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13 julio, 2023La importancia de una pluralidad de ancianos

Actualmente vivo en Milán, y disfruto pasear por el perímetro del Castillo Sforza. Este fue construido en el siglo XV y fue una de las ciudadelas más grandes en Europa durante cientos de años. Sus enormes murallas, de más de cien pies de altura, se asoman sobre la fosa exterior como un imponente tsunami de ladrillo y hacen que el castillo sea prácticamente impenetrable. Hubo un tiempo en el que estas murallas se extendían alrededor de toda la ciudad, protegiendo a sus habitantes de las invasiones y proporcionándoles una sensación de seguridad. En el mundo medieval, una ciudad sin murallas era casi inimaginable. Hubiera estado indefensa y tenido pocas probabilidades de sobrevivir.
Las vastas murallas de una ciudad antigua ilustran la necesidad que tiene la iglesia de una pluralidad de ancianos. Así como las murallas y las puertas fortificadas ayudaban a salvaguardar una ciudad para que la vida cívica pudiera prosperar, también una pluralidad de líderes fieles en la iglesia ayuda a preservar la vida en el reino de Dios. Una iglesia en la que el pastor principal es el único anciano, o el que posee la mayor autoridad entre sus líderes, se encuentra en una posición muy vulnerable, expuesta a los peligros del poder, la personalidad y el conflicto. Basta con observar el curso de muchas iglesias evangélicas influyentes en los últimos años para ver hasta qué punto esto es cierto. En la mayoría de los casos, el colapso final resultó en parte por una falta de autoridad compartida entre un grupo de ancianos.
Existen al menos cuatro razones bíblicas y prácticas por las que es necesaria una pluralidad de ancianos. En primer lugar, provee una mejor rendición de cuentas a la iglesia. Según la Biblia, los creyentes deben rendir cuentas de su doctrina y su vida. Lo que creen y cómo viven debe estar alineado con las Escrituras. Los ancianos de la iglesia local tienen la gran responsabilidad de hacer que los miembros de la congregación rindan cuentas. «Obedezcan a sus pastores y sujétense a ellos», dice el autor de Hebreos, «porque ellos velan por sus almas, como quienes han de dar cuenta. Permítanles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para ustedes» (He 13:17). Nota que este versículo habla de los líderes en plural. Los cristianos no deben rendir cuentas a un solo líder. Por el contrario, Cristo cuida de Su iglesia a través de una pluralidad de ancianos. Esta responsabilidad compartida ayuda a proteger al rebaño del abuso espiritual y la intimidación que podrían ocurrir más fácilmente en una iglesia donde todo el mundo rinde cuentas a un solo hombre.
Además, el pastor mismo también debe rendir cuentas a los ancianos. El modelo bíblico para el gobierno de la iglesia no es un sistema jerárquico en el que el pastor principal es un obispo sobre los ancianos de la iglesia. En el Nuevo Testamento, «obispos» (también traducido «supervisores») y «ancianos» (también traducido «presbíteros») son sinónimos. Por ejemplo, cuando Pablo instruye a Tito a «designar ancianos en cada ciudad» (Tit 1:5), describe los requisitos para estos ancianos, llamándolos obispos: «Porque el obispo debe ser irreprensible como administrador de Dios» (Tit 1:7). Utiliza los dos términos para describir el mismo cargo. Del mismo modo, en su discurso de despedida a los líderes de la iglesia en Éfeso, Pablo «llamó a los ancianos de la iglesia» (Hch 20:17). Luego se dirigió a ellos como «supervisores» u «obispos» de la iglesia de Dios (Hch 20:28). En las Escrituras, estos términos nunca se utilizan para describir diferentes rangos de autoridad o a un único líder que gobierna la iglesia en solitario. Esto significa que el pastor sirve a la congregación junto a los ancianos gobernantes, pero no por encima de ellos. Él mismo es un anciano que trabaja en la «predicación y enseñanza» (1 Ti 5:17). Aunque tiene formación bíblica y dones espirituales para enseñar correctamente la Palabra de Dios, su voto no es más importante que los votos de otros ancianos, y tampoco posee poder de veto sobre el consenso del grupo. Debe trabajar en armonía con los demás ancianos, respetando su liderazgo y sometiéndose a su sabiduría colectiva. En la iglesia no hay lugar para que un líder domine sobre otro. El único «jefe» en la iglesia es el Señor Jesucristo. Solo Él es la cabeza del cuerpo (Ef 1:20-22).
En segundo lugar, una pluralidad de ancianos proporciona a la iglesia una mayor probabilidad de éxito en su misión. Antes de ascender al cielo, Jesús dejó a la iglesia Su gran comisión:
Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo (Mt 28:18-20).
Según nuestro Señor, el objetivo de la misión de la iglesia es hacer discípulos. El medio para lograr esta misión es el ministerio de la Palabra y los sacramentos en la iglesia local. Así es como Cristo ha elegido reunir a Sus redimidos, recibir su adoración, alimentar su fe y unirlos como una comunidad arraigada y establecida en el amor (Ro 12; Ef 4; Fil 1:27 – 2:11).
