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Transcripción
Continuamos con nuestro estudio de 1ra a los Corintios 13, pasaje en el que tenemos un reflejo del amor de Dios mismo y se nos dice que el amor no envidia. En este caso se nos enseña por vía de una negación. Lo que Pablo nos está diciendo no es tanto lo que el amor es , sino más bien él está diciendo lo que no es y el amor no es envidioso. Creo que es importante que uno de los diez mandamientos, uno de los diez pecados principales que Dios prohíbe es una prohibición contra la codicia, porque la codicia se encuentra en el corazón de tanta violencia que nos hacemos unos a otros. Es por celos, por envidia, que las personas se destrozan unas a otras.
Una vez leí un ensayo sobre el vandalismo diciendo que era la forma más viciosa de violación de la propiedad de otras personas, porque lo que el vándalo hace, a diferencia del ladrón, el ladrón se sirve a sí mismo con la propiedad de otra persona, lo que hace el vándalo es destruir la propiedad de otra persona. Camina por un estacionamiento y ve autos caros que no puede pagar, así que saca su llave y destruye la pintura de esos autos. No adquiere el automóvil para sí mismo, lo que ha hecho es tan solo arruinar la propiedad de otra persona. ¿Qué motiva eso? Es envidia, son celos y eso no es hacer algo amoroso por otra persona. Quizás la historia más conmovedora en toda la Escritura sobre las consecuencias de la envidia es la historia de José en el Antiguo Testamento, cuando debido a que recibió esta magnífica túnica de muchos colores de su padre, los demás hermanos se llenaron de celos y se volvieron hostiles contra José y lo vendieron como esclavo, lo cual lo hizo terminar languideciendo en prisión año tras año tras año, todo como resultado de la envidia de sus hermanos.
Si viéramos al mundo de hoy y viéramos cuánto daño se hace a la propiedad y a los seres humanos que está motivado por la envidia, veríamos por qué Dios incluye una prohibición contra ella en los diez mandamientos fundamentales de Israel y cómo es la antítesis del amor, porque el amor se regocija en la prosperidad de otra persona. El amor se regocija en la felicidad de otra persona, si amamos a las personas nos alegramos cuando las vemos recibir beneficios que incluso nosotros mismos no recibimos. Entonces Pablo nos está diciendo cómo es el verdadero amor. ¿Te imaginas a Dios envidioso de alguien o algo? ¿Te imaginas a Cristo celoso de alguien? Luego continúa diciendo: «El amor no tiene envidia; el amor no es jactancioso, no es arrogante. No se porta indecorosamente».
Cuando Jesús habló a Sus discípulos en Mateo, Él dijo, tenemos este registro de eso en Mateo 23, cuando Jesús dijo: «Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés [NBLA]. De modo que haced y observad [LBLA] todo lo que les digan; pero no hagan conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas. Sino que hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; pues agrandan sus filacterias y alargan los adornos de sus mantos. Aman el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, y los saludos respetuosos en las plazas y ser llamados por los hombres Rabí, Rabí» [NBLA]. Él está describiendo aquí la esencia de ese grupo de personas que eran los mayores enemigos de Jesús, que eran hipócritas. Eran personas muy arrogantes.
Se nos dice que el conocimiento se jacta, mientras que el amor edifica. Pero los fariseos buscaban una exhibición ostentosa de su estatus, de su riqueza, de su posición, de su autoridad, amaban los mejores asientos de la sinagoga, amaban toda la pompa y circunstancia que ocurría cuando la gente se preocupaba por ellos y todos estamos sujetos a ese tipo de tentación. Pero eso no es amor. El amor no busca lo suyo. El amor no busca el centro de atención todo el tiempo y el amor no busca una exhibición ostentosa de sí mismo, «no está desfilando» es la forma en que Pablo habla del amor. A veces se nos describe como «tan orgullosos como pavos reales» porque vemos la forma en que el pavo real se pavonea y abanica las plumas de su cola con toda la magnífica belleza y pienso que ese desfile es más parecido a un pavo común que a un pavo real.
