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Transcripción
Una vez más estaremos explorando juntos los «Yo soy» de Jesús y el que vamos a ver hoy tiene múltiples atributos asociados con él y aparece en uno de los capítulos más populares de toda la Sagrada Escritura, el capítulo 14 del Evangelio según Juan. Entonces, veamos el principio del capítulo 14, que es familiar para la mayoría de nosotros y veamos el contexto en el que este «Yo soy» aparece. En medio de este discurso, que empieza, realmente, el discurso del aposento alto que Jesús tiene con sus discípulos la noche en la que fue traicionado y en la que fue arrestado y enviado a juicio.
Jesús reunido con sus discípulos les dice: «No se turbe su corazón; crean en Dios, crean también en Mí. En la casa de Mi Padre hay muchas moradas; si no fuera así, se lo hubiera dicho; porque voy a preparar un lugar para ustedes. Y si me voy y les preparo un lugar, vendré otra vez y los tomaré adonde Yo voy; para que donde Yo esté, allí estén ustedes también. Y conocen el camino adonde voy». Es Tomás quien interrumpe a Jesús en ese momento con una pregunta y dice: «Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?».
Ese es el contexto para este «Yo soy» de Jesús. En el que Jesús se reúne con Sus discípulos la noche antes de Su muerte y los prepara para Su muerte y les dice que Él los estará dejando, que se irá. Y dice: «Saben a dónde voy», al menos deberían haber sabido a dónde iba. Dijo que va a ir y preparar un lugar para ellos en la casa de Su Padre. Tomás, entonces, que está un poco confundido y desconcertado por estas declaraciones, le dice a Jesús: «Señor, si no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a conocer el camino?». Ahora, el concepto de «el camino» era muy importante en la iglesia primitiva.
Ya lo hemos visto brevemente en términos de la declaración de Jesús «Yo soy la puerta», que es el medio a través del cual se obtiene acceso al reino. Y en la iglesia primitiva sabemos que los cristianos no fueron llamados al inicio «cristianos». El término cristiano era un término peyorativo, un término insultante que los enemigos de los seguidores de Cristo utilizaron, y la primera vez que fueron llamados cristianos fue en Antioquía. Pero antes de que eso sucediera, fueron llamados la gente de «el Camino», porque Jesús había hablado tantas veces sobre el camino a Dios, el camino al reino, el camino al Padre.
Como ya mencioné con respecto a la declaración «Yo soy la puerta», Jesús dijo, recuerdan que «ancha es la puerta y amplia es la senda que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella. Pero estrecha es la puerta y angosta la senda que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan». Ahora Él está hablando de este «camino estrecho» que trae vida eterna para las personas, que concede acceso y entrada a esa morada celestial donde Jesús está yendo a preparar un lugar para Su pueblo entre los muchos lugares que el Padre tiene. Entonces Tomás dice: «¿Cómo podemos conocer el camino? Danos un mapa. Danos las indicaciones. ¿Cómo sabremos cómo ir?». No es tan diferente de la pregunta anterior de Pedro, Quo Vadis, ya saben. ¿A dónde irás? ¿A dónde vas? Es en ese contexto que Jesús responde la pregunta de Tomás con estas palabras: Tomás: «Yo soy el camino». «Yo soy el camino, la verdad y la vida».
De nuevo, esta exclusividad está contenida en aquella dramática declaración cuando dijo: «Nadie viene al Padre sino por Mí». Así como expresó lo mismo cuando dijo que Él era la puerta a través de la cual los hombres debían cruzar para entrar en el reino, ahora Él dice, lo deja muy claro: «Nadie puede venir al Padre sino por Mí». De nuevo, eso está en constante conflicto con todo el pluralismo que escuchamos en Estados Unidos y los cursos que comparan religiones, cursos de religión que vemos hoy en este país.
La iglesia, cada vez más y más, está comprando esta teología inclusiva donde todas las religiones del mundo son igualmente válidas, igualmente verdaderas y ellas mismas se van distanciando de esta estrechez o exclusividad que Jesús articula una vez más aquí, la noche antes de morir. «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por Mí». Entonces, la cultura dice que hay muchos caminos al cielo. Jesús dice que solo hay un camino y Él es el camino, porque eso es lo que significa la palabra camino aquí en el texto: el camino, la ruta que uno debe seguir para llegar a un destino deseado.
