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11 diciembre, 2021El «TULIP» y la teología reformada: depravación total
Nota del editor: Este es el segundo artículo en la serie especial de R.C. Sproul: El «TULIP» y la teología reformada
La doctrina de la depravación total refleja el punto de vista reformado del pecado original. Ese término, pecado original, es a menudo malentendido en el ámbito popular. Algunas personas asumen que el término pecado original debe referirse al primer pecado: la transgresión original que todos hemos copiado de muchas maneras diferentes en nuestras propias vidas, es decir, el primer pecado de Adán y Eva. Pero eso no es a lo que pecado original se ha referido históricamente en la iglesia. Más bien, la doctrina del pecado original define las consecuencias para la raza humana a causa de ese primer pecado.
No somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores.
Prácticamente todas las iglesias que históricamente tienen un credo o una confesión han estado de acuerdo en que algo muy grave le ocurrió a la raza humana como resultado del primer pecado: ese primer pecado dio lugar al pecado original. Es decir, como resultado del pecado de Adán y Eva, toda la raza humana cayó, y nuestra naturaleza como seres humanos desde la caída ha sido influenciada por el poder del mal. Como declaró David en el Antiguo Testamento: «He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre» (Sal 51:5). No estaba diciendo que para su madre fue pecaminoso haber dado a luz hijos; ni tampoco quiso decir que él había hecho algo malo al nacer. Más bien, estaba reconociendo la condición humana de la caída: esa condición que fue parte de la experiencia de sus padres, una condición que él mismo trajo a este mundo. Por lo tanto, el pecado original tiene que ver con la naturaleza caída de la humanidad. La idea es que no somos pecadores porque pecamos, sino que pecamos porque somos pecadores.
En la tradición reformada, depravación total no significa depravación absoluta. A menudo utilizamos el término total como un sinónimo de absoluto o de completamente, de modo que la noción de depravación total evoca la idea de que cada ser humano es tan malo como podría serlo. Se podría pensar en un archienemigo de la historia como Adolfo Hitler y decir que no había absolutamente ninguna virtud redimible en el hombre, pero sospecho que tenía algo de afecto por su madre. A pesar de lo malvado que fue Hitler, aún podemos concebir maneras en las que podría haber sido aun más perverso de lo que realmente fue. Así que, la idea de total en la depravación total no significa que todos los seres humanos sean tan malvados como pueden serlo. Significa que la caída fue tan grave que afecta a la persona en su totalidad. La caída que captura y se apodera de nuestra raza humana afecta nuestros cuerpos; por eso nos enfermamos y morimos. Afecta nuestra mente y nuestro pensamiento; todavía tenemos la capacidad de pensar, pero la Biblia dice que la mente se ha entenebrecido y debilitado. La voluntad del hombre ya no se encuentra en su estado original de poder moral. La voluntad, de acuerdo al Nuevo Testamento, está ahora en esclavitud. Estamos esclavizados a los impulsos y deseos malvados de nuestro corazón. El cuerpo, la mente, la voluntad y el espíritu (de hecho, toda la persona) han sido infectados por el poder del pecado.
Me gusta sustituir el término depravación total con mi designación favorita, que es corrupción radical. Irónicamente, la palabra radical tiene sus raíces en la palabra latina para «raíz», la cual es radix, y puede ser traducida como raíz o núcleo. El término radical tiene que ver con algo que penetra hasta el núcleo de una cosa. No es algo que es tangencial o superficial, que yace en la superficie. El punto de vista reformado es que los efectos de la caída se extienden o penetran hacia el núcleo de nuestro ser. Incluso la palabra inglesa core (núcleo) proviene en realidad de la palabra latina cor, que significa «corazón». Es decir, nuestro pecado es algo que proviene de nuestros corazones. En términos bíblicos, eso significa que proviene del núcleo o del centro mismo de nuestra existencia.
Así que lo que se requiere para que seamos conformados a la imagen de Cristo no es simplemente algunos pequeños ajustes o modificaciones de comportamiento, sino nada menos que una renovación desde el interior. Necesitamos ser regenerados, ser hechos de nuevo, ser vivificados por el poder del Espíritu. La única manera en que una persona puede escapar de esta situación radical es que el Espíritu Santo cambie el núcleo, el corazón. Sin embargo, incluso ese cambio no desvanece instantáneamente al pecado. La completa eliminación del pecado espera nuestra glorificación en el cielo.
En el próximo artículo, consideraremos la U del TULIP, la elección incondicional.
Ver además:
- El «TULIP» y la teología reformada: una introducción
- El «TULIP» y la teología reformada: depravación total
- El «TULIP» y la teología reformada: la elección incondicional
- El «TULIP» y la teología reformada: la expiación limitada
- El «TULIP» y la teología reformada: la gracia irresistible
- El «TULIP» y la teología reformada: la perseverancia de los santos
Pasajes de las Escrituras para estudiar más a fondo: Jeremías 17:9; Romanos 1:18-25; 3:9-23; 7:18; 1 Juan 1:8-10
Publicado originalmente en el Blog de Ligonier Ministries.