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19 septiembre, 2018Imago Dei
23 octubre, 2018Comprendiendo el concepto “ser humano”
Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie «Definiendo el ser humano«, publicada por la Tabletalk Magazine.
Vivimos en un mundo donde hay mucha crueldad y violencia. Ya sea que estemos viendo las noticias locales o internacionales en la televisión, escuchamos de instancias incontables de intimidación, injusticia, asaltos, golpizas, asesinatos y guerras. En algunos lugares parece que la violencia es un estilo de vida; en otros parece que erupciona inesperadamente en lugares pacíficos. ¿Cómo explicamos esta violencia?
Hoy muchos reclaman que la violencia realmente no surge del corazón humano, sino que es el resultado de condiciones sociales externas. Si podemos mejorar el ambiente social, según ellos, la bondad esencial del hombre se manifestará por sí misma. Muchos otros aducen que la violencia es el resultado del desarrollo evolutivo del hombre y que era necesaria en su afán por sobrevivir como animal. Ninguna de estas posturas son bíblicas o en última instancia, útiles para comprender la violencia que observamos en nuestro mundo.
Como cristianos debemos tener cuidado de no justificarnos en nuestra reacción contra aquellos que deshumanizan a la gente.
Los cristianos entendemos que los seres humanos fueron creados buenos, pero que cayeron en pecado y rebelión contra Dios y separación entre sí. Fuera de la gracia redentora y renovadora de Dios, el hombre caído solo halla violencia en su corazón. David expresa esta verdad elocuentemente cuando escribe sobre la actitud de Dios hacia el malvado: “Los que se ensalzan no estarán delante de tus ojos; aborreces a todos los que hacen iniquidad. Destruyes a los que hablan falsedad; el Señor abomina al hombre sanguinario y engañador” (Sal. 5:5-6).
En este pasaje, David resalta tres características claves de los inicuos. Primero, son arrogantes y orgullosos. Se atribuyen mucho más valor e importancia que lo que merecen, no reconociendo la superioridad de Dios sobre ellos. Segundo, están llenos de mentira y engaño. Viven según las falsedades que inventan en vez de vivir según la verdad de Dios. Tercero, son sanguinarios y violentos. En su orgullo y auto-engaño, están dispuestos a usar de la crueldad para su propio progreso en vez de procurar el amor y la paz.
Al principio en Génesis, vemos un cuadro de esta iniquidad en acción. Caín mata a su hermano Abel por causa de su egoísmo (Gn. 4:8). El tataranieto de Caín, Lamec, también muestra este egoísmo: “Y Lamec dijo a sus mujeres: Ada y Zila, oíd mi voz; mujeres de Lamec, prestad oído a mis palabras, pues he dado muerte a un hombre por haberme herido, y a un muchacho por haberme pegado” (vv 23).
El sentido egoísta de superioridad que vemos en Caín y Lamec, puede ser visto de muchas maneras a través de la historia. Considere este juicio sobre la actitud que fue fundamental en el imperio británico:
El imperio británico no fue liberal en el sentido de ser una sociedad democrática plural. El imperio repudiaba abiertamente las filosofías de igualdad entre los hombres y puso el poder y la responsabilidad en las manos de una élite selecta extraída de una ínfima proporción de la población británica. El imperio británico no solo fue meramente no democrático; fue antidemocrático…. Mi argumento es que en términos de administración, mientras que hubo claramente una gran dosis de arrogancia entre la clase administrativa como un todo, por igual las nociones de clase y jerarquía fueron de igual importancia, si no mucho mayor (Kawasi Kwarteng, Fantasmas del Imperio, p. 2).
Así como parecía que Caín y Lamec mostraban su poder basado en egoísmo, otros individuos malvados procuran justificar su violencia. De algún modo u otro, aducen que las víctimas de su violencia en algún modo son inferiores o menos humanas que lo que son. Puedo justificar la violencia contra aquellos que no son como yo: no son parte de mi familia, de mi vecindario, mi tribu, mi nación, mi raza o de mi religión.
La justificación malvada de la violencia pudiera bien caer en su punto más bajo cuando apela a la ciencia. Notamos esto en una manera particularmente clara en el movimiento nazi de la Alemania del siglo XX. El carácter y la fachada histórica del nazismo es complicado, pero un elemento importante de su ideología fue su uso de la ciencia. En particular, se valía de la teoría de la evolución. Si la evolución enseña la sobrevivencia del más fuerte a expensas del más débil, tienesentido que las razas más fuertes dominen las razas inferiores. Los científicos nazis juraban contar con los medios científicos para distinguir entre razas y para probar la superioridad de la raza ariana sobre otras, particularmente sobre la judía y la eslava. Hoy sabemos que la ciencia nazi fue falsa, pero en su momento convenció a muchos, incluyendo a algunos de los científicos más educados. Parece ser que la ideología nazi es una extensión lógica de la evolución.
