Él es suficiente
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El lenguaje humano es precioso. Nos diferencia de los animales. Hace que podamos compartir nuestros descubrimientos científicos más sofisticados y nuestras emociones más profundas. Pero sobre todo, Dios eligió revelarse a nosotros en la Biblia a través del lenguaje humano. En la plenitud de los tiempos, nos habló por medio de Su Hijo (Heb 1:1-2), y ese Hijo habló en lenguaje humano. Del mismo modo, envió a Su Espíritu para guiar a Sus apóstoles a toda la verdad, de modo que pudieran contar la historia del Hijo en lenguaje humano. Sin esta historia en lenguaje humano, no conoceríamos al Hijo. Por tanto, el lenguaje humano es inmensurablemente precioso.
Pero también es imperfecto para captar la plenitud de Dios. En 1 Corintios 13, hay cuatro comparaciones entre este tiempo presente y la era que vendrá después del regreso de Cristo.
El amor nunca deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay conocimiento, se acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; pero cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará. Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. Por que ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido. Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor (vv. 8-13).
Fíjate en las comparaciones entre esta era (ahora) y la era venidera (entonces):
Ahora: En parte conocemos.
Entonces: Cuando venga lo perfecto, lo incompleto se acabará (vv. 9-10).
Ahora: Hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño.
Entonces: Cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño (v. 11).
Ahora: Vemos por un espejo, veladamente.
Entonces: Veremos cara a cara (v. 12).
Ahora: Conozco en parte.
Entonces: Conoceré plenamente, como he sido conocido (v. 12).
En este contexto, podemos ver lo que Pablo quiso decir al escribir: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño». Él está diciendo que, en esta época, nuestro lenguaje, pensamiento y razonamiento humanos son como el habla de un bebé, comparado con cómo hablaremos, pensaremos y razonaremos en la era venidera.
Cuando Pablo fue arrebatado al cielo y recibió visiones de las realidades celestiales, dijo que «escuchó palabras inefables que al hombre no se le permite expresar» (2 Co 12:4). Nuestro lenguaje es insuficiente para expresar la grandeza de todo lo que Dios es.
Pero qué error tan garrafal sería deducir de esto que podemos menospreciar el lenguaje o tratarlo con desprecio o descuido. Qué desatino, si empezamos a subestimar las afirmaciones verdaderas sobre Dios como baratas o inútiles o falsas. Qué locura sería si denigramos proposiciones, cláusulas, frases y palabras, como si no fueran inexpresablemente preciosas y esenciales para la vida.
La razón principal por la que esto sería una locura es porque Dios eligió enviar a Su Hijo a nuestra guardería y hablar con nosotros en lenguaje de bebé. Jesucristo se hizo niño con nosotros. Hubo un tiempo en que el propio Jesús habría dicho: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño». Eso es lo que significa la encarnación. Él se acomodó a nuestro lenguaje infantil. Tartamudeó con nosotros en la guardería de la vida humana de esta era.
Jesús habló como un bebé. El Sermón del monte es nuestro lenguaje de bebé. Su oración sacerdotal en Juan 17 es lenguaje de bebé. «DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS ABANDONADO? (Mr 15:34) es lenguaje de bebé, un lenguaje de bebé precioso, verdadero y glorioso.
Es más, Dios inspiró toda una Biblia en lenguaje de bebé. Verdadero lenguaje de bebé. Palabras de bebé con absoluta autoridad y poder. Un lenguaje de bebé que es más dulce que la miel y más deseado que el oro. Juan Calvino dijo que «Dios, al hablar así, cecea con nosotros como suelen hacerlo las nodrizas con los niños pequeños» (Institución de la religión cristiana, 1.13.1). Qué precioso es el lenguaje infantil de Dios. No es como la hierba que se seca o las flores que se marchitan, sino que permanece para siempre (Is 40:8).
Habrá otro lenguaje, pensamiento y razonamiento en la era venidera. Y veremos cosas que no podrían expresarse en nuestro actual lenguaje de bebé. Pero cuando Dios envió a Su Hijo a nuestra guardería humana, hablando en lenguaje de bebé y muriendo por los bebés, cerró las bocas de los que ridiculizan las posibilidades de la verdad y la belleza en la boca de los bebés.
Y cuando Dios inspiró un libro con lenguaje de bebé como interpretación infalible de Sí mismo, ¿qué podemos decir de los niños que se burlan del don del lenguaje humano como medio para conocer a Dios? Ay de los que desprecian, menosprecian, explotan o manipulan este don para los hijos de los hombres. Esto no es un juguete de la guardería. Es el aliento de vida. «Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida» (Jn 6:63).