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Continuamos con el drama de la redención. Ya hemos visto que la redención es algo necesario debido a la caída de la raza humana en el pecado. Mencioné que son solo los dos primeros capítulos de las Escrituras los que están dedicados al registro del acto creador de Dios, y luego el resto de la Biblia es un drama en desarrollo acerca de cómo Dios rescata o redime a esa creación y humanidad caída.
Pero, con lo que estamos lidiando ahora es con la pregunta que se planteó con tanta severidad en la controversia Pelagiana con San Agustín a inicios de la historia de la iglesia: el tema del pecado original. ¿Tenemos una naturaleza pecaminosa con la que nacemos o todos nacemos en un estado de neutralidad moral y de inocencia?
Recuerdo una ocasión en la que se le pidió al Dr Gerstner, mi profesor y mentor, predicar en una iglesia rural como expositor invitado un domingo en la mañana. Cuando llegó al lugar, antes del servicio, los ancianos se le acercaron y le dijeron: “Oh, Dr Gerstner, olvidamos decirle que esta mañana tenemos bautismo de niños y nos preguntábamos si podría realizar la ceremonia como parte de su intervención en esta visita. Y él dijo: “Me encantaría hacer eso”. Y dijeron: “Bueno, en ese caso, tenemos una costumbre en nuestra iglesia que realizamos con el bautismo”. Y Gerstner dijo: “¿Cuál es? Le dijeron: “Bueno, colocamos una rosa blanca en cada niño antes de ser bautizado, ¿le colocaría usted esa rosa al niño antes de su bautizo? El Dr. Gerstner dijo: “Y díganme, ¿qué significa la rosa? Le dijeron: “Bueno, la rosa blanca simboliza la inocencia del niño que está siendo llevado al bautizo. Y el Dr. Gerstner dijo: “Ya veo, o sea ¿tendría que ponerles esa rosa blanca y luego tendría que bautizarlos?” Y ellos le contestaron: “sí, así es”. “Y, ¿Se supone que usaré agua para el bautismo?”, preguntó. Le dijeron, “Sí, por supuesto”. Luego les preguntó, “¿Cuál es el significado del agua?” Los ancianos dijeron, “Bueno, significa el lavamiento, la limpieza”. Y Gerstner replicó, “¿El lavamiento de qué?”. Dijeron, “El lavamiento del pecado”. Y Gerstner solo sonrió. “¿Qué es lo que me dijeron que representaba la rosa?” Y de repente, los ancianos tragaron saliva, y él les dijo: “Creo que ahora tenemos un problema”.
Ustedes habrán notado que la suposición de esa pequeña iglesia era que los bebés, por supuesto, son inocentes. Ellos son inocentes en el sentido de que no todavía no han desarrollado un sentido moral y una capacidad moral para cometer lo que llamamos “pecado como tal”, pero la pregunta es, ¿Han nacido en un estado corrupto—en un estado de corrupción moral, en un estado de pecado?
Y creo que la Escritura enseña de forma uniforme que la respuesta es sí. Pero, una vez más, enfrentamos un problema. ¿Cómo puede ser? Solo porque Adán y Eva pecaron, ¿Cómo puede ser que todo el resto de la humanidad que viene desde los primeros padres esté infectada por esta naturaleza de pecado? ¿Cómo Dios puede transferir la culpa, o la naturaleza de pecado, de una persona a otra? Eso no parece justo.
Por eso en nuestra última sesión estuvimos viendo una de las maneras populares que tratan de explicar esta dificultad. Se trata de la teoría llamada Realismo, que dice, en resumen, que la única forma que sería justo para Dios el causar que yo nazca en una situación corrupta sería si, de alguna manera, he estado realmente allí con Adán y Eva.
Que quizás mi alma existió antes que mi cuerpo, y en la presencia de mi alma yo participé, y todos los demás participamos, en la caída en el Jardín del Edén. Esa fue la teoría que consideramos. Ahora, otra teoría que es muy frecuente en nuestros días es aquella en donde toda la historia es, al final, un mito y que no hay tal cosa como la Caída en la historia—es una parábola que nos representa a todos—y que todos pasamos por nuestra caída personal; y esto significa que nacimos justos.
Una vez más, esta es una re-ocurrencia del pelagianismo. Es solo una repetición moderna de la idea de que no fue la Caída, y que si hubo una caída, ésta solo afectó a Adán y no a nosotros. Pero para sustentar tal enseñanza, uno tiene que sacrificar la enseñanza bíblica. En el corazón de esta dificultad existe una protesta enérgica de nuestros corazones en contra de la idea de la imputación de culpa de una persona a otra.
