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Transcripción
A veces pienso que es una tarea titánica que requiere nada menos que la espada de Damocles para cortarme las piernas y así poder caber en mi lecho de procusto. ¿Qué es lo que acabo de decir? Solo usé esas palabras y las junté en una oración para indicar cómo todavía tomamos imágenes prestadas de la mitología antigua que todavía influyen en nuestras formas de hablar hoy en día. Noté que en la escuela clásica donde participo, los niños todavía estudian mitología antigua. Es importante porque los temas de estos mitos se repiten en la literatura de la civilización occidental a través de los siglos. Pero desde nuestro punto de vista a finales del siglo XX, tenemos la tendencia a menospreciar la mitología.
Pensamos en Rudolf Bultmann, uno de los teólogos más importantes del siglo XX, que dijo: «La tarea del cristiano moderno es desmitificar la Biblia», porque dijo que la Biblia es básicamente una colección de mitos intercalados con historia real. Y a fin de que la persona moderna obtenga respuestas significativas para el mundo en el que vivimos, debe quitar la cáscara de la mitología para encontrar el núcleo de la verdad que se encuentra debajo de ella. Y por cierto, fue persuadido de este punto de vista irónicamente porque estaba convencido de que la cosmología de la Biblia, la cosmovisión de la Biblia, no cuadraba con la cosmología moderna (postura de la cosmología usada por Bultmann y que desde entonces ha sido descartada por completo).
Esa es una de las ironías de la historia. Pero mi punto es este: En cada época, no solo en el mundo antiguo, sino en todas las épocas, hay una evidencia de abundancia de mitología, y la mitología no es del todo una cosa tan horrible. Tiene valor, por más limitada que sea. Cuando leemos los mitos, por ejemplo, de los pueblos antiguos, estamos leyendo en muchas ocasiones, la ciencia del hombre antiguo, es decir, el intento del hombre por explicar su entorno en la arena del misterio, a fin de que las personas antiguas que no entendían por qué sucedían ciertas cosas, trataran de explicar, trataran de salvar los fenómenos, y salieran con algunos de estos mitos para poder hacerlo.
Pero luego los descubrimientos posteriores disiparon el contenido mitológico, y ahora tenemos una tendencia a reírnos de ellos por su ingenuidad y su falta de sofisticación. Pero a menudo me pregunto, ¿dónde están los mitos ocultos en nuestras propias posturas hoy en día? ¿De qué se reirán los científicos del siglo XXI o siglo XXII en términos de lo que sostenemos como cierto hoy en día? No seamos tan arrogantes como para suponer que la nuestra es la primera generación libre de mitología. Por muy valiosa que pueda ser la mitología, particularmente en términos de referencia histórica y referencia literaria, el problema con la mitología es que tiende a oscurecer la realidad, y hacemos la distinción entre mito y realidad precisamente porque creemos que los mitos no describen el estado real de las cosas.
Ahora, si hay algún mito evidente que se ha abierto camino en el pensamiento de la vida moderna y la cosmovisión, incluso penetrando en algunas de las mejores instituciones de la academia y de la investigación científica, es el gran mito del azar. Creo que el azar es el gran mito del pensamiento del siglo XX. En 1913, un científico francés llamado Pierre Delbet, en una obra traducida del título francés «Ciencia y realidad», hizo este comentario: «El azar aparece hoy como una ley, la más general de todas las leyes. Se ha convertido para mí en una almohada suave, como la que en palabras de Montaigne «sólo la ignorancia y el desinterés pueden proporcionar». Pero esta es una almohada científica».
El azar, Delbet llamó una ley, una ley científica que es una almohada suave para el pensamiento moderno, y me gusta pensar que las almohadas se usan con mayor frecuencia para dormir, con el propósito de dormir cómodamente. Pienso en la antigua expresión «Homero cabeceó», la idea es que una persona grande y sabia en una ocasión particular se equivocó terriblemente solo por quedarse dormido por un segundo y decimos «Hasta los grandes se equivocan, Homero cabecea». Pienso en Enmanuel Kant antes de escribir su obra revolucionaria sobre la Crítica de la razón pura cuando dijo que estaba motivado a escribir esta obra después de leer el escepticismo de David Hume, y dijo que David Hume lo activó, o lo despertó de su «sueño dogmático». Estoy convencido de que el mito del azar es la «almohada suave» de nuestros días que se ha convertido en un soporífero. Ha causado que genios se duerman al volante de la ciencia.
Stanley Jaki, el cosmólogo católico romano, comenta sobre el punto de vista de Delbet. Dijo que «El azar se ha convertido en la almohada más suave de toda la historia científica. Sirve como una herramienta mágica para hacer que el filosofar negligente sea una actitud muy respetable».
