Esdras y Nehemías
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1 febrero, 2022Amós y Oseas
Octava parte de la serie de enseñanza del Dr. R.C. Sproul «Del polvo a la gloria II: Profetas, poesía y sabiduría».
Los últimos doce libros del Antiguo Testamento son conocidos como los profetas menores. Son conocidos como menores, no porque sean menos importantes, sino más bien por ser más breves. Los profetas menores transmitieron poderosos mensajes de parte de Dios a Su pueblo rebelde. El profeta Amós se enfocó primariamente en la justicia de Dios, con menos énfasis en la misericordia de Dios. El profeta Oseas se enfocó primariamente en la misericordia de Dios, con menos énfasis en la justicia de Dios. Ambos profetas transmitieron la Palabra del Señor al pueblo y les suplicaron que volvieran a la fe de sus padres. En esta clase, el Dr. Sproul discute las profecías de Amós y Oseas.
Transcripción
«Pero que corra el juicio como las aguas y la justicia como corriente inagotable». Creo que ese verso, tomado del libro del profeta Amós es conocido por cualquier persona que vivió durante la lucha por los derechos civiles en la historia de Estados Unidos, ya que era un texto favorito del reverendo Martin Luther King. En realidad, el texto de Amós ha sido por largo tiempo el favorito para todos los que participan en activismo social, porque de todos los profetas menores, Amós se destaca como la voz de Dios a favor del pobre y del oprimido. A menudo hay muchos conceptos falsos que salen del texto de Amós, pero la mayor preocupación de Amós fue que la justicia estuviera presente en la tierra. Su preocupación por la justicia no era solo un asunto de procedimientos de justicia penal sino del comportamiento de las personas y particularmente del gobierno con respecto a las relaciones interpersonales.
Cuando consideramos a Amós, este parece ser un tipo de profeta sombrío y triste; y él pasa tanto tiempo hablando de la justicia de Dios que apenas podemos ver algo de la misericordia de Dios en su libro. Es por eso que hoy vamos a dar un vistazo a Amós y Oseas, quienes son como los profetas gemelos del siglo VIII a. C. El énfasis de Amós es la justicia y el énfasis de Oseas es la misericordia, pero sería incorrecto suponer que todo lo que preocupaba a Amós era la justicia y que todo lo que le preocupaba a Oseas era la misericordia. Solo estamos hablando aquí de la diferencia en el énfasis. En el libro de Amós, al principio del capítulo 1, leemos esta declaración, capítulo uno, verso tres: «Así dice el Señor: ´Por tres transgresiones de Damasco, y por cuatro, no revocaré su castigo´». Luego, lo que sigue es un anuncio profético del juicio de Dios sobre la ciudad de Damasco. Luego en el verso 6: «Por tres transgresiones de Gaza, y por cuatro, no revocaré su castigo».
Verso 9: «Por tres transgresiones de Tiro, y por cuatro, no revocaré su castigo». Versículo 11; «Por tres transgresiones de Edom, y por cuatro, no revocaré su castigo». Y lo que ocurre aquí es una serie de oráculos entregados por Amós mediante los cuales Dios habla a través de su profeta y anuncia su juicio sobre las naciones impías y ciudades que rodean a Israel. Me gusta imaginar este escenario en el que Amós está rodeado por gente de Israel. Él mismo es del reino del sur, de Judá, pero está profetizando ahora en el norte y lo veo reuniendo a todas estas personas a su alrededor y anunciando que Dios va a juzgar a Damasco, y cuando dice: «Por tres transgresiones» «y por cuatro, no revocaré su castigo» sobre Damasco, el pueblo está gritando y vitoreando: ‘¡Esas son buenas noticias!’ Y luego dice: «Por tres transgresiones» «y por cuatro», va a juzgar Gaza y la gente vitorea de nuevo. Y voy a juzgar a Edom y voy a juzgar a esta nación, y a aquella nación. Y podemos ver un aumento creciente de la emoción entre la gente cuando se anuncia el juicio de Dios sobre los vecinos paganos.