Dicen, “¡Eso no es justo!” Y cuando escucho esa objeción contra el pecado original, la escucho desde dos fuentes o perspectivas. La escucho de gente que no ha hecho ninguna profesión cristiana. No tienen idea del cristianismo, y están argumentando en contra de la fe cristiana desde una posición secular, y ese es uno de los temas que ellos traen como argumento. Y tengo que responderles de acuerdo a esa realidad.
Pero lo más asombroso es, cuán a menudo escucho esta objeción de gente que profesa ser cristiana y ese es un problema completamente diferente, ¿no es cierto? Y les digo a esas personas, “ustedes son cristianos, ¿verdad?” Y ellos dicen, “¡Claro!”.
Pero ustedes están levantando una objeción de principio contra la imputación de la culpa de una persona a otra. Y ellos dicen, “Cierto, ¡eso no es correcto!” Y les digo, “Bueno, ustedes son cristianos. ¿Qué es lo que Cristo hizo por ustedes?”
Y ellos dicen, “Bueno, él murió en la cruz por mis pecados”. “Bueno, ¿Cómo lo hizo a menos que Dios transfiriera tu culpa, o imputara tu culpa en Él?”. “Oh sí, Él lo hizo. Está bien”, dicen ellos. “Si Dios imputa la culpa de una persona a otra en aras de la redención, pero no está bien…”
Entonces, tienes que ser cuidadoso al levantar tales objeciones ya tu argumento podría ser demasiado y puede destruir toda la fe cristiana, porque todo el drama cristiano de redención está basado en la imputación. Está basado en el principio de la transferencia de culpa de una persona a otra. Pero esto no alivia por completo este problema de tener la culpa de una persona (un pecador que peca) transferida a mí, siendo que no estuve allí.
Y así, la segunda explicación más popular del pecado original, aparte del realismo que ya examinamos, es una teoría—o un punto de vista o doctrina—que se denomina Federalismo. Ahora, la idea de “federación” tiene que ver con alguna clase de agrupación o poner juntos grupos o individuos en toda una mezcla. Tenemos la Federación Americana de Trabajadores Eléctricos, y tenemos sindicatos que usan siempre ese término “federación”.
Aun nuestro concepto estadounidense de gobierno está dividido entre gobierno local y estatal al que llamamos–¿Cómo? —Gobierno federal, que incluye una federación de cincuenta estados individuales unidos entre sí para crear una nueva entidad.
E Pluribus Unum (de muchos, uno). Es una federación, y tenemos alguien que se levanta como el Director Ejecutivo de toda la federación, el Presidente de los Estados Unidos, alguien que puede hablar en ciertos foros internacionales en nombre de toda la nación. Él es investido con esa clase de poder.
Ahora, el federalismo es llamado así porque trae la idea de que cuando Adán fue creado—y su nombre significa “humanidad”—que Dios lo creó no solo para actuar y funcionar como un individuo singular, sino que Dios lo seleccionó para que represente a toda la raza humana—que era la cabeza de la humanidad—y, en consecuencia, sus actos fueron hechos, no solo para sí mismo, sino para él y para todos a los que representaba, así como cuando Cristo vivió una vida de perfecta rectitud, no solo vivió para sí mismo, sino que la vivió para y en nombre de todos a los que representaba.
Esa es la razón por la que este paralelo entre Adán y Cristo es tan popular en el apóstol Pablo. Él habla de eso a los Corintios. Habla de eso a los Romanos. “Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” (Ro. 5:19). Como ven, él habla acerca de la representación negativa del primer Adán y la representación positiva de Cristo, quién es el segundo Adán, o el nuevo Adán.
Pero la idea de representación se levanta de forma bastante clara. Entonces, esta teoría dice que Adán actuó como nuestra cabeza federal, o como nuestro representante en el Jardín del Edén. Ahora, hay personas que gritan con ira, “¡Sin representación no habrá salvación!” Así como escuchamos a los que protestan en las huelgas gritando, “¡Sin solución, la huelga continúa!”
Ellos han presentado sus demandas y no querrán pactar hasta que no se les escuche. De eso trata muchas de las protestas cuando reclaman por aquello que consideran que deben tener. Ahora, no hay mayor carga que la culpa delante de un Dios santo por tu pecado, y ese es un terrible peso al tener la culpa de Adán sobre tus hombros, más aún si uno no tiene una representación adecuada. Ahora, todo este asunto de la representación ha llegado a ser un poco difícil.
