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Nota del editor: Este es el tercer capítulo en la serie de artículos de Tabletalk Magazine: Las misiones mundiales y la teología reformada
«Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos [y]…enseñándoles» (Mt 28:19-20). Estas son las famosas últimas palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo. Él llama a Su iglesia a lo largo de los siglos a alistarse en Su misión al mundo. Por «iglesia» me refiero tanto a la organización que está estructurada con ministros, ancianos, diáconos y miembros, como al organismo de esos miembros dispersos por todo el mundo. La iglesia no es solo un lugar sino un pueblo. No es solo un templo estático sino un edificio hecho de piedras vivas (1 Pe 2:4-8). Además, por «misiones» me refiero tanto al envío oficial del evangelio a personas de todas partes (Rom 10:14-17) como a personas como tú y como yo que vivimos como puestos celestiales de avance del evangelio (1 Pe 3:13-17).
Sin embargo, existe la necesidad de ser honestos respecto a las personas que abrazamos la teología reformada: ponemos excusas prácticas para no obedecer la comisión de Jesús. De hecho, también ponemos excusas teológicas. Las dos más populares tienen que ver con la predestinación y la muerte de Cristo. A menudo escuchamos estas dos doctrinas caricaturizadas por los opositores teológicos, como que nos llevan a no tener ningún interés o motivo real para el evangelismo personal y las misiones mundiales. El popular escritor anticalvinista, Dave Hunt, dijo que los calvinistas «traen el evangelio al mundo no por su calvinismo sino solo a pesar de él». Creo que esto es una caricatura, pero en la práctica también somos propensos a convertirlo en una profecía autocumplida en ocasiones. En cambio, quiero afirmar que los cristianos que abrazan las formulaciones teológicas reformadas de la predestinación y la muerte de Cristo en realidad tienen un ímpetu más fuerte para las misiones que cualquier otra tradición teológica. Permíteme explicarlo.

Predestinación
Desde el principio, debemos darnos cuenta de que no es que algunos cristianos crean en la soberanía de Dios en la predestinación y, por lo tanto, no crean en las misiones, mientras que otros hacen misiones porque tienen una mayor creencia en la responsabilidad humana. Como J.I. Packer explicó: todos los cristianos creen en la soberanía de Dios porque todos los cristianos oran, agradecen a Dios por salvarlos y piden que el Señor salve a sus seres queridos perdidos.
Entonces, ¿es la predestinación una motivación para las misiones? Pablo se angustió por el hecho de que la mayoría de sus compañeros judíos rechazaron a Jesús como su Mesías. De hecho, dijo que estaba dispuesto a ser maldecido eternamente por Dios si eso significaba salvar a los judíos (Rom 9:1-3). Sin embargo, Pablo procedió a explicar que la promesa de Dios no había fallado; en cambio, Su propósito de elección se estaba realizando a tiempo (vv. 6-18). Y a la objeción de que la predestinación convierte a las personas en robots, Pablo respondió: «Al contrario, ¿quién eres tú, oh hombre, que le contestas a Dios? ¿Dirá acaso el objeto modelado al que lo modela: Por qué me hiciste así?» (v. 20). Y así Pablo dice: «el deseo de mi corazón y mi oración a Dios por ellos es para su salvación» (10:1). Entonces, ¿qué significa Romanos 9 — 11 para que la predestinación sea un motivo para las misiones? Permíteme ofrecer varias reflexiones prácticas.
Primero, debido a que la predestinación es verdadera, Pablo tenía una angustia y un deseo sincero de que sus hermanos judíos fueran salvos. La predestinación profundiza el deseo, enciende las emociones y estimula la oración persistente.
Segundo, debido a que la predestinación es verdadera, Pablo obedeció el mandato de Jesús: «Id» (Mt 28:19). Simplemente lee el libro de Hechos en paralelo con las cartas de Pablo para ver esto. Para nosotros, esto significa que no debemos vivir nuestras vidas preguntándonos acerca de la voluntad secreta de Dios para nuestras vidas o las vidas de los demás, sino que debemos vivir de acuerdo con Su voluntad revelada como se encuentra en Su Palabra. Él nos dice que vayamos, alcancemos y enseñemos a los perdidos, y así lo hacemos.
