mayor parte, tenemos esta proliferación. Pero de nuevo, la unidad de la que habla el Nuevo Testamento es una unidad de fe, donde la gente se reúne debido a un compromiso común con la verdad y el evangelio. En nuestros días, hemos visto intentos de encontrar la unidad, por un lado, estrictamente a través de estructuras organizativas visibles.
Otra forma en la que intentamos encontrar la unidad es concentrando nuestros esfuerzos en lo que podría llamarse unidad espiritual. Recuerdo que en los años setenta, cuando estaba en Pensilvania, en el Centro de Estudios Ligonier, recibimos a un grupo de cristianos que habían venido de Francia a visitarnos. Era un grupo carismático de cristianos, pero, aunque compartían su experiencia carismática, procedían de una gran diversidad de trasfondos eclesiásticos. Algunos eran luteranos, católicos romanos, pentecostales y otros presbiterianos. Lo pasé muy bien con ellos, hablaban con mucho gozo y entusiasmo de la unidad que habían experimentado al ser uno en el Espíritu.
Con la llegada del movimiento carismático, la canción Somos uno en el Espíritu se hizo muy conocida entre los cristianos de todo el país. Estas personas estaban realmente emocionadas y estaban felices de poder disfrutar de la comunión que disfrutaban unos con otros a pesar de las barreras de su trasfondo denominacional. Me hablaban de ser uno en el Espíritu. Me asombró su evidente sentido de unidad y les dije: «¿Cómo han podido superar algunas de las graves diferencias históricas que tienen?». Ellos dijeron: «Bueno, ¿cómo qué, por ejemplo?». Mencioné un par de ellas. Hacer eso fue un error, porque cinco minutos después estaban peleándose por esos temas.
En otras palabras, fueron capaces de tener su unidad siempre y cuando dejaran de lado sus diferencias doctrinales. ¿Puedes sentir la tensión que eso produce? Por un lado, hay algo extremadamente positivo sobre la comunión y la unidad espiritual que era real, que pudieron disfrutar; y que los cristianos deberían poder disfrutar de la comunión con cristianos de otras denominaciones, me parece a mí. Pero el lado negativo, el peligro de eso es tratar de ignorar o pasar por alto las diferencias doctrinales por completo.
Esa parece ser la tendencia de nuestra cultura actual y el axioma de nuestros tiempos es la afirmación «la doctrina divide». ¿Cuántas veces has oído decir eso de «la doctrina divide»? Permítanme preguntar a mi audiencia en el estudio, ¿cuántos de ustedes están de acuerdo con esa afirmación de que la doctrina divide? Déjenme ver sus manos. Casi todos, de hecho creo que todos levantaron la mano. Yo estoy de acuerdo. Creo que es cierto, históricamente.
La doctrina tiende a dividir a la gente. No creo que haya ninguna duda al respecto. En primer lugar, permítanme preguntar: ¿Por qué divide? No parece dividir a la gente en la comunidad liberal tanto como lo hace entre los conservadores. Los «evangélicos» parecen estar siempre peleándose entre ellos por la doctrina, mientras que la tendencia en las instituciones liberales (y parte del orgullo de ser liberal es ser de mente abierta y tolerante y pluralista), ¿cómo es que han sido capaces de alcanzar un nivel tan alto de tolerancia hacia puntos de vista distintos a los suyos? Mientras que los conservadores están convencidos de sus posturas y se pelean por todo.
No creo que esto lo explique del todo y puede que sea un poco simplista, pero algo que se me ocurre con frecuencia es que lo que he encontrado en el lado liberal de la iglesia es esta postura tolerante hacia la teología siempre que no sea ortodoxa; siempre que no sea conservadora. Con esa teología sí que se tornan muy vociferantes al respecto y te topas con liberales de mente estrecha. Pero pienso…, y honestamente lo creo así, y es algo terrible de decir, pero lo creo así, que la razón básica por la que las iglesias liberales son capaces de tolerar una variedad tan amplia de doctrinas es porque la doctrina no les importa en lo absoluto.
No se apasionan por el contenido de la fe cristiana, mientras que en el entorno conservador, la gente está dispuesta a dar su vida por la verdad de las Escrituras y por la verdad de Dios, porque consideran que estos temas tienen una relevancia eterna. Creo que la acusación más contundente contra el liberalismo del siglo XIX fue la que lanzó el teólogo suizo Emil Brunner en su obra clásica Das Midler o El Mediador, en la que hablaba de la cristología que se desarrolló o degeneró, en la teología del siglo XIX y que acabó en la negación de la deidad de Cristo y Su expiación y otros temas.