Esta es una crítica muy cortante la que Jaki está haciendo aquí. Él está diciendo que este concepto de azar no sólo sirve como mito en la cosmología moderna, sino que también sirve como magia, socavando la ciencia de la ciencia. Y mi preocupación, la cual pienso explicar en detalle, no es sólo por el peligro de este concepto al provocar problemas para la teología, sino que me preocupa más profundamente lo que esto hace por la ciencia.
Estoy diciendo que si alguna vez hubo un momento en que tanto científicos como teólogos deben unir sus manos y estar hombro con hombro contra un enemigo común de la verdad; un enemigo común de la realidad, es contra la función de este concepto en la cosmología moderna. Arthur Koestler hizo este comentario: «Mientras gobierne el azar, Dios es un anacronismo». Permítanme decirlo de nuevo. «Mientras gobierne el azar, Dios es un anacronismo». Tengo que culpar un poco a Koestler por este comentario que ha hecho porque creo que es un poco tímido. Creo que se queda corto y desearía que hubiera sido un poco más osado en su declaración. Él dice que mientras el azar gobierne, Dios es un anacronismo.
Creo que entendemos lo que quiere decir con eso. Lo que quiere decir fundamentalmente es que la idea de que el azar coexiste en un universo gobernado por un Dios soberano es una idea, o dos ideas, que son mutuamente excluyentes. Si Dios es soberano, no puede haber tal cosa como el azar. Si el azar gobierna, realmente no puede haber un Dios soberano, y el nombre, o la palabra «Dios» se convierte en un anacronismo que no tiene cabida en el vocabulario moderno. Pero aquí es donde creo que ha sido un poco tímido. Él está diciendo: «Si el azar gobierna, Dios es un anacronismo». En realidad, el azar no tiene que gobernar para que Dios sea un anacronismo. Todo lo que el azar tiene que hacer para que Dios sea irrelevante, para desterrar a Dios del pensamiento serio, todo lo que tiene que hacer es existir.
No tiene que gobernar, ni tiene que ser muy fuerte. Todo lo que se necesita es una onza de ella o un miligramo de ella. Todo lo que tiene que hacer es meramente existir, y Dios no es sólo un anacronismo, Dios está acabado. Y, ¿por qué digo eso? Estoy diciendo que si el azar existe, Dios está acabado. Si existe tal cosa como el azar que se ha convertido en una ley científica, entonces tenemos un abismo insalvable entre la ciencia y la teología, y una de las dos tendrá que ceder. Ahora, donde la idea del azar se torna fundamental para el conflicto entre ciencia y fe, es principalmente en el punto de la doctrina de la creación.
Creo que todos sabemos de los informes de los medios de comunicación sobre las constantes batallas que se dan en las comunidades locales sobre qué libros de texto se van a usar en las escuelas públicas, y el debate entre la ciencia creacionista y la ciencia natural, y todo ese tipo de cosas de las que oímos hablar, y el debate sobre si este mundo es de origen reciente: ¿tiene la tierra seis mil años o es el universo de quince a dieciocho mil millones de años? ¿Fue creado el universo en seis períodos de 24 horas? Estos son los puntos que están drásticamente en disputa, y para ser franco, no voy a discutirlos extensamente en esta serie. Lo que quiero que veamos, sin embargo, es que el objetivo principal en el debate es esta idea: la idea misma de la creación.
La primera afirmación que se hace en el Antiguo Testamento en la página uno: «En el principio Dios creó los cielos y la tierra». Podemos discutir durante décadas sobre cómo tuvo lugar la creación, cuándo tuvo lugar, etc., pero la pregunta aún más fundamental de todas es si tuvo lugar. ¿Existe tal cosa como la creación? Porque todo ateo entiende esto: si puedes negar este concepto, el cristianismo está acabado. El judaísmo está acabado. El islam está acabado. Las tres religiones más grandes del mundo hoy en día al menos están de acuerdo en que el Dios que es soberano es el Creador.
Diferimos en cuanto al carácter de Dios. Diferimos sobre los propósitos de Dios, y demás, pero en una cosa hay consenso y es que hay un Dios que en última instancia es la causa suficiente y eficiente para todo el universo. Y donde el azar funciona mitológicamente es principalmente con respecto a ser un sustituto o alternativa de la creación. Es un concepto al cual se apela incansablemente para salvar los fenómenos del universo sin apelar a la teología. Es por eso que algunas personas dan la bienvenida al azar en el mundo del pensamiento científico.
Escuché un sermón hace varios años donde un ministro estaba tratando de defender las afirmaciones sobre la verdad del cristianismo contra estas personas que decían que el universo fue creado al azar, y él había leído en algún lugar las probabilidades contra un universo que comienza al azar, y leyó estas cifras, y no recuerdo cuáles eran los números. Eran astronómicos. Dijo que hay una posibilidad de más de diez millones de googolplex para que el mundo se cree al azar. Y luego continuó diciendo lo ridículo que sería asumir tal improbabilidad como una oposición a la idea de la creación.