Así es como Él responde a Tomás al inicio y continúa diciendo, volveré a las otras porciones, pero continúa diciendo: «Si ustedes me hubieran conocido, también hubieran conocido a Mi Padre; desde ahora lo conocen y lo han visto». Jesús les está diciendo a sus discípulos: ustedes realmente no han entendido quién soy. Realmente no me han conocido, porque, si me hubieran conocido, habrían conocido al Padre; y, «desde ahora lo conocen y lo han visto». Esa es una de las declaraciones más radicales que Jesús haya hecho. De ahora en adelante pueden decir que lo han visto».
Felipe ahora responde a eso y le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Esa versión moderna de la declaración se ha hecho, no para dar más precisión a la interpretación o la traducción del griego, sino para ayudar a las lenguas tambaleantes de predicadores como yo, porque la versión en inglés King James dice: «Muéstranos al Padre, y eso es suficiente». Eso es casi un trabalenguas, eso es suficiente. Traten de decir eso unas cuantas veces rápido y verán por qué los traductores lo cambiaron a «nos basta», porque tienen misericordia del predicador.
Pero, en todo caso, lo que Felipe está diciendo es que es como si dijera esto: Jesús, hemos estado contigo estos tres años más o menos y no podemos creer lo que nuestros ojos han visto. Te hemos visto resucitar a la gente de entre los muertos. Te hemos visto dar vista a los ciegos. Te hemos visto dar oído a los sordos. Te hemos visto caminar sobre el agua, y algunos de nosotros incluso te hemos visto transfigurarte ante nuestros propios ojos. Hemos visto situaciones increíbles. Te vimos alimentar a cinco mil personas de unos pocos panes y peces y todo lo demás, pero todavía no estamos satisfechos. Queremos al más grande. Queremos incluso a aquel que le fue negado a Moisés y que se le ha negado a toda persona desde que Adán y Eva fueron desterrados del paraíso y no se les permitió regresar.
Queremos ver a Dios. Queremos la visión beatífica ahora. Queremos ver Su rostro, porque si vemos a Dios el Padre que es invisible y hemos tratado de ser obedientes a Él, pero es muy difícil ser devoto y obediente a un Dios que es invisible. Solo por una vez, Jesús, muéstranos al Padre y eso será suficiente. Eso es todo lo que pedimos. Saben cuántas veces decimos que «hazlo por última vez y nunca volveremos a preguntar». Sabemos que la gente es así. ¿Cuántas veces le has dicho a Dios esto: «Dios, solo responde esta oración y no pido más»? Él responde y al día siguiente hacemos lo mismo: «solo una más, Dios». Nunca nos detenemos. Pero aquí está Felipe; diciendo: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta, es suficiente para nosotros».
Ahora, si hubo un momento en las Escrituras en el que vemos a Jesús casi impacientándose, Jesús sintiéndose molesto e irritado con Sus discípulos, creo que fue este momento. Ahora, por supuesto, tenemos una desventaja cuando leemos estas palabras del texto bíblico porque no siempre nos comunican los gestos no verbales que acompañan a las palabras o las inflexiones del lenguaje y demás, las entonaciones de la voz. No sabemos cómo se escuchó eso y a veces simplemente cambiando el tono de una voz o levantando las cejas podemos tomar una simple declaración y hacerla satírica. Hemos aprendido esos trucos de comunicación. Pero Jesús parece estar exasperado aquí cuando dice: «¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe?».
Creo que eso comunica un poco de, no un poco, sino un montón de reproche. «¿Cuánto tiempo llevas conmigo, Felipe? ¿Todavía me estás haciendo preguntas como esa? Esto es algo elemental que deberías haber entendido hace mucho tiempo». Es lo que entiendo de la respuesta de Jesús a Felipe. ¿Has estado conmigo todo este tiempo, y todavía no me conoces, Felipe? Luego viene la dramática añadidura. «El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”?». ¿Qué crees que he estado haciendo desde el día en que nací? Estás hablando con el Dios encarnado. Estás hablando con la imagen expresa de Su persona. Estás hablando con la manifestación visible del Dios invisible. Si me has visto a mí, Felipe, has visto al Padre, porque cuando me miras a los ojos, estás viendo a los ojos de Dios mismo.