Pero Brunner dijo que podía definir la esencia del liberalismo del siglo XIX en una palabra y la palabra era unglaube o incredulidad. Incredulidad. Dijo que el liberalismo del siglo XIX fue un monumento a la incredulidad. Estoy de acuerdo con él. Ahora puedo ver por qué ese entorno puede ser tan tolerante con respecto a los principios de las declaraciones de credo del cristianismo, porque eso no les importa. Pero los credos sí les importan a los creyentes porque a los creyentes les preocupa el contenido de su fe.
Los creyentes que intentan, al menos, ser fieles a las Escrituras, si es que leen sus Biblias, saben que prácticamente en cada página de las epístolas del Nuevo Testamento, hay una exhortación con respecto a guardar la verdad de la fe una vez entregada. Y también verán que Pablo, por ejemplo, está muy preocupado, cuando da su consejo a Timoteo y a Tito y a otros, de cuidarse de aquellos que socavarían la verdad de la fe apostólica por medio de la falsa doctrina.
De nuevo, la controversia más volátil en la historia de la teología fue la Reforma del siglo XVI, porque esa doctrina era la doctrina de ¿qué es el evangelio? No era un tema periférico, un asunto secundario o un detalle menor; sino que se luchaba por el asunto básico: «¿Qué debo hacer para ser salvo?». Lutero, por supuesto, soportó grandes dificultades y la hostilidad de multitudes de personas por el furor de la controversia que arreciaba.
Hacia el final de su vida, Lutero hizo esta observación, dijo: «Hemos visto la luz del Evangelio abrirse paso en nuestros días e iluminar las tinieblas». Recuerden el lema de la Reforma: Post tenebras, lux, «Después de las tinieblas, luz». Lutero dijo que sería inevitable que en un corto período de tiempo, la verdad del evangelio se ocultara una vez más en la oscuridad. La razón por la que predijo eso fue que dondequiera que se predica el evangelio, hay división y dondequiera que se predica el evangelio, brota la controversia. Y la gente no quiere una controversia continua. Queremos paz.
Ayer estaba en el camerino del club de golf y uno de mis amigos estaba llenando un crucigrama y estaba luchando con una respuesta. Me preguntó: «R.C., aquí hay uno que no se me ocurre». Le dije: «¿Cuál es?». Me dijo cuántas letras había en el espacio y que la única pista era la palabra «Chamberlain». Si hubieran sido cuatro espacios, hubiera dicho, «Wilt». Pero había más, seis o siete, y le dije, «Ese es Neville Chamberlain» y él preguntó, «¿Quién es ese?». Le respondí: «Neville Chamberlain es la imagen arquetípica por excelencia de la persona que vende todo en las negociaciones».
Una de las fotografías más famosas del siglo XX es una foto de Neville Chamberlain cuando era Primer Ministro de Inglaterra, después de volver a Londres de sus reuniones en Munich, donde se reunió con Hitler y sus compinches. Ahí está Chamberlain inclinado sobre el borde de un balcón con su paraguas colgando de su muñeca y sus brazos están extendidos y está diciendo sus palabras inmortales: «Hemos logrado la paz para nuestro tiempo», en el mismo momento en que Hitler estaba movilizando la blitzkrieg de Europa del Este. Y al ver una imagen como ésa del pasado, pensamos en las personas que prefieren tener paz a cualquier precio.
De nuevo, el mensaje de los falsos profetas de Israel era que predicaban paz, paz, cuando no había paz. La paz que ellos proclamaban es lo que Lutero llamó una paz carnal. Lutero dijo que cuando el evangelio es predicado con pasión y con exactitud, no trae paz. De hecho, nuestro Señor mismo dijo: «No he venido a traer paz, sino espada». No es que estemos llamados a usar las armas del combate militar para promover la extensión del reino, sino que debemos ser pacificadores, personas pacíficas, tolerantes, amables y pacientes. Pero si nos fijamos en el registro de la historia, los profetas de Israel lucharon por la verdad. Y cada vez que lo hacían, surgía la controversia.
John Stott escribió una vez un pequeño libro titulado Las controversias de Jesús no solo un Cristo controversial, sino Cristo el que generaba controversias, porque dudo que haya habido algún ser humano en este plantea, que en tan corto período de tiempo generara tanta controversia en Su vida como lo hizo Jesucristo. La gente estaba a favor o en contra de Él. El registro de la iglesia apostólica en el libro de los Hechos es el registro de una controversia continua e incesante. Y la controversia se centró en la predicación del evangelio.
Tan controvertida era la predicación del evangelio, que el establecimiento religioso de la comunidad judía, el Sanedrín, prohibió a los apóstoles predicar el evangelio. ¿Por qué? Porque dividía a la gente. ¿Por qué? Porque era controversial. En nuestra generación, se nos ha dicho una y otra vez que la mayor virtud es la paz. Hemos vivido en una época en la que se ha lanzado una bomba atómica. Hemos visto guerras por todas partes y estamos cansados de tener discusiones. Estamos cansados de que la gente se pelee entre sí. Estamos cansados de que la gente se mate entre sí.