Él estaba tratando de consolar a su congregación, y llegó a la conclusión, al final de su sermón: «Así que podemos ver entonces, que es matemáticamente imposible que el universo haya sido creado al azar». Y cuando salía de la iglesia, me detuvo, y me preguntó, con una especie de entusiasmo, dijo: «Bueno, ¿qué pensaste?» Y no sabía qué decir porque quería decir: «Buen sermón», y salir. No quería participar en un debate con él, pero le dije: «Bueno, creo que acabas de regalar el negocio». Él dijo: «¿Qué quieres decir?» Le dije: «Bueno, tres cosas». Le dije: «En primer lugar, si hay una posibilidad en curruchucientos googolplexes de que el universo tuvo lugar al azar, y si el marco de tiempo para que esto suceda fuera infinito y eterno, me parecería que una de todas estas posibilidades surgirá tarde o temprano en la eternidad.
No es que solo haya una oportunidad para que estas cosas sucedan». Le dije: «El segundo problema es solo un pequeño detalle. Dijiste que es matemáticamente imposible, cuando acabas de dar una posibilidad matemática por más remota que sea, en términos de uno sobre todos estos ceros, aún es matemáticamente posible, tienes que reconocerlo. Dijo: «Sí». Entonces le dije: «Y la tercera interrogante que tengo es la más grande. ¿Cuáles son las posibilidades de que algo pueda suceder al azar?» Él dijo: «No sé lo que quieres decir». Dije «La respuesta es, no es posible». «Nada puede suceder al azar». Él dijo: «¿Por qué no?» y contesté «Porque el azar no puede hacer nada».
Hace un tiempo discutía con un profesor de Harvard que dijo: «El universo fue creado al azar», y le argumenté un poco sobre esto. Usé una moneda para ilustrar el problema. Le dije: «Si tuviera una moneda y la lanzara al aire, ¿cuáles son las posibilidades de que salga cara?» Y él dijo: «Cincuenta y cincuenta». Le dije: «Bien, ¿cuánta influencia ejerce el azar en el lanzamiento de la moneda?». Él contestó: «¿Qué quieres decir?» Le dije: «Bueno, la forma en que sale cara o cruz está determinada por la presión que se ejerce sobre ella, la densidad de la atmósfera, las revoluciones que se necesitan, y cosas así, ya sea que la atrapes aquí o aquí y si después de atraparla le das vuelta o no.
Así que, esas son todas las variables. ¿Cuánta influencia tiene el azar?» Y todavía no lo entendía. Le dije: «Bueno, mira. Si estás usando el término «azar» para hablar de posibilidades matemáticas, es un término perfectamente útil», y hablaré de eso en nuestra próxima sesión, sobre el sentido en que el término «azar» es una palabra significativa, «pero cuando atribuimos al «azar» un poder para hacer algo, estamos diciendo que el azar es algo». Y, ¿qué es? ¿Qué es este misterioso factor X que hace que la moneda salga cara o cruz?» Y él todavía me miraba, y le dije: «Espera un minuto». «El azar no puede hacer nada porque el azar no es nada.
Para que algo actúe, primero tiene ¿qué? Tiene que ser, y el azar no es una cosa. No es algo. Es nada, y cuando me dices que el universo fue creado por el azar, es lo mismo que estar diciendo que el universo fue creado por la nada. Y has tomado una palabra perfectamente buena para describir las posibilidades matemáticas y ahora la has dotado de un poder mágico, dándole un estatus ontológico, dándole poder para hacer algo cuando no es nada». Esto es a lo que Jaki se refería cuando dice: «La almohada suave del azar es la almohada más suave de toda la historia, y se ha convertido en una herramienta mágica para hacer de la filosofía negligente algo respetable». Y me gusta su selección de palabras cuando habla de una «herramienta mágica», uno de los axiomas básicos de la ciencia y de la filosofía es el axioma «ex nihilo nihil fit», de la nada, nada proviene.
En lenguaje sencillo, amigos, significa que no puedes obtener algo de la nada. Les digo a mis estudiantes de teología, si alguna vez hubo un momento en que no hubo nada, absolutamente nada, ¿qué habría ahora? Nada. Si es cierto que de la nada, nada proviene. Ahora la almohada suave es esta: por el azar, todo proviene. Lo que es decir: «De la nada, algo proviene. De la nada todo proviene». Y esa es la idea principal que se utiliza como sustituto de la creación. Sé que hay algunos que argumentan que el universo es eterno y siempre ha existido. Ese es otro tema.
Pero la gran mayoría de los críticos de hoy que niegan la creación de este mundo por un Dios eterno auto-existente, apelan a algún tipo de comienzo a toda la realidad que viene de la nada. Es el conejo que sale del sombrero, sin sombrero, sin conejo y sin mago. Es peor que la magia. Es pura mitología. Si esta mitología no se tomara tan en serio hoy, podríamos divertirnos con ella, pero lo que está en juego, repito una vez más, no es solo la teología sino la ciencia misma, como espero que veamos en nuestra próxima sesión.