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Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El juicio a Lutero: La Dieta de Worms
La dieta en la que Martín Lutero presentó su postura concluyó con el Edicto de Worms, que declaró a Lutero hereje, prohibió sus obras, ordenó que nadie le diera comida o refugio y pidió su arresto.
A Lutero se le permitió viajar de vuelta a Wittenberg bajo el salvoconducto prometido por el emperador, pero seguramente recordó lo que le ocurrió a Jan Hus, quien, a pesar de su salvoconducto para el Concilio de Constanza, fue arrestado y quemado en la hoguera bajo la máxima oficial de la iglesia de que «la fe no debe mantenerse con los herejes». Sin duda, eso pasó por la mente de Lutero cuando la carreta cubierta en la que viajaban él y sus amigos fue atacada por un grupo de jinetes armados con ballestas. Sacaron a Lutero de la carreta, lo subieron a un caballo y se fueron con él.
Pero no eran los hombres del emperador que hacían cumplir el Edicto de Worms, sino hombres que servían a Federico el Sabio, que gobernaba la Sajonia de Lutero. Llevaron a Lutero a un castillo aislado conocido como Wartburg. Cambiaron su túnica de monje por el atuendo de un caballero, se quitó la tonsura, se dejó crecer la barba y se hizo llamar «Junker (un título en alemán de nobleza menor) Jorge».
En clandestinidad, Lutero se aburrió muchísimo. Los guardianes del castillo lo llevaban de cacería, pero Lutero se sentía muy identificado con los animales. Sin embargo, su aislamiento forzado lo liberó de su apretada agenda de conferencias, predicaciones y discusiones teológicas a fin de emprender así un gran proyecto para ocupar su tiempo: traducir la Biblia al idioma alemán.
La traducción vernácula de la Palabra de Dios por parte de Lutero fue la consecuencia más importante de la Dieta de Worms, que fue posible no por su éxito en esa reunión, sino por su aparente fracaso. Hasta ese momento, la única versión de la Biblia permitida por Roma era la Vulgata, la traducción latina hecha por Jerónimo en los años 382-405. La contribución de Lutero no fue solo hacer accesible la Palabra de Dios en el idioma del pueblo, sino trabajar a partir de las lenguas bíblicas originales, lo que dio lugar a una interpretación más precisa de la Palabra de Dios.
La erudición clásica del Renacimiento había recuperado el griego antiguo para Europa Occidental. Lutero, como profesor de la Universidad de Wittenberg —un centro de aprendizaje renacentista—, conocía tanto el griego como el hebreo. Trabajando a partir de la edición erudita del Nuevo Testamento griego de Erasmo, Lutero vio que la Vulgata no estaba completamente apegada al texto original. Por ejemplo, la Vulgata traduce Mateo 3:2 y 4:17 como «haced penitencia [poenitentiam agite], porque el reino de los cielos está cerca». Pero la palabra griega es metanoeite, que proviene de un prefijo que significa «cambio» añadido a la palabra para «mente» o «corazón», y se traduce mejor como el equivalente a «arrepientanse».
La traducción al alemán de Lutero sería emulada en toda Europa, no solo en cuanto a la traducción del original griego y hebreo a las lenguas vernáculas, sino también a la comprensión del texto por parte de Lutero. William Tyndale, por ejemplo, estudió incluso en la Wittenberg de Lutero, donde realizó su traducción al inglés. Sus interpretaciones darían forma a las posteriores versiones inglesas, desde la King James Version [Versión del rey Jacobo] hasta la English Standard Version [Versión estándar en inglés].
Más tarde, cuarenta y siete eruditos tardaron siete años en completar la versión King James. Lutero terminó el Nuevo Testamento, por sí solo, en once semanas. En septiembre de 1522 se publicó, y gracias a la reciente tecnología de la imprenta, se produjo en masa. Pronto, prácticamente todos los hogares de Alemania, ricos y pobres, poseían una.
Mientras Lutero traducía la Palabra de Dios en Wartburg, se desataba un caos en Wittenberg. La gente estaba entusiasmada con el evangelio y la libertad que les traía. Al no tener todavía la Palabra de Dios en su idioma y carecer de liderazgo teológico, perdieron el control. Las turbas asaltaron a sacerdotes, monjes y monjas. Los manifestantes atacaron las iglesias, rompiendo vitrales y quemando cruces.
Pero aún más destructiva era la teología que estaba surgiendo. En ausencia de Lutero, otro profesor de Wittenberg, Andreas Karlstadt, intentó llenar el vacío. Había comenzado como defensor de Roma y luego se puso del lado de Lutero, pero se volvió cada vez más radical. Cuestionó el valor de los pastores, el bautismo y la Cena del Señor. Luego, algunos autodenominados «profetas» de la ciudad de Zwickau empezaron a cuestionar el valor de la Biblia, enseñando que puesto que el Espíritu Santo habita en los creyentes, la Biblia ya no es necesaria.
