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Transcripción
En el año 1517, después de que el papa León X había autorizado la venta de indulgencias en los territorios católicos romanos y había llegado a un acuerdo con el príncipe Alberto de Brandeburgo para poder tener derechos exclusivos sobre los ingresos de la venta de indulgencias en Alemania, excepto en aquellas áreas donde era ilegal por ley, áreas que incluían la zona de Sajonia.
Bajo la autoridad de Federico el Sabio, la iglesia no tenía permiso para vender indulgencias en ese territorio en particular. Pero cuando las indulgencias llegaron a Alemania, estaban bajo el liderazgo de un monje dominico llamado Johann Tetzel. Tetzel era conocido por sus habilidades creativas de márketing, y la forma en que funcionaba esto era: cuando entraban en una ciudad alemana o en una aldea alemana, lo hacían con gran pompa y esplendor, había una procesión solemne encabezada por una cruz que tenía el símbolo del papa.
Además de eso, había una bula papal que era cargada delante de la procesión en un cojín de terciopelo bordado en oro. Una vez la procesión llegaba al pueblo, la gente se reunía alrededor y Tetzel daba uno de sus famosos sermones, y el tema base de sus sermones en esas ocasiones, era sensibilizar el corazón de los campesinos por la difícil situación que sus parientes estaban experimentando en el purgatorio. Y les decía algo como esto: «¿Escuchan sus gritos? ¿Escuchan cómo les suplican hoy que consigan estas indulgencias para reducir su tiempo en el purgatorio?». Y luego, por supuesto, la famosa canción que compuso Tetzel, que se traduce del alemán al español: «Cuando en el cofre una moneda cae, un alma del purgatorio salta».
De nuevo, como dije, Tetzel no pudo cruzar la línea territorial hacia Sajonia, pero muchos de los campesinos de la región de Wittenberg hicieron el corto viaje hacia el territorio aledaño y aprovecharon esta posibilidad de comprar indulgencias para sus familiares fallecidos. Esta acción específica fue la que enfureció a Martín Lutero cuando era profesor de teología y estudios bíblicos en la Universidad de Wittenberg. Y así, en un estado de ira, Lutero escribió en un lenguaje claro y conciso 95 tesis de protestas contra la corrupción implicada en la venta de estas indulgencias.
Lo que más le molestaba era la forma en que eran comunicadas por Tetzel, el monje dominico, y pensó que Tetzel estaba yendo más allá de lo que realmente estaba autorizado por la iglesia, en el caso de la distribución de las indulgencias. De hecho, el príncipe Alberto había dejado muy claro que el valor de las indulgencias dependía de un verdadero espíritu de contrición de los compradores. Pero todo eso quedó oscurecido con las tácticas de mercadeo de Tetzel. Así que, en un inicio, la protesta de Lutero no fue contra Roma en sí, sino contra este agente de la iglesia, de quien Lutero estaba convencido que estaba representando mal a la iglesia.
Pero al mismo tiempo, había elementos implícitos en todo el proceso sobre los cuales Lutero planteó serias preguntas, por lo que escribió estas 95 tesis en latín, que era el idioma de los estudiosos, no del pueblo.
En la víspera del día de Todos los santos, que sería el día de Halloween, víspera de Todos los Santos, alrededor del mediodía, Lutero caminaba por las calles de Wittenberg acompañado por su amigo Agricola y llegó a la Iglesia del Palacio y allí colocó las 95 tesis en la puerta de la iglesia en Wittenberg.
A primera vista, eso pareciera sugerir que Lutero estaba envuelto en algún tipo de vandalismo o falta de respeto a la Iglesia del Palacio por clavar algo en la puerta, pero en realidad la puerta principal de la Iglesia del Palacio servía como un mural de anuncios para la Universidad. Y lo que Lutero pedía en esas 95 tesis preparadas en latín era que la facultad de la Universidad, a puerta cerrada, tuviera una disputa o una discusión, una discusión teológica sobre los puntos que Lutero había planteado en las tesis.
Bueno, ocurrieron un par de cosas que Lutero no esperaba. Lo primero fue que ninguno de los académicos respondió a la invitación. Nadie se presentó a discutir las 95 tesis. Pero algunos estudiantes emprendedores vieron las tesis pegadas en la puerta y ellos podían leer latín y vieron la importancia de lo que Lutero estaba cuestionando y, sin que Lutero supiera o sin su permiso, hicieron traducir las tesis a la lengua local, al idioma alemán y aprovechando la reciente invención del señor Gutenberg, fueron capaces de imprimir multitudes de copias, literalmente miles de copias y se dice que en dos semanas las 95 tesis podían hallarse en todos los pueblos de Alemania.
