Recibe la guía de estudio de esta serie por email
Suscríbete para recibir notificaciones por correo electrónico cada vez que salga un nuevo programa y para recibir la guía de estudio de la serie en curso.Transcripción
Martín Lutero entendió que a todos nosotros nos quedaban muy grandes los zapatos de Cristo, pero ser cristiano significa representarlo, llevar su consuelo, su paz, su comprensión y no su juicio a las personas que están en dolor.
No tengo muy a menudo la oportunidad de escuchar a los televangelistas, esa es la nueva palabra que se ha acuñado este año, los predicadores televisivos, pero escuché, no hace mucho, escuché a uno de estos predicadores, ni siquiera podía recordar en ese momento quién era, pero él estaba de pie e hizo esta declaración a la gente que estaba viendo la televisión.
Él dijo: “Quiero que entiendan que Dios no tiene nada que ver con el sufrimiento y que Dios, Dios no tiene nada que ver con la muerte. La muerte es algo que se entromete en la creación de Dios.”
Y, por supuesto, este ministro continuó diciendo y asignando todo dolor, todo sufrimiento, toda enfermedad y toda muerte al diablo. Y mientras escuchaba eso, para ser honesto con ustedes, quería arrojar algo a través de la pantalla del televisor. Y ahora intento… trato de entender qué pasa por la cabeza de un ministro, ya sea un ministro de televisión o cualquier otra clase de ministro, para ponerse de pie y decir a la gente que Dios no tiene nada que ver con el sufrimiento o que Dios no tiene nada que ver con la muerte y la única cosa que se me ocurre es que este ministro de alguna forma quería responder a los problemas que las personas tienen cuando les sobreviene el sufrimiento, porque algunos se enojan con Dios.
Mucha gente se enoja con Dios. Dicen: “Oye, tú sabes que esto no es justo, ¿cómo puedes dejar que estas cosas me pasen a mí? Otra vez, ¿por qué? ¿Dónde está Dios en todo esto? Lo que el ministro televisivo estaba tratando de hacer con tanto cuidado, era absolver a Dios de toda culpa y toda responsabilidad por permitir que algo desagradable le ocurra a una de sus queridas criaturas.
Así como los filósofos solían decir, que si Dios es realmente amoroso y si Dios es realmente poderoso, entonces no podría permitir que suceda toda la tragedia, dolor, sufrimiento y tristeza que suele suceder en este mundo.
Así que, el ministro televisivo lo envolvió todo en papel de regalo y dijo: “Dios simplemente no tiene nada que ver con esto”. Ahora, estoy seguro de que lo que él estaba tratando de hacer era lograr que las personas se sintieran cómodas, porque ellos no podían… ellos no querían pensar en un Dios que, de hecho, podía estar involucrado en su dolor.
Pero dos cosas vinieron a mi mente en ese momento. Lo primero que pensé fue: “me pregunto si este hombre alguna vez ha leído el Antiguo Testamento”. “Me pregunto si este hombre alguna vez leyó el Nuevo Testamento” porque el Dios del judaísmo, el Dios del cristianismo es un Dios que se especializa en sufrimiento.
Toda la historia de Israel es la historia del padecimiento y del dolor de un pueblo que tenía una relación especial con Dios. De hecho, ¿cómo empezó la nación judía? ¿Se acuerdan de la historia?
Empezó cuando un grupo de personas semi-nómadas fueron puestas en esclavitud, y todos ustedes han oído del éxodo, del cual se formó una nación bajo la autoridad de Dios.
¿Cómo sucedió? El relato bíblico dice que cuando el pueblo de Israel fue puesto en esclavitud en Egipto, ellos empezaron a clamar. Empezaron a gemir. Empezaron a expresar su dolor, y leemos estas palabras: ‘Y Dios oyó el gemido de su pueblo’ y Dios dijo: “Deja ir a mi pueblo”.
Así es como empezó todo. A partir de ese momento vemos la historia de una Deidad que está íntimamente involucrada en el dolor y el sufrimiento de su pueblo. No es por casualidad, damas y caballeros, que en el Nuevo Testamento Jesús es identificado como un varón de dolores que conoce la aflicción y es llamado el cumplimiento de la expectativa futura del profeta Isaías, de Aquel que sería conocido como el Siervo Sufriente de Israel.
Esto está muy lejos de la idea de que Dios no tiene nada que ver con la muerte o que Dios no tiene nada que ver con el sufrimiento, En la Escritura se señala que Dios es el Señor de la vida; Él es el Señor de la muerte; Él es el Señor del dolor. Y en lugar de que sean malas noticias para mí, son buenas noticias, porque la más simple de todas las lecciones teológicas que podemos aprender, es que sí hay un Dios que es soberano sobre toda la vida, sobre toda la muerte, sobre todo dolor, sobre toda dolencia, sobre toda enfermedad y sobre toda aflicción, eso significa que es completamente imposible que cualquier dolor pueda jamás ser sin propósito.
