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Transcripción
En esta sesión de nuestro estudio de las parábolas, vamos a ver dos parábolas similares pero muy cortas que Jesús dio a sus discípulos; se encuentran en Mateo, capítulo 13, empezando en el versículo 44 y leyendo hasta el versículo 46. Estas dos parábolas se llaman la parábola del tesoro escondido y la parábola de la perla de gran valor. Las leeré brevemente y luego las comentaré. «El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró».
Ahora, ambas parábolas se refieren a que Jesús nos enseña algo sobre el reino de Dios o como Mateo lo llama, el reino de los cielos, pero ambas tienen que ver con el aspecto del valor. Es una idea que se discute con frecuencia en nuestro mundo moderno, particularmente cuando hay campañas políticas que emprender. Escucharán a los candidatos referirse a problemas de valores familiares o valores nacionales o cualquier otro tipo de valores con los que pueden estar preocupados. Y lo que me preocupa, en la forma en que se usa esta palabra en la cultura contemporánea, es que muy a menudo la idea de valor o valores se usa como sinónimo para ética. Pero no significan lo mismo.
Los valores tienen que ver con evaluaciones subjetivas del valor de algo para un individuo. Es decir, lo que consideramos importante para nosotros mismos o valioso para nosotros mismos, o algo que se considera significativo, y puede que simplemente se trate de una preferencia personal. En la ciencia de la economía, aprendemos de la teoría subjetiva del valor. Nadie puede decirme cuál es el valor de mi coche para mí. Pueden decirme cuál podría ser su valor para ustedes si quisieran comprarlo, pero no tenemos exactamente los mismos sistemas de valores.
Esta es una de las razones, por ejemplo, detrás de cómo se gasta y usa el dinero dentro de la familia. Es la causa número tres, según las declaraciones de la gente, para el divorcio en Estados Unidos: discusiones sobre asuntos de dinero. Porque cuando dos personas se casan, no traen al matrimonio el mismo sistema de valores exacto que su pareja tiene, y cada matrimonio, ya sea de multimillonarios o de indigentes, involucra los bienes compartidos que son de un valor finito.
Entonces, cada vez que se gasta un dólar en algo, es una oportunidad perdida en cuanto a ser usado en otro objeto y si tienes una cantidad finita de dinero en tu casa y el hombre quiere comprar palos de golf y la mujer quiere comprar sábanas nuevas para la cama, pueden tener un conflicto sobre eso. Porque el hombre valora los palos de golf más que las sábanas y la mujer tiende a valorar las sábanas más que los palos de golf. Así que tenemos este problema de valores. Y en cuanto a su relación con la ética, es que la ética no trata con lo que es subjetivo, sino con lo que es objetivo. La ética no tiene que ver tanto con lo que estimamos o lo que tenemos en gran valía o valor, sino que la ética tiene que ver con lo que debemos hacer.
Ahora, cuando relacionamos estos dos asuntos, vemos que Dios tiene un sistema de valores y nosotros tenemos nuestros sistemas de valores, y nuestros sistemas de valores no siempre están de acuerdo con el sistema de valores de Dios. El asunto se vuelve ético porque, como cristianos, tenemos un imperativo, un imperativo ético, de alinear nuestros valores personales con los valores que Dios mismo asigna a las cosas en este mundo. Cuando Jesús hizo Su anuncio del avance del reino de Dios, estaba anunciando algo de valor inestimable para las personas que, en su mayor parte, no le dan un alto valor a eso. Por esto da estas dos parábolas breves para ilustrar Su punto.
La primera es de un hombre que encuentra un gran tesoro en un campo. Ahora, tenemos películas y novelas sobre búsquedas de tesoros y sobre piratas en el Caribe que entierran grandes tesoros en alguna isla remota y luego dejan un mapa con el fin de poder recuperarlo posteriormente, y marcan con una X el lugar, y luego su barco se hunde y nadie sabe qué pasó con el mapa, y tarde o temprano alguien encuentra el mapa y se emocionan y salen buscando tesoros, esperando, de alguna manera, redescubrir el tesoro enterrado.
