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Transcripción
Hoy llegamos al sexto mandamiento en nuestro estudio del Decálogo y por supuesto, el sexto mandamiento es el que creo que todo el mundo sabe que está ahí y es el mandamiento contra el asesinato, dicho de forma sencilla: «No matarás». A primera vista, parece un mandamiento fácil de entender, pero sus profundas ramificaciones han dado lugar a todo tipo de controversias en la historia de la iglesia, sobre todo en lo que se refiere a asuntos como la pena de muerte, el matar a personas en tiempos de guerra, el aborto, etc. También es relevante que este mandamiento en particular: «No matarás» haya sido objeto de una importante exposición por parte de Cristo mismo en el Sermón del monte.
Empecemos viendo las palabras de Jesús cuando enseñó sobre este tema en Mateo capítulo 5, empezando en el versículo 21, donde Jesús dijo esto: «Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás” y: “Cualquiera que cometa homicidio será culpable ante la corte”. Pero Yo les digo que todo aquel que esté enojado con su hermano será culpable ante la corte; y cualquiera que diga: “Insensato” a su hermano, será culpable ante la corte suprema; y cualquiera que diga: “Idiota”, será merecedor del infierno de fuego. Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda».
En esta discusión que Jesús está teniendo en el Sermón del monte, él utiliza con frecuencia la frase: «Ustedes han oído que se dijo a los antepasados no matarás, no cometerás adulterio» o «Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”». Hay un par de expresiones literarias que encontramos con frecuencia en las Escrituras que son idiomáticas, es decir, son formas estándar de expresiones, modismos, que el pueblo judío utilizaba y que tienen referencias claras y precisas, referencias que no siempre nos resultan claras de inmediato a nosotros, ya que uno de los aspectos más difíciles de traducir de un idioma a otro son los modismos y si alguna vez has tenido que aprender un idioma extranjero, sabes lo difícil que puede ser.
Recuerdo que cuando estudiaba en los Países Bajos y tenía que hacer mis estudios en holandés y aprender a conversar en esa lengua extranjera. A veces cometía el error de traducir un modismo americano o inglés directamente al holandés y me metía en todo tipo de problemas. Una vez estaba descansando de mis estudios y mi arrendadora, que no hablaba inglés, me preguntó qué estaba haciendo. Le dije: «Solo estoy matando el tiempo» y ella me preguntó qué significaba eso, y cuando se lo expliqué, ella pareció haberlo comprendido y ahí acabó la comunicación. Pero lo que yo le acababa de decir era que el Papa tenía una hernia. Esa fue la dificultad que tuve con la lengua holandesa. Pero en esta frase que Jesús usó, «Ustedes han oído que se dijo», ahí tienes un modismo y también tienes el modismo en el Nuevo Testamento, «escrito está».
Tomemos este primero. El «escrito está» no se refiere simplemente a una declaración que aparece impresa en alguna parte, sino que la fórmula «escrito está», para el judío, significaba que algo había sido escrito en un lugar específico, es decir, en las Escrituras, de modo que el judío que decía: «escrito está», sería lo mismo para nosotros cuando decimos: «La Biblia dice». ¿Por qué es esto importante? Bueno, cuando Jesús dice: «Ustedes han oído que se dijo a los antepasados», eso también tiene una referencia específica, una referencia a lo que se llama la halajá, H-A-L-A-J-Á. La halajá se refería específicamente a la tradición oral de los rabinos.
Pero no solo se tenía la Sagrada Escritura, sino que también se tenía la interpretación rabínica de las Escrituras, interpretación que se transmitía de generación en generación a través de la recitación oral, a través de una transmisión hablada. Entre los fariseos, particularmente, para muchos de ellos, esta tradición oral había sido elevada a un nivel igual al de la autoridad de las Escrituras. Recuerdas cómo Jesús los reprendió por sustituir la ley de Dios por las tradiciones de los hombres. La tradición que a menudo sustituían por la ley de Dios era la tradición oral. Esto es importante porque cuando vemos a Jesús desafiar las tradiciones en el Nuevo Testamento, nunca desafía lo que está escrito en el texto. Lo que hace es cuestionar la forma en que el texto bíblico había sido manipulado y distorsionado en la tradición oral.
Cuando habla aquí de la ley, dice: «Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: “No matarás”». Lo que Jesús está haciendo ahora es criticar la interpretación rabínica y farisaica de la ley de Dios. No está criticando la ley; está criticando la mala interpretación de la ley. Por eso dice aquí en el sermón: «No piensen que he venido para poner fin a la ley, no he venido para poner fin, sino para cumplir». Pues lo que hicieron los fariseos, como sabes, es que redujeron las exigencias de la ley al mínimo común denominador y se enorgullecieron de ser cumplidores de la ley si nunca cometían homicidio en primer grado. Jesús dijo: «Un momento. Permítanme explicarles que hay una obligación más profunda impuesta por esta ley “No matarás” que tan solo la prohibición del homicidio en primer grado». Es decir, hay un aspecto más amplio de lo que se prohíbe aquí.