Y de repente, este deseo privado de una discusión académica con los estudiosos se convirtió ahora en un asunto público del más alto nivel. Karl Barth declaró que lo que sucedió aquí, se compara a un ciego que está subiendo una escalera en la torre de una iglesia y en eso pierde el equilibrio, entonces sus pies buscan cualquier elemento que pueda ayudarlo a estabilizarse y su mano agarra una cuerda, que, sin que el ciego lo sepa está unida a la campana de la iglesia y en su inocencia despierta a todos los que están en la ciudad. Porque lo último que Lutero quería o esperaba hacer era iniciar una protesta o una reforma. Él quería ver los temas teológicos inherentes al tema de las indulgencias.
Ahora, al mismo tiempo que él abordó las tesis y la gente empezó a responderle, Lutero tenía muy en alto a la iglesia y al papado, a pesar de la desilusión que experimentó en 1510 durante su peregrinación a Roma, a pesar de eso, él quería ser un hijo obediente de la iglesia. Y así, en medio de toda esta conmoción, escribió una exposición en un lenguaje mucho más calmado de cada una de las tesis y envió varias copias de ella al príncipe Alberto.
Bueno, al mismo tiempo, Tetzel envió sus argumentos al príncipe Alberto e hizo todo tipo de quejas contra la interferencia de Lutero en la recaudación de ingresos a través de las indulgencias. Y entonces, el príncipe Alberto no se tranquilizó con la amable exposición de Lutero y envió copias de la exposición de las tesis de Lutero a Roma y al papa en protesta contra Lutero.
Ahora, parte de las maquinaciones que estaban sucediendo ahí era que había cierta competencia en Alemania entre la orden monástica de los dominicos y la orden monástica de los agustinos y Tetzel representaba a los dominicos, Lutero a los agustinos y entonces todo esto llegó a Roma y fomentaba cada vez más la disensión. Cuando el papa vio las tesis, su respuesta inicial según algunos historiadores fue esta: «Ah, esto no es más que el trabajo de un monje alemán borracho. Se le pasará por la mañana». Sin embargo, Lutero no lo superó por la mañana y el problema empezó a multiplicarse a medida que más y más personas se vieron atrapadas en la controversia.
En 1518 Johann Tetzel escribió sus propias tesis en respuesta a Lutero y envió esas tesis a Wittenberg, tras lo cual los estudiantes de la universidad quemaron las tesis de Johann Tetzel. Así que, de nuevo, el ambiente estaba empezando a sulfurarse y había quienes exigían que Lutero fuera convocado a Roma para ir a juicio por herejía y el mismo papa se inclinaba a aceptar esas peticiones y probablemente habría obligado a Lutero a ir a Roma para un juicio por herejía, excepto que Federico el Sabio intercedió en favor de Lutero y consiguió que el papa anulara la orden de llevar a Lutero a Roma mismo.
Y lo que Lutero seguía pidiendo era una disputa teológica en la que fuera capaz de incluir a los representantes de la iglesia en la discusión y en el debate sobre los temas planteados por las 95 tesis. Una de las ironías de las tesis, si alguna vez las leen, verán que prácticamente no hay nada en ellas sobre la doctrina de la justificación, lo cual más tarde se convirtió en la tormenta de fuego de la Reforma. Pero el énfasis central de las tesis era sobre todo el asunto de las indulgencias y la doctrina del tesoro de méritos sobre el cual se estableció.
Lutero al principio se quejó de las tesis por la forma en la que Tetzel las comunicaba con su canción: «Cuando en el cofre una moneda cae, un alma del purgatorio salta», dijo que eso pasaba por alto el llamado sobrio a la contrición verdadera y reemplazaba la contrición por la atrición. Y esa distinción es algo de lo que debemos ser conscientes en todo momento. La atrición es el arrepentimiento motivado por el miedo al castigo o como un boleto para salir del infierno, mientras que la contrición es el arrepentimiento motivado por un dolor profundo y serio, y la admisión de haber ofendido a Dios con nuestros pecados.
Lutero, por supuesto, era un experto en la experiencia de la contrición, dado que había pasado mucho tiempo experimentándola en el monasterio. Y pensó que realmente lo que estaba sucediendo aquí con la venta de indulgencias, cientos de años antes de que Dietrich Bonhoeffer publicara su libro sobre la gracia barata, Lutero vio el movimiento de las indulgencias como un abaratamiento del perdón y un abaratamiento de nuestra comprensión de la gracia de Dios. Bueno, lo que pasó en los dos años siguientes, fueron tres reuniones muy importantes y luego la última reunión decisiva que tuvo lugar en 1521 en la Dieta imperial de Worms.
