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Nota del editor: Este es el cuarto capítulo en la serie especial de artículos de Tabletalk Magazine: La historia De la Iglesia: Siglo XII
Las raíces de la doctrina cristiana se remontan a la revelación de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento. En los primeros siglos de la iglesia, los apologistas defendieron las creencias cristianas. Los concilios ecuménicos afirmaron la Trinidad y los teólogos reforzaron estas creencias.
La verdadera teología sistemática debe su origen en gran parte a Pedro Lombardo (1100-60 d. C.). Formado en Reims y París, Lombardo ascendió hasta convertirse en profesor de la escuela catedralicia de Notre Dame. Entró en contacto con Hugo de San Víctor y Pedro Abelardo, destacados teólogos de la época. Lombardo escribió comentarios para la enseñanza en las aulas que le valieron el respeto de sus compañeros. Su reputación como erudito y profesor le llevó a ser obispo de París en 1159, poco antes de su muerte.
Sus primeros comentarios —llamados glosas— consistían en pasajes de los Salmos y las cartas paulinas intercalados con extensas notas de pensadores medievales. Sin embargo, a medida que los estudios teológicos se desarrollaban en el siglo XII, la atención de los eruditos fue más allá de las glosas para centrarse en el método teológico: cómo identificar los temas que debían estudiarse y cómo organizarlos en un conjunto coherente; cómo utilizar la razón junto con los textos bíblicos y cómo manejar a las autoridades teológicas (especialmente cuando entraran en conflicto). Aunque Lombardo aportó poco material original, sus escritos más famosos cumplían las características de la teología sistemática como disciplina. Aprovechando su amplio conocimiento de los teólogos anteriores —desde Agustín en Occidente y Juan de Damasco en Oriente— Lombardo recopiló su material en un todo coherente en sus Cuatro libros de sentencias.
Al desarrollar sus Sentencias, Lombardo se enfrentó a una decisión crucial. ¿Seguiría el modelo de Hugo de San Víctor, quien construyó una teología históricamente ordenada y coherente con el relato bíblico? ¿O se aventuraría en el nuevo territorio especulativo trazado por Abelardo? El tratamiento teológico de Hugo coincidía con la enseñanza ortodoxa que se remontaba hasta Agustín. Abelardo, en cambio, se mostraba innovador, como indica su Sic et Non (Sí y no), en el que yuxtaponía citas contradictorias de los padres, dejando al lector la tarea de resolver las diferencias. Como mínimo, el método de Abelardo sembró la duda de que fuera posible una auténtica unidad de pensamiento en la doctrina cristiana. Aunque no ignoró el uso de la razón de Abelardo, en el prefacio de las Sentencias, Lombardo ancló con decisión su método en la «página sagrada» de la Escritura. La ordenación de los temas teológicos por parte de Lombardo fue fiel a la Biblia y a la enseñanza eclesiástica anterior.
Los cuatro libros marcaron cuatro divisiones en su teología. El Libro I trata de la Trinidad: la unidad de la Divinidad, la distinción e igualdad de las tres personas y temas como la providencia, la predestinación y el mal. El Libro II exploraba la creación, incluyendo el origen del universo, la existencia de los ángeles, la caída y los efectos del pecado original. El Libro III investiga la encarnación, la unión hipostática, la obra redentora de Jesús y las virtudes cristianas. El Libro IV indaga en los sacramentos, la resurrección y el juicio futuro.
Lo que distinguió a la obra de Lombardo fue su gran volumen y minuciosidad: cada libro estaba dividido en «distinciones» (más de cuarenta en cada libro); las distinciones, a su vez, estaban divididas en capítulos. De manera significativa, Lombardo resolvió las incoherencias entre sus fuentes. Repudió algunas fuentes anteriores y su esquema resultó compatible con los textos bíblicos. Las síntesis llegaron a conclusiones ortodoxas y coherentes con el contenido bíblico. En algunos casos, Lombardo no resolvió las opiniones contradictorias afirmando que el asunto estaba más allá de la capacidad de comprensión de la razón. Al hacerlo, dejó algunas cuestiones abiertas para los pensadores posteriores.
Las Sentencias consolidaron a Lombardo como el principal teólogo de su época. Su sistema fue el primero en declarar siete sacramentos. Aunque no todos estaban de acuerdo con sus formulaciones, su estatura como «maestro de las sentencias» hizo que su obra fuera el texto universitario estándar hasta que apareció la Suma Teológica de Tomás de Aquino un siglo después.
El poder de permanencia de Lombardo se manifestó en la cita que hizo Lutero de las Sentencias para advertir a los estudiantes contra la filosofía especulativa, como lo era el método dialéctico de Abelardo. Calvino citó a Lombardo más de cien veces en su Institución, y W. G. T. Shedd, un calvinista del siglo XIX, alabó a Lombardo por su método sistemático.
Lombardo, por tanto, estableció una disciplina sistemática que no solo se remonta a la reflexión teológica temprana de la iglesia, sino también que se mantuvo influyendo en el discurso teológico hasta la modernidad.