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Hace unos años, estaba exponiendo en la Conferencia de Filadelfia sobre Teología Reformada en esa ciudad, y el tema de esa sesión era «La Autoridad de las Escrituras». Después del servicio vespertino, donde había estado exponiendo sobre el tema de la autoridad bíblica, me alegró ver acercarse a un amigo al que no había visto desde que estuvimos juntos en la universidad muchos años antes. Y esta persona, después de la universidad, fue al campo misionero, entró al ministerio y cosas así. Nos reuníamos regularmente cuando éramos estudiantes todas las noches durante media hora para estudiar la Biblia y orar juntos. Había perdido contacto con él por años y estaba muy emocionado de verlo. Salimos a comer, y nos preguntamos por las familias y cosas por el estilo.
Luego estuvo un poco avergonzado, y me dijo: «Quiero que sepas que ya que estuvimos juntos en la universidad», «He cambiado mi postura por completo sobre las Escrituras». Le dije, «Bueno, ¿qué quieres decir, Charlie?» Dijo: «Bueno, ya no creo más en la inspiración de la Biblia». Continuó: «He estado en el seminario y he estudiado esto, y ahora estoy al tanto de todas las teorías críticas, y por eso no acepto la postura de la infalibilidad o inerrancia de las Escrituras como lo hice alguna vez». Le dije, «Bueno, ¿qué sigues creyendo, Charlie, de aquellos días?» Sonrió y dijo: «Bueno, sigo creyendo que Jesús es mi Salvador y mi Señor». Entonces le dije, «Bueno, estoy encantado de oír eso, pero mi pregunta para ti, Charlie, es ¿cómo ejerce Jesús su señoría sobre ti?» A lo que dijo, «¿Qué quieres decir?»
Le respondí: «Bueno, un Señor es alguien que tiene autoridad para emitir mandamientos, para darte órdenes de marcha, para exigirte que hagas esto o aquello. Ahora, si no puedes apelar a las Escrituras como la fuente de tus órdenes de marcha, ¿de dónde las sacas?» «Oh», dijo, «Veo lo que quieres decir». Respondió: «Bueno, creo que Cristo nos habla ahora a través de la iglesia». Le dije, «Ya veo. ¿Qué iglesia?» Y él dijo, «La iglesia presbiteriana». Añadí: «¿Cuál iglesia presbiteriana? ¿la de Chicago? ¿la de Filadelfia? ¿la de Pittsburgh? La Primera Iglesia Presbiteriana, Segunda Iglesia Presbiteriana, Tercera Iglesia Presbiteriana, ¿cuál?» Me respondió: «Oh no, no la iglesia presbiteriana local, pero cuando la iglesia se reúne en la asamblea general, ahí es donde escuchamos la voz de Cristo».
Le dije, «¿Qué asamblea general? ¿El que el año pasado votó de una manera sobre un tema en particular y lo revirtió este año? ¿Cristo cambió de opinión?» Y Charlie comenzó a sentir el peso del problema, y le dije: «Hemos recorrido un largo camino; acabamos de terminar el círculo de la Reforma. De esto se trataba el debate del siglo XVI: en el análisis final, ¿la autoridad de Cristo está conferida a la iglesia y a las enseñanzas de la iglesia o a la palabra apostólica que encontramos en la Sagrada Escritura?» Y esa fue la discusión que tuve con mi amigo.
Ahora, en el siglo XVI, como ya he mencionado, surgió el tema de la sola scriptura y vimos que el término sola significa que la Escritura por sí sola es la suprema revelación especial autoritativa de Dios y que la iglesia no tiene una autoridad en igualdad de condiciones con la Sagrada Escritura. Ahora, cuando la Iglesia católica romana respondió a la Reforma a mediados del siglo XVI en su Concilio ecuménico de Trento, Trento, en la cuarta sesión, habló directamente con respecto a este tema de la relación de la autoridad de la iglesia y la autoridad de la Escritura. Y como mencioné en una sesión anterior, Roma confesó su confianza en la inspiración y la autoridad de la Biblia: que la Biblia vino a través del Espíritu Santo, dictante, como dije, el Espíritu Santo dictando. Pero además de eso, Roma, en la cuarta sesión de Trento, habla de la revelación de Dios mismo a través de las Sagradas Escrituras y la tradición de la iglesia.
