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Reúne a un grupo de cristianos conservadores y, en poco tiempo, es probable que alguien exprese su conmoción ante la última evidencia de la decadencia cultural: «¿Puedes creer lo que han hecho?». No es tan común en esos ambientes que alguien diga: «Bueno, por supuesto que ocurren cosas escandalosas en la sociedad; todos somos un montón de pecadores corruptos».
Desde una perspectiva bíblica, quizá lo que realmente sorprende no es lo moralmente corruptas que pueden ser las cosas, sino lo bien que suelen salir. Muchas sociedades tienen sistemas legales, económicos y sanitarios que, aunque son imperfectos, proporcionan enormes beneficios a un gran número de personas. Teniendo en cuenta el estado moral de la humanidad, que «toda intención de los pensamientos de su corazón era solo hacer siempre el mal» (Gn 6:5), esto es sorprendente.


Los cristianos han apelado a varios conceptos teológicos para explicar la existencia de estos aspectos saludables de la cultura humana. Por Su providencia, Dios obtiene buenos resultados de las malas intenciones humanas. La gracia común de Dios frena el brote total del mal y derrama muchas bendiciones no salvíficas sobre la vida humana. Muchos teólogos cristianos han apuntado a la ley natural para explicar las ideas e instintos morales de muchos no cristianos. La ley natural es simplemente un aspecto de la revelación natural. Dios se revela a Sí mismo y a Su ley moral en la estructura del orden creado, incluida la propia naturaleza humana, ya que refleja la imagen de Dios. La ley natural no revela el evangelio y no tiene poder para regenerar los corazones humanos caídos. Aunque la ley natural no salva, hace valer las exigencias morales de Dios sobre la conciencia de todas las personas, incluso de aquellas que desconocen la revelación de Dios en la Escritura.
El Nuevo Testamento se refiere a los cristianos como «extranjeros y peregrinos» en este mundo (1 P 1:1, 17; 2:11). Por la gracia de Dios en Cristo ya somos ciudadanos del cielo (Fil 3:20), pero vivimos temporalmente fuera de casa, «en medio de una generación torcida y perversa» (Fil 2:15). La ley natural debe desempeñar un papel importante cuando tratamos de vivir «en paz con todos los hombres» (Ro 12:18) en un mundo así.
Aunque la Escritura nunca utiliza el término «ley natural», se refiere al concepto de ley natural en todo tipo de ocasiones. Algunas de las más interesantes y relevantes ocurren en los relatos sobre los patriarcas en el Génesis. Cuando el Nuevo Testamento nos llama «peregrinos», nos remite a la experiencia de los patriarcas, los «peregrinos» originales (Gn 12:10; 15:13; 20:1; 21:34; 23:4). Los patriarcas eran creyentes en el Dios verdadero, que vivían en medio de paganos y sin un verdadero hogar en este mundo. La Escritura desea que aprendamos algo sobre nuestra vida en el mundo actual observando a los patriarcas en su mundo. ¿Cómo influyó la realidad de la ley natural en su peregrinación?
El encuentro fascinante entre Abraham y el rey pagano Abimelec en Génesis 20 es un ejemplo esclarecedor. Temiendo por su propia vida al entrar en Gerar, Abraham declaró que su esposa Sara era su hermana y Abimelec rápidamente la tomó para sí. Avisado por Dios de que Sara era la esposa de Abraham, Abimelec confronta a Abraham: «¿Qué nos has hecho?» (v. 9). El rey pagano está aparentemente escandalizado por esta imprudente falta de respeto al matrimonio. Acusa a Abraham: «Me has hecho cosas que no se deben hacer» (v. 9). Abraham responde: «Porque me dije: Sin duda no hay temor de Dios en este lugar…» (v. 11). Resulta que Abraham estaba equivocado. Estos paganos sí temían a Dios (en cierto sentido) y entendían que las personas no debían hacerse ciertas cosas entre sí. La ley natural había grabado en sus conciencias verdades morales fundamentales.
Hay cosas que aprender de esta historia que son relevantes para los cristianos de hoy. En primer lugar, la ley natural da a los incrédulos un sentido de los límites morales que la gente simplemente no debe cruzar. Incluso los paganos, como Abimelec, se horrorizan a veces cuando se transgreden esos límites. Esto debería animarnos y recordarnos que es posible mantener conversaciones morales significativas con los no creyentes.
En segundo lugar, la gente suele transgredir estos límites morales, aunque sabe que no debe hacerlo, y esto puede acarrear grandes dificultades para los creyentes. Dina, la hija de Jacob, fue violada por un príncipe pagano, a pesar de que «no se debe hacer tal cosa» (Gn 34:7). Sodoma y Gomorra violaron gravemente el decoro social y Lot se vio obligado a huir (Gn 19). La ley natural nunca dará paso a la utopía. Debemos ser sobrios con respecto a este mundo y recordar que debemos poner nuestro corazón en la ciudad que ha de venir (He 13:14).
En tercer lugar, los mismos creyentes, lamentablemente, a veces transgreden los límites morales establecidos. Abraham e Isaac intentaron tres veces el truco de la esposa-hermana y en cada ocasión fueron reprendidos con razón por los paganos (Gn 12:18; 20:9; 26:9-10). En respuesta a la decadencia cultural, los cristianos pueden ser rápidos en justificarse a sí mismos al denunciar a otros por su degeneración moral. Pero a menudo somos nosotros los que hacemos cosas terribles, y no debemos pensar que los incrédulos no se dan cuenta. Los peregrinos cristianos deben vivir con circunspección y humildad. Debemos recordar siempre que nuestra verdadera justicia no proviene de nosotros mismos, sino que es un don de Cristo al que nos aferramos por la fe.