Un distinguido historiador escribió sobre el ámbito intelectual que allanó el camino para el nazismo: “El nacionalismo integral, el socialismo ‘nacional’ antimarxista, el darwinismo social, el racismo, el antisemitismo biológico, la eugenesia y el elitismo se entremezclan con varias fortalezas para proveer un embriagador brebaje de irracionalismo atractivo a algunos pesimistas de la cultura entre la élite intelectual y burguesía de sociedades europeas que atravesaban un súbito cambio social, económico y político al final del siglo XIX” (Ian Kershaw, Hitler, p. 134). Pero ¿fueron realmente irracionales el darwinismo social y la eugenesia para los evolucionistas?
Los líderes nazis aplicaron dicho darwinismo a la política. Adolfo Hitler declaró: “La política no es más que el afán de un pueblo por su existencia…. Es un principio de hierro [—] el más débil cae de modo que el más fuerte gana vida” (Kershaw, p. 289). Heinrich Himmler llegó a prever una “batalla al punto de la aniquilación de aquellos enemigos subhumanos que mencioné a través del mundo contra Alemania como la nación central de la raza nórdica…. contra Alemania como la portadora de la cultura por la humanidad” (Peter Longerich, Heinrich Himmler, 814).
Los nazis querían apoderarse de las propiedades judías y expulsarlos de Alemania. Querían sacar a los eslavos fuera de la Europa Oriental y expropiar su tierra. Basado en una sed de poder egoísta, incitaron una espantosa violencia contra los judíos y eslavos, usando una justificación científica que deshumanizó a estos pueblos. Millones de judíos y eslavos perecieron.
La justificación “científica” de la esclavitud también descansaba en nociones de superioridad racial. La esclavización de africanos de color en siglos recientes fue justificada por el alegato de que eran racialmente inferiores a los europeos y americanos blancos. Algunos aún alegaban que la esclavitud era una institución civilizadora y cristiana. En realidad, fue una institución violenta promovida a favor de los intereses de la mano de obra barata. Nuevamente aquí observamos las justificaciones tanto científica como moral a favor de una práctica violenta y deshumanizante.
En nuestros días, la justificación del aborto yace de manera similar en argumentos “científicos” que proclaman que el bebé nonato es meramente tejido subhumano. Los proponentes del aborto insisten en que ellos están simplemente ejercitando su libertad legítimamente. Sin embargo, realmente han deshumanizado al nonato para justificar su eliminación de los embarazos no deseados.
En estas tres instancias, vemos que hombres malvados usan la mala ciencia para proferir juicios morales y religiosos como si fueran conclusiones científicas objetivas. El problema real no es la ciencia, sino el abuso de la ciencia. El horrendo efecto de estas justificaciones pseudocientíficas es violencia deshumanizante que nace del egoísmo.
Estas justificaciones científicas de violencia se apoyan en la reducción de algunos o de todos los humanos al estatus de animales. El salmista anticipó esta trágica situación de una manera notable. El Salmo 49 es dirigido a todos los pueblos del mundo a fin de enseñarles sabiduría y entendimiento. Aquí la enseñanza de sabiduría comienza con meditar en la realidad universal de la muerte. Si la muerte es la misma tanto para el necio como para el sabio, para el pobre como para el rico, para el débil como para el poderoso, ¿qué significado realmente tiene la vida? “Mas el hombre, en su vanagloria, no permanecerá; es como las bestias que perecen” (Sal. 49:20). A la postre, sólo la sabiduría real o el entendimiento diferencia al hombre de las bestias. La verdad es que solo Dios puede salvar a Su pueblo de la muerte y darle vida sempiterna: “Pero Dios redimirá mi alma del poder del Seol” (vs 15).
Como cristianos debemos tener cuidado de no justificarnos en nuestra reacción contra aquellos que deshumanizan a la gente. Hay cristianos que fueron influenciados por Hitler y otros que defendían la esclavitud. No debemos deshumanizar a aquellos con los cuales no estamos de acuerdo. Especialmente queremos poner en claro a los que han defendido los abortos o que han tenido abortos, que todo aquel que viene a Cristo en arrepentimiento y fe, encuentra perdón.
Así como David describió al malvado de manera tan perspicaz en el Salmos 5, también mostró el carácter del justo que todos debemos procurar: “Mas yo, por la abundancia de tu misericordia entraré en tu casa; me postraré en tu santo templo con reverencia” (Sal. 5:7). Como cristianos, desviamos nuestra atención de nosotros mismos, esperanzados solo en el amor inquebrantable salvífico de Dios en Jesús. Luego, en vez de ufanarnos en nuestro orgullo y egoísmo, nos inclinamos humildemente ante nuestro Dios. Este es el antídoto para la deshumanización y violencia de nuestro mundo.