Ahora, ¿cómo debemos entender la afirmación de que la revelación de Dios nos llega a través de la Biblia y la tradición? Si alguien me dice: «¿Dónde encuentras la verdad de Dios, RC?» Le digo: «Bueno, puedes encontrar la verdad de Dios en las Escrituras o en la Confesión de Fe de Westminster», porque creo que la Confesión de Fe de Westminster reproduce fielmente la enseñanza de la Sagrada Escritura. Pero no creo que la Confesión es inspirada, infalible o inerrante, pero sí creo que puedes encontrar la verdad de Dios en lugares fuera de la Biblia. Se puede encontrar en buenos libros sobre teología si es que son sólidos, pero no son la fuente original de esa revelación especial de ninguna manera.
Así que tal vez lo que tenemos aquí cuando en Trento, durante la cuarta sesión, se dijo que la verdad de Dios está contenida tanto en la Sagrada Escritura como en la tradición, que todo lo que está siendo hecho por – se dijo por esta declaración inocua es algo parecido a lo que acabo de decir sobre los credos protestantes y las confesiones y tradiciones. Pero no creo que ese sea el caso; Creo que lo que vemos aquí en la Iglesia católica romana es lo que llamamos una teoría de doble fuente de revelación especial, donde la iglesia tiene dos fuentes de revelación especial, una de las cuales es la Escritura y la otra es la tradición de la iglesia, poniendo a la iglesia en una posición de igualdad de autoridad con la Biblia misma.
Ahora, un estudio fascinante ha llegado a nuestros días con respecto a estas declaraciones en el Concilio de Trento, porque la cuarta sesión de Trento fue descartada abruptamente debido al estallido de la guerra en el continente y, como resultado de eso, algunos de los registros se extraviaron y confundidos con respecto a lo que realmente sucedió en el Concilio, y ahora sabemos a través de la investigación de un estudioso anglicano de nombre Palmer que el primer borrador de la cuarta sesión del Concilio de Trento no contenía estas palabras, «Escritura y tradición», pero tenían dos palabras latinas en el texto,»partim partim«.
Es decir, si los tradujeras exactamente, estarían diciendo que la verdad de Dios está contenida en parte en la Escritura y en parte en la tradición. Allí, no habría duda de que tienes dos fuentes de revelación divina, una en la Escritura, otra en la tradición. Sin embargo, cuando ese proyecto original fue presentado a la asamblea, dos sacerdotes que eran delegados allí protestaron; el nombre de uno era Bonuccio y su compañero se llamaba Nachianti. No me preguntes por qué recuerdo sus nombres simplemente los recordé, pero, en cualquier caso, Bonuccio y Nachianti se levantaron y protestaron por la redacción, diciendo que ese lenguaje destruiría la suficiencia y la singularidad de la Sagrada Escritura. Es decir, estaban luchando por el principio de Reforma de sola scriptura.
Ahora, allí termina el registro con respecto a la discusión y el debate. No sabemos cómo el resto de la asamblea argumentó en respuesta a estos dos hombres, pero sí sabemos que, en el borrador final, estas palabras ya no estaban allí, y en su lugar estaba la palabra, ‘et’, la cual significa simplemente ‘y’. Ahora, la pregunta es esta: ¿Respondió la iglesia a esta protesta y rechazó conscientemente una teoría de doble fuente? ¿Hizo la iglesia este cambio simplemente por razones literarias, o de forma intencional como lo llamamos una ambigüedad estudiada para dejar la pregunta abierta para una reflexión posterior? No sabemos la respuesta a eso estrictamente del registro del siglo XVI, pero sí sabemos la respuesta a ella por los decretos y decisiones posteriores de la iglesia, más recientemente está el Humani generis en la década de los 40s por el Papa Pío, en el que allí se detalla sin ninguna ambigüedad que la iglesia abraza dos fuentes distintas de revelación especial.
Entonces, para Roma, ellos pueden apelar tanto a la tradición de la iglesia como a la Biblia para su doctrina. Eso es lo que hace que el diálogo ecuménico sea tan difícil, porque se llega a una postura diferente de una doctrina en particular, y los protestantes quieren establecer su doctrina estrictamente sobre la autoridad de la Biblia y Roma diría: «Bueno, no tenemos que quedarnos pegados con la Biblia. Podemos mirar este concilio de la iglesia o esta encíclica papal, y podemos ver lo que la tradición de la iglesia establece sobre esa doctrina en particular», como con la inmaculada concepción de María y la asunción corporal de María en el cielo. Temas como estos que no se pueden encontrar en ninguna parte de las Escrituras, que se pueden establecer sobre la base de su apelación a la tradición.