Si nunca has tenido la oportunidad de ver un pavo pavonearse durante la temporada de apareamiento, entonces te has perdido una de las vistas más magníficas de la naturaleza. Probablemente había visto dos mil pavos en el bosque antes de tener la oportunidad de ver a uno entrar en su conducta de apareamiento, donde se jacta por completo, ya saben y las plumas de la cola salen abanicándose y el pavo tan solo camina como «Véanme», ya saben como el viejo dicho: «Soy el tigre más grande de toda la jungla». «Soy el ave más grande de todo el bosque», es lo que hace el pavo y hace un desfile para la hembra. En ese sentido, así somos. Nos gusta estar en el desfile y jactarnos mucho y decir: «Véanme». Pablo dice que de eso no se trata el amor. «El amor no se jacta. No se comporta indecorosamente».
Recientemente, en una de nuestras conferencias Ligonier, se nos contó una historia; la contó Sinclair Ferguson de Escocia de lo que había sucedido tiempo atrás en Inglaterra cuando la reina Isabel todavía era una princesa y su hermana, la princesa Margarita, fueron invitadas a ir a un baile cuando eran adolescentes y esto fue antes, por supuesto, de que la princesa Isabel se convirtiera en la reina y la reina madre las llamó, llamó a las niñas a su recámara y les dijo: «recuerden chicas, cuando salgan esta noche y vayan al baile, modales reales». Modales reales. Estoy leyendo un libro escrito por Jeremiah Burroughs, el autor puritano, sobre conversaciones evangélicas. Son sus sermones en Filipenses 1 en donde dice que nuestras conversaciones deben ser dignas del evangelio. Por supuesto, cuando usa el término «conversación», no está hablando de hablar con la gente, entre sí, es la vieja palabra puritana para conducta.
En otras palabras, el Nuevo Testamento una y otra y otra vez nos dice que nos comportemos de una manera que sea apropiada a nuestra profesión del evangelio. Es semejante a lo que Sinclair Ferguson nos dijo de estas princesas cuando iban al baile, que se les exigía un estándar más alto y debían ser ejemplos de la etiqueta de la corte. Por cierto, es la conjunción de esas dos palabras, etiqueta de la corte, de la que obtenemos el significado raíz del término cortesía. La cortesía significa etiqueta de la corte, por lo que la reina madre les recordó a sus hijas: «Cuando salen en público, representan la corona. Ustedes representan a la monarquía y sus modales deben ser de la realeza. Deben ser los modales de la monarquía. Modales reales, chicas». Somos hijos del Rey de reyes. Los hijos del Rey de reyes no deben ser groseros. Los hijos del Rey de reyes no deben ser descorteses, pero nosotros, como cristianos, estamos llamados incluso a una ética más alta que las hijas de la reina de Inglaterra.
Estamos llamados a modales reales sobrenaturales. «Para que», dice el apóstol, ese «amor», el amor de Dios, agapé, «no se comporte indecorosamente. No busca lo suyo». Wow. Cuando me pregunto por qué la gente ama tanto este texto, siendo que es tan devastador en su crítica de nuestro comportamiento, generalmente estoy pensando en este aspecto: «El amor no busca lo suyo». Lo más difícil para cualquier cristiano, para cualquier persona, es buscar el bienestar de alguien más por encima de sí mismo. Vivimos juntos, tenemos nuestras familias, tenemos un marido o una esposa… y la esposa quiere algo y luego digo: «Bueno, es genial que quieras eso, cariño, pero yo prefiero gastar el dinero de esta manera» o «Quiero hacer esto esta noche, en lugar de lo que quieres hacer». Eso no es ser amoroso. Amar, amar, no busca lo suyo, no tiene que salirse con la suya todo el tiempo, sino que el amor es sensible a las necesidades y los deseos de otras personas. Eso es lo que Jesús hace.
Recuerden: «Aparta de Mí esta copa, pero no se haga Mi voluntad, sino la Tuya, oh Padre». Lo último que quiero hacer es buscar la mía, quiero hacer tu voluntad, no la mía. Ese tipo de muestra trascendente de amor está más allá de nuestra comprensión porque somos por naturaleza egocéntricos y egoístas. Primero buscamos nuestros propios intereses, en lugar de los intereses de los demás. Se necesita amor verdadero para preocuparse por otras personas antes que por nuestras preocupaciones. Creo que cualquier cristiano puede pensar en momentos en sus vidas en los que, de hecho, han puesto a otras personas por delante de sus propios intereses y han tomado decisiones para ayudar a las personas en cosas que saben que les haría daño. Sé que lo he hecho. Sé que lo he hecho y sé que no es natural. Sé que no podríamos hacer eso si no fuera por este amor derramado en nuestros corazones.
