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Transcripción
Estamos estudiando el tema de los juramentos y votos lícitos y en nuestra primera sesión sobre este tema mencioné la confesión de fe del siglo XVII llamada la Confesión de Westminster, que dedica todo un capítulo a este asunto de los juramentos y votos lícitos. El día de hoy, me gustaría leerles una definición de un juramento y voto lícito según Westminster. En la primera sección del capítulo 22, leemos: «Un juramento lícito es parte de la adoración religiosa. Por medio de él, una persona, en una ocasión justa, al jurar solemnemente, invoca a Dios como testigo de lo que afirma o promete; y para que le juzgue según la verdad o falsedad de lo que jura».
Antes de explicar lo que esta declaración introductoria significa, veamos por un minuto algunas de las formas y ámbitos en los que nos involucramos en votos y juramentos en nuestras vidas cristianas hoy en día. Obviamente, cuando se nos llama a dar testimonio en un tribunal, en un tribunal civil o en un tribunal eclesiástico, se nos pide que hagamos un juramento por el cual juramos solemnemente decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad y decimos: «Que Dios me ayude». Vemos el juramento que hacen aquellos que están sentados en altos cargos en el gobierno, así como en el poder judicial, cargos donde se hacen juramentos.
Históricamente, aunque no en la actualidad, los médicos estaban llamados a prestar el juramento hipocrático cuando iniciaban su profesión. Las personas que llegan a ser ministros hacen votos de ordenación y prácticamente en todas las iglesias donde hay membresía, cuando las personas se unen a una iglesia local, hacen votos de fidelidad a la iglesia a la que se unen. Por supuesto, el lugar más común donde observamos que se hacen votos y juramentos sagrados es en la ceremonia matrimonial, donde los votos se juran públicamente con respecto al contrato matrimonial. Así que, ciertamente, a todo nuestro alrededor, vemos muchos escenarios en los que se hacen juramentos y votos.
Cuando consideramos todo este asunto de los juramentos y votos lícitos, tenemos que relacionar la regulación de los votos y juramentos con la ley de Dios. Si yo te preguntara cuál de los Diez Mandamientos tiene que ver con hacer juramentos y votos lícitos, ¿cuál sería tu respuesta? Creo que la mayoría de la gente respondería rápidamente diciendo: «Bueno, el mandamiento que dice: “No darás falso testimonio contra tu prójimo”». Podrías considerar que ese mandamiento es el mandamiento que se refiere de manera más directa al hacer votos, porque dar falso testimonio contra tu prójimo, particularmente en un tribunal, es infligir un gran daño a esa persona y por lo tanto el dar falso testimonio está prohibido por Dios.
Aquellos de ustedes que conocen la ley con un poco más de profundidad también pueden darse cuenta de que en el tercer mandamiento: «No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano», que el tema principal que está a la vista no es el asunto de jurar usando el nombre de Dios, o maldecir, aunque eso es ciertamente parte de la complejidad del tercer mandamiento. Pero, la consideración principal del tercer mandamiento es hacer una falsa apelación al nombre de Dios al hacer un juramento. Amados, creo que si me tomara el tiempo, lo cual no voy a hacer, creo que podría persuadirlos de que no son solo esos dos mandamientos los que tratan sobre este asunto de hacer juramentos, sino que al menos siete de los diez mandamientos que encontramos en el Decálogo tienen que ver con este asunto de juramentos y votos apropiados.
¿Recuerdas que dije al final de nuestra primera sesión que el tema principal que está implicado aquí en las advertencias dadas por Jesús y por Santiago en el Nuevo Testamento tiene que ver con la idolatría? Voy a explicarlo como lo prometí, pero antes de hacerlo, permítanme ver de nuevo el primer mandamiento: «No tendrás otros dioses delante de Mí». Cualquier acto de idolatría viola el primer mandamiento cuando se sustituye a Dios mismo por algo que no sea Dios.
El segundo mandamiento: «No te harás ningún ídolo» tiene el propósito específico de poner un cerco alrededor del pecado de idolatría. Así que el primer mandamiento y el segundo mandamiento son mandamientos que prohíben cualquier forma de idolatría. El tercer mandamiento continúa en esa línea al prohibir el juramento de una manera vana, es decir, jurar por algo que no es Dios, y por lo tanto ese tercer mandamiento está muy relacionado con cómo se comete idolatría por juramentos falsos. Así que los primeros tres mandamientos, como veremos en un momento, están relacionados allí.
¿Qué pasa con el mandamiento contra el adulterio? Hay una diferencia entre el adulterio y la fornicación. Implican el mismo acto sexual, pero el adulterio es un pecado que involucra a personas casadas; la fornicación está fuera del pacto del matrimonio, y el adulterio implica, entre otros aspectos, la violación radical de los votos matrimoniales. Así que ese mandamiento se rompe cuando se hace un voto falso. ¿Y qué con matar y robar?