Jesús lo detalla y muestra que si una persona se enfada con un hermano sin causa justificada, esa persona ha violado la ley contra el asesinato. Puedes oír a los fariseos objetar esto y decir: «¡Espera un minuto! ¿Qué relación hay entre la ira y el asesinato? Solo porque estoy enojado con mi hermano, eso no significa que lo he matado». Lo que Jesús está diciendo es lo mismo que hace con el adulterio: que solo porque una persona se abstenga de tener relaciones sexuales físicas con una mujer que no es su esposa o con un hombre que no es su esposo, eso no significa que hayamos sido puros o castos, sino que esa ley, en su aplicación más amplia, incluye todo, hasta los pensamientos lujuriosos. De modo que, incluso insultando a nuestro hermano, llamándolo tonto o idiota, o condenándolo o calumniándolo o cualquier otra cosa que hiera su persona está prohibido en la aplicación más amplia de la ley: «No mataras».
Recordemos que hace unos días vimos la idea del carácter elíptico de la ley, que la ley contiene suposiciones tácitas, aspectos que no están pormenorizados explícitamente pero que están implícitamente contenidos dentro de la ley. De modo que, tal como la teología cristiana ha expresado siguiendo el ejemplo de lo dicho por Jesús, no solo debemos considerar lo que está prohibido por la ley, sino también el mandato positivo de lo opuesto. Así que el sentido más profundo de esta ley: «No matarás» significa que harás todo lo que esté en tus manos para proteger, preservar, mantener y honrar la vida de tu prójimo. Las tres formas más controvertidas en que se ha debatido esta ley en la historia occidental tienen que ver, en primer lugar, con la pena de muerte, en segundo lugar, con respecto a la guerra y en tercer lugar, con respecto al aborto.
Así que, brevemente, permítanme repasar esas controversias. Empecemos por la pena de muerte. Recuerdo cuando el Tribunal Supremo levantó la prohibición de la pena de muerte en la sociedad estadounidense y dejó en manos de los estados la legislación sobre esos asuntos. El estado de Pensilvania, por ejemplo, reinstituyó la pena de muerte para el asesinato en primer grado y cuando la legislatura hizo eso, el proyecto de la ley fue vetado por el gobernador de Pensilvania, que era judío profesante y vetó la pena de muerte basándose en que la pena de muerte violaba el sexto mandamiento. Y dijo: «La ley de Dios es superior a la ley del Estado y si Dios dice: “No matarás”, entonces no debemos matar ejecutando asesinos». La ironía de esto era, por supuesto, que en el Antiguo Testamento, ¿cuál era la pena por violar el sexto mandamiento? La pena que Dios prescribía en Israel para el asesinato en primer grado era la ejecución.
También vemos que el principio de la pena capital para el asesinato no fue presentado en el Sinaí con los Diez Mandamientos, sino que fue una de las pocas leyes que se establecieron mucho antes en la historia bíblica, de hecho, como parte del pacto de la creación cuando el pacto de la creación fue renovado y reinstituido después del diluvio con Noé. Leemos en el capítulo 9 de Génesis que cualquier hombre que derrame la sangre de otra persona, por el hombre esa persona morirá. La razón que se da en ese pasaje es que el hombre es la imagen de Dios y por lo tanto la justificación para la pena de muerte, originalmente en el pacto con Noé, y más adelante en el pacto sinaítico, fue que un ataque malicioso contra cualquier ser humano es considerado por Dios como un ataque a la vida de Dios mismo.
Si alguien se atreve a ir con alevosía a matar a otro ser humano, la vida de esa persona se pierde. La razón bíblica para ello es la santidad de la vida. Es decir, que la vida humana debe ser tratada como algo tan sagrado que si alguien mata voluntaria y maliciosamente a otro ser humano, esa persona debe ser ejecutada. Es curioso, porque en nuestra cultura, la oposición a la pena capital está basada sin duda en el principio de la santidad de la vida humana. Oí a Larry King alterarse con la gente que protestaba contra el aborto, diciendo que no entendía este rito religioso y esta protesta cristiana contra el aborto, dijo, «porque la misma gente que vota contra el aborto vota a favor de la pena de muerte» y dijo: «No voy a tomar en serio su protesta contra el aborto hasta que sean coherentes y voten contra la pena de muerte».
Lo que Larry King no entendió fue la perspectiva bíblica al respecto, que el mismo principio subraya ambas posturas, es decir, la santidad de la vida humana. Históricamente el fundamento que impulsa la postura cristiana de la pena de muerte es preservar, mantener y proteger la vida humana. Obviamente en Israel, antes de que una persona pudiera ser ejecutada por asesinato, existían grandes medidas de seguridad para proteger contra la politización de ese sistema de justicia penal, para asegurar que las personas inocentes no fueran ejecutadas a discreción, que antes de que alguien pudiera ser ejecutado por un delito capital, su culpabilidad tenía que ser confirmada por dos testimonios de testigos oculares y que esos mismos testigos oculares estaban bajo la pena de muerte si eran condenados por cometer perjurio en el caso.