Y luego cuando te involucras en la discusión y dices, «Bueno, espera un minuto, soy de Missouri, Soy un solo Scripturista y vas a tener que mostrarme solo en la Escritura y no apelando a la autoridad de la iglesia, ellos responderán inmediatamente diciendo que, «¿No entiendes que la Biblia en la que te estás apoyando y la Biblia a la que estás apelando como tu única autoridad de revelación especial obtiene su autoridad de la iglesia y sin la autoridad de la iglesia no tienes autoridad bíblica?» Y luego comenzarán inmediatamente a discutir este proceso histórico de clasificación y selección para el establecimiento del canon, que repasé en nuestra última sesión.
Y el razonamiento dice algo como esto: Puesto que es por decisión de la iglesia que ciertos libros estén formalmente canonizados; por lo tanto, la autoridad de la Biblia está sujeta a la autoridad de la iglesia, y en un sentido muy real, deriva su autoridad permanente de la autoridad aún mayor de la iglesia misma. Bueno, por supuesto, lo rechazamos, realmente por razones bíblicas, por razones teológicas, y también por razones históricas. Una vez más, volvemos al origen de la autoridad, y entendemos que cuando el principio de sola scriptura fue pronunciado por los Reformadores, la razón por la que estaban restringiendo la autoridad vinculante de la Escritura es porque estaban convencidos de que las Escrituras son la Palabra de Dios, y que solamente Dios puede atar la conciencia, y que sólo Dios tiene autoridad absoluta.
Y es por eso que restringieron la autoridad a la Escritura, porque dijeron aquí mismo encontramos la palabra de Dios. Bueno, por supuesto, la Iglesia católica romana diría: “Sí, por supuesto que creemos que sólo Dios es la autoridad suprema, pero ha delegado esa autoridad a la iglesia, porque después de todo, Cristo construyó Su iglesia sobre Pedro”. Él dijo: «sobre esta roca construiré mi iglesia». Pedro transmitió esa autoridad a las generaciones futuras, por lo que Pedro todavía sigue gobernando en la cátedra de San Pedro en la personificación del Papa, quien es el Vicario de Cristo en la tierra”. Y así la iglesia es la encarnación continua y está lo que se llama sucesión apostólica: esa autoridad apostólica continúa más allá del siglo I, más allá de Pedro, más allá de Pablo, y es investida, entonces, en cada generación en la iglesia, y más específicamente con el Papa.
Ahora, eso es, por supuesto, abierto a disputa, si es que la Biblia afirma o no con claridad tal sucesión apostólica, y ciertamente no es un tema controversial resuelto en cuanto a lo que quiso decir exactamente Jesús en la confesión de Cesarea de Filipo cuando dijo: «sobre esta roca construiré mi iglesia», pero una cosa que sí sabemos es que hubo un proceso de delegación, que Cristo es el apóstol delegado “par excellence”, como hemos mencionado antes; Él dijo: «No hablo nada por mi propia autoridad, sino sólo por la autoridad de aquel que me envió». De modo que Cristo afirmó hablar con nada menos que la autoridad de Dios.
Y cuando la iglesia abraza a Cristo como Señor, la iglesia dice: «Reconocemos la autoridad de Cristo sobre nosotros y que su autoridad como cabeza de la iglesia es ciertamente superior a cualquier otra parte de la iglesia; y también, vemos a Cristo delegando su autoridad a sus apóstoles, diciendo: “Los que te reciben me reciben. Los que te rechazan me rechazan”, que es el argumento que a Ireneo le gustaba usar contra los herejes de su época. Pero cuando nos fijamos en la pregunta histórica, aquí es donde creo que se hace bastante claro porque cuando la iglesia finalizó la lista formal de libros que llamamos el canon, en ese proceso, la iglesia utilizó un término latino que creo que es crítico para esta discusión, y es el término, recipemus, el cual traducido significa, “recibimos”.
Es decir, en el momento del establecimiento del canon tanto formal como oficial y eclesiásticamente, en ese momento en la historia de la iglesia, la iglesia no era tan arrogante como para afirmar que la iglesia estaba creando el canon o que el canon recibió su autoridad de la autoridad de la iglesia; sino más bien, lo que la iglesia decía en ese momento es: “Estamos reconociendo, recibiendo y abrazando estos libros como los libros que tienen la autoridad vinculante sobre nosotros”. Sería como si Dios se me apareciera hoy y le dijera: “Bueno, ¿cómo sé que eres Dios?” Y me dijo como le dijo a Moisés: “Pon tu mano en tu bolsillo”. Lo hice, la saqué y estaba con lepra; Me dijo: “Bien, ponlo ahí otra vez”, y la saqué y ya no estaba así. O dijo: “Toma este pedazo de tiza y tíralo al suelo” y lo hago, y se convierte en una serpiente. Y entonces Dios me diría: “¿Estás satisfecho?” Yo diría, “Sí, estoy satisfecho. Me has convencido de que eres el Dios Todopoderoso”.