Bueno, de nuevo, si doy falso testimonio contra mi prójimo, bajo juramento, le robo a esa persona su buen nombre, su reputación, algo que es una propiedad muy importante y preciosa para él. E incluso es posible, al dar falso testimonio, ser la causa de que una persona sea ejecutada por un delito capital si el falso testimonio es realmente material para la condena de esa persona. Porque hemos sido falsos en nuestros juramentos y votos.
Con el tiempo que nos queda, quiero hablar un poco más sobre este tema de la idolatría. Recuerda que en el Sermón del monte, Jesús dijo: «No juren de ninguna manera; ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de Sus pies; ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey. Ni jurarás por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro ni un solo cabello».
Algunas personas dicen: «Lo juro por lo más sagrado que tengo» o «Lo prometo por mi vida que es verdad». Jesús está diciendo que todos tus esfuerzos, todos tus esfuerzos morales y tu empeño no tienen el poder de convertir tu cabello negro en blanco o tu cabello blanco en negro. Vas a tener que salir y comprar algo para lograr eso. No puedes hacerlo solo por el sonido de tu voz y creo que aquellos de nosotros, particularmente aquellos de nosotros que estamos en este estudio en vivo, en este momento, sabemos esa verdad con total claridad. Sabemos que no podemos cambiar eso solo haciendo promesas.
Uno de los problemas, por supuesto, que Jesús aborda y Santiago aborda es que la gente tiene una propensión a jurar por algo que es menos que Dios. Si juro por mi propia vida. Si juro por Jerusalén, si juro por el cielo, si juro por la tierra, si juro por la tumba de mi madre o si digo: «Si miento que me caiga un rayo», hacemos todas estas sustituciones que difieren de jurar realmente por Dios mismo.
En cierto sentido, cuando hacemos esos sustitutos, estamos involucrados en la idolatría. La forma más sencilla de explicarlo es viendo en detalle una de estas frases. Por ejemplo, jurar por la tumba de mi madre. ¿Por qué elegiríamos algo así? Cuando digo que juro por la tumba de mi madre que voy a hacer algo o que mi testimonio es verdadero. Lo que estoy diciendo en ese momento es, miren, no hay nada más especial o sagrado en mi vida que el recuerdo de mi querida y difunta madre. Para subrayar la veracidad de las palabras que voy a pronunciar, juraré por algo sagrado, como la tumba de mi madre. Eso es lo que motiva este tipo de elementos que usamos para hacer juramentos y votos.
Sin embargo, si nos detenemos a pensar, nos damos cuenta de que si juro por la tumba de mi madre, estoy jurando por un agujero en el suelo lleno de tierra, con un ataúd que contiene los restos terrenales de mi madre. Mi madre está muerta y su cuerpo difunto no puede oír las palabras que acabo de pronunciar. Esa tumba no tiene oídos y ese montón de tierra no tiene ojos. No puede oír ni una sola palabra de lo que juro y no solo no puede oír lo que digo, sino que si rompo mi voto, esa tierra y los huesos de mi madre, juntos, son completamente impotentes para hacer cumplir la promesa o el juramento o voto que he hecho.
Aquí está la idolatría. Cuando juro por la tumba de mi madre o por lo más sagrado que tengo o por Jerusalén o por la tierra o por los cielos mismos, estoy jurando por algo que es parte del orden creado y nada de lo que esté en el orden creado tiene los atributos de Dios necesarios para oír y vigilar y hacer cumplir una promesa o un voto que yo haga. Solo Dios es omnisciente, solo Dios escucha cada palabra que digo; solo Dios es omnipotente; solo Dios tiene el poder máximo para hacer cumplir mis votos o mis juramentos. Por eso el voto se le hace a Él.
La esencia de la idolatría es cambiar los atributos que pertenecen singularmente a Dios y transferirlos e imputarlos a alguna creación que entonces se convierte en un sustituto de Dios mismo. Eso es lo que es un ídolo. Un ídolo es algo creado que toma el lugar del Dios verdadero. De manera que cuando juro por la tierra, estoy cometiendo un acto de idolatría. Cuando juro por la tumba de mi madre, estoy cometiendo un acto de idolatría, lo mismo que cuando juro por mi propia vida.
No sé cuántas veces he oído a la gente menospreciar el matrimonio en sí. Vivimos en una cultura en la que muchos jóvenes han evitado todo el concepto de entrar en una relación matrimonial formal; y en lugar de eso, tan solo se van a vivir el uno con el otro y disfrutan de un acuerdo de derecho común. Cuando le preguntas a la gente sobre esto, el tipo de explicación cínica que oirás una y otra vez es: «¿Qué tanto drama por un papel? ¿Cómo puede un papel y unas pocas palabras hacerlo legal?». Por así decirlo. «¿Por qué no podemos tener un acuerdo privado entre los dos?». Bueno, desde una perspectiva bíblica, no existe eso de un pacto totalmente privado.