Pero entonces en la cúspide de su entusiasmo, Amós dice: «Por tres transgresiones y por cuatro Oh Israel, yo no revocaré mi castigo». Y es como si le hubiera puesto una trampa a su audiencia pues, de repente, su alegría se vuelve en amarga tristeza y hostilidad hacia la voz de este profeta. Uno de los temas más importantes que encontramos en Amós tiene que ver con una idea que está profundamente arraigada en la fe del Antiguo Testamento. Es anterior a los profetas y era la expectativa de lo que se llamó el día del Señor. A veces es llamado el día de Jehová, y otras veces el día de la visitación de Dios. En la antigüedad, el pueblo judío anhelaba ese futuro cuando Dios mismo visitaría a su pueblo y con claridad se manifestaría y el pueblo esperaba esto con muy gran gozo. Sin duda era su esperanza escatológica. De hecho, cuando llegamos al Nuevo Testamento y recordamos la enunciación del ángel Gabriel, no en el caso a María, sino a Zacarías, sobre el inminente nacimiento de Juan el Bautista, vemos que, bajo la influencia del Espíritu Santo, Zacarías canta el Benedictus y menciona en su cántico de alabanza su gran gozo porque Dios estaba visitando a su pueblo, y que ellos esperaban este día de la visitación. Pero como dije, en la tradición, el día del Señor, que se esperaba, era un tiempo de la visita de la misericordia, la gracia y la salvación de Dios. Sin embargo, veamos brevemente lo que Amós hace con esta esperanza favorita del pueblo.
En el capítulo 5 verso 16, Amós dice: «Por tanto, así dice el Señor, el Señor Dios de los ejércitos: En todas las plazas hay llanto, y en todas las calles dicen: ¡Ay! ¡Ay! Llaman a duelo al labrador, y a lamentación a los que saben plañir. En todas las viñas habrá llanto, porque pasaré por en medio de ti, dice el Señor». No dice: «pasaré por encima de ti» como lo hizo en Egipto, sino, «pasaré por en medio de ti». Y luego da este oráculo de condenación: «¡Ay de los que ansían el día del Señor! ¿De qué os servirá el día del Señor? Será tinieblas, y no luz; como cuando uno huye de un león, y se encuentra con un oso, o va a casa, apoya la mano en la pared, y lo muerde una culebra. ¿No será tinieblas el día del Señor, y no luz; oscuridad, y no resplandor? En otras traducciones se lee de la siguiente manera: «El día del Señor será de oscuridad, y no de luz». Esta es la presentación más pesimista del concepto del día del Señor que encontramos en todo el Antiguo Testamento. Pues Amós dijo: ‘¡Ay de ustedes que esperan impacientes y desean el día de la visita del Señor!; porque lo que esperan con anticipación gozosa, va a ser una tremenda sorpresa para ustedes’ serán como aquellos que huyen de un león y justo cuando piensan que han escapado del león, se encuentran de frente con un oso, y escapan del oso y regresan a toda prisa a la seguridad y refugio de su casa, corren dentro de la casa, cierran la puerta, suspiran de alivio, apoyan su mano en la pared y una serpiente venenosa los muerde.
Esa es la imagen que usa Amós para estas personas. Y ahora está hablando del juicio venidero sobre Jerusalén. Ahora, veremos en unos momentos que Oseas suaviza la idea del juicio que está asociada con el día del Señor y ofrece una esperanza futura para el remanente de Israel para quien el día del Señor será una bendición. Y si seguimos este tema a través de los profetas Isaías, Sofonías, por ejemplo, Joel, y en el Nuevo Testamento, veremos que el día del Señor se vuelve un concepto que es muy importante para la teología bíblica, que es una espada de doble filo. Para aquellos que no están preparados para la venida del Señor, es un día de oscuridad, sin luz. Pero para aquellos que están esperando ansiosamente su llegada y su aparición, para ellos es un tiempo de bendición sin igual y de gracia. En el Nuevo Testamento, la encarnación de Jesús se describe de varias formas por el término «visitación». Incluso allí su visita a este mundo es un tiempo de excesivo gran gozo para aquellos que son fieles al pacto y dan la bienvenida a su venida.