Ahora, si llego a tener esa convicción y me inclino ahora ante la autoridad de mi creador, ¿de alguna manera le da mi asentimiento a su autoridad alguna autoridad que Él ya no tenía? Bueno, por supuesto que no. Todo lo que estoy haciendo es reconocer la autoridad que ya está allí e inclinándome ante ella. Eso es exactamente lo que la iglesia hizo durante el período de los primeros siglos cuando estuvo involucrada en el asentimiento y discusión de formalización del texto de la Escritura. Así que la iglesia está siempre subordinada a la autoridad de la Biblia. Esto no significa que la iglesia no tenga autoridad. El gobierno del estado tiene autoridad, los padres tienen autoridad, pero esas autoridades son autoridades que Dios ha delegado y que no tienen la autoridad absoluta que va con su propia palabra.
Entonces, cualquier autoridad que tengamos en la iglesia, que debemos respetar y obedecer tanto como podamos, es una autoridad que está subordinada a la autoridad de la Escritura misma. Ahora, después de haber repasado rápida y brevemente esta parte de nuestro estudio de la teología sistemática, donde comenzamos realmente con la doctrina de la revelación, y hemos observado en las últimas sesiones el concepto de la Escritura, quiero que entendamos que todavía estamos hablando en un sentido muy real en abstracto. Estamos hablando de la naturaleza de la Escritura, el origen de la Escritura, la autoridad de la Escritura, la relación de la autoridad bíblica con la autoridad eclesiástica, y todos estos temas relacionados, el alcance del canon y todo lo demás, pero si tenemos un concepto perfectamente preciso en nuestras mentes sobre la naturaleza de la Biblia y si somos perfectamente ortodoxos en nuestra confesión de su autoridad, del alcance del canon y de todas estas cosas que hemos estado hablando, pero no tenemos dominio del contenido de la Sagrada Escritura, ¿qué hemos ganado?
Una vez más, la Escritura se nos da no sólo como una doctrina abstracta, sino que viene a nosotros como la palabra divina de Dios que está diseñada para nuestra edificación, para nuestra conversión, para nuestra reprensión, para nuestra corrección, para nuestra instrucción, para que estemos totalmente equipados para ser hombres y mujeres de Dios. Pero la crisis en nuestro tiempo no es simplemente una crisis sobre si la Biblia es infalible, inerrante o inspirada; la crisis de nuestros días es qué hay en ella. E incluso en el seminario pasamos mucho tiempo prestando atención a los temas académicos de lo que llamamos prolegomena: la datación, la cultura, el idioma y todo eso que podemos graduarnos del seminario sin realmente llegar a entender el contenido de la Sagrada Escritura, lo que llamaríamos un dominio de la Biblia en español. En otras palabras, les digo a ustedes, amigos, ¿saben lo que hay en la Biblia?
Ahora, esta serie que estamos haciendo ahora sobre teología sistemática es ambiciosa en la medida en que cubre tantos temas. La serie más larga que hemos hecho hasta este punto es nuestra serie llamada “Del polvo a la gloria”, que era un intento de abordar este mismo punto. Mi pasión, creo mucho más importante que estudiar teología sistemática es que el pueblo de Dios en nuestros días llegue a un conocimiento del contenido de las Escrituras, y eso es lo que tratamos de proporcionar a las personas con un panorama bíblico, comenzando con la creación y yendo hasta el final del Nuevo Testamento.
La única otra cosa que quiero decir antes de terminar este segmento de teología sistemática es que, incluso si tratamos con el contenido, tenemos una doctrina sólida de la naturaleza de la Escritura, pero todavía nos queda la pregunta bastante complicada de ¿cómo puedo ser un intérprete responsable de la Biblia? Ya sabes, incluso con Roma, con su colección infalible de libros infalibles y enseñanza infalible de la Biblia infalible, todavía, tarde o temprano, tiene que reducirse a que tú no eres infalible y yo no soy infalible; y en algún momento puedo tergiversar y distorsionar la Escritura.
Así que también necesitamos aprender algo acerca de los principios básicos de la interpretación bíblica; No voy a cubrir eso en este curso. Tenemos materiales auxiliares para usted; mi libro, “Cómo estudiar e interpretar la Biblia” está escrito para laicos, para darles los principios fundamentales de cómo interpretar la Biblia de una manera que no los lleve a un malentendido, una interpretación errónea o distorsión de la palabra de Dios. Entonces con eso permítanme cerrar el primer segmento de esta serie sobre la revelación y sobre la Biblia mientras nos prepara para el siguiente segmento donde comenzaremos a mirar la teología propia o un estudio del carácter de Dios.