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Transcripción
Al continuar ahora con nuestro estudio de los Diez Mandamientos, estoy seguro de que todos aquellos de ustedes que han estado siguiendo estas conferencias por radio, suponen que el tono en que están elaboradas y concebidas y dictadas aquí, en Orlando, es de gran sobriedad, pero la realidad es que me lleva diez minutos conseguir que el público del estudio se calme antes de empezar una lección porque son muy ocurrentes. Les gusta divertirse mucho. Y una de las personas que estaba retrasando la clase de hoy, me dijo que la razón por la que no llegó a tiempo al estudio era porque no podía encontrar su Biblia de Estudio de La Reforma.
Eso es un asunto serio y le voy a preguntar a mi audiencia de hoy, ¿cuántos de ustedes tienen la Biblia de Estudio de La Reforma? ¿Cuántos de ustedes tienen una Biblia de Estudio de La Reforma? Eso es por lo menos el ochenta y cinco por ciento de este grupo. Es un buen porcentaje: ochenta y cinco por ciento. Me pregunto cuántos de ustedes en la audiencia de la radio tienen su Biblia de Estudio de La Reforma. Por favor, si aún no la han comprado, vayan a nuestra página web o vayan a su librería cristiana favorita, pero asegúrense de adquirir la nueva Biblia de Estudio de La Reforma. Realmente es un tesoro y mis palabras no le harían justicia, no porque yo haya sido el editor, sino porque realmente pienso que es una gran herramienta para el aprendizaje cristiano.
Bueno, pongamos nuestra atención hoy al siguiente mandamiento, de los Diez Mandamientos, y este es el que todos han estado esperando. Este es el que provoca el chiste que se dijo que cuando Moisés bajó con los mandamientos originales, que originalmente eran cincuenta y el pueblo de Israel le imploró que regresara al Sinaí y tratara de que Dios redujera la ley de cincuenta a un número menor y cuando regresó a Israel dijo: «Les tengo buenas y malas noticias. La buena es que he podido reducir estos mandamientos a diez. La mala noticia es que el adulterio sigue siendo uno de ellos».
Escuchamos bromas como esa porque estamos viviendo en una época que tiene muy poco respeto, no solo por la santidad de la vida, sino menos aún por la santidad del matrimonio y hemos pasado y estamos al otro lado de la revolución sexual que ocurrió en Estados Unidos en los años sesenta. No es que el adulterio nunca fuera un problema antes de 1960, pero ahora es tan común que quedan muy pocas sanciones contra esta práctica en nuestra cultura secular. Creo que tal vez lo que más me ha sorprendido en mi vida adulta y en mi ministerio es la cantidad de informes que he visto emitidos por sedes denominacionales de iglesias denominacionales que han examinado la ética sexual bíblica y la han encontrado deficiente. Han dado informes que dirían que las relaciones sexuales prematrimoniales están permitidas en la vida cristiana e incluso las relaciones sexuales extramatrimoniales, son parte de nuestra madurez en expresarnos a nosotros mismos.
Estos son los tipos de eufemismos que se expresan y tengo que decir que si hay algún punto en el que la cultura moderna choca con las enseñanzas de Jesucristo y con la enseñanza de Dios en el Antiguo Testamento, es en lo que se refiere a esta ética que rige nuestro comportamiento sexual. Ha habido distorsiones a lo largo de la historia de la iglesia sobre este asunto de la actividad sexual. Hemos visto la intrusión y la influencia del dualismo griego, particularmente en la temprana invasión del maniqueísmo en la vida de la iglesia, que creía que todo lo que era físico era, por definición, malo y que la única justificación posible para las relaciones sexuales, incluso dentro del matrimonio, era simplemente para la procreación de la especie, que incluso en el matrimonio la unión sexual es, en el mejor de los casos, un mal necesario. Se trata de una terrible distorsión de la ética bíblica y, dado que históricamente existen tantos tabúes asociados al sexo y a la regulación de su expresión, muchas personas se sienten culpables por mantener una relación sexual sana dentro de su matrimonio.
Una de las ironías de este problema es que, con respecto a las relaciones sexuales, el Nuevo Testamento deja claro, como hace Pablo en la carta a Corinto, que la relación sexual entre marido y mujer no solo está permitida dentro del matrimonio, sino que es un mandamiento, que las relaciones sexuales con tu cónyuge son un deber, no un mero lujo o un mal necesario y por lo tanto forma parte de lo que Dios ha creado y ha declarado que es bueno. A veces, si puedo ser franco aquí por un momento, me he preguntado a menudo por qué Dios hizo el sexo tan placentero, por qué diseñó la anatomía y el sistema nervioso del cuerpo humano de tal forma que este experimentara sensaciones, sensaciones táctiles tan deleitosas como parte de la unión sexual.
