Él restaura mi alma
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11 noviembre, 2018Me guía por senderos de justicia por amor de Su Nombre
Nota del editor: Este es el quinto capítulo en la serie «El Salmo 23», publicada por la Tabletalk Magazine.
El Salmo 23 está lleno de palabras de acción. Describe un viaje, no un estado de inactividad. Incluso cuando las ovejas se acuestan en pastos verdes, es un descanso temporal para las ovejas cansadas. Desde ese momento en el salmo, las ovejas se están moviendo. El Pastor las conduce junto a aguas tranquilas y a través del valle de sombra de muerte. Siguiéndolas todos los días de sus vidas con bondad y misericordia.
No puedo leer el Salmo 23 sin pensar en Lucas 15. Ese capítulo muestra cómo Dios en Cristo busca y salva a los perdidos. La parte más memorable del capítulo es, por supuesto, la historia del hijo pródigo. Pero ese relato ocurre al final de un discurso extenso que comienza con una parábola mucho más corta que utiliza la conocida analogía pastoral del Salmo 23. Aquí un pastor deja su gran rebaño en campo abierto para buscar y rescatar a una oveja que se encuentra sola y perdida. «Al encontrarla, la pone sobre sus hombros, gozoso” (Lc. 15:5) y la lleva a casa.
Aunque las Escrituras hacen mucho énfasis en la soberanía absoluta de Dios en la obra de la salvación, nunca excluye ni minimiza la responsabilidad humana.
Cristo, por supuesto, dijo que Él mismo es el Buen Pastor (Jn. 10:11). Fue una de sus afirmaciones públicas más controversiales porque era claramente una declaración de Su deidad. El verdadero «Pastor de Israel» es y siempre ha sido Yahweh. A lo largo del Antiguo Testamento Yahweh es identificado repetidamente como el Pastor de Su propio pueblo.
Sin embargo, Jesús no solo se llamó a Sí mismo «el Buen Pastor», sino que también se refirió a todos los creyentes como «las ovejas» (Jn. 10:11). El hecho de que Cristo se adjudicara esa función era equivalente a decir que Él es Yahweh. El Nuevo Testamento también lo llama «el gran Pastor de las ovejas» y «el Príncipe de los pastores» (Heb. 13:20, 1 P 5:4).
Como el Salmo 23 enfatiza desde el comienzo hasta el final, la tierna dirección del Gran Pastor siempre es enfocada, intencional y llena de bondad y misericordia. Su propósito es librar a Sus corderos del mal y del peligro, a través del valle de sombra de muerte y llevarlos a seguridad y bendición. Todo eso está resumido en la declaración: «Me guía por senderos de justicia por amor de Su nombre».
Las ovejas representan criaturas caídas que por sí solas nunca podrán encontrar o recorrer con éxito los senderos de la justicia. «Porque estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida» (Mt. 7:14). Pero, ¿a dónde más las podría llevar el Gran Pastor? “Justo es el Señor en todos sus caminos». (Sal. 145:17).
Estos hechos resaltan aún más una verdad que a menudo enfatizamos, es decir, la soberanía de Dios en la salvación de los pecadores. El Pastor divino busca y salva a los perdidos. Él no es solo el restaurador de sus almas; también los guarda, los cuida, los mantiene en la fe, los trae de regreso cuando divagan y los conduce por senderos de justicia. La obra de Dios en la salvación es completa. La oveja rescatada no tiene logros de los que vanagloriarse.
Muchos pasajes de la Escritura enfatizan este hecho. Romanos 8:29-30 traza la salvación de los elegidos desde su predestinación en la eternidad pasada hasta su glorificación en la eternidad futura, y es Dios quien hace todo. Efesios 2:8-9 nos recuerda que nuestra redención del pecado no es obra nuestra: «sino que es don de Dios. . . para que nadie se gloríe».
«¿Dónde está, pues, la jactancia? Queda excluida» (Ro. 3:27). Cada aspecto de nuestra salvación es realizado por la gracia divina, tanto que incluso las cosas buenas que hacemos como personas redimidas son obras que «Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas» (Ef. 2:10). Por lo tanto, el Gran Pastor soberanamente nos guía por sendas de rectitud.
Sin embargo, aunque las Escrituras hacen mucho énfasis en la soberanía absoluta de Dios en la obra de la salvación, nunca excluye ni minimiza la responsabilidad humana. El Pastor guía, pero las ovejas no son pasivas. Ellas le siguen, ese es su deber. Pueden tropezar o divagar a veces, pero conocen al verdadero Pastor y son conocidas por Él, por lo que nunca se apartarán de Él por completo. En las palabras de Jesús: «Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco y me siguen» (Jn. 10:27). Su propio andar en justicia es una de las evidencias clave de que pertenecen al Buen Pastor. No son salvas por caminar en rectitud, pero su andar en justicia evidencia que Dios las ha salvado.
Y aquí está la prueba definitiva de que su fe en el Gran Pastor es auténtica: ellas perseveran. Aquellos que se apartan de los senderos de justicia para nunca regresar nunca pertenecieron al Pastor.
Sin embargo, debido a que Dios es soberano, Sus ovejas están seguras. Ellas perseveran en los caminos de justicia. Más aún, el Pastor mismo dijo: «y yo les doy vida eterna, y jamás perecerán, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano del Padre» (Jn. 10:28-29).