Bueno, en el mundo antiguo, no era raro que grandes tesoros de dinero, joyas y tesoros se escondieran secretamente en los campos, donde solo ellos sabían dónde estaba todo enterrado y lo mantenían a salvo de los demás. No fueron al banco nacional de Jericó a depositar sus cosas de valor en una caja de seguridad. Con frecuencia, escondían su dinero cavando un hoyo en el suelo donde solo ellos lo sabían. Bueno, luego la persona muere y nunca recupera el tesoro y el tiempo pasa y todo el mundo se olvida de ello y este hombre se pone a trabajar en el campo un día y oye a su pala chocar con algo y ve que ha descubierto un cofre del tesoro de una gran cantidad de objetos de valor contenidos en él.
Aparentemente, no conoce al dueño del campo ni nada por el estilo, y Jesús no entra en grandes detalles, sino que sólo nos dice que el hombre va y vende todo lo que tiene, todas sus posesiones, porque tiene una pasión ardiente, la cual es reunir suficiente capital para poder comprar ese campo donde sabe que el tesoro está escondido, y una vez tome posesión del campo, entonces el tesoro que está enterrado allí vendrá a ser suyo. Así que no roba el tesoro, tan solo trata de encontrar una manera de ganar suficiente dinero para comprar el campo.
Hace poco vi una película que ponía las antiguas parábolas en un contexto moderno. En esta película en particular, mostró a un agente de bienes raíces en apuros por vender una propiedad lúgubre cerca del centro de la ciudad y de una carretera. Trató de convencer a la gente que venía a ver la propiedad, que estaba sucia y maltratada, y sin habitar por más de 50 años. Trató de venderla acorde a su potencial. La gente echaba un vistazo a esta trampa para ratas y se reía y se iba, y en su frustración se dispuso a abandonar el lugar, pero se le cayó su celular al piso. Cuando lo recogió vino a ser como Jed Clampett de Los Beverly ricos.
Su celular estaba cubierto de petróleo. Así que empieza a voltear rocas y a investigar un poco más, va donde un analista y descubre que hay una enorme reserva de petróleo debajo de esta propiedad abandonada. Trata de convencer a su esposa de que necesitan reunir el dinero para comprar la propiedad. La historia cuenta cómo él hace una venta de garaje y tratan de vender su refrigerador, su estufa, su televisor y hasta su auto. Tienen un aviso de «se vende» en su casa. Han sacado sus ropas, sus joyas, todo, están vendiendo todo, liquidación total, porque tienen que vender todo lo que poseen para obtener el dinero que necesitan para comprar la propiedad donde él sabe que está el petróleo debajo.
Bueno, lo interesante en esta versión moderna particular de la parábola del tesoro escondido es la reacción de los amigos e incluso familiares del hombre. Piensan que ha perdido la cabeza. ¿Por qué vendes todo? Él dijo: «Porque voy a comprar. Voy a hacer una inversión en un campo petrolero». Le dijeron: «¿Sabes cuántas personas se van a la quiebra invirtiendo en petróleo, donde los agujeros se secan? Estás loco. Eso es completamente irresponsable». Pero él no los escucha. Está seguro y decidido, y efectivamente llega a recaudar el dinero que necesita y compra la propiedad. Es una bonanza de petróleo que lo hace tan rico como Jed Clampett, de manera que pueden mudarse a Beverly Hills con el resto de los ricos de Beverly. Esa es la idea.
Bueno, no hay nada impropio o poco ético en el procedimiento de este hombre aquí. El punto de la parábola es muy simple. Este hombre encontró algo que era tan valioso que nada sería suficiente para él a menos que lo poseyera. Renunciaría a todo lo que tenía, vendería todo lo que pudiera, para lograr comprar ese campo, porque sabía que había un tesoro de valor, de valor inestimable allí. Jesús luego da otra parábola justo al lado, de un comerciante de joyas que se especializa en la venta de perlas y en esa parte del antiguo Medio Oriente, las perlas eran más raras de lo que hoy son y las perlas podían considerarse hasta de mayor valor que incluso los diamantes, rubíes, esmeraldas, oro y plata.