Así que vemos que en Israel había una postura totalmente diferente de estos asuntos de la que tenemos en nuestros días. Pero también hay una relación en el clásico debate sobre la guerra. El Nuevo Testamento deja claro que el poder de la espada es otorgado por Dios al gobierno terrenal y, de nuevo, ¿cuál es el propósito de esa espada? No es solo para agitarla. Significa que es un instrumento de ejecución y se le da al magistrado civil, no al individuo, al individuo se le prohíbe ejecutar venganza por sí mismo y solo al magistrado civil se le da el derecho y la responsabilidad del uso de la espada y debe ser usada solo en defensa de los inocentes y por causas justas y rectas. Históricamente, esa es la base de la postura cristiana de la teoría de la guerra justa.
Gente como Aquino y Agustín, por ejemplo, al pensar en esto a la luz de la prohibición «no matarás», dijeron ¿y qué con respecto a la guerra? Todos estaban de acuerdo en esto: que todas las guerras están mal, todas las guerras son malas, pero la participación de todos en la guerra no es mala. Si una nación agresora cruza las fronteras y empieza a matar a los habitantes de una tierra, no solo es el derecho, sino el deber del magistrado civil de la nación que está siendo invadida usar cualquier fuerza que tenga a su disposición, el poder de la espada, si es necesario, para impedir esa matanza y defender la vida de su pueblo.
Eso es lo que se llama el uso justo de la espada en la guerra. No se trata de que la apoyo porque estamos hablando de mi país, esté bien o mal mi país. Por lo tanto antes de que alguien tome una espada o tome una pistola o tome una bomba atómica contra otro ser humano, es mejor que se asegure muy bien de que lo que su gobierno está haciendo es justo y no algo simplemente malvado, porque todos los gobiernos pueden ser malvados y todos pueden usar la espada injustamente. Así que debemos tener cuidado con la postura ciega del patriotismo por el cual simplemente asumimos que nuestro gobierno siempre tiene la razón.
Por último, la controversia que rodea a este tema tiene que ver con el aborto y solía ser que el gran debate sobre el aborto era si el feto no nacido era o no un ser vivo y el debate se centraba en cuándo empieza la vida. ¿Empieza en el momento de la concepción, a los tres meses o en qué momento? ¿Cuándo aparecen las ondas cerebrales? ¿O el latido del corazón? Hay todo tipo de debates y discusiones al respecto, pero lo extraño que vemos ahora en el debate es que hay mucha gente que está dispuesta a admitir que en una determinada fase del desarrollo embrionario el feto está vivo, pero que sigue siendo correcto abortarlo basándose en el derecho de la mujer y todo ese tipo de argumentos.
Pero donde la protesta cristiana es más enérgica es en el extremo positivo de la omisión elíptica, que esta ley no solo dice: «No matarás», sino que el significado de la ley, tal como Jesús lo expone, significa: «Harás todo lo que esté en tus manos para promover la vida». Y si hay algo que sabemos con certeza es que el aborto no hace eso. No promueve la santidad de la vida humana y por eso necesitamos pensar con mucho cuidado sobre la facilidad con la que tomamos decisiones sobre la vida humana, porque en Su ley Dios prohíbe el asesinato y protege la vida.
CORAM DEO
He leído muchos argumentos sobre el aborto, muchos de ellos engañosos, muchos de ellos débiles y superficiales. Uno que nunca he visto en ninguna parte es uno que encuentro relevante y es que en la exposición de la ley que Jesús hace en el Sermón del monte, Él dice que la prohibición contra el asesinato también incluye dentro de ella una prohibición contra el odio o la ira hacia una persona. Si traducimos eso en categorías, veríamos que lo que Él está diciendo aquí es que Jesús no solo está prohibiendo el asesinato real, sino que también está prohibiendo el asesinato potencial. Así que permítanme decirlo de esa manera: que nuestro Señor prohíbe quitarle la vida a una persona y el asesinato potencial de una vida real.
Creo que el embrión en el útero es una vida de verdad, pero para seguir el argumento de aquellos que creen que no es vida de verdad, ciertamente es algo potencial. Es vida en su forma embrionaria, cuyo potencial se lleva a cabo al nacer. El aborto es, como mínimo, el asesinato de una vida potencial. No sé si el asesinato de una vida potencial está prohibido por Dios. Sé que el asesinato potencial de una vida de verdad sí lo está y no es lo mismo, pero ambos se relacionan con el principio fundamental de la santidad de la vida humana y ese concepto debería ser fundamental en nuestras mentes, diciendo que antes de tomar una pistola para disparar a alguien o una silla eléctrica para ejecutar a alguien o antes de tomar un bisturí para destruir a un potencial ser humano, más nos vale que nos aseguremos de estar en lo correcto.