Pero su venida también es una crisis, ya que trae juicio sobre aquellos que lo rechazan. «A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron». Incluso en los últimos días de su ministerio, Él se lamenta, el domingo de Ramos, por la ciudad de Jerusalén y les dice que la destrucción vendrá sobre la ciudad porque no estaban listos en el día de su visita. Ahora Amós, como digo, siendo del sur incurre en la ira de los que viven en el reino del norte. El sacerdote de Betel, Amasías, acusó a Amós de conspirar en contra de Israel y él dice en el capítulo 7 verso 10: «la tierra ya no puede soportar todas sus palabras». Y en el versículo 12, dice Amasías a Amós: «Vete, vidente», o tú, profeta, «huye a la tierra de Judá, come allí pan y allí profetiza; pero en Betel no vuelvas a profetizar más, porque es santuario del rey y residencia real». Y Amós responde a Amasías con algunas palabras extrañas, pero creo que son importantes para entender este libro. Amos respondió y dijo: «Yo no soy profeta, ni hijo de profeta, sino que soy boyero y cultivador de sicómoros. Pero el Señor me tomó cuando pastoreaba el rebaño, y me dijo: Ve, profetiza a mi pueblo Israel».
Lo que está pasando aquí es que Amós niega que sea un profeta, sin embargo, aquí lo tenemos, célebre como uno de los profetas canónicos más importantes del Antiguo Testamento. ¿Por qué le anunciaría públicamente al sacerdote de Betel que él no era un profeta? «Yo no soy profeta, ni hijo de profeta». Bueno, la palabra que Amós usa aquí en hebreo es la palabra ‘nabi’ y nabi hizo referencia a eso. Es por eso que la versión que leí hace un rato, lo traduce vidente. En Israel había, además de los profetas canónicos, los que fueron carismáticamente dotados por Dios para ser agentes de la revelación divina, para ser sus voceros ante la nación. También había profetas profesionales, profetas institucionales, profetas de culto que eran contratados. Y cuando Amasías rechaza a Amós, le está diciendo que él es un vidente ordinario, de culto, profesional. Así que le dice que vaya a ejercer su profesión a otro lugar. Y Amós le responde: ‘Yo no soy esa clase de profeta. No soy un profeta con «p» minúscula. Yo soy un profeta con «P» mayúscula, porque estoy hablando la palabra del Señor’. Así que espero que eso explique esta porción enigmática.
Luego leemos que Dios va a traer juicio sobre el pueblo y él dice anteriormente en el capítulo 7: Dios mostró a Amós una plomada, y el Señor dijo: «He aquí, pondré una plomada en medio de mi pueblo Israel. Ya no volveré a dejarlos sin castigo». Esta plomada es una de varias visiones, está la visión del fuego, está la visión de la cesta de fruta de verano y otras, que ilustra una cosa común que encontramos en los profetas. Los profetas son conocidos por dar ejemplos prácticos, por patrones extraños de comportamiento que muestran la verdad de Dios, como corriendo por las calles desnudo o Ezequiel acostado de lado durante muchos meses. Y en este caso, teniendo visiones que tienen un significado simbólico para la gente que comunica la palabra de Dios. Y todas estas visiones que encontramos en el capítulo 7 y 8 tienen que ver con las visiones del juicio venidero de Dios sobre el pueblo.
Ahora, en el libro de Amós, terminaré con esto, como dije, el tema central es la rectitud o justicia social, pues lo que le preocupa a Dios sobre Israel es la inmoralidad, la injusticia social y la apostasía religiosa. Así que Dios dice al pueblo, ‘desprecio tus fiestas; aborrezco tus asambleas solemnes; tus sacrificios se han convertido en un hedor en mi nariz, porque, aunque tienes los adornos exteriores de la religión, se están tratando unos a otros de forma opresiva, pues los pobres son vendidos por un par de zapatos’. Luego dirige su atención a la clase rica de personas que, en su mayor parte, formaba parte, en ese tiempo, del gobierno de turno de ese tiempo, y dice que las mujeres habían llegado a ser como las vacas gordas de Basán.
Ahora imagina un profeta que se levanta hoy ante una congregación y le dice a las señoras ricas y a la iglesia: ‘ustedes vacas gordas de Basán que descansan en camas de marfil, pero venden al pobre por un par de zapatos, y no hay justicia en las puertas’. Y cuando se habla de la justicia en las puertas, se refiere al sistema judicial que se supone debe ser imparcial y no hacer diferencia entre el pobre y el rico. Y lo que está sucediendo en este momento es que los jueces están aceptando sobornos y están distorsionando los principios de la ley de Dios que eran una parte de su pacto. Como ya lo mencioné, el profeta Amós hace hincapié en esta preocupación por la justicia social. Oseas, su homólogo en aquellos días, es quizás el más famoso para nosotros por lo que ocurre al principio del libro que lleva su nombre. Oseas es elegido por Dios y le manda salir y casarse con una ramera, al parecer una prostituta profesional.