Este hombre tenía una magnífica colección de perlas. Y un día se encontró con esta espléndida perla que era tan brillante, tan maravillosa, tan hermosa que todo el resto de las perlas de su colección parecían desvanecerse en la insignificancia. Entonces el hombre dijo: «Tengo que poseer esa perla». Vendió toda su colección de joyas, todo su negocio, se despojó de todo con un solo fin; «Debo tener esa perla», esa perla de gran valor. El punto común en ambos es que tienes algo extremadamente valioso para lo que vale la pena vender todo lo que tienes con tal de poseerlo. Lo que Jesús está diciendo es: «Así de valioso es el reino de Dios».
Ahora, volvemos a la teoría subjetiva del valor y a las preguntas con las que tratamos en los debates todo el tiempo sobre las ganancias, por ejemplo, en los negocios. Solía dar lecciones de economía a los estudiantes de la escuela cristiana clásica y les hacía preguntas simples como esta: Si un fabricante de zapatos fabrica un par de zapatos y le cuesta diez dólares hacerlos y toma ese par de zapatos y lo vende al precio mayorista de quince dólares a un dueño de zapatería, él gana cinco dólares en la transacción. Pregunto: ¿Quién se beneficia? Luego, el dueño de la zapatería marca el precio hasta veinticinco dólares. Lo compró por quince, ahora lo está vendiendo por veinticinco y cuando lo vende al cliente, ¿quién se beneficia?
Y le pregunté a los estudiantes: En esta ilustración, ¿quiénes son los que se benefician? Es fácil para ellos. Dicen: bueno, obviamente, el fabricante de zapatos obtuvo ganancias cuando vendió sus zapatos al dueño de la tienda minorista. Sí. Y el dueño de la tienda minorista obtuvo ganancias cuando vendió esos zapatos al cliente que entró por la puerta. Digo: eso es correcto. Digo, bien, ¿quién más se benefició? Ellos se quedaron mudos, así como ustedes. ¿Quién más? «Ya vimos a todos los que obtuvieron ganancias».
Les digo: «No, no, no, no, no, todavía hay alguien más que obtiene ganancias en esta transacción». Dicen: «¿Quién?». Respondo: «El cliente». Bueno, ¿y cómo obtiene ganancias el cliente? En el momento en que el dueño de la zapatería pone una etiqueta de precio en sus zapatos, que es más alta de lo que el cliente valora tales zapatos, ¿qué hará el cliente? No los comprará. Pero si el precio es de veinticinco dólares y él quiere los zapatos más de lo que quiere los veinticinco dólares de su bolsillo, hará el trato.
Así es como se supone que debe funcionar. Solía ser así cuando hacíamos trueques. Saben que el hombre que era el criador de ganado hacía un trato con el fabricante de zapatos. El zapatero tenía hambre. Tenía cien pares de zapatos, pero no podía usar todos esos zapatos. El ganadero tenía miles de filetes en su congelador, pero tenía los pies descalzos. Así que se reunieron y decidieron hacer un trato, intercambiando filetes por zapatos, y en ese tipo de transacción es fácil de ver que hubo una rentabilidad mutua en el asunto. Pero a menudo pasamos por alto el punto de que en una economía libre donde nadie te obliga a comprar algo, cuando haces una compra, estás ejerciendo tu sistema de valores.
