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17 abril, 2021El divorcio de las generaciones

Nota del editor: Este es el primer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: De una generación a otra
Estamos en una crisis, y es una de las mayores que hayamos enfrentado. Si bien el mundo siempre se ha enfrentado a esta problemática de una manera u otra, la Iglesia recién ha comenzado a reconocer la realidad de la misma, y está creciendo. Esta no es una crisis que simplemente involucre los impulsos antisistema o los sentimientos antitradicionalistas que hemos observado de vez en cuando a lo largo de la historia. Tampoco se trata de la típica rebelión adolescente. Más bien, es un problema que, de alguna manera, ha surgido en todos los grupos etarios.
Esta crisis, en palabras simples, es el divorcio de las generaciones. Las generaciones jóvenes se han divorciado de las generaciones mayores, y las mayores prácticamente han renunciado a las más jóvenes. Aunque estoy hablando de forma general, esta crisis es la fuente de varios otros problemas en diversos contextos: el aula, la oficina, el hogar, el Estado, la Iglesia y el mundo. Porque cuando las generaciones jóvenes buscan romper todos los lazos con las generaciones previas, el tejido mismo de la civilización comienza a desgarrarse. Cuando los hombres y mujeres jóvenes rechazan y repudian la autoridad de los hombres y mujeres mayores, están en el sendero hacia su propia destrucción.
Por eso, en esta serie, hemos buscado publicar artículos que hablen de una generación a otra: de la generación mayor a la generación más joven y de la generación más joven a la generación mayor. Los hombres y mujeres jóvenes necesitan escuchar cosas difíciles y recibir sabiduría, aliento, amonestación e instrucción de la generación mayor. La mayoría de las veces, eso ocurre como resultado de una preocupación genuina, expresada en un amor firme que nos guía a entender lo que en verdad es el amor genuino. Los hombres y mujeres mayores deben comprometerse más a buscar a los hombres y mujeres jóvenes para acompañarlos, no apuntándolos con el dedo en el rostro, sino abrazándoles los hombros. Las generaciones jóvenes necesitan desesperadamente la sabiduría y el discernimiento de las generaciones mayores, y si queremos tener sabiduría que podamos traspasar a las generaciones futuras, debemos humillarnos, mostrar honor y respeto, cerrar la boca y abrir los oídos. Debemos dejar que las experiencias, historias y luchas de las generaciones mayores infiltren lo profundo de nuestras almas. Debemos seguir escuchando, observando y siguiendo las sendas antiguas de los padres y madres fieles que han recorrido senderos difíciles antes que nosotros, porque «donde no hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria» (Pr 11:14).