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22 julio, 2021Bienaventurados seréis cuando os insulten

Nota del editor: Este es el undécimo y último capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Las bienaventuranzas
El enojo desfiguraba el rostro del profesor mientras me gritaba y sacudía en mi cara el papel rasgado que tenía en el puño. Me acusaba de acosar y agredir a estudiantes universitarios. ¿Qué acto atroz había cometido? Había colocado correctamente un letrero aprobado en un tablero de anuncios, una comunicación sobre un evento evangelístico patrocinado por el ministerio estudiantil al que pertenecía. Me quedé atónito. Nunca había sido objeto de acusaciones tan duras.
Al principio quería esconderme. Entonces recordé que en última instancia el pleito de este hombre no era conmigo, sino con Cristo. Mientras me alejaba, sentía un gozo leve porque de una manera muy pequeña pude regocijarme en el sufrimiento a causa de Aquel que sufrió por mí. La bienaventuranza final de Jesús nos dice que, si bien ser insultado es una parte difícil de una vida fiel, también es motivo de gran gozo.
Hay un cambio de enfoque sutil en esta última bienaventuranza. Todas las bienaventuranzas anteriores estaban dirigidas a personas con ciertos rasgos: bienaventurados los pobres en espíritu, los humildes o los que procuran la paz. Pero esta bienaventuranza final está escrita en segunda persona: «Bienaventurados seréis…». Ahora Jesús está diciéndole a Sus seguidores que esto es lo que nos va a pasar. Nos van a insultar. Nos van a perseguir. Dirán toda clase de falsedades perversas contra nosotros. Seremos agredidos verbalmente, acosados físicamente y difamados a causa de Cristo. Y cuando esto sucede, somos bendecidos.
Ser insultado, perseguido o acusado falsamente puede no parecer una vía de bendición, pero hay al menos tres razones por las cuales debemos regocijarnos cuando somos perseguidos. Primero, debemos regocijarnos porque tenemos el privilegio de participar en los sufrimientos de Cristo. «Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os odia» (Jn 15:18-19). Si somos insultados a causa de Cristo, entonces regocijémonos porque esto es una señal de que estamos en Cristo.
En segundo lugar, debemos regocijarnos porque soportar fielmente la persecución nos da una razón para ser contados entre los héroes de la fe que nos han precedido. Jesús le recuerda a Sus discípulos que ellos no son los primeros en sufrir persecución: «… así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros» (Mt 5:12). No solo participamos como personas que están en Cristo, sino que de alguna manera somos contados con todos los santos que han sufrido persecución por causa de Cristo. Cuando nos insultan por proclamar la verdad de Dios, somos contados entre ese grupo noble. Nuestra perspectiva cambia cuando miramos las vidas de aquellos que resistieron fielmente. Podemos renunciar a la «aflicción leve y pasajera» a cambio de «un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación» (2 Co 4:17). Podemos regocijarnos porque el insulto del hombre se convierte en alabanza de Cristo. El deshonor se convierte en gloria. El reproche se convierte en bendición.
En tercer lugar, podemos regocijarnos porque, al ser insultados, se nos promete una gran recompensa en el cielo. Los detalles de esa recompensa no se revelan completamente, pero podemos estar seguros de que Dios sabe cómo dar buenas dádivas (Mt 7:11). Aunque experimentamos bendiciones de la gracia de Dios en esta vida, se nos dice que debemos enfocarnos en la recompensa que recibiremos en el cielo. Y debemos confiar en que las recompensas de Dios superarán con creces la persecución que soportamos aquí.