Porque la gracia de Dios se ha manifestado, trayendo salvación a todos los hombres, enseñándonos, que negando la impiedad y los deseos mundanos, vivamos en este mundo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús. Él se dio por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para Sí un pueblo para posesión Suya, celoso de buenas obras.
Tito 2:11-14
Tras la humillación del Hijo en su encarnación, ministerio terrenal y muerte en la cruz, el Padre comenzó a exaltarlo (Fil 2:5-11). Las etapas de esta exaltación, tal y como se presentan en las Escrituras, se definen en los Estándares de Westminster y se esbozan en el Credo Apostólico y en el Catecismo de Heidelberg, son la resurrección, la ascensión, la sesión y el regreso de Jesús para juzgar a los vivos y a los muertos.
El Catecismo de Heidelberg subraya cómo nos beneficia cada una de estas etapas de exaltación, y la pregunta y respuesta 52 trata de los consuelos del regreso de Cristo. En relación con el pasaje de hoy, el catecismo dice que saber que Jesús ciertamente volverá nos permite esperarlo con confianza, incluso en «la angustia y la persecución». Ningún creyente debe esperar una vida libre de problemas, pues Jesús prometió que la gente nos odiaría por seguirle (Mr 13:13; Lc 6:22). La persecución y las dificultades que soportaremos son, hasta cierto punto, relativas a la nación en la que vivimos, nuestra estación en la vida, y más. Pero no nos equivoquemos, sufriremos por ser cristianos y la fidelidad en medio de tales problemas nunca es fácil. Sin embargo, si confiamos en que Jesús volverá, sabemos que las recompensas que traerá a Su regreso merecen todo el sufrimiento que enfrentemos mientras tanto.
Esperar a Cristo con confianza, como explica Pablo en Tito 2:11-14, no es un acto pasivo, sino que implica la renuncia activa a la impiedad y la búsqueda apasionada de la piedad. La gracia de Dios nos ha capacitado para renunciar al pecado y confiar en Cristo. Mientras esperamos el regreso de Jesús y la consumación de nuestra salvación, vivimos nuestra fe en nuestra santificación, caminando en el Espíritu para ser personas rectas y piadosas (Ro 6). No nos sentamos a esperar que Jesús nos saque de este mundo. Por el contrario, vivimos como Sus discípulos mientras esperamos paciente pero activamente Su aparición para juzgar a los vivos y a los muertos, sirviendo a Dios en todas nuestras vocaciones. Juan Calvino comenta: «No hay nada que deba hacernos más activos o alegres en hacer el bien que la esperanza de la futura resurrección; y… los creyentes deben tener siempre los ojos fijos en ella, para no cansarse en el buen camino».
Aunque el Espíritu de Dios debe obrar aparte de nuestros esfuerzos para darnos vida espiritual, no hemos de ser receptores pasivos de la gracia de Dios después de haber confiado en Cristo por la fe sola. El nuevo nacimiento comienza un proceso de santificación de por vida, en el que cooperamos con el Espíritu Santo para mortificar el pecado, hacer el bien y servir a Dios. Esperamos adecuadamente el regreso de Jesús haciendo Su voluntad, no cruzando los brazos y deseando escapar de este mundo caído.
Eclesiastés 7:8 |
Mateo 5:11-12 |
Hebreos 9:27-28 |
2 Pedro 3:11-13 |