Demos un vistazo a este relato que se encuentra al principio del libro de Oseas donde leemos en el primer capítulo, verso 2. Leemos: «el Señor le dijo: Anda, toma para ti a una mujer ramera y engendra hijos de prostitución; porque la tierra se prostituye gravemente, abandonando al Señor». Ahora, esto es importante. Como dije, los profetas usan constantemente ejemplos prácticos, y aquí tenemos el ejemplo máximo que Dios estaba tratando de demostrar a su pueblo al decirle a Oseas que se casara con una prostituta. La razón para ello es obvia: ‘Porque mi pueblo se ha convertido en una ramera. Mi novia me ha sido infiel, pero me he mantenido casado con esta novia por tanto tiempo y he tolerado y he sido paciente con sus infidelidades; pero ahora el tiempo del juicio está cerca’. Y así leemos en el primer capítulo: Oseas fue «y tomó a Gomer, hija de Diblaim; y ella concibió y le dio a luz un hijo. Y el Señor dijo a Oseas: Ponle por nombre Jezreel, porque dentro de poco castigaré a la casa de Jehú por la sangre derramada en Jezreel, y pondré fin al reino de la casa de Israel. Y sucederá que en aquel día quebraré el arco de Israel en el valle de Jezreel».
Una vez más prediciendo la derrota militar de Israel, que tendrá lugar en el valle de Jezreel. Y así, al primer hijo de Oseas se le da un nombre que comunica y encarna la profecía de Dios. Luego él continúa diciendo que su esposa concibió otra vez y dio a luz una hija, y Dios le dijo: «Ponle por nombre Lo-ruhamá, porque ya no me compadeceré de la casa de Israel». El nombre significa ‘no más misericordia’. ¿Cómo te llamas pequeña? Mi nombre es ‘no más misericordia’. Dios me dio ese nombre porque le ha dicho a su pueblo y a su novia infiel: ‘Ya no lo toleraré más y no daré más misericordia. Pero la aflicción más profunda de esta interminable lección práctica creo que es el nacimiento del tercer hijo. «Después de haber destetado a Lo-ruhamá, ella concibió y dio a luz un hijo. Y el Señor dijo: Ponle por nombre Lo-ammí», que traducido significa «no mi pueblo».
Y Dios está diciendo a Israel: ‘Ustedes, a quienes llamé a ser mi pueblo del pacto, ustedes con quienes me casé en el desierto y les dije que serían una luz para los gentiles, que sería su Dios y que serían mi pueblo y que los apartaría y los consagraría para ser una nación santa. ¡No más! Ahora ustedes son para mí Lo-ammi, no mi pueblo’. Es fascinante en el Nuevo Testamento, cuando el apóstol habla del injerto de los gentiles como nosotros en la iglesia y en el reino de Dios. Se dice de nosotros que Dios tomó un pueblo que no era su pueblo y nos hizo su pueblo, pero eso no significa que el rechazo de Dios a su pueblo del pacto, en este punto de la historia, fuera total o definitivo. Como dije, Oseas es el profeta de la esperanza y de la misericordia. Hasta ahora, ha habido muy poca esperanza y muy poca misericordia en este texto. En el capítulo 2, Dios ordena a Oseas que se divorcie de Gomer, de nuevo para simbolizar la sentencia de Dios de divorcio contra Israel.
Pero, luego, en el capítulo 2 verso 14, leemos lo siguiente: «Por tanto, he aquí, la seduciré, la llevaré al desierto, y le hablaré al corazón. Le daré sus viñas desde allí, y el valle de Acor por puerta de esperanza. Y allí cantará como en los días de su juventud, como en el día en que subió de la tierra de Egipto. Y será en ese día, dice el Señor, que me llamarás ‘mi esposo’ y ya no más ‘mi maestro’. Y «Te desposaré conmigo para siempre; sí, te desposaré conmigo en justicia y en derecho, en misericordia y en compasión; te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás al Señor». Y luego en el versículo 23: «Y tendré compasión de la que no recibió compasión, y diré al que no era mi pueblo: (ammí) Tú eres mi pueblo». Una vez más, Dios restaurará a su novia para sí mismo y llamará a su pueblo por su nombre.