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30 junio, 2021Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia
Nota del editor: Este es el sexto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Las bienaventuranzas
Las primeras cuatro bienaventuranzas describen las necesidades de un discípulo. «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia» es la última de la serie (Mt 5:3-6). Jesús primero dijo: «Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos» (v. 3). Ser pobre en espíritu es reconocer nuestra necesidad espiritual y dependencia de Dios (Sal 34:6; Sof 3:12).
Esta bienaventuranza conduce a la segunda. Los pobres en espíritu lloran por su pobreza (Mt 5:4). Primero lamentan su propio pecado, luego lamentan todo pecado. Este es un duelo bendito, ya que Dios consolará a los que lloran por el pecado. El Salmo 119:136 dice: «Ríos de lágrimas vierten mis ojos, porque ellos no guardan tu ley». También Santiago nos llama a lamentarnos. «Limpiad las manos, pecadores… lamentad y llorad» (Stg 4:8-9).
La segunda bienaventuranza lleva a la tercera: los que conocen su pobreza espiritual y lloran por ella serán humildes. Ser humilde es lo opuesto a la arrogancia, los celos y la ambición egoísta (2 Co 10:1; Stg 3:13-14; 1 Pe 3:15-16). La humildad contrasta con la autoafirmación que nace del egoísmo. Debido a que los humildes conocen su pobreza espiritual y se lamentan por ella, se niegan a exaltarse a sí mismos.
«Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia» es entonces la bienaventuranza fundamental (Mt 5:6). Si los discípulos conocen su pecado y debilidad, también le pedirán a Dios que satisfaga su necesidad de justicia.
«Hambre y sed» es una metáfora que hoy no impacta tanto como en los días de Jesús, cuando la comida y el agua eran escasos y la gente solía pasar hambre y sed. En nuestra cultura, la comida y el agua son abundantes, así que no captamos bien la urgencia que Jesús quería comunicar. Las personas hambrientas y sedientas trabajan ardua y urgentemente para obtener alimentos. Así que tener hambre y sed de justicia significa que debemos perseguir urgentemente la justicia.
La palabra justicia tiene varias interpretaciones en las Escrituras. Pablo enfatizó la justicia legal que recibimos a través de la obra expiatoria de Cristo. Eso ciertamente está presente en Mateo. Él llama a Jesús un «rescate por muchos» (20:28), y describe la expiación misma (27:38-46). Pero en Mateo 5, Jesús describe principalmente la justicia personal de los discípulos, quienes dejan de lado el asesinato, la ira y el adulterio. Estos dan a los opresores y aman a sus enemigos (vv. 22-48). Los discípulos sedientos también buscan la misericordia, la pureza y la paz de las próximas bienaventuranzas (vv. 7-9).
El lenguaje del hambre y la sed es bien conocido en las Escrituras. Dios dice: «Todos los sedientos, venid a las aguas; y los que no tenéis dinero, venid, comprad y comed… y se deleitará vuestra alma en la abundancia» (Is 55:1-2). Jesús dice: «… el que a mí viene no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed» (Jn 6:35).
Tener hambre de justicia es anhelar el gobierno de Dios en nuestras vidas (Mt 6:33). Es tener sed de la Palabra de Dios y de la compañía de los piadosos. En las Escrituras, la justicia tiene varios aspectos. Primero está la justicia personal, la cual acabamos de enfatizar. Esta hambre nos lleva a desarraigar nuestro pecado por el poder del Espíritu Santo y a ser más como Jesús. Esto es la santificación.
Pero dado que nuestra búsqueda de justicia siempre se queda corta, pensamos a continuación en la justicia de Cristo, otorgada cuando creemos en Él. Esto es la justificación. La justificación confiere una justicia legal para que los creyentes puedan comparecer ante Dios el Juez en el último día. La justificación borra todo pecado y toda culpa, sea cual sea nuestro nivel de santificación.
En tercer lugar, los discípulos anhelan la justicia en la sociedad, la purificación de la sociedad por parte de Dios. El hambre de justicia lleva a los discípulos a promover la causa de Dios en los negocios, la educación, la política y todas las demás esferas de la vida. Además, anhelamos el regreso de Jesús, ese día en que Él redimirá la creación y Satanás será derrocado, y en el que la justicia de Dios cubrirá la tierra.
Querido lector, ¿tienes hambre de justicia? ¿Persigues la santidad? ¿Personalmente? ¿En la sociedad? ¿O estás satisfecho con unos cuantos momentos de justicia y amor? ¿Tienes una vida aburrida y rutinaria en la que solo obedeces mecánicamente, donde simplemente encajas y te dejas llevar mientras los años van pasando como un perezoso día veraniego? Los verdaderos discípulos anhelan la justicia de Dios y la persiguen. Espero que lo hagas, y así recibas la justicia de nuestro Señor.