Sin embargo, nada de esto es posible sin una pluralidad de ancianos en la iglesia local. El ministerio de la Palabra no depende únicamente del ministro de la Palabra. Los apóstoles nombraron ancianos para que supervisaran la congregación (Hch 14:21-23; ver Fil 1:1; Stg 5:14) y diáconos para que sirvieran al cuerpo con misericordia (Hch 6:1-7). Si estos oficiales no cumplen los roles que Dios les ha asignado, el pastor no puede dedicarse a la oración, la predicación y la enseñanza. Será inevitable que se sienta abrumado con la administración y se involucre en tareas que realmente pertenecen a los ancianos y diáconos. Peor aún, corre el riesgo de definir la misión de la iglesia según su propia visión y de construir el ministerio en torno a sus dones y personalidad. Cuando esto sucede, las consecuencias espirituales son desastrosas. Sin embargo, cuando una congregación es bendecida con una pluralidad de oficiales fieles, los resultados son abundantes: «Y la palabra de Dios crecía, y el número de los discípulos se multiplicaba en gran manera en Jerusalén, y muchos de los sacerdotes obedecían a la fe» (Hch 6:7).
En tercer lugar, la pluralidad de ancianos proporciona a la iglesia una mayor preservación de la verdad. Al exhortar a los ancianos de Éfeso, Pablo les dijo:
Tengan cuidado de sí mismos y de toda la congregación, en medio de la cual el Espíritu Santo les ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual Él compró con Su propia sangre. Sé que después de mi partida, vendrán lobos feroces entre ustedes que no perdonarán el rebaño… hablando cosas perversas para arrastrar a los discípulos tras ellos. Por tanto, estén alerta… (Hch 20:28-31).
Los ancianos gobernantes tienen la responsabilidad de mantener la pureza de la Palabra y los sacramentos en la iglesia local. Deben procurar la preservación del evangelio para que cada generación pueda redescubrirlo. Vivimos en una época donde muchos «no soportarán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oídos, conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros» (2 Ti 4:3). Un cuerpo de ancianos en la iglesia local ayuda a garantizar que la congregación preserve la doctrina y no se deje llevar por los caprichos teológicos y las opiniones personales de un líder. Como dice el proverbio: «en la abundancia de consejeros está la victoria» (Pr 11:14).
En cuarto lugar, la pluralidad de ancianos proporciona al rebaño de Cristo un mayor cuidado pastoral. En el Antiguo Testamento vemos cómo se designaron múltiples ancianos para que ayudaran a Moisés en el cuidado del pueblo de Dios. El Señor dio una porción del Espíritu que estaba sobre Moisés a setenta ancianos para que le ayudaran a llevar esta carga (Nm 11:16-17). Del mismo modo, en la iglesia del nuevo pacto, los ancianos comparten la responsabilidad del cuidado pastoral con el ministro. Pedro escribe: «Por tanto, a los ancianos entre ustedes, exhorto yo… pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él» (1 P 5:1-2). Los ancianos hacen esto de varias maneras prácticas. Pastorean el rebaño mediante las visitas a las familias y la disciplina bíblica. Ayudan a catequizar a los jóvenes de la iglesia y promueven activamente la obra de evangelización y las misiones. Proporcionan consejo bíblico y ayudan a atender a los enfermos y moribundos. En resumen, se aseguran de que el rebaño esté sano y de que todo en la iglesia se haga decentemente y en buen orden. Ningún hombre tiene todos los dones necesarios para edificar la iglesia. Tener una pluralidad de ancianos proporciona a la congregación un mayor cuidado pastoral al incorporar a hombres con diferentes dones al liderazgo de la iglesia, de modo que puedan complementar los puntos fuertes del pastor y compensar sus debilidades.
Como pastor, estoy agradecido al Señor por los muchos ancianos piadosos con los que he servido en los últimos veinte años de ministerio, tanto en Estados Unidos como en Italia. Estoy agradecido por la manera en que me han hecho rendir cuentas de mi doctrina y comportamiento, teniendo el amor y el valor para corregirme cuando lo he necesitado. Estoy agradecido por su compromiso con la misión de la iglesia, recordándome siempre que se trata de proclamar a Cristo a través de los medios ordinarios de gracia. Estoy agradecido por su fidelidad al Evangelio y a las confesiones y los credos reformados, ayudándome a mantener una buena teología y a no perder el enfoque en Jesús. Estoy agradecido por su disposición a utilizar sus dones para el cuidado pastoral y el bienestar espiritual del rebaño, dándonos un ejemplo de liderazgo servicial como el de Cristo. Según la promesa de las Escrituras, cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibirán «la corona inmarcesible de gloria» (1 P 5:4). Hasta entonces, que el Rey Jesús siga fortificando los muros de Su reino en cada iglesia local con una pluralidad de ancianos fieles.