Ahora, Jesús va más allá con esto cuando habla de nuestros valores subjetivos individuales, cuando habla de intercambiar o comprar, ¿verdad? O de hacer un canje. Él formula preguntas sobre los tipos de intercambio. Hace esta pregunta: «¿Qué dará un hombre a cambio de su alma?». Simplemente está preguntando cuánto valor le ponen a su alma. Supongamos que una determinada situación llega a tu vida. Supongamos que los bomberos te llaman y te dicen que ha empezado un incendio en tu casa. «No vamos a poder salvar la casa. Tienes cinco minutos para entrar y sacar las cosas que quieras salvar de tu casa antes de que sea muy tarde».
Así que sabes que tienes cinco minutos, una ventana de seguridad para recuperar de tu casa objetos que son valiosos para ti. ¿Qué sacarías? ¿Irías corriendo al garaje y sacarías el auto? ¿Correr al tocador y sacar tus joyas? ¿Alguna vez has pensado en eso? Yo sé exactamente lo que sacaría si tuviera cinco minutos para salvar lo que tengo en mi casa. En esos cinco minutos sacaría algunos libros raros y algunas pinturas que poseo, y una caja de cartas que mi padre me escribió en la Segunda Guerra Mundial. ¿Por qué me apresuraría y sacaría todo eso? Porque no pueden ser reemplazados. Nunca podrían ser reemplazados.
Entonces le doy mucho valor a cosas que nunca pueden ser reemplazadas yendo a la tienda a comprar otro nuevo. Pero todos tenemos un sentido diferente de valores. Hemos visto muchos relatos ficticios del diablo participando en el intercambio, tratando de comprar las almas de las personas. Una de mis obras favoritas de todos los tiempos se tituló «¡Damn Yankees!» que vi en Broadway, en Nueva York, el héroe era un ávido fanático de los Washington Senators y cada vez que jugaban contra los Yankees, eran derrotados y él le vendió su alma al diablo, para poder convertirse en una estrella del béisbol y llevar a los Washington Senators a la serie mundial.
«Fausto, doctor Fausto», en estas cosas tienes el mismo tipo de historia. Jesús dijo, ¿cuál es tu sistema de valores? ¿Qué tan importante es para ti tu alma? Sabemos que tu cuerpo es muy importante para ti. Sabemos que los profesionales médicos se han convertido en los sumos sacerdotes de nuestra cultura moderna. Sabemos que, en un sistema económico, los médicos son mucho más valorados en nuestra cultura que los pastores. Eso nos dice algo sobre el valor que atribuimos a nuestras almas. Jesús dijo: «¿Con qué vas a negociar? ¿Qué darás a cambio de tu alma? ¿Qué cambiarías por tu salvación?».
No puedo imaginar a un cristiano dispuesto a intercambiar cualquier cosa. Los cristianos del primer siglo no habrían negociado sus vidas o sus almas, porque habían encontrado este tesoro y habían encontrado la perla de gran valor y estaban dispuestos a dar sus vidas, porque se dieron cuenta de que en toda su vida no había nada tan precioso, nada tan valioso como poseerlo a Él. Sabes que la perla de gran valor ni siquiera es una joya. Es una persona. Si lo tienes a Él, lo tienes todo. Y necesitamos escuchar estas parábolas, porque Jesús está diciendo: «En el sistema de valores de Dios, el reino de Dios que viene por medio de Jesucristo es lo que supera cualquier otra cosa, cualquier objeto que podamos acumular en este mundo».
Como Edwards solía decir, siguiendo la enseñanza de Jesús, que los creyentes arrebatan el reino de Dios. ¡Debemos tener la perla de gran valor! ¡Debemos tener ese tesoro que está escondido en el campo! Porque no hay nada con que la podamos comparar en lo que a su valor se refiere. Creo que necesitamos hacer una auditoría de nuestros sistemas de valores, con cierta regularidad. Para ver si nuestros valores se alinean con los valores de Dios. Estamos llamados a buscar tener la mente de Cristo y eso significa amar lo que Jesús ama y aborrecer lo que Jesús aborrece. Procurar lo que Jesús procura y huir de lo que Jesús huye. De eso es que trata la vida del cristiano.