Tercero, debido a que la predestinación es verdadera, Pablo predicó sabiendo que sin el evangelio nadie sería salvo. La predicación es el medio necesario por el cual Dios salva a aquellos a quienes predestinó de la muerte espiritual a la vida eterna. Ya sea que seamos predicadores ordenados del evangelio o el más simple de los creyentes, estamos llamados en nuestros propios círculos sociales a dar testimonio del Salvador. Seamos quienes seamos, sabemos que mientras buscamos «persuadir» (2 Co 5:11) y «rogar» (v. 20) a través de la Palabra, es Dios mismo quien ruega a los pecadores que se reconcilien con Él (vv. 19-20).
Cuarto, debido a que la predestinación es verdadera, era la única esperanza de Pablo, y es nuestra única esperanza, de tener éxito en las misiones. Pablo termina su discusión sobre la incredulidad de Israel, su angustia, la gracia predestinadora de Dios y los medios de predicación, con su gran doxología reflexionando sobre esto:
¡Oh, profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios e inescrutables sus caminos! Pues, ¿QUIÉN HA CONOCIDO LA MENTE DEL SEÑOR?, ¿O QUIÉN LLEGÓ A SER SU CONSEJERO?, ¿O QUIÉN LE HA DADO A ÉL PRIMERO PARA QUE SE LE TENGA QUE RECOMPENSAR? Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre. Amén (Rom 11:33-36).
La muerte eficaz de Jesús
A menudo escuchamos que la «expiación limitada» o «redención definitiva» —esa doctrina que dice que Jesús de manera eficaz dio Su «vida por las ovejas [los elegidos]» (Jn 10:15)— es un desincentivo para las misiones, o que hacer misiones está en contraste directo con nuestra teología. Permíteme afirmar de manera positiva que, debido a que creo que Jesús entregó Su vida de manera eficaz por un pueblo en particular, debo predicar el evangelio y desear que se predique en todas partes.
Déjame explicar esto retrocediendo en la historia. En el Sínodo de Dort (1618-19) en los Países Bajos, teólogos, pastores, ancianos y estadistas reformados de toda Europa se reunieron para contrarrestar las enseñanzas de los seguidores de Jacobo Arminio. Arminio y sus seguidores (llamados los remonstrantes) creían que Jesús murió de la misma manera por todas las personas. En respuesta, el Sínodo de Dort dijo en su segundo punto de doctrina que debemos llevar el evangelio hasta los confines de la tierra debido a nuestra teología. Dort dijo que, si bien el valor de la muerte de Jesús es suficiente para satisfacer los pecados de mil, millones o infinitos mundos si existieran, Cristo hizo expiación solo por aquellos a quienes Dios predestinó y que abrazan a Jesús por fe. En otras palabras, si tu visión de la expiación limitada limita tu perspectiva misionera, no comprendes la visión reformada histórica de la muerte de Jesús. Los Cánones de Dort en el capítulo 2.5 hacen eco del mandato de Jesús en Mateo 28:19:
Promesa que, sin distinción, debe ser anunciada y proclamada con mandato de conversión y de fe a todos los pueblos y personas a los que Dios, según Su beneplácito, envía Su Evangelio.