Cuando Lutero se enteró de lo que ocurría en Wittenberg, se horrorizó. El 5 de marzo de 1522 salió de su escondite, poniendo en peligro su vida. Volvió a Wittenberg y se ocupó del caos, no por la fuerza, sino simplemente predicando la Palabra de Dios. En la iglesia de la ciudad, predicó todos los días durante una semana a auditorio repleto. Y aunque Lutero podía tronar, esta vez fue apacible. El fruto de la fe no es destrucción, dijo, sino amor. Debemos afrontar las controversias no con violencia, sino con la Palabra de Dios. El pueblo fue reprendido e incluso algunos de los líderes de los disturbios se arrepintieron (pero no Karlstadt ni los profetas, que huyeron de la ciudad).
Hasta ese momento, Lutero había luchado contra Roma y el papado. Ahora, tenía que contender contra un grupo llamado los «entusiastas», cuyo nombre viene de una palabra griega que significa «Dios adentro». La idea detrás del nombre era que Dios se encuentra «dentro» del creyente. Eso parecería ser lo opuesto al catolicismo romano medieval pero, para Lutero, equivalía a lo mismo: el papa afirma que Dios habla a través de él, y lo mismo hacen los entusiastas. Ambos esperan una revelación directa aparte de la Palabra de Dios. Al hacerlo, ambos sustituyen el evangelio de Cristo con sus propias obras y esperan que la gente se salve por sí misma.
Un entusiasta radical llamado Thomas Müntzer afirmó que el Espíritu Santo le había dicho que los cristianos debían matar a los impíos, que los campesinos debían derrocar a sus amos y que, al hacerlo, los cristianos establecerían la era milenaria, provocando el regreso de Cristo. Así comenzó La Guerra de los Campesinos, en la que miles de campesinos asesinaron a los terratenientes y a sus familias, quemaron granjas y casas y formaron ejércitos para atacar a sus gobernantes. Lutero reconocía las quejas legítimas de los campesinos, pero creía que el orden social era absolutamente necesario. El reino espiritual de Dios no es de este mundo —y mucho menos algo que los cristianos deban introducir mediante la violencia— y, sin embargo, Él también gobierna Su reino terrenal a través de autoridades legítimas. Lutero instó a los príncipes a aplastar la rebelión, y así lo hicieron.
El resto de la vida de Lutero se dedicaría a definir y guiar la Reforma. Trágicamente, el propio movimiento se dividió por causa de la naturaleza y el rol de los sacramentos. Esto llegó a un punto crítico en 1529 con el Coloquio de Marburgo, en el que Lutero y Ulrico Zuinglio debatieron la presencia de Cristo en la Cena del Señor. Los detalles de esa controversia están fuera del alcance de este artículo, pero la forma en que Lutero argumentó revela mucho sobre su veneración de las Escrituras. Tomó un trozo de tiza y escribió en una mesa en letras grandes: «ESTE ES MI CUERPO». Cada vez que Zuinglio volvía con un argumento racional o filosófico en contra, Lutero simplemente señalaba esas palabras.
Lutero tuvo una vida familiar cálida y feliz con su esposa Catalina von Bora y sus seis hijos. Pero al final de su vida, Lutero estaba en declive. Físicamente, estaba atormentado por enfermedades. Mentalmente, sus escritos, que habían sido tan brillantes, a menudo se convertían en meras invectivas, como en su escabroso tratado On the Jews and Their Lies [Sobre los judíos y sus mentiras] (1543), que contradecía su defensa de los judíos en That Jesus Christ Was Born a Jew [Que Jesucristo nació judío] (1523).
En enero de 1546, Lutero, ya con sesenta y dos años de edad, parte hacia Eisleben, a ciento trece kilómetros de distancia, en medio de un frío helado. Se le necesitaba para resolver una disputa entre un noble y su hermano. A pesar de todos los grandes temas de la Reforma que trató, siempre fue en el fondo un pastor y nunca descuidó las necesidades de los cristianos comunes. Después de once días de camino, Lutero llegó. Entre los consejos a la familia, predicó durante cuatro domingos. Pero estaba enfermo y débil. Se fue a la cama. Lutero sabía que su muerte estaba cerca. Falleció el 18 de febrero.
En un trozo de papel sobre el escritorio junto a su cama había una breve meditación acerca de cómo vivir la vida cristiana nos ayuda a comprender plenamente la Escritura y cómo debemos «inclinarnos ante ella, adorar cada uno de sus trazos». Lutero concluyó resumiendo nuestra dependencia de la gracia de Dios: «Somos mendigos. Eso es verdad».