En Estados Unidos tenemos una Cámara de Representantes, y son llamados así porque esas personas han sido elegidas por nosotros con el propósito de representarnos. Ahora, y ésta es una respuesta directa a la protesta colonial en contra del Rey Jorge que quería imponer impuestos sin permitir que los colonos estuvieran representados. Supongan que el Rey Jorge le dijera a los colonos del siglo XVIII, “¿Quieren representante en el programa de pago de impuestos? Me aseguraré que lo tengan. Voy a nombrar a mi hermano para que los represente”.
No les gustaría eso, ¿cierto? Entonces ustedes dirían, “Espera un minuto. Ese hermano te representaría más a ti que a nosotros. No queremos esa clase de representante”. ¿Qué queremos de nuestros representantes? Queremos representantes que de forma certera y verdadera nos representen. Esa es la razón por la que sostenemos, casi de forma sagrada, el derecho al voto.
No quiero que tú me escojas un representante. Quiero ser capaz de escoger mi propio representante. ¿Por qué debo ser capaz de escoger mi propio representante? Porque quiero ser capaz de hacer todo lo que pueda para estar seguro que tal persona, que me representa, realmente me representa de forma certera y consistente.
Ahora, el problema en la forma de gobierno de un representante humano, en nuestro sistema, es que nuestros representantes no siempre votan de la manera que quisiéramos que voten y no siempre actúan de la manera que quisiéramos que actúen.
Hay muchas veces que hemos escuchado sus promesas de campaña donde dicen que van a hacer tal o cual cosa y por eso votamos por ellos para que nos representen. Pero luego de que han sido nombrados, actúan de otra manera. Eso nos enoja porque nuestros representantes no nos representan. Ahora, lo central en el concepto de federalismo es esto: que Adán fungió como nuestro representante en el drama del período de prueba delante de Dios en el Jardín del Edén, pero tenemos que admitir que no lo escogimos para que nos represente. Fue Dios el que escogió nuestro representante.
Ahora, antes que continuemos con este pensamiento, permíteme tomar prestada otra ilustración o analogía del sistema de justicia norteamericano. ¿Podrías ser convicto y sentenciado por un asesinato en primer grado si es que tú no apretaste el gatillo? Supongamos que yo contrato a un mafioso para que asesine a alguien que no me agrada y luego me voy a Europa para asegurarme que estoy fuera del país cuando el asesinato se efectúe. Así tengo la mejor coartada.
No tengo los medios o la oportunidad para cometer tal asesinato porque estaba a 3,000 kilómetros del suceso. Pero supongan que la policía descubre que negocié o que tengo vínculos con el que contraté para que lo haga por mí. ¿Podré ser juzgado por asesinato de primer grado? Si, por supuesto, aun cuando no lo hice yo mismo, escogí un representante para hacerlo por mí y por eso hay una culpabilidad moral que se me asigna por esa acción. Eso está muy claro.
Lo entendemos, y no vemos que sea algo injusto. Pero la razón por la que yo soy culpable es porque yo lo escogí. Esa fue mi intención, mi objetivo, era mi deseo el que se cometa tal pecado. Y cuando tiene que ver con Adán y Eva, yo no solo no los contraté, sino que tampoco voté por ellos, ni tuve que ver con ese asunto.
Eso es completamente diferente. La única analogía entre eso y la mafia contratada es ésta: en ambos casos, soy tenido por responsable por las acciones de alguien más que actuó como mi representante. Ahora, el problema es éste: ¿Adán y Eva, como tus representantes, de forma certera y perfecta hicieron tu voluntad?
¿Adán te representó bien o Adán te representó mal? Podemos quejarnos y decir, “No es justo, Dios, que nos castigues por lo que Adán hizo, porque nosotros no lo escogimos”. Y Dios va a decir, “¿Por qué querrías escogerlo?” “¿Por qué?”
Porque quisieras estar absolutamente seguro de que lo que Adán haga, lo haga de forma certera como tu representante. Esa es la razón por la que queremos escoger nuestros propios representantes. Pero ya hemos visto que cada vez que escogemos un representante, estamos corriendo un riesgo.
