El Dr. Steven J. Lawson una vez comparó la Biblia con un diamante cuya belleza, cuando se coloca contra la luz, se refracta de muchas maneras diferentes: «Ningún símbolo de la Biblia puede comunicar el todo. Por lo tanto, se requieren muchas metáforas diferentes, muchas analogías diferentes, para siquiera comenzar a tratar de [comprender] la totalidad del poder invencible de la Palabra inerrante». La Biblia está llena de ilustraciones, símbolos y metáforas que Dios usa para ayudarnos a conocerle y a relacionarnos con Él, y para ayudarnos a conocernos a nosotros mismos. Él usa metáforas para ayudarnos a entender las verdades sobre esta vida presente, la vida eterna y la condenación eterna.
Dios se llama a Sí mismo nuestro Padre y nos consuela llamándonos Sus hijos.
Si bien es probable que recordemos algunas de las metáforas mejor conocidas en la Escritura, como las del pastor y las ovejas, la vid y los sarmientos y otras, debemos reconocer que la Biblia utiliza muchas metáforas, símiles, símbolos e ilustraciones diferentes, algunas de las cuales pueden sonar extrañas a nuestros oídos, particularmente si somos del Occidente. Recuerda que la Biblia está impregnada de la cultura del Levante Mediterráneo. Dependiendo de dónde seamos y de las experiencias que hayamos tenido, muchas de estas metáforas pueden resultarnos difíciles de entender. Sin embargo, en Su sabiduría, Dios las usa para ayudar a Su pueblo de todo el mundo, de muchos contextos diferentes, a conocerlo más. Las metáforas de la Escritura nos revelan la belleza integral que ella misma posee, pero más que eso, revelan la belleza de nuestro Dios misericordioso que se relaciona con nosotros, nos condesciende y nos habla con palabras que podemos entender.
Por supuesto, si se presionan más allá de sus límites, las metáforas pierden su calidad didáctica. Debemos tener cuidado de no leer de más en las metáforas, de no abusar de ellas o de limitar innecesariamente conceptos doctrinales enteros a metáforas. Sin embargo, las metáforas, símbolos e ilustraciones de la Escritura, nos ayudan a asociar nuestras experiencias en la vida con conceptos espirituales y doctrinales para que podamos conocer más a Dios y servirle más plenamente. Estudiarlas nos puede ayudar a ver más y más destellos de la belleza que proceden del hermoso diamante que es la Escritura. Mucha de esa belleza es un gran consuelo para nuestras almas. Dios se llama a Sí mismo nuestro Padre y nos consuela llamándonos Sus hijos. Se ha revelado a nosotros de maneras que nos ayudan a relacionarnos con Él como nuestro Padre amoroso, misericordioso y santo, y de maneras que nos ayudan a tener una fe humilde, dependiente y como la de un niño. A medida que crecemos en madurez como Sus hijos, Su Espíritu Santo nos ayuda a conocerlo más y más profundamente como nuestro Pastor, nuestra Roca y nuestra Fortaleza mientras seguimos a Cristo Jesús que es el camino, la verdad y la vida.