Si Dios es Dios, entonces no existe tal cosa como el dolor sin sentido. No sé lo que el sufrimiento individual significa o por qué una persona particular está llamada a sufrir de una manera particular en un momento particular. No lo sé. No puedo leer la mente de Dios, el consejo secreto de Dios; pero sí conozco algo acerca del carácter de Dios.
Yo sé que Él es soberano. Y que… cuando el dolor llega y cuando la enfermedad aparece, la soberanía de repente se convierte en más que una abstracción, ¿no es cierto? Porque ahí radica el conflicto. ¿Puedo confiar en Dios en esto o no?
Ahora, estaba hablando con uno de los miembros del equipo de un hospital sobre los problemas que experimentan las personas que padecen cáncer. Cuando se hace el diagnóstico por primera vez, se expresan toda clase de emociones humanas.
Hay enojo, hay miedo, pero una de las emociones más fuertes es la sorpresa, porque nos gusta pensar que este tipo de enfermedades y este tipo de sufrimiento nunca o jamás pasará en nuestras vidas. Y esa sorpresa llega a acentuarse aún más cuando escuchamos a los ministros por ahí que nos dicen que, si creemos en Dios y creemos en Cristo, nunca tendremos de que preocuparnos por el dolor y el sufrimiento.
Eso no es verdad. Eso no nos consuela cuando necesitamos ser consolados. La sorpresa del dolor y la enfermedad varía. Tengo un nieto que tiene tres años y él, ya saben cómo son los niños, son tan ajenos a toda la aflicción que hay en el mundo. Ellos disfrutan la vida.
Y de repente se golpean los dedos con un martillo o se caen y se raspan las rodillas; y luego este pequeño entra a casa llorando lágrimas de cocodrilo y yo le digo: “¿qué te pasó Ryan?”
Él dice: “Tengo una heridita”. Y yo digo: “Bueno, ¿qué puedo hacer?” O él dice: “Bueno, quiero un curita”. O él quiere que de le un beso, porque si lo beso la heridita desaparecerá y todo habrá terminado. Esa es la forma en que gran parte del dolor, enfermedad y dolencia se manifiesta en los niños, no en todos.
Podemos ir a la sala pediátrica en un hospital y ver a los niños cuyas enfermedades no desaparecen con un beso. Pero para la mayoría de las personas, nuestras enfermedades de la niñez se van tan rápido y tan repentinamente como llegaron. Y de cierta forma nos distanciamos de mayores dolores.
Recuerdo cuando llevé a nuestra hija a sacarle las amígdalas y, qué experiencia tan maravillosa. “Sabes, tú vas a ir a ver al doctor”; y le leímos todos los libros y le prometimos todos los juguetes y regalos. Puedes comer helado, vas a tener todas estas cosas maravillosas.
Ella entró a la sala del pediatra en Pittsburgh y le dieron juguetes para jugar con un linda y agradable compañera de cuarto y mucho más. Ambas niñas estaban jugando, preparándose la noche anterior. A la mañana siguiente, a primera hora, se llevaron a las niñas para operarlas de las amígdalas, estuvimos esperando en la sala de espera y finalmente nos llamaron para entrar. Entré en esa habitación y mi hija me miró, nunca olvidaré la manera en que me miró, como si la hubiera traicionado de la peor manera posible.
Es decir, lo último en el mundo que ella quería en ese momento era un helado. Le dolía tanto la garganta que no quería tener que tragar nada en ese momento.
Ella me miró como diciendo ¿cómo pudiste engañarme así? Esta fue su primera prueba de dolor real, el más duro. Pero a medida que crecemos, cuando tenemos indigestión, no estamos seguros de que sea indigestión. Cuando tenemos jaqueca, no estamos seguros de que sea solo una jaqueca. Ahora, esas enfermedades que amenazan la vida se convierten en peligros claros y presentes, y para algunos es el anuncio de que su enfermedad podría ser terminal. Y en ese momento llega la sorpresa.
Aunque pasemos nuestras vidas preparados para esta posibilidad, sigue siendo una sorpresa. Y teológicamente es la peor sorpresa ya que aún somos forzados a volver a la pregunta: ¿Por qué? ¿Cómo permitió Dios esto? Por eso es que para este primer segmento quiero dejar con ustedes una declaración del Nuevo Testamento que creo que pone esto en perspectiva.
Cuando San Pedro le escribió a su pueblo, ustedes, no necesitan buscar esto. En la primera epístola de Pedro, en el capítulo 4, hace esta declaración: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo”.
¿No es eso interesante? “No os sorprendáis”. Eso es porque en este punto de su vida Pedro entendió que Dios estaba íntimamente involucrado con el sufrimiento. Y que una persona sea llamada a sufrir no es sorprendente una vez que entendemos quién es Dios.