Podemos estar comprando “gato por liebre” porque nunca sabremos con certeza que nuestro elegido, el representante seleccionado nos representará con certeza. Pero, ¿qué si es que nuestro representante elegido es la elección perfecta e infalible? Verás, si Dios escogió alguien para representarnos—recuerda quién es el que está haciendo la elección. No es el Rey Jorge quien tiene un interés malsano. No soy yo, en mi finitud y mi carencia de omnisciencia, sino que es una selección hecha por un ser omnisciente que es absolutamente justo y santo, y cuya elección de mi representante es perfecta.
Esa es la base de esta teoría del federalismo—que Dios ordenó que Adán y Eva nos represente. Dios los seleccionó para representarnos en esta prueba, y que la selección de Adán y Eva era infalible. Nunca en tu vida has sido mejor representando que cuando fuiste representando por Adán y Eva en el Jardín; y protestamos porque todavía decimos, “¡Espera un minuto! La suposición que tengo es ésta, si hubiera estado allí, y la elección hubiera sido mía, de seguro no hubiera hecho lo que Adán y Eva hicieron”.
¿Qué es lo que estoy diciendo?” Lo que estoy diciendo es, “Dios, estoy siendo castigado como resultado de un representante que no me representó bien”. Y, ¿qué dirá Dios? “El hecho de que estés sentado aquí diciéndome eso de que yo hice algo equivocado al tener a Adán como tu representante, cuando, de hecho, te representó perfectamente y ahora estás argumentando, gritando y rebelándote contra mi juicio solo prueba mi punto”, dice el Señor.
“Tú misma protesta contra mi soberanía, la santa decisión de que Adán te represente, muestra cuán bien representado estás porque tu actitud es una de corrupción. Tu berrinche contra mí está revelando la naturaleza complicada de tu propio corazón”.
Por supuesto, el pecador dirá, “Bueno, quizás eso es, pero lo obtuve de Adán”. Y Dios va a decir, “No, realmente no lo obtuviste de Adán. Lo recibiste de mí, en tanto que yo transferí la naturaleza caída de Adán a ti. Pero lo hice como un juicio”.
Allí está el punto. Ese es el punto más difícil, el entender que nosotros ya—cuando nacimos, ya estamos bajo la condenación de Dios. Ya somos culpables delante de Dios debido a lo que nuestro representante hizo por nosotros cuando nos representó perfectamente en el Jardín del Edén. Y eso sí que es difícil.
Y lo que hemos hecho hoy es deslizarnos por la superficie del tema. Por eso te recomiendo que tengas una lectura más profunda y que estudies con más diligencia y trabajes a través de toda esta pregunta del pecado original. Estudia más acerca del realismo y la teoría de la identidad personal de Jonathan Edwards y de la teoría del federalismo.
Pero entiende que algo que la Biblia señala con absoluta claridad es que tenemos una naturaleza caída y ésta llegó al mundo entero como resultado directo de la caída de Adán y Eva. En nuestro pensamiento Coram Deo para el día de hoy—Recordemos que Coram Deo significa “Delante del rostro de Dios”—que no hay lugar donde nos ubiquemos en que nuestra corrupción sea más evidente que cuando estamos delante del rostro de Dios.
Podemos argumentar al infinito acerca de cómo es que obtuvimos nuestra disposición y deseos pecaminosos, pero amados, hay algo de lo que estamos seguros, no importa que ya sea que te guste alguna de esas teorías que hemos revisado, o que estés en desacuerdo con todas—lo cierto es que tienes un problema en lo más profundo de tu corazón.
Sabes que tienes una naturaleza corrupta, y una de las cosas más extrañas de la vida cristiana es que mientras más aprendemos de las cosas de Dios, y, de hecho, mientras más santificados nos volvemos en nuestro caminar con Cristo, más conscientes somos de las profundidades de nuestra caída. Por eso clamamos con el Apóstol Pablo, “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Ro. 7:14)
El otro día estaba hablando con mi pastor durante un desayuno. Estábamos sentados hablando y le estaba contando acerca de algunas ansiedades y temores. Y le dije: “Sabes Miguel. Cuando me entra temor por algunas cosas, me avergüenzo. Tengo que caer de rodillas y decir, Oh Dios, perdóname mis temores porque son una prueba de que realmente no confío en ti”.
Y Miguel, con lágrimas en los ojos me dijo, “Bueno, yo tengo el mismo problema”. Y añadió, “¿No es el corazón humano engañoso? El mío lo es”. El de mi pastor lo es, y tengo la sospecha que también el tuyo lo es.