Esta es una de las afirmaciones más fantásticas que Jesús hace cuando le dice eso. Nunca deja de sorprenderme cuando hay personas que dicen que en el Nuevo Testamento Jesús nunca hace ninguna afirmación de deidad. Aquí Él está haciendo una con indignación. Si lo has visto a Él, has visto al Padre. «¿No crees que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí? Las palabras que Yo les digo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en Mí es el que hace las obras. Créanme que Yo estoy en el Padre y el Padre en Mí; y si no, crean por las obras mismas». Hay tal unidad aquí en la deidad, entre el Padre y el Hijo, que, si ustedes ven al Hijo, que, si ven al Hijo, ven al Padre. Si conocen al Hijo, conocen al Padre.
Y a la inversa, si conocen al Padre, conocen al Hijo. Este fue el punto de disputa que Jesús tuvo con los fariseos que afirmaban ser discípulos de Dios el Padre, pero rechazaban a Jesús. Él les dijo: Miren, si conocen al Padre, tienen que creer en el Hijo, porque el Padre da testimonio de Mí. Así que, el camino al Padre es a través del Hijo. La manera de ver al Padre es viendo al Hijo. La manera de llegar al Padre es pasando a través del Hijo. Entonces, volvamos a las múltiples declaraciones que Jesús hace con Su «Yo soy» cuando dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida». Creo que el del medio es uno de los más importantes de los «Yo soy» cuando Jesús se identifica a Sí mismo con la verdad.
Hace varios años, cuando Ministerios Ligonier organizó un seminario en el oeste de Pensilvania, a inicios de los setentas, sobre el tema de la inerrancia de la Sagrada Escritura y tuvimos estudiosos de todo el mundo que vinieron y presentaron ponencias y sin ponerse de acuerdo, todos ellos llegaron y basaron su defensa de la autoridad de la Biblia, en la autoridad de Jesús, mostrando que la postura de Jesús de las Escrituras era que esa era la palabra que es verdad, que es la palabra de Dios, que es la palabra que no puede ser quebrantada y demás.
También recuerdo mientras estudiaba las teorías de la alta crítica, que era habitual entre los estudiosos críticos, el reconocer que el Jesús histórico, si sabemos algo sobre el Jesús histórico, sabemos que Él aceptó la postura judía del primer siglo en cuanto a la Biblia, de que era la palabra inspirada de Dios, pero continuaron diciendo que Jesús, en su naturaleza humana, no era omnisciente, no lo sabía todo, por lo que no sabía que la Biblia no era inspirada. Entonces cometió errores comunes en su día al decir: «Moisés escribió de mí». No se dio cuenta de que Moisés nunca escribió los cinco libros del Pentateuco, que eso fue escrito por una serie de editores y redactores, y que Jesús estaba equivocado en estas evaluaciones terrenales sobre cómo la Escritura había llegado a ser.
Los críticos dirían, pero eso está bien, porque Jesús en Su encarnación, en Su naturaleza humana, no era omnisciente. Había realidades que Él mismo dijo que no sabía y eso es correcto. Su naturaleza humana no era omnisciente. La naturaleza divina era, pero no la naturaleza humana. Dado que la naturaleza humana no era omnisciente, estaba perfectamente bien que hubiera cosas que Él no supiera. Ahora, recuerdo haber escrito un ensayo en «Tabletalk» hace muchos años titulado, «¿Sabía el niño Jesús que la Tierra era redonda?». Respondí a esa pregunta diciendo que tocante a Su naturaleza humana, el bebé en el pesebre no sabía qué forma tenía el mundo. Tocante a la naturaleza divina, Él sabía exactamente cómo se veía, porque Él lo hizo.
Pero está bien que la naturaleza humana tenga limitaciones normales del conocimiento humano. Por tanto, los críticos dicen que está bien que Jesús no supiera la verdad sobre las Escrituras. Ahí es donde volvemos y decimos, espera un minuto. Lo que está en juego aquí con respecto a Jesús ofreciendo declaraciones correctas sobre hechos y realidades en Su ministerio terrenal no es Su deidad, sino Su ausencia de pecado, porque si un maestro afirma saber algo que él no sabe y si enseña error a las personas cuando afirma saber la verdad, entonces él es moralmente responsable por eso.
