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Transcripción
Me pregunto cuántos de ustedes que están aquí o que están viendo este programa o que lo escuchan en audio, alguna vez vieron la película de Hollywood titulada Elmer Gantry. O tal vez leyeron el libro en el que se basó, que es un clásico estadounidense escrito por Sinclair Lewis. Si alguna vez han visto esa película, saben que las estrellas de la película fueron Burt Lancaster y Shirley Jones y la película era una parodia sobre dos evangelistas famosos.
Burt Lancaster era Elmer Gantry imitando al evangelista Billy Sunday, y Shirley Jones era la hermana Sharon Falconer, una parodia de Aimee Semple MacPherson. Por supuesto, Sinclair Lewis se burlaba de estos evangelistas y una de esas escenas raras en la película era cuando Burt Lancaster, siendo Elmer Gantry, salía a escena, corriendo en el escenario y se tiraba como un jugador de béisbol deslizándose en segunda base, porque Billy Sunday era conocido por eso. Había sido un jugador de béisbol de las grandes ligas y un robador de bases, por lo que Gantry se desliza en segunda base y dice: «safe en los brazos de Jesús».
Luego, si recuerdan a Burt Lancaster, él mostraba esa sonrisa inigualable suya y sus ojos se llenaban de ese brillo y luego empezaba su sermón diciendo: «Amor, ¿qué es el amor? El amor es la estrella de la mañana y la de la tarde, el amor es la inspiración del artista, la sustancia de los filósofos». Y seguía y seguía con esta empalagosa y melosa definición del amor. Y por supuesto, la burla que había detrás era la idea de que un evangelista siempre puede conseguir una multitud si habla continuamente en términos sin sentido sobre el amor de Dios.
No creo que haya ninguna palabra en el idioma español que haya sido despojada de la profundidad del significado, como esta palabra «amor». Recuerdo que cuando era niño tenía esos juguetes que eran caleidoscopios donde veías hacia el otro lado y veías estos hermosos patrones que estaban hechos por las piedras de colores en el extremo. A medida que girabas el tubo del caleidoscopio, todos los pequeños trozos de piedra formaban un patrón diferente de forma rápida, a un ritmo rápido, eso es lo que sucede con esta palabra «amor» que casi ha llegado a tener un significado místico, un significado mágico en la cultura secular.
De nuevo, si pudiera remontarme al pasado y regresar a los años cincuenta, a una famosa canción popular de la época, llamada «El amor es una cosa esplendorosa». Y el amor ha sido celebrado desde que empezó la música como quizás la emoción más fuerte que puede experimentar el ser humano, porque el objetivo y el deseo de cada corazón humano es experimentar una dimensión del amor que es trascendente.
Otra vez, cuando llegamos al concepto bíblico del amor de Dios tenemos que ser muy cuidadosos porque nuestra tendencia es llegar al texto con ideas de amor que han sido extraídas del romanticismo de nuestra cultura secular, de la música popular, el arte, la literatura, etc. Mientras que lo que queremos hacer cuando hablamos del amor de Dios es extraer de las Escrituras el concepto bíblico de este magnífico atributo de Dios.
Así que en esta serie lo que vamos a hacer es tratar de dar un vistazo de cerca a cómo la Biblia habla del amor de Dios. Cómo Dios ejerce ese amor en Su obra de redención. ¿Quiénes son los objetos de Su amor? ¿En qué sentido se puede decir de Dios que no solo ama, sino que también odia? Que es uno de los conceptos más difíciles con los que tenemos que tratar. Así que empecemos nuestro estudio viendo la primera epístola de Juan, en el cuarto capítulo donde tenemos la declaración clásica con respecto al amor de Dios.
En el capítulo cuatro de primera de Juan, empezando en el versículo siete, leemos esta exhortación: «Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a Su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros».
Así que aquí, cuando el apóstol encomienda a los cristianos que demuestren amor unos por otros, basa esta exhortación en el carácter mismo de Dios. Así que veamos un poco más de cerca lo que dice cuando menciona: «Amémonos unos a otros», porque lo primero que dice es «porque el amor es de Dios». El amor es de Dios. Lo que está diciendo aquí es que el amor que está describiendo, el amor ágape, el amor cristiano, es un amor que viene de Dios mismo.
Este no es un amor natural; este no es un amor que se encuentra en la carne de la humanidad. Este es un amor que tiene su origen en Dios mismo. Es un don divino. Es uno de los frutos del Espíritu Santo que se despierta en nuestras almas cuando somos transformados por el poder del Espíritu Santo. Se nos da una capacidad de amar que no es natural. Es un amor que viene de Dios que le pertenece a Él y en este tipo de amor Dios es visto como el fundamento, la fuente, el origen de todo amor verdadero.
