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Nota del editor: Esta es la primera parte del articulo «La falsa enseñanza y la paz y pureza de la Iglesia», que es el tercer capítulo en la serie «Falsos maestros«, publicada por la Tabletalk Magazine.
Luego de más de dos décadas de ministerio, el pastor Bob se había enfrentado a una gran cantidad de desafíos en la iglesia. Presenció con sus propios ojos los efectos divisivos de aquellas batallas en cuanto a la manera correcta de adorar. Había visto cómo novedosas técnicas ministeriales surgían y desaparecían. Incluso le había tocado reconstruir luego de la devastación dejada por pastores caídos. Pero nada de esto en realidad lo preparó para enfrentarse con el efecto corrosivo de la falsa enseñanza que se dispersó en la iglesia con la llegada de una nueva familia.
Los Smith eran el tipo de familia que todo pastor sueña tener. Eran amigables, tenían un matrimonio estable con hijos piadosos y estaban listos para involucrarse en la iglesia. Unos pocos meses después de su llegada, el padre se ofreció como voluntario para enseñar en la escuela bíblica de niños, la madre se ofreció como voluntaria en la guardería y varios de sus hijos jóvenes se integraron al grupo de adoración. Solo había un problema: los Smith tenían una visión muy desviada en cuanto a la enseñanza bíblica sobre el divorcio y el nuevo casamiento. Ellos creían que volver a casarse después de un divorcio estaba prohibido. Pensaban que un nuevo casamiento en realidad era «adulterio», independientemente de las circunstancias que llevaron al divorcio, y no mantenían su punto de vista en secreto.
Pronto, el pastor Bob comenzó a ver la preocupación de algunos miembros por la forma en la que el Sr. Smith defendía su posición en la iglesia. Después de la adoración o entre los servicios, el Sr. Smith se acercaba a una pareja y, con el pretexto de querer conocerlos, preguntaba sobre su matrimonio. Si habían estado casados antes, el Sr. Smith les instaba a divorciarse, recordándoles que Dios amenazó con juzgar a los adúlteros y que éstos no tendrían lugar en el reino de Dios. Este tipo de interrogatorios fue suficiente para crear una verdadera crisis de fe en la vida de algunas personas, y el pastor Bob sabía que debía confrontar al Sr. Smith.
No debería sorprendernos el peligro que representa la falsa enseñanza. Ponemos cerraduras en nuestras puertas porque sabemos que hay personas que robarán nuestras pertenencias si se les presenta la oportunidad.
Cuando se reunieron, el Sr. Smith acusó al pastor Bob de ser como los pastores de las otras iglesias a las que ellos habían asistido antes (y de las cuales habían sido expulsados): «Usted no defiende la verdad», dijo. Aunque el pastor Bob no expulsó a los Smith, sí les dijo que su punto de vista estaba perturbando la paz de la congregación, que no estaba alineado con las doctrinas de la iglesia y que no podían promover su posición dentro de la misma. Después de algunas semanas de tensión, los Smith retiraron su servicio voluntario en la iglesia y comenzaron un grupo en su casa con algunos amigos de la congregación que compartían sus creencias.
Tristemente, ejemplos como este pueden repetirse vez tras vez. Además de trabajar en la Palabra, esforzándose por equipar al pueblo de Dios con las herramientas necesarias para vivir como peregrinos en una cultura hostil, muchos pastores a menudo se encuentran a la defensiva en contra de la falsa enseñanza dentro de la iglesia. Incluso cuando la enseñanza en cuestión no ataca el corazón del evangelio, la paz y pureza de la iglesia pueden ser sacudidas. En lugar de mantener la unidad en el vínculo de la paz, como Jesús ora en Juan 17:22-23 y como Pablo describe en Efesios 4:1-3, una iglesia que es atormentada por falsas enseñanzas se divide y angustia.
No debería sorprendernos el peligro que representa la falsa enseñanza. Ponemos cerraduras en nuestras puertas porque sabemos que hay personas que robarán nuestras pertenencias si se les presenta la oportunidad. De la misma manera, debemos anticipar que en la iglesia surgirán lobos que no perdonarán al rebaño (Hechos 20:29). Saber que los problemas vendrán debería estimular a los líderes a ser guardianes aún más vigilantes, listos para proteger la paz y pureza de la iglesia. Sin embargo, cuidado con ponerlas a competir entre sí. Podemos estar tan ansiosos por mantener la paz que terminamos en negligencia doctrinal. Por otro lado, podemos estar tan ansiosos por mantener la pureza que dejamos que nuestra vigilancia se convierta en sospecha y miedo.
Entonces, ¿qué podemos hacer para ayudar a mantener la paz y pureza de la iglesia? Esta será la pregunta que estaremos respondiendo en la segunda parte de este artículo.