Esperar la ciudad de Dios

Los cristianos evangélicos aman a los Estados Unidos. Algunos creen que es la última esperanza de crear una nación cristiana. Pero no es una nación cristiana. Es pagana hasta la médula. Está en peligro de convertirse, si no lo es ya, en el nuevo «Imperio del mal». El Pacto del Mayflower es una pieza de museo, una reliquia de una época olvidada. «En Dios confiamos» ahora es una mentira.

Sí, siempre debemos trabajar para que se hagan reformas sociales. Sí, debemos ser «profanos» en el sentido que decía Martín Lutero, de salir del templo e ir al mundo. No despreciamos el país de nuestro nacimiento. Pero ¿en qué invertimos nuestra esperanza? El Estado no es Dios. La nación no es la tierra prometida. El presidente no es nuestro Rey. El Congreso no es nuestro Salvador. Nunca encontraremos nuestro bienestar en la ciudad del hombre. El gobierno federal no es soberano. Vivimos, en todas las épocas y en todas las generaciones, junto a los ríos de Babilonia. Debemos entender eso con claridad. Debemos aprender a cantar la canción del Señor en una tierra extraña y extranjera.

Los Estados Unidos caerán. Es inevitable que la nación se desintegre. Las barras y las estrellas sangrarán. La Casa Blanca se convertirá en escombros. Eso es seguro. Estamos como Agustín frente al mar. Oramos para que Dios perdone a nuestra nación. Si decide no hacerlo, le pedimos la gracia para aceptar su desaparición. En cualquier caso, fijamos nuestros ojos en Él, quien es nuestro Rey, y en el cielo, que es nuestro hogar. Esperamos la ciudad de Dios, la Jerusalén celestial, cuyo constructor y hacedor es Dios.

Coram Deo: vivir delante del rostro de Dios

Aparta un tiempo hoy para orar por tu ciudad, estado y nación.

Para estudiar más a fondo

Publicado originalmente en el Blog de Ligonier Ministries.