Ahora, la siguiente porción podría ser muy engañosa si no tenemos cuidado cuando dice: «todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios». Eso no significa que cada ser humano que experimenta el amor humano, natural, es por lo tanto nacido de Dios. Más bien, lo que Juan está diciendo es que el tipo de amor del que está hablando es un tipo de amor que solo proviene de la regeneración de aquellos que han sido cambiados interiormente por el poder del Espíritu Santo y en un sentido muy real, es la señal indispensable de la regeneración.
Digámoslo de esta manera. Sin el poder transformador del Espíritu Santo ninguna persona tiene esta capacidad de amar. Eso, por una parte. La otra parte se refiere a una persona que sí tiene esa capacidad de amar, eso es una clara indicación de que ha nacido del Espíritu Santo. Así que nadie que no haya renacido, un no regenerado, tiene este tipo de amor y nadie que haya sido regenerado carece de este tipo de amor. Todos los que han nacido de Dios tienen este amor y todos los que tienen este amor al mismo tiempo han nacido de Dios.
Y luego continúa diciendo: «El que no ama», es decir, de esta manera, «no conoce a Dios». «El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor». Esta es una de las declaraciones más poderosas sobre el amor de Dios que encontramos en la Biblia. En primer lugar, escuchamos que el amor es de Dios. Ahora Juan va más allá de eso y hace la declaración: Dios es amor. ¿Qué quiere decir cuando dice eso? ¿Cómo está usando el verbo «ser» en este pasaje?
Hemos tenido algunas discusiones lingüísticas sobre el significado de «es» porque decimos que depende de cuál es el significado de «es». Eso es porque la pala…el verbo «ser», del cual viene la palabra «es», se puede usar en más de una manera. A veces usamos el verbo «es» como un verbo de enlace y no toma un objeto directo. En ese caso se toma un predicado nominativo donde hay una identidad entre el sujeto y el predicado. Así «es» se puede usar, en algunos casos, en el idioma español como el signo de igual.
Si dijéramos que Dios es amor en ese sentido, entonces eso significaría que podríamos invertir el predicado y el sujeto y decir que el amor es Dios. Eso sería distorsionar lo que Juan está diciendo. Juan no está haciendo una identificación burda entre el amor y Dios para que cualquiera que tenga un sentimiento romántico en su corazón o algún sentido de afecto por otra persona por consiguiente ha encontrado a Dios. Ese no es el punto.
Cuando dice amor… que Dios es amor, está usando una forma de expresión literaria que es un poco hiperbólica. Es decir, que Dios es tan amoroso, que el amor es un aspecto o atributo tan íntimo del carácter de Dios, que Dios está tan estrechamente vinculado con el amor, que puedes, en cierta manera, decir que Él es amor. Es una expresión muy similar a la que encontramos en Jesús cuando Jesús dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida».
Es decir, Cristo está tan íntimamente conectado con la verdad, tan alejado de la falsedad y de la mentira o de cualquier tipo de engaño que podemos decir de una manera trascendente que no solo dice la verdad, sino que está tan íntimamente conectado con la verdad que decimos que Él es la verdad, así como Él es la vida en la medida en que toda la vida tiene su fuente en Él y en Su poder.
Ahora, cuando las Escrituras hablan del amor de esta manera con respecto a Dios, eso significa que sin importar cómo entendamos el carácter de Dios, cualquier concepto de Dios que sea expuesto y que no incluya en él este profundo sentido de amor sería una distorsión de quién es Dios porque el amor está tan estrechamente conectado con Su carácter y con Su esencia. Pero ese no es normalmente el problema que tenemos en la teología de hoy.
Nuestro problema no es tanto que tendemos a pensar en Dios como un Dios que no tiene amor, sino que el problema que encontramos en la cultura de nuestros días es una postura de Dios que lleva consigo una postura barata del amor y un sentido de amor por el cual todos los demás atributos de Dios son eliminados o despojados de Su carácter y absorbidos por un atributo que es el atributo del amor.
No sé cuántas veces he dado conferencias sobre la soberanía de Dios o sobre la justicia de Dios o sobre la santidad de Dios, solo para que la gente se oponga a esas cualidades de Dios y responda diciendo: «pero mi Dios es un Dios de amor». Como si el amor, como está relacionado con Dios, es incompatible con la justicia. O que, si Dios es amoroso, no puede tener soberanía o que el amor de Dios excluye Su santidad, lo que sería una distorsión radical de Dios.
Entonces, necesitamos tener esta advertencia, esta aclaración al empezar, recordando que nuestra inclinación más fundamental como criaturas humanas caídas, cuando contemplamos el carácter de Dios, es cambiar la verdad de Dios que Él revela sobre Sí mismo, por una mentira, como el apóstol Pablo nos dice en Romanos 1, y servir y adorar a la criatura en vez de al Creador. Eso es al caer en el más primitivo de todos los pecados, el pecado de la idolatría.