Gracias a Dios, las iglesias ya no están quemando a la gente en la hoguera o poniéndolas en potros de tortura y ese tipo de acciones, como sucedía en siglos pasados. Hemos aprendido a coexistir con personas con las que no estamos de acuerdo. Valoramos esa paz. Pero me temo que el peligro es que la valoremos tanto que estamos dispuestos a oscurecer el evangelio mismo. Por eso debemos tener cuidado de hablar de unidad cuando en realidad no la tenemos. A veces creo que pensamos que tenemos más unidad de la que realmente tenemos.
Históricamente, en la época de la Reforma, los protestantes no solo se llamaban protestantes, sino que se llamaban evangélicos. Se llamaban evangélicos porque abrazaban el evangelio. A lo largo de la historia, aunque los evangélicos del siglo XVI se fueron y fundaron diferentes denominaciones, la Iglesia de Inglaterra, el anglicanismo, la episcopal, el luteranismo, el calvinismo y otras más. Sin embargo, todavía había algunos principios fundamentales de unidad que unían a los evangélicos históricos, y los dos puntos principales de unidad en el evangelicalismo histórico y clásico eran dos de las solas de la Reforma, primero, sola scriptura y segundo, sola fide.
Lo que significa que todos los diferentes grupos protestantes, creían que la Biblia era la autoridad final para asuntos de fe y práctica. Todos ellos creían en la inspiración e infalibilidad de la Biblia. En segundo lugar, estaban de acuerdo en el asunto cardinal del siglo XVI, es decir, la doctrina de la justificación por la fe sola. Así que independientemente de sus diferencias con respecto a los sacramentos y otras doctrinas, al menos había ese cemento que unía a los protestantes. Esa unidad perduró durante varios siglos. Es solo en nuestros días que hemos visto a ese grupo de personas que se llaman a sí mismas evangélicas, que han roto filas sobre estas dos doctrinas.
Hasta hace veinte años, casi se podía garantizar que una persona que se llamaba a sí misma evangélica creía que la Biblia era la Palabra de Dios, que era infalible, que estaba inspirada, que era inerrante. Ya no se puede hacer esa suposición. Esa unidad ha sido demolida. Hace veinte años se podía suponer que cualquiera que creyera, que se llamara a sí mismo evangélico, creía no solo que la justificación era por la fe sola, sino que la doctrina de la justificación por la fe sola era esencial para el evangelio y esencial para la fe cristiana y que nadie la negociaría nunca.
Hoy en día ya no se puede hacer esa suposición. De hecho, un historiador argumenta que el término «evangélico» ahora ha sido vaciado casi por completo de su significado, donde históricamente, ser evangélico significaba algo a nivel doctrinal. Es decir, se definía en términos de una confesión particular. Hoy se tiende a definir por una metodología más que por una teología. Y en los llamados círculos evangélicos de hoy en día, prolifera el mismo tipo de pluralismo que vemos en el liberalismo histórico.
Ahora, la unidad que sí existe, gracias a Dios, y que siempre existirá, es la unidad de la iglesia invisible. Ese es el concepto de unidad que examinaremos en nuestra próxima sesión.
CORAM DEO
Realmente tratar de vivir como cristiano es vivir en el filo de la navaja, ¿no es así? «Si es posible, en cuanto de ustedes dependa», dice la Biblia, «estén en paz con todos los hombres». Realmente tenemos que hacer todo lo posible para mantener la paz. Pero, al mismo tiempo, estamos llamados a ser fieles a la verdad del evangelio y a la pureza de la iglesia.
Recuerdo que cuando fui ordenado, tuve que hacer el voto de trabajar por la paz, la unidad y la pureza de la iglesia y todos los que fuimos ordenados en esa iglesia tuvimos que hacer el mismo voto. Tres elementos: paz, unidad y pureza. Pero lo que encontré en el ministerio, fue que era casi imposible llevar a cabo los tres elementos para la satisfacción de todos los demás, porque si había un asunto doctrinal, donde la pureza de la iglesia estaba en juego, si hablabas, inmediatamente serías acusado de perturbar la paz y la unidad de la iglesia.
Así que la idea era que la única manera de trabajar por la paz y la unidad de la iglesia era olvidarse de la pureza de la iglesia. Entonces, ¿cómo lo haces? Es extremadamente difícil preocuparse por estos tres elementos. Sin embargo, creo que es nuestro deber como cristianos trabajar por los tres.