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Este artículo forma parte de la colección 5 cosas que debes saber.
Introducción
Cuando Horacio Bonar escribió Everlasting Righteousness [Justicia eterna], dedicó un capítulo a la doctrina de la seguridad de salvación. Definió las posturas reformadas, católica romana y arminiana de la seguridad. Cuando entonces comparó las posturas arminiana y calvinista sobre la seguridad, él afirmó:
Para un arminiano, que niega la elección y la perseverancia de los santos, el conocimiento de nuestra reconciliación actual con Dios podría no traer consigo la seguridad de la salvación final; porque, según él, podemos hoy estar reconciliados y mañana no; pero para un calvinista no puede haber tal separación. De hecho, sin el amor electivo de Dios, no puede existir tal cosa como la seguridad. Esta se convierte en una imposibilidad.
Bonar muestra cómo la seguridad de salvación acompaña a las doctrinas de la elección y la perseverancia de los santos. Por eso, los Cánones del Sínodo de Dort son un recurso excelente para comprender la seguridad. Cuando nos enfocamos en el primer y el quinto capítulos de la doctrina (que definen la elección y la perseverancia), encontramos cinco verdades esenciales relativas a la doctrina de la seguridad.
1. La seguridad comienza con la elección (1.12)
Los Cánones de Dort ofrecen una definición útil de la elección en el artículo 7 del primer capítulo de la doctrina. El artículo explica cómo «antes de la fundación del mundo… [Dios] predestinó en Cristo para salvación, por pura gracia y según el beneplácito de Su voluntad, a cierto número de personas». La elección es una gran verdad. La Escritura nos llama a entender que el Señor había elegido a Su pueblo incluso antes de que comenzara el mundo. ¿Cómo entonces esta verdad abrumadora nos da seguridad? Los Cánones de Dort responden en el artículo 12 del primer capítulo de la doctrina afirmando que «la seguridad… es dada a los escogidos a su debido tiempo… no cuando, por curiosidad, escudriñan los misterios y las profundidades de Dios». Debemos entender que nuestro Dios es completamente diferente de nosotros. Nuestro Hacedor ha elegido a los que le pertenecen. Por tanto, como criaturas Suyas, encontramos seguridad, no tratando de profundizar en Sus cosas ocultas, sino reflexionando sobre lo que Él ha revelado. Podemos recibir una inmensa seguridad en la verdad de la elección que Él ha revelado claramente a través de la Escritura (Ro 9 – 11).
2. La seguridad tiene evidencias (1.13)
En segundo lugar, vemos el fruto de la certeza en el artículo 13 del primer capítulo de la doctrina. El artículo afirma: «De la certidumbre de esta elección toman diariamente los hijos de Dios mayor motivo para humillarse ante Él… y… amarle ardientemente». El fruto de la seguridad responde a una de las mayores acusaciones contra la doctrina de la elección, pues los cánones continúan diciendo que «hay que descartar que esta doctrina de la elección y la meditación en la misma haga que los hijos de Dios sean laxos en la observancia de Sus mandamientos, o que tengan seguridad carnal». Los que tenemos plena confianza en que somos elegidos de Dios, también recibimos seguridad en la evidencia de nuestra vida cristiana.
3. La seguridad se aplica a los bebés que hemos perdido (1.17)
El artículo 17 del primer capítulo de la doctrina ofrece una gran seguridad pastoral para los hijos de los creyentes que mueren a una edad muy temprana. Se nos dice que «no por naturaleza, sino en virtud del pacto de gracia, en el que están comprendidos junto con sus padres, los padres piadosos no deben dudar de la elección y salvación de los hijos a quienes a Dios le plazca sacar de esta vida en la infancia». Se da una garantía de las promesas del pacto de Dios para esta situación dolorosa particular. Se nos señala la seguridad de la vida eterna incluso ante la tristeza de la muerte.
4. La seguridad es más que una experiencia (5.9-11)
A veces podemos caer en la tentación de buscar la seguridad únicamente en nuestra propia experiencia. Lo que sentimos fácilmente se convierte en la medida de nuestra seguridad. Sin embargo, el quinto capítulo de la doctrina proporciona en los artículos 9 al 11 una descripción muy útil de la seguridad que implica algo más que nuestra experiencia personal. El artículo 9 muestra cómo nuestra seguridad llega «según la medida de [nuestra] fe». El artículo 10 muestra a continuación de dónde debe proceder esta seguridad. Nos dice que «esta seguridad no proviene de ninguna revelación especial ocurrida sin la Palabra o fuera de ella, sino de la fe en las promesas de Dios… en Su Palabra». Y el artículo 11 llega a afirmar que incluso nuestras propias dudas sirven para reforzar nuestra seguridad (ver 1 Co 10:13). Así que, en lugar de buscar la seguridad en una experiencia o emoción personal, estamos llamados a encontrar la seguridad en la verdad de la fe en la Palabra de Dios.
5. La seguridad no es apática (5.13)
Por último, la seguridad de la salvación no da lugar a la apatía. La idea de la apatía fue otra de las acusaciones de los remonstrantes contra las doctrinas de la elección y la perseverancia de los santos. El argumento era que si el Señor tenía poder soberano en la elección, y si el Espíritu Santo actuaba en la preservación de los santos, ¿no estaríamos tentados a vivir una vida cristiana apática? ¿No afirmaríamos que ya estamos seguros y viviríamos en apatía? El artículo 13 del quinto capítulo de la doctrina responde a este alegato afirmando que procuremos «observar diligentemente los caminos del Señor… a fin de que, caminando en ellos, [mantengamos] la seguridad de [nuestra] perseverancia». En el segundo punto, consideramos que la seguridad da frutos. En esta conclusión, vemos que la seguridad demanda pruebas. La seguridad no puede producir «inmoralidad o indiferencia por la piedad». Más bien, encontramos seguridad como peregrinos en un viaje. Aunque nos enfrentemos a dudas, dificultades, tropiezos y fracasos, podemos continuar el viaje con la plena seguridad de que el Señor no nos abandonará.