En el mundo antiguo, la idolatría se practicaba de una manera muy burda y rústica pues las personas modelaban para sí mismas ídolos hechos de madera o piedra y luego caían de rodillas y adoraban estos objetos que habían creado con sus propias manos. Hoy tendemos a felicitarnos a nosotros mismos y decir que no nos involucramos en ese tipo de actividad pagana o formas primitivas de idolatría que se veían en el mundo antiguo. No, somos más sofisticados que eso. Pero cada vez que cambiamos la gloria del Dios verdadero por un concepto menor, ya sea uno hecho de piedra o madera o simplemente uno construido por nuestra propia mente, seguimos cayendo en idolatría.
Un dios que es despojado de sus atributos de justicia, de santidad, de soberanía y demás, es tan ídolo como algo hecho de madera o piedra. Así que debemos tener mucho cuidado de no sustituir al Dios bíblico por un dios que está disminuido en su carácter y ser por este atributo del amor, atributo que, en primer lugar, no entendemos en las categorías bíblicas, pero tenemos un concepto secular de amor que dice que el amor significa que nunca tenemos que pedir perdón. ¿Dónde podemos encontrar algo así en las páginas de las Escrituras? El Dios de amor de las Escrituras es un Dios que requiere que aquellos que aman digan que lo sienten cuando lastiman a otras personas y cuando profanan a Dios mismo.
Entonces, recordamos que, aunque el amor es un atributo de Dios y un atributo extremadamente importante de Dios, que Dios es un ser simple, no en el sentido de que sea simplista, pero cuando entendemos la doctrina de Dios, entendemos que Dios no está compuesto por partes. No es como si Dios fuera una parte soberanía, una parte justicia, una parte inmutabilidad, una parte omnisciencia, una parte eternidad, una parte amor. Más bien pensamos que Dios es Sus atributos en todo momento, de modo que para entender cualquier atributo de Dios debemos entender ese atributo tal como se relaciona y se conecta con todos los demás atributos de Dios.
Por ejemplo, como vamos a ver en este curso, el amor de Dios es un amor eterno. El amor de Dios es un amor soberano. El amor de Dios es un amor inmutable. El amor de Dios es un amor santo. Que todos los atributos que van con el amor, o con Dios, también van con el amor. La justicia de Dios es una justicia amorosa. Su santidad es una santidad amorosa. Su omnisciencia es una omnisciencia amorosa, así como Su amor es un amor omnisciente. Entonces, el peligro contra el que debemos protegernos es extrapolar el amor de todo el resto de los atributos como si estuviera solo y solo definiera la naturaleza y el carácter de Dios. Una vez que empezamos a entender que el amor es uno de los varios atributos de Dios, si bien es uno que no se puede entender a Dios sin él, una vez que entendemos eso, entonces creo que nuestro concepto del amor de Dios será más profundo al comprender su relación con estas otras categorías.
Rápidamente, antes de que veamos el amor eterno de Dios en la próxima sesión, quiero hablar por un momento del amor santo de Dios. Cuando decimos que Dios es amor, debemos agregar a eso inmediatamente este término descriptivo, que el amor de Dios es un amor santo. Eso quizás, más que cualquier otra idea, nos sirve como una protección para que no carguemos el concepto del amor de Dios con categorías seculares. Porque hay una muy profana y común postura del amor en nuestra cultura que se celebra en el arte pop, que no tiene nada que ver con el amor de Dios. Así que, independientemente de todo lo demás, el amor de Dioses santo y ¿qué significa eso? Si vemos el término «santo» en las Escrituras, vemos que tiene dos significados principales diferentes.
El primer significado, el significado primario de santidad en las Escrituras es que el término santo significa eso que es «otro» o «diferente» o «apartado». Eso tiene que ver con esto, que cuando decimos que Dios es santo, afirmamos que Dios es diferente de todo lo que experimentamos en el orden creado. Que Dios es un ser de orden superior. Que Dios es trascendente, de modo que cuando hablamos de Su santidad, hablamos de Su grandeza divina, Su majestad, que se eleva por encima de todas las cosas creadas. Ese es el significado principal de ser santo. Significa ser apartado, ser diferente.
El significado secundario de santidad es pureza. Pureza absoluta, sin ninguna mancha, sin ningún toque de maldad mezclado con ella. Entonces ambas referencias a lo santo definen el amor de Dios. Así que lo primero que debemos entender sobre el amor de Dios es que es trascendente. No es común. No es profano. No es ordinario. Sino que es un tipo de amor majestuoso, sagrado y trascendente que va mucho más allá de lo que la criatura puede manifestar.
En segundo lugar, el amor de Dios es siempre un amor que no se mezcla con egoísmo, maldad o pecado dentro de él. No hay sombra que cubra el resplandor de la gloria pura del amor de Dios. Así que, cuando encontramos Su amor, nos encontramos con un amor que es sui generis que está en una clase por sí mismo, un amor que trasciende nuestras experiencias humanas y, sin embargo, es un amor que Él comparte parcialmente con Sus criaturas y espera que nos mostremos unos a otros, un tipo de amor diferente, un tipo de amor santo.