¿La iglesia ha entendido mal la justificación?
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Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: El juicio a Lutero: La Dieta de Worms
En la primavera de 1521, Martín Lutero, junto con algunos colegas y estudiantes, abordaron un carruaje y partieron hacia El 29 de marzo de 1521, Martín Lutero recibió una carta en la que el emperador Carlos V le pedía que acudiera a rendir cuentas en la Dieta imperial de Worms. La palabra dieta se refiere a la asamblea de los principales poderes políticos del Sacro Imperio Romano Germánico frente al rey o emperador. A la Dieta de Worms asistieron unos ochenta príncipes y ciento treinta condes, junto con embajadores de reyes y señores extranjeros, todos los cuales iban acompañados de su séquito. Se dice que más de diez mil invitados se quedaron en Worms, lo que en muchos aspectos fue una gran carga para la ciudad pero, por otro lado, también generó un negocio considerable. Los informes nos advierten acerca de torneos, prostitutas, peleas y más, o para resumirlo en las palabras de un testigo: «Todo era salvaje y desenfrenado».
Pero la política estaba en el centro, y la Dieta de Worms tenía tres asuntos principales que tratar. El primero fue quién representaría al emperador en Alemania cuando estuviera en otro lugar de su imperio y cómo dividir los poderes entre Carlos y su hermano Fernando. El segundo tema fue la cuestión de los impuestos para financiar el imperio, y el tercero fueron las quejas del mundo germanoparlante contra el papa y la curia (administradores de la iglesia) en Roma.
Inicialmente, el tema de Lutero no se había incluido en la agenda de la dieta. Solo en el último momento se añadió la causa Lutheri, y eso en contra de los deseos del clero. A fines de 1520, el papa había emitido la prohibición contra Lutero, lo que significaba que fue excomulgado de la iglesia, y el clero ahora esperaba que esta excomunión simplemente fuera respaldada por la dieta, haciendo innecesaria una audiencia y aislando a Lutero social y políticamente. Federico el Sabio, elector de Sajonia y autoridad política de Lutero, logró convencer al emperador de que se debía invitar a Lutero a rendir cuentas. El emperador se sintió obligado a aceptar esta solicitud porque se dio cuenta de que un número cada vez mayor de personas se había unido a Lutero, incluidos muchos gobernantes políticos. Sin embargo, la invitación del emperador carecía de claridad sobre por qué Lutero debería venir a Worms. ¿Era para retractarse? ¿Era para explicar? El emperador mantuvo la puerta abierta tanto al papa como a los gobernantes. El mismo Lutero entendió claramente que el viaje a Worms era peligroso, pero de todos modos quería ir.
Lutero partió el 2 de abril hacia Worms. Le acompañaban el fraile agustino Johannes Petzenstein, el teólogo Nicolaus von Amsdorf, el jurista Justus Jonas y el noble Peter von Suaven, representante de los estudiantes. El reformador estaba decidido a ir a Worms e incluso sostuvo que una enfermedad no le impediría presentarse ante el emperador. Sin embargo, tenía temor. Pensaba de manera constante en Jan Hus, a quien, como a Lutero, se le prometió un salvoconducto pero terminó siendo quemado en la hoguera en Constanza.
El viaje
La causa Lutheri se había convertido en uno de los temas políticos más importantes de Europa. Para muchos en Alemania, Lutero se había convertido en un héroe y para todos era un espectáculo. En su viaje a Worms, en todas partes había gente parada a lo largo del camino. En algunos lugares fue aclamado, y en otros las autoridades de la ciudad se esforzaron tanto por ignorarlo que el interés solo aumentó. En Leipzig, nadie le prestó atención, pero en Erfurt fue una historia completamente diferente. El rector de la universidad, Crotus Rubeanus, se reunió con Lutero en las afueras de la ciudad con cuarenta caballeros para llevarlo a la ciudad de una manera majestuosa y formal. A la mañana siguiente, cuando predicó en la iglesia agustina, estaba tan llena que la gente entró en pánico; varios de los que estaban sentados arriba rompieron las ventanas para salir más rápido. Lutero calmó a la gente y culpó al diablo por el pánico.
En el camino, Lutero estaba ansioso, con miedo e inquietud. Se puso tan enfermo que recurrieron a la extracción de sangre. Sus problemas intestinales, una molestia durante mucho tiempo, lo atormentaron nuevamente.