Pero aun este amor agapé en nuestros corazones no expulsa instantáneamente de nuestros corazones todas las inclinaciones y los deseos pecaminosos que son parte de nuestra naturaleza caída y corrupta. Una vez más, tenemos que recordar que la tendencia más básica de un individuo es buscar lo suyo propio. Eso es lo que el amor debe conquistar. Tenía un amigo que solía jugar a las cartas con los compañeros en el campo de golf después de sus juegos. Siempre era agradable y disfrutaba del compañerismo de jugar a las cartas con ellos, a veces ganaba y a veces perdía y nunca se veía ninguna diferencia en su comportamiento cuando perdía que cuando ganaba. Mientras que algunos tipos cuando perdían hacían berrinches, tomaban las cartas y las rompían y las arrojaban por toda la habitación.
Los he visto agarrar ceniceros y golpear las paredes cuando perdían, era increíble. Pero este tipo permanecía imperturbable. Si perdía, estaba bien y le dije: «Juan, sabes, parece que no te molesta perder». Él dijo: «No». Le dije: «¿Por qué?». Él dijo: «Yo gano perdiendo». Le dije: «¿Qué quieres decir?». Él dijo: «Bueno, si pierdo, entonces uno de mis amigos ha ganado, por lo que están disfrutando de la diversión de ganar y yo puedo participar de eso. Puedo disfrutarlo con él. Lo estoy pasando bien, no importa si gano o pierdo».
No estaba hablando por hablar. Él de verdad lo creía. Estaba allí para pasar tiempo con sus amigos y no le importaba en realidad quién ganaba y quién no. Eso se ve a veces entre los grandes atletas, que dicen: «Mi trabajo es rendir al máximo, pero si mi oponente gana, le daré mi aplauso y disfrutaré y me deleitaré con su emoción y diversión». En el golf hay un dicho, «cada golpe hace feliz a alguien», es decir, si haces un buen tiro eres feliz, si haces un mal tiro tu oponente es feliz. Pero esa es una postura algo cínica del tema y el amor nos llama a trascender eso, cuando nos regocijamos con la prosperidad y los éxitos de los demás.
«El amor no se irrita». ¿Qué significa eso? Significa que el amor no tiene una mecha corta. El amor no tiene mal humor. Un consejero me dijo una vez que todo el mundo tiene en su personalidad minas terrestres, es decir, aspectos sobre los que somos sensibles o explosivos en particular. Momentos en que pueden ver a alguien que es muy tranquilo y fácil de tratar y mantienen buena relación con ellos, ¡y luego, de repente, boom! Explotan y dicen: «Acabo de pisar una mina terrestre aquí y no sabía que estaba allí». Bueno, algunas personas tienen personalidades y carácter desarrollados de tal manera que hay muy pocas minas enterradas en su campo. Puedes caminar por su campo durante años y años y años y nunca pisar una mina. Hay otras personas y conoces a personas que necesitas una brújula para caminar alrededor de ellas.
Caminas alrededor de ellos sobre cáscaras de huevo porque dondequiera que mires, es probable que pises una mina, porque a estas personas se les provoca con facilidad. Tienen mal genio.
Y recuerdo, francamente, que antes de mi conversión tenía muy mal genio. Yo era un fanático y en mi último año en la escuela secundaria tuvimos diez juegos de béisbol durante la temporada, me echaron de tres de ellos por discutir con los árbitros. Los árbitros estaban equivocados, pero discutí demasiado fuerte y tuve que sentarme en el banco porque perdí los estribos. Creo que el mayor cambio que vi en mi propio comportamiento en mi conversión fue ese. Ahí es donde sentí la mayor cantidad de convicción de pecado y tanto fue así que consideré como la virtud suprema el nunca perder la calma, nunca llegar a explotar, ser provocado y por supuesto mi esposa me conocía antes de mi conversión y ella me conoció después de mi conversión y habíamos estado casados diez años y un día estábamos teniendo un desacuerdo en nuestra cocina y yo tenía un vaso de agua en la mano y el desacuerdo empezó a ser serio porque le decía: «Sabes, esto no es justo porque no hay nadie en este mundo que pueda encender mi mecha como tú.
Conoces todos esos puntos en los que soy vulnerable y demás y al mismo tiempo, no hay nadie que me importe más en este mundo, por lo que no hay nadie que pueda molestarme más que tú».
