La antropología cristiana y la vida moral
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¿Tienes seguidores? Quizás no hubiéramos hecho esta pregunta hace una década, pero con la llegada de las redes sociales, «seguir» ahora forma parte de nuestra jerga. «Seguimos» a otros en las redes sociales y otros nos «siguen» a nosotros. Otra palabra nueva es influencer. La gente ahora aspira a tener una carrera usando sus plataformas de redes sociales para influir en sus seguidores a fin de que compren productos.
Personalmente he luchado con la idea de tener «seguidores» y de ser una «influencer». Pero entonces leo la carta de Pablo a la iglesia de Corinto, en la que exhorta: «Sean imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo» (1 Co 11:1). La palabra griega para «imitadores» aquí es mimêtês y se utiliza para describir a alguien que imita, sigue o emula a otro. Es como si alguien admirara las cualidades y habilidades de un mentor y tratara de copiar o imitar lo que hace esa persona. Pablo insta a los filipenses a hacer lo mismo (Fil 3:17; 4,9).
Nuestro Salvador también nos llamó a seguirle, a hacer las cosas que Él hace. «Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame» (Mr 8:34). La noche antes de ser traicionado, Jesús se ciñó una toalla a la cintura e hizo lo que un judío respetable nunca haría: lavó los pies de Sus discípulos. «Pues si Yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan» (Jn 13:14-15). Jesús nos llama a seguirle viviendo una vida de humildad y servicio, una vida que imite lo que Él ha hecho por nosotros.
Como creyentes, estamos llamados tanto a seguir a Cristo como a hacer discípulos que también le sigan (Mt 28:19-20). El acto de hacer discípulos requiere mostrar a la gente cómo luce seguir a Cristo; les guiamos en la fe. Al hacerlo, nos siguen. Esto significa que influenciamos en ellos para que sigan al Señor. Ya sean nuestros pequeños en casa a los que enseñamos la Palabra de Dios, o compañeros de trabajo con los que compartimos el evangelio, o grupos más grandes sobre los que tenemos una gran influencia, todos tenemos seguidores en nuestras vidas. Somos influencers para Cristo. Imitamos a nuestro Salvador ante quienes nos rodean.
La influencia conlleva una gran responsabilidad. Los influencers en las redes sociales son conocidos por generar entusiasmo y expectación en torno a un producto o una causa. Esto se debe a que las personas inevitablemente hacen lo que su influencer favorito hace. Quizá por eso Pablo exhorta a ser imitadores suyos añadiendo el calificativo «como yo lo soy de Cristo». Queremos que los demás miren nuestras acciones y no nos vean a nosotros, sino que vean a Cristo a través de nosotros. En última instancia, queremos que imiten y sigan a Cristo.
Resulta, entonces, que todos somos influencers. Todos tenemos seguidores. Así que la pregunta es: ¿Quién te sigue, y cómo puedes llevarlos a Cristo?