El 14 de abril llegaron a Frankfurt y al día siguiente fueron a Worms. Lutero confiaba en que «entraría en Worms también contra la voluntad de todas las puertas del infierno y las potestades del aire». En cambio, primero escuchó un sonido de trompeta. Cuando Lutero y sus compañeros se acercaron a las puertas de la ciudad el 16 de abril, las trompetas de la torre de la iglesia anunciaron su llegada. Frente a la puerta de la ciudad, una delegación de la nobleza sajona esperaba para conducirlo al lugar donde se hospedaría. A lo largo de las calles, aproximadamente dos mil personas lo saludaron ruidosamente, para disgusto de la delegación papal. Las imágenes de Lutero se vendieron tan bien que las imprentas no pudieron satisfacer la demanda. La gente quería tocarlo, como si fuera una imagen de los santos o una reliquia.
Lutero se alojó en el Johanniterhof, donde vivía parte de la delegación sajona. Debido a la dieta imperial, la ciudad carecía de alojamiento suficiente para todos los viajeros y Lutero tuvo que compartir su habitación con otros dos. Casi de inmediato, recibió la visita de varios gobernantes, como el joven Felipe de Hesse (1504-1567), quien sería muy importante para la causa de la Reforma. En la mañana del 17 de abril, se le informó a Lutero que a las cuatro de la tarde lo esperaban en el palacio del obispo cerca de la torre de la iglesia, donde comparecería ante el emperador. No se le dijo más, porque en ese momento todavía no estaba claro cómo iban a tratar este punto de la agenda imperial. Esperaba tener al menos la oportunidad de explicar su visión sobre la justificación y discutir los puntos en desacuerdo.
La audiencia
Uno de los funcionarios del emperador recogió a Lutero al mediodía. Debido a que las calles estaban llenas de gente que quería verlo, fue conducido hasta el emperador a través de pequeños jardines y callejones. El comienzo fue difícil; Lutero entró con una expresión alegre, pero pronto se dio cuenta de que tal comportamiento contravenía los protocolos para estar en la presencia del emperador. Lutero también se sorprendió cuando Johann Eck, que estaba en realidad al servicio del arzobispo de Tréveris, habló aquí en nombre del emperador, indicó una colección de escritos sobre una mesa y preguntó si todos eran suyos. Lutero pidió que fueran nombrados uno por uno. Una vez hecho esto, reconoció que efectivamente los había escrito. De manera inmediata, se le solicitó retractarse. Lutero pidió tiempo para considerar lo que se le demandaba «porque se refiere a la Palabra de Dios, y que es después de todo lo más alto en el cielo y en la tierra». Lutero no quería caer bajo el juicio de Cristo «que dijo que cualquiera que se avergüence de mí en la tierra, me avergonzaré de él delante de mi Padre celestial y Sus ángeles».
Cuando se paró ante el emperador y pareció tener alguna duda, su pedido de un tiempo para reflexionar no fue una sorpresa. Estaba de pie ante el hombre más poderoso del mundo, que estaba rodeado por un gran grupo de personas poderosas tanto de la iglesia como del imperio. El emperador acababa de dejar en claro que por la salud de Lutero, por la de toda la iglesia y por la de todo el imperio, sería mejor que Lutero se retractara rápidamente y luego volviera a actuar con normalidad. En respuesta a su solicitud de tiempo para reflexionar, Eck le dijo a Lutero que no tenía derecho a hacer tal solicitud, porque debería haber sabido de antemano que fue llamado aquí para retractarse. Pero el emperador quiso ser misericordioso y le concedió tiempo para reflexionar hasta el día siguiente al mediodía.
Lutero se fue de inmediato y escuchó de sus seguidores que su actuación no había sido impresionante. Había sido difícil escucharlo y no había mostrado una fuerte defensa. Cuando regresó a la posada después de su primera audiencia, hacia el final de la tarde, escribió una carta, que era todo lo que podía hacer ya que mucha gente quería verlo y hablar con él.
Afortunadamente, esa noche varias personas se acercaron para animarlo para el día siguiente. Ese día sería decisivo en la vida de Lutero y en la historia de la iglesia cristiana.
Nota del editor: partes de este artículo están adaptadas o tomadas de Martin Luther: A Spiritual Biography [Martín Lutero: una biografía espiritual] de Herman Selderhuis © 2017. Usado con permiso de Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers, Wheaton, IL 60187, www.crossway.org.