Particularmente, a la luz de las restricciones de las posibilidades de concepción dentro de la reproducción humana. La esposa solo tiene normalmente un óvulo y ovula normalmente una vez al mes y sin embargo existe esta dimensión de la fisiología del sexo que hace que el deseo de aparearse, por así decirlo, sea mucho más frecuente de lo que es realmente necesario para preservar la especie. Es como si Dios, en la propia naturaleza, así como con Su Palabra, estuviera prescribiendo una relación íntima que no solo es espiritual y emocional y mental, sino que esa relación que se encuentra en el corazón mismo del matrimonio también es intensamente física.
También vemos que en la creación la humanidad no es creada únicamente varón, sino que la humanidad es creada a imagen de Dios, varón y hembra. La Biblia habla con profundidad acerca de la belleza e importancia de esta relación sexual en la creación. Recordemos que después de que Dios creó, todo lo que creó en el mundo físico, vio a Su creación y pronunció Su bendición sobre ella diciendo que era buena. Eso fue una bendición. La palabra «bendición» significa «buen dicho». Bueno, ¿dónde está la primera maldición en las Escrituras?
La primera vez que Dios dice que algo es malo es cuando ve a Adán y dice: «No es bueno que el hombre esté solo» y luego tenemos esta maravillosa narración de la creación de la mujer, una compañera adecuada y el orden original y la institución del matrimonio en la que se nos dice que los dos deben convertirse en una sola carne y que debe haber una unión mística de dos personas distintas, dos individuos, que se unen para ser una sola carne. También se nos dice en el relato de la creación que en esta situación original, el hombre y su mujer estaban desnudos y sin sentir vergüenza.
Hace más de veinte años escribí un pequeño libro titulado La psicología del ateísmo, en el que dedicaba un capítulo entero a «Dios y la desnudez» y lo que hice fue repasar las Escrituras y examinar el tema de la desnudez, no solo en el Génesis, sino en toda la Escritura, a través de la literatura poética de Israel. Y mostré la forma metafórica en que la desnudez se utiliza con tanta frecuencia en la Biblia como un fuerte signo de vergüenza y humillación, y cómo incluso la redención utiliza este lenguaje metafórico en la medida en que recibimos una cubierta para nuestra desnudez por la gracia de Dios, que es la justicia de Cristo.
Vemos que la primera experiencia de pecado en el paraíso fue la percepción de esta desnudez, vergüenza y ocultamiento, la búsqueda de una cubierta, seguida entonces, por el primer acto de misericordia divina con el que Dios pone al descubierto a sus vergonzosas criaturas, que ahora se sienten avergonzadas de su pecado y conscientes de su desnudez y ¿qué hace Él? Las viste. Incluso el mundo de la naturaleza dice que hay algo extraño en los seres humanos. ¿Qué otras criaturas que contemplamos en este planeta se esfuerzan por fabricar vestimentas artificiales para cubrir sus cuerpos naturales? Pero nosotros sí. Somos una especie vestida y, sin embargo, hay algo dentro del alma de cada ser humano por lo que anhelan estar en un lugar en el que puedan volver a estar desnudos y sin vergüenza.
La Biblia, cuando habla de la relación sexual, utiliza una palabra que no es un simple eufemismo. Es la palabra «conocer». Adán conoció a su mujer y ella concibió. Abraham conoció a Sara y ella concibió. Eso no significa que se conocieron en la calle y se presentaron: «Yo soy Adán» y de repente ella está embarazada. No, esa palabra, «conocer», significa «conocer a otra persona con un nivel profundo de intimidad».
Hace poco escribí un artículo para la revista Tabletalk sobre Rut, la mujer del Antiguo Testamento y utilicé a Rut como ejemplo de lealtad, y mientras pensaba en eso, pensaba en cuánto anhelamos tener amigos en los que podamos confiar. Cada persona tiene miles y miles de conocidos, gente que ha conocido en su vida, pero ¿a cuántos de esos miles de personas llamarías amigos y cuántos de tus amigos son amigos leales que sabes que estarán contigo a pesar de todo? Pero la persona con la que debemos intimar más es nuestro cónyuge. El lugar donde podemos estar desnudos, el refugio seguro para la desnudez humana que Dios ha ordenado es el matrimonio. El matrimonio.
¿Por qué? Porque la desnudez implica algo más que la falta de ropa física. Significa estar expuesto al escrutinio y a la mirada de otro ser humano, en nuestros momentos más débiles, en nuestros peores momentos y en nuestros momentos más oscuros. No hay nadie en este planeta que sepa tanto de mí como mi esposa. Ella no lo sabe todo de mí y yo no lo sé todo de ella. Pero no hay nadie que sepa más de ella que yo. Esta una de las razones por las que el divorcio es tan terriblemente doloroso para la gente, porque lo que la gente experimenta en un proceso de divorcio es la sensación de que la persona que me conoce mejor que nadie en este mundo me ha rechazado. Incluso si una persona es completamente inocente en un divorcio, sigue teniendo la sensación de que, de alguna manera, ha sido culpa suya y eso es algo devastador.