En la historia bíblica encontramos que existen pactos o contratos entre dos personas. Tienen estos acuerdos, pero juran por Dios: «Que el Señor nos vigile a los dos cuando nos hayamos apartado el uno del otro». En otras palabras, hacen un acuerdo, un acuerdo de paz, un pacto de no agresión, por así decirlo y luego apelan a Dios para que vele por ellos, no para que cuide de ellos. Ese no es el sentido de ese «Que el Señor nos vigile a los dos», sino que lo que están diciendo es: «Yo no puedo vigilar lo que tú haces cuando estoy de espaldas; tú no puedes vigilar lo que yo hago cuando estoy de espaldas; pero vamos a pedirle a Dios que nos vigile a los dos para que nos mantengamos en línea aquí y cumplamos los términos de ese acuerdo». Pero en su mayor parte, los pactos reales en las Escrituras, aunque no se limitan a dos personas porque Dios siempre está llamado a ser el testigo supremo, también contarán con la presencia de otras personas.
Yo les digo a los jóvenes que hay una gran diferencia entre la promesa que un chico le hace a una chica en el asiento trasero de un auto, cuando sus pasiones están exacerbadas, y el pronunciamiento de una promesa de compromiso para toda la vida en presencia de su familia y de la familia de ella, en presencia de sus amigos y de los amigos de ella, en presencia de los oficiales de la iglesia o en presencia de los funcionarios del Estado y sobre todo en presencia de Dios.
Empezamos la ceremonia matrimonial, histórica y tradicionalmente diciendo: «Queridos hermanos, nos hemos reunido hoy en presencia de Dios y delante de estos testigos para unir a este hombre y a esta mujer en el santo vínculo del matrimonio». Pero esa frase inicial es un anuncio de que estamos reunidos en presencia de Dios, que este es un momento sagrado y los votos que se van a hacer aquí son votos que se harán delante de cada estructura de autoridad que signifique algo para ti en tu vida.
De modo que si rompes el voto o tienes una actitud ligera hacia los votos, quizás si no tomas tus votos en serio, lo harán tus padres, que te han oído tomarlos. O si no tomas en serio tus votos con tu esposa, su padre lo tomará en serio porque te oyó hacer la promesa o incluso si la familia no lo toma en serio, tal vez tus amigos lo hagan y si no lo hacen, tal vez la iglesia lo haga y te someta a disciplina eclesiástica. Bueno, la iglesia es a menudo negligente en eso y tal vez no lo haga, pero si no lo hace, el Estado podría hacerlo.
Pero ahora, todos los días vemos divorcios sin culpa, vemos cómo los votos de las personas se rompen y se disuelven porque nadie los toma en serio. Pero lo que me aterroriza en todo esto es que el Estado puede corromperse, tu familia puede ser cada vez más permisiva, la iglesia puede ser negligente en su responsabilidad, pero Dios ha escuchado ese voto y tú has hecho ese voto en presencia de Dios y le has pedido que sea testigo de esta promesa que has hecho, y cuando le pides a Dios que sea testigo, también le estás pidiendo que sea el agente que hace cumplir tu promesa.
Es por eso que el Antiguo Testamento advierte: «Es mejor que no hagas votos, a que hagas votos y no los cumplas» porque tan pronto como hacemos un voto sagrado como ese, somos vulnerables al juicio de Dios y esto es de lo que Jesús está advirtiendo a esas personas en Sus días. En el momento en que Jesús estaba hablando en el Sermón del monte, ya la gente estaba haciendo sus apuestas con sus votos y estaban jurando por todo menos por Dios y Jesús les dijo: No hagan eso. Si no quieren jurar por Dios, es decir si realmente no van a hacer el compromiso final, entonces solo di sí y solo di no, y no te involucres en hacer votos, porque si haces un voto, mejor hazlo bien, porque es un asunto muy, muy serio y, de nuevo, espero que podamos entender que al apelar a lo que sea, menos a Dios, somos culpables de idolatría.
En nuestra próxima sesión, continuaremos nuestro estudio de la naturaleza de los votos lícitos, algunas de las implicaciones y ramificaciones de lo que está ocurriendo cuando reforzamos una simple promesa al elevarla a un nivel más alto que un simple sí o un simple no. Les recuerdo que nuestra palabra debe ser buena sin el voto. Nuestro sí debería ser confiable y válido aun frente a un banco, y nuestro no debería ser confiable y válido ante un banco; pero dado que las Escrituras nos dicen que todos somos propensos a la deshonestidad, Dios ha hecho provisión para un grado más alto de promesa.
CORAM DEO
Una de las cosas que las Escrituras enseñan sobre la corrupción de nuestra carne es que todos los hombres son mentirosos, y eso no significa simplemente que no siempre decimos la verdad, sino, y más importante aún, que no siempre practicamos la verdad. Si aplicamos este concepto bíblicamente, significa que no siempre cumplimos nuestras promesas. De hecho, la gran diferencia entre Dios y el hombre es que Dios es un cumplidor absoluto de pactos, mientras que nosotros somos unos incumplidores de pactos y debido a la propensión a incumplir nuestras promesas, Dios instituye ocasiones solemnes en las que la promesa se eleva al nivel de lo sagrado.