Ahora, en nuestro próximo segmento, lo que quiero que veamos es esto… (una idea que quizá nunca habían considerado que tal vez la has pensado). Quiero explorar la idea de que no solo Dios está involucrado en nuestro sufrimiento, y que Dios puede estar con nosotros en nuestro sufrimiento, sino que puede haber momentos en que Dios realmente nos llama a sufrir, que el sufrimiento y, a veces, la muerte pueden ser la vocación de un ser humano.
Ahora, eso podría parecerte extraño, pero quiero explorarlo mientras vemos un caso de estudio sobre sufrimiento vocacional la próxima vez que nos juntamos.
APLICACIÓN
En esta primera sesión revisamos la pregunta difícil de cómo nos relacionamos con las personas que sufren una aflicción grave, la persona que ha sido diagnosticada quizá con una enfermedad terminal o la situación donde recibimos la noticia de que una terrible tragedia le ha acontecido a un amigo o a un miembro de la familia, tal vez un accidente automovilístico o algo similar; y en esta primera sesión les confesé mi propia sensación de incompetencia al no tener una fórmula para decir exactamente lo correcto en un momento como ese.
De hecho, algunos de ustedes deben estar pensando: “bueno, este hombre es un ministro y es un teólogo. De seguro puede hacer más que simplemente ir y escuchar a alguien, o estar con ellos acompañándolos. Cuando tuve la experiencia de escribir mi primera novela, Johnny regresa a casa, recibí muchas cartas, algunas de las cuales fueron muy negativas y críticas sobre esa novela; y la mayor crítica que recibí fue de gente que me escribía para decirme que estaban decepcionados de que el ministro en la novela no predicara un sermón a uno de los personajes del libro, y yo… mientras leía esas cartas y pensaba en ello, pensé que estas personas realmente no entienden cuál es el propósito de una novela.
Ellos esperaban un tratado evangelístico o un sermón y no recibieron lo que estaban esperando, y sospecho que tal vez tú estás esperando que entregue una fórmula más estructurada para hablar con personas que están desconsoladas o que están luchando con las preguntas difíciles del sufrimiento.
Pero creo que es realmente importante que no tengamos una fórmula para usar en estas circunstancias. En el Nuevo Testamento, Jesús promete que enviará en medio nuestro al Espíritu Santo, quien es nuestro consolador. Ahora, por supuesto, la intención original de esa declaración de Jesús era enviar a alguien que estaría con nosotros en el momento de la prueba de la tribulación para ser nuestro defensor, pero también nos dice que hay un consuelo que Dios promete dar a la gente en este mundo.
Ahora, a veces, la forma en que Dios trae consuelo a su pueblo es a través de nosotros. Como ya dije antes, Lutero declaró que cada cristiano está llamado a ser Cristo para su prójimo. Es obvio. que Lutero no quiso decirlo en un sentido burdo donde se supone que debería estar actuando como un Mesías y pensando que soy el salvador el mundo, sino que debo ser la presencia de Cristo para aquellos que están en dolor y para aquellos que están asustados, al ser un instrumento o canal de su consuelo.
Ahora, lo que me gustaría que hicieras mientras estudias este material y quizás en este momento, si tienes la oportunidad de discutir en grupo, es que consideren dos preguntas.
La primera pregunta es esta. Supongamos que te llamaran para ir a ver a Judi Griese o a un hogar donde acaba de llegar la noticia de que un miembro de la familia ha muerto en un trágico accidente y era alguien a quien tú conocías bien y que te importaba.
En primer lugar, ¿cómo te sentirías al habla con la familia en ese momento y qué crees que dirías? Me gustaría que pensaras en eso y si están en grupo que puedan discutir eso entre ustedes para ver cómo podrían ser las distintas formas en que responderíamos a tal situación.
La segunda pregunta que me gustaría que discutan es un poco más personal. Si puedes imaginarte en una situación de dolor y sufrimiento muy graves y uno de tus amigos o tu pastor viniera a visitarte, ¿qué quisieras que hicieran o te dijeran?
Quiero decir, puedo imaginar que algunos de ustedes se dirán: “Ay, RC, si vinieras a verme y me estuviera muriendo de cáncer y no me dijeras nada, sino que te sentaras allí, me tomaras la mano y me escucharas; estaría decepcionado. Me decepcionaría porque estaría esperando que me dijeras algo más para darme algún tipo de esperanza o aliento con tus palabras.
Bueno, permítanme pedirles que intenten imaginar esa situación ahora y discútanla entre ustedes diciendo qué querrían que les dijera su amigo o su pastor. Expresemos estas cosas entre nosotros y aprendamos a ser sensibles con otras personas que enfrentan esta dificultad.