No creo que intentar camuflar estos problemas o hacer el divorcio más y más y más fácil y tener un nivel ético más bajo vaya a solucionar este problema. Este problema es demasiado básico para la humanidad; llega demasiado profundo al alma de los seres humanos, donde el dolor es agudo y Dios dijo: «Hay un lugar donde te dejaré estar desnudo. Hay una forma en la que puedes encontrar, incluso en esta condición pecaminosa en la que existes en este momento, que tendrás una probadita del cielo en términos de un refugio seguro, y es el matrimonio. Allí puedes tener intimidad. Allí puedes quitarte la ropa. Allí puedes tener una relación tanto física como emocional y todo lo demás». Pero Dios dijo: «Ese es el único lugar donde lo vas a tener». ¿Por qué? ¿Porque Él es un aguafiestas? ¿Porque dice: «No quiero que tengas placer»? No, pero Él sabe que el sexo no es un juguete.
Él sabe que es más que placer físico, mucho más que placer físico y Él odia la violación de cualquier tipo y el sexo sin el compromiso absoluto del matrimonio es un tipo de violación a los ojos de Dios porque estamos pidiendo a la gente que se desnude y sea vulnerable en el nivel más profundo de su humanidad sin un compromiso final. Es decir, me asombra cuando oigo a la gente decir: «No sé por qué es tan importante un certificado matrimonial. ¿Por qué no podemos simplemente vivir juntos un tiempo y experimentar?». Quiero decirle a la gente, a los jóvenes: «Son tan tontos. No saben el riesgo que corren». Quiero decirle a la mujer: «¿Quieres abrirte a un hombre que no se ha comprometido contigo de forma permanente?».
Pero estamos tan desesperados por intimidad y creo que estamos viviendo en una época que es quizás la más erótica de la historia americana, si no de la historia occidental, donde jóvenes y adultos son bombardeados con estimulación sexual como nunca antes lo hemos visto. Con los medios de comunicación, con todo tipo de imágenes visuales y gráficas, además de todo lo demás, donde constantemente se socava la ética bíblica en este punto. La castidad en nuestros días es casi tan rara en la iglesia como fuera de ella, porque la cultura se ha derrumbado con respecto a la virtud de la castidad.
Creo que todo el mundo lucha con esto, sobre todo los jóvenes de hoy en día y una de las razones por las que la iglesia quiere cambiar las leyes es porque todo el mundo las infringe, así que nos acomodamos cambiando la ley, pero cuando lo hacemos, insultamos la sabiduría de Dios. No, creo que tenemos que tener gracia, ser comprensivos y misericordiosos con los que luchan por obedecer la ley de Dios, entendiendo que vivimos en la época en la que vivimos, pero eso no cambia el carácter de Dios ni el compromiso que debemos tener en el matrimonio, en el amor y en nuestras relaciones sexuales.
CORAM DEO
¿Con qué frecuencia piensas en el significado fundamental del matrimonio para ti? Estuve con mi esposa durante ocho años antes de casarnos, ocho años. Era la tercera vez que estaba con ella porque habíamos estado juntos dos veces antes y habíamos terminado, esas no las cuento. Así que fueron ocho años y luego nos casamos. Recuerdo el primer año que estuvimos casados, que hubo tantas sorpresas que no podía creerlo. Sentía que ni siquiera conocía a esa persona hasta que nos casamos y, sin embargo, después de treinta y tantos años de matrimonio, seguimos conociéndonos el uno al otro; y eso puede dar miedo, puede ser amenazador, puede ser intimidante o puede ser divertido, porque no me importa con quién estés casado, podrías estar casado con la persona más miserable de este planeta y sigue habiendo algo digno de fascinación en esa persona.
Sigue habiendo algo que vale la pena amar en esa persona y podemos observar a nuestros cónyuges y ver sus debilidades, pero todo lo que estamos viendo es algo que es básico para la humanidad y básico para nosotros mismos. Realmente debería haber un intento de celebrar la redención en esta experiencia de desnudez por la que puedo ser amado por alguien que sabe quién soy, que no solo responde a una imagen pública o a un comportamiento externo, sino que me conoce cuando soy un cascarrabias y cuando estoy frustrado y cuando estoy impaciente y todo lo demás. Todo eso es lo que hay detrás de esta cerca que Dios pone alrededor del matrimonio cuando dice: «No cometerás adulterio».