Debemos hacer misiones porque la muerte de Cristo es efectiva para los elegidos. Jesús tiene una autoridad universal: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra» (Mt 28:18). Él hace una promesa universal: «y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (v. 20). Además, prometió Su presencia con la tarea universal de la iglesia de bautizar y enseñar a las naciones. La gran comisión de Jesús es el medio para cumplir la historia de Dios en la Escritura. Dios hizo el mundo para que a través de la obediencia de Adán, todos los que salieran de él fueran bendecidos para vivir en comunión eterna con el Creador. Pero Adán pecó. En lugar de dejar a toda la posteridad de Adán en sus pecados para siempre, el Señor intervino con promesas de que un día Él bendeciría y salvaría al mundo. A Abram le dijo: «en ti serán benditas todas las familias de la tierra» (Gn 12:3). Los salmos de Israel celebraron esta futura promesa en oraciones y canciones poéticas, cuando «Todos los términos de la tierra se acordarán y se volverán al SEÑOR, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti» (Sal 22:27). Los profetas anhelaban que llegara el día en que «el monte de la casa del SEÑOR será establecido como cabeza de los montes; se alzará sobre los collados, y confluirán a él todas las naciones» (Is 2:2).
En el Sínodo de Dort, los remonstrantes caricaturizaron la posición reformada, diciendo:
Solo están obligados a creer que Cristo murió por aquellos por quienes Cristo murió. No obstante, los réprobos, como son llamados, por quienes Cristo no ha muerto, no están obligados a tal fe, ni pueden ser condenados justamente por negarse a creer en esto. De hecho, si hubiera tales réprobos, estarían obligados a creer que Cristo no murió por ellos.
De manera más reciente, el anticalvinista George Bryson expresó esta caricatura:
Desde una perspectiva completamente calvinista… así como ninguna cantidad de predicación ayudará a los no elegidos, ninguna falla de los cristianos en alcanzar a los elegidos les impedirá venir a Cristo. Por lo tanto, mientras que el evangelio debe ser proclamado, es difícil ver por qué deberíamos estar tan preocupados, calvinísticamente hablando.
En contraste, el padre de las misiones modernas, William Carey, un calvinista, abrió su famoso trabajo sobre la obligación de los cristianos de difundir el evangelio diciendo:
Como nuestro bendito Señor nos ha pedido que oremos para que venga Su reino y se haga Su voluntad en la tierra como en el cielo, nos corresponde no solo expresar nuestros deseos de ese evento con palabras, sino usar todos los métodos lícitos para difundir el conocimiento de Su nombre.
Nuestra doctrina no es un desincentivo, sino que es el incentivo. Los delegados británicos al Sínodo de Dort dijeron: «No hay hombre que no pueda ser llamado sinceramente a participar en el perdón de los pecados y la vida eterna obtenida por la muerte de Cristo». Juan Calvino comentó que Jesús emplea el término «todo aquel», en Juan 3:16, «tanto para invitar indiscriminadamente a todos a compartir la vida como para eliminar toda excusa de los incrédulos». Dijo que Dios «es favorable a todo el mundo cuando llama a todos sin excepción a la fe de Cristo». Finalmente, exhortó a sus lectores:
Recordemos que aunque la vida se promete de manera general a todos los que creen en Cristo, la fe no es común a todos. Cristo está abierto a todos y se muestra a todos, pero Dios abre los ojos solo a los elegidos para que lo busquen por fe.
Las doctrinas teológicas de la predestinación y la muerte de Cristo motivaron a nuestros antepasados a las misiones. La iglesia reformada de Ginebra envió misioneros a Brasil en la década de 1550. John Eliot (1604-1690) fue cada dos semanas a predicar y catequizar a los hijos de los nativos americanos a partir de 1646. El parlamento inglés creó la Sociedad para la Propagación del Evangelio en Nueva Inglaterra en el siglo XVII. El Sínodo de Dort inició una escuela misionera. David y John Brainerd predicaron a la gente de Housatonic a mediados del siglo XVIII. Carey fundó lo que vino a llamarse la Sociedad Misionera de Londres. Robert Moffat (1795-1883) y David Livingstone (1813-73) se entregaron al sur y centro de África. Robert Morrison (1782–1834) tradujo la Biblia al chino en 1818. Que estas doctrinas nos motiven a realizar misiones al otro lado de la cerca del patio trasero y a través de los continentes y océanos en la actualidad.