Entonces estábamos teniendo esta discusión y finalmente me enojé tanto que tomé ese vaso y lo arrojé contra la pared. Vidrio, agua, salpicado, destrozado por todas partes. Vesta me miró y se echó a reír. Ella dijo: «Ja, ja, ja», dijo, «nunca pensé que lo harías». Ella dijo: «Lo he estado intentando durante diez años, te he estado presionando, probándote, para ver cuándo perderías los estribos y los acabas de perder». Luego se rio de mí, pero eso me dio vergüenza. Yo creía que ya había superado eso por completo cuando en realidad no era así.
Pero no debemos ser provocados con facilidad. Tengo manías, tú tienes manías, que no puedo soportar, no soporto a los conductores temerarios en la carretera, que parecen conducir sin considerar la vida de nadie más, que entran y salen sin cuidado, y les toco la bocina y Vesta dice: «Me alegro de que los niños no estén en este auto, porque la primera palabra que aprenderían es “idiota”». Así que hay un lugar donde lo pierdo, pero se supone que no debemos ser así, ya saben, ser cabeza caliente, ser provocados, de nuevo, impacientes con otras personas. Tengo que darme prisa para poder concluir el tema.
«No toma en cuenta el mal recibido». Es casi como si nos estuvieran amonestando por ser ingenuos. Lo que Pablo quiere decir aquí es que debemos dar a otras personas lo que se llama el juicio caritativo. No se trata de que seamos ingenuos; sabemos que las personas realmente pecan, pero lo que tendemos a hacer es que pensamos que cuando alguien peca contra nosotros, vemos ese pecado como si hubiera sido motivado por la peor de todas las motivaciones posibles, como si esa persona se hubiera quedado despierta toda la noche pensando en formas en que podría lastimarnos, cuando rara vez es así. Rara vez somos víctimas de personas que nos han herido con malicia premeditada. El juzgar caritativamente nos permitirá ver esa herida con la mejor de las construcciones posibles .
Desafortunadamente, tendemos a reservar el juicio caritativo para nosotros mismos. Nos damos a nosotros mismos el beneficio de la duda y no le damos a nuestro prójimo el beneficio de la duda. Pero de eso se trata, de que no piensa mal. Obviamente es más que no tener malos pensamientos, pero no pensamos lo peor de todos los que nos rodean. Podemos ser ingenuos, pero es mejor errar por el lado de la ingenuidad que por el lado de la calumnia. «El amor no se regocija de la injusticia, sino que se alegra con la verdad». Como ya saben, Pablo nos dice en Romanos 1 que nuestro pecado como seres humanos no es solo que cometamos pecados, sino que alentamos a otras personas a unirse a nosotros y nos regocijamos cuando vemos que se cometen pecados, porque de alguna manera nos excusa.
El verdadero amor se alegra con la verdad, no con la iniquidad. Finalmente, Pablo dice que el amor «Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta». El amor es la sustancia que hace posible que las personas perseveren, que las personas soporten, continúen soportando y aguantando, que continúen en la esperanza, que continúen en la fe. Él dice: «El amor nunca deja de ser. Las profecías, se acabarán; las lenguas, cesarán; el conocimiento, se acabará». El amor no fallará. «Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido». Termina esto diciendo: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño. […] Ahora vemos por un espejo, veladamente, pero entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte, pero entonces conoceré plenamente, como he sido conocido».
Él nos está llamando a la madurez como cristianos. No sé cuántas veces escucho la gente decir: «Dios quiere que tenga una fe como la de los niños. Bueno, hay un sentido en el que eso es cierto, pero muchas personas ven eso y entienden que no tienen que crecer, que no tienen que escudriñar las Escrituras, que no tienen que buscar madurar en su fe y en su entendimiento. Pueden seguir siendo bebedores de leche para siempre. Hay una diferencia entre ser como niños y ser infantil. Pablo dijo: «Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño, respondía como niño; pero luego me hice hombre». Cuando me hice hombre había llegado el tiempo de dejar las cosas de niño. Nos está llamando a una manifestación madura de amor.
Finalmente dice: «Y ahora permanecen la fe, la esperanza, el amor», esta clásica tríada cristiana de virtudes: fe, esperanza y amor, «estos tres; pero el mayor de ellos es el amor». Porque este es el regalo, este es el fruto que revela con más claridad el carácter de Dios mismo.