Muy distinto es si entro al aula y le digo a mis alumnos, según mi entendimiento, esto es lo que creo que es la verdad, no se molestarán conmigo ni me acusarán de inmoralidad o de pecado si se demuestra que estoy equivocado. Es decir, no hace falta decir que puedo estar equivocado y que estoy equivocado muchas, muchas veces. Pero, qué tal si empiezo mi enseñanza diciendo lo siguiente: «Antes de empezar hoy, hay un par de aspectos que deben saber sobre mi enseñanza. En primer lugar, nunca enseño nada de mi propia mente. Solo enseño lo que Dios me dice que enseñe. Él me ha dado toda autoridad, por cierto. De modo que, si no se someten a mi enseñanza y a mi autoridad, están siendo rebeldes contra Dios mismo». Luego, digo: «Ahora, lo segundo, antes de que tomen notas en mis clases, quiero que sepan que no solo siempre digo la verdad, sino que soy la verdad. Soy tan sincero que soy la verdadera encarnación de la verdad».
Ven con lo que los estudiosos tienen que toparse cuando dicen: bueno, todavía pensamos que Jesús es un gran hombre, Él es nuestro Señor y nuestro Salvador, aunque era ignorante sobre ciertos aspectos y no solo era ignorante, y si era ignorante debería haberse quedado callado, pero no solo era ignorante, sino que enseñó con tanta autoridad como pudo reclamar al pueblo de Dios y a la iglesia de Dios ciertos aspectos sobre la Sagrada Escritura y les enseñó de forma equivocada.
La ignorancia no excusaría eso, porque si no sé algo, se supone que debo saber que no sé algo. Se supone que debo poner entre paréntesis mis afirmaciones de conocimiento a la luz de los límites de mi saber. Pero para Jesús no había paréntesis. Él dijo: «Yo soy la verdad». Estaba tan identificado con la verdad que cuando estaba en juicio ante Poncio Pilato nuevamente, como mencionamos el otro día, Poncio Pilato, le preguntó si Él era un rey y Jesús dijo: «Para esto Yo he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha Mi voz». Muy similar a Sus declaraciones con respecto al buen pastor.
Ahora, amados, escuchen esto. Viven en una época donde la verdad ha sido despreciada y las mentiras asesinadas en la calle, donde en la iglesia la gente dice que no es la doctrina lo que importa, son las relaciones. La verdad no es importante. Lo importante es llevarse bien, excepto que cuando decimos lo que es importante, estamos diciendo que esta es una verdad importante. No tenemos forma de evaluar el axioma a menos que primero tengamos una comprensión de la verdad. Es la verdad de Dios lo que supone que define cómo debemos relacionarnos unos con otros.
Por tanto, poner las relaciones y la verdad una contra la otra es dividir y separar lo que Dios ha unido. La verdad y las relaciones deben estar juntas y ser igualmente sagradas para nosotros como pueblo de Dios. ¿Cómo podemos despreciar la verdad sin despreciar al mismo tiempo a Cristo? Porque Él es la verdad. Me consuela mucho eso, porque prácticamente todos los principios, preceptos que enseña la Biblia se niegan en algún lugar de nuestra cultura actual.
¿Cómo saber lo que es verdad? Si quieres saber la verdad, ve a la fuente. Ve a la fuente de la verdad y el que es la fuente de la verdad, la norma de la verdad y la encarnación de la verdad es Cristo, que es la encarnación de la verdad misma. «Yo soy el camino o la senda. Yo soy la verdad». Una vez más Él presenta el mismo principio que vemos en el «Yo soy la resurrección» y vimos en el «Yo soy el buen pastor», cuando dice: «Yo soy la vida». No solo estoy vivo; no solo doy esta vida, esta vida divina, esta vida espiritual a mi pueblo, sino que soy la vida misma. Esto lo anticipa Pablo en el Areópago cuando dice: «En Él vivimos, nos movemos y existimos».
La vida misma sería imposible sin Cristo, cualquier vida, no solo la vida espiritual. Porque fuera de Dios, no hay vida en absoluto. Jesús está diciendo a sus discípulos, a Tomás, a Felipe, que están confundidos en este momento difícil después de la Cena del Señor, Él les dice: «Yo soy el camino, yo soy la verdad, yo soy la vida». Estas tres cosas encuentran su esencia en Él, y subsisten en Él.