Pero entre la publicación de sus tesis y la Dieta de Worms en 1521, hubo otras tres reuniones significativas en las que Lutero estuvo participando. La primera ocurrió en 1518, en abril, en Heidelberg, Alemania. En esa ocasión se discutió sobre filosofía y teología, entre los agustinos y los dominicos que tenía que ver con la teología y las filosofías de la Edad Media, ambas específicamente relacionadas con el debate clásico, para aquellos de ustedes que conocen, entre el nominalismo y el realismo. Y entonces, el propósito del debate o la disputa de Heidelberg no era discutir las tesis o la justificación, ni nada por el estilo.
Pero a Lutero se le pidió que fuera a representar a la facultad agustina de Wittenberg con los estudiosos que se reunían allí en la Universidad de Heidelberg. Un par de asuntos ocurrieron en esa ocasión. En la intervención de Lutero para defender a los profesores agustinos de Wittenberg, él presentó algunos de los conceptos más importantes de su propia teología que se estaban desarrollando incluso en esa época inicial, donde hizo una distinción entre lo que se llama la theologia crucis y la theologia gloriae, es decir, la teología de la cruz o la teología de la gloria.
Sentía que la iglesia se había dejado llevar por su propia autoexaltación y su espíritu triunfante, por el cual la iglesia estaba reclamando todos estos maravillosos dones que estaban otorgando a la población. Lutero dijo: «No, el evangelio es una teología de la cruz. Y solo cuando comprendemos la cruz es que podemos entender de qué se trata el cristianismo». Bueno, en esa reunión en particular, Lutero fue extremadamente convincente y brillante en su presentación y básicamente se robó el espectáculo, porque aquellos que estaban reunidos en la audiencia se sorprendieron de la agudeza de Lutero, en su forma de tratar temas polémicos.
En contraste con la imagen habitual que tenemos de Lutero, como alguien grandilocuente y hostil, permítanme leerles una cita de uno de los monjes dominicos que estuvo presente en esa reunión de Heidelberg, y esto se encuentra en el pequeño libro del historiador de la Reforma Gordon Rupp, «El progreso de Lutero a la Dieta de Worms». Escuchen el testimonio de uno de los monjes dominicos que estuvo allí, y es que, él pudo almorzar con Lutero y con su amigo Staupitz de Wittenberg. Y él habló sobre aquellos que estaban en oposición a Lutero y escribió estas palabras:
«Las artimañas de ellos no lograron moverlo ni un milímetro. Su dulzura al responder es notable. Su paciencia», hablando de Lutero, «para escuchar es incomparable. En sus explicaciones uno puede reconocer la agudeza de Pablo, no la de Escoto. Sus respuestas tan breves, tan sabias y extraídas de las Escrituras con facilidad hicieron de todos sus oyentes sus admiradores». Encuentro que esa es una observación interesante sobre el comportamiento de Lutero en Heidelberg.
Pero lo que me interesa más que la observación sobre Lutero es el hombre de cuya pluma vinieron estas palabras. Estas palabras fueron escritas por un joven estudioso dominico cuyo nombre era Martín Bucero. Bucero más adelante tendría una tremenda influencia sobre otro joven sacerdote católico romano, quien después de que Bucero saliera de la Iglesia católica romana y se uniera a Lutero y a la Reforma, tuvo una influencia significativa en este otro joven sacerdote suizo, cuyo nombre era Juan Calvino.
Así que es increíble ver cómo estas conexiones ocurrieron en ese momento en particular de la historia. Después del incidente en Heidelberg, al mes siguiente, Johann Tetzel recibió su título de doctor y estaba en la cima, pero no sabía que en 12 meses sería deshonrado por su participación en la controversia de las indulgencias y dentro de ese mismo tiempo encontraría su propia muerte.
Bueno, Lutero continuó en contacto con las autoridades en Roma y pidió otra vez tener la oportunidad de debatir públicamente con representantes de Roma para tratar de llegar a un acuerdo y comprensión de los temas que estaban en consideración. Y también en gran parte a través de la intercesión de Federico elector de Sajonia, dos disputas más, autorizadas por la Iglesia romana, estaban programadas o agendadas, una en Augsburgo y la otra en Leipzig.
Y en estas reuniones Lutero pudo participar en el debate de la primera reunión, con el principal teólogo católico romano del siglo XVI, el cardenal Cayetano, y luego la segunda disputa con el principal teólogo católico romano de Alemania, Johann Eck. Pero veremos estas disputas y cómo nos acercaron al punto crucial de la Reforma que tuvo lugar en 1521 en la Dieta de Worms.