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Transcripción
Sé que en nuestros días, la controversia que se desata sobre lo que es una adoración apropiada y correcta, las líneas de batalla tienden a trazarse entre lo que se llama adoración litúrgica y adoración no litúrgica, o adoración formal frente a la adoración informal. Pero en un sentido muy real, estas etiquetas representan un falso dilema porque, en primer lugar, cualquier servicio de adoración al que he asistido en mi vida, podría llamarse litúrgico. Todo lo que eso significa es que hay una liturgia, hay un orden en el servicio, hay un patrón, hay acciones que se hacen, así que el asunto no es si vas a tener una liturgia o no. El asunto es cuál será la estructura, el estilo y el contenido de tu liturgia. Lo mismo puede decirse con respecto a la adoración formal e informal.
«Informal» significa: sin forma. ¿Cómo puede haber una adoración corporativa sin forma? Hay alguna forma en cada servicio de adoración al que asistes, por lo que realmente no existe tal cosa como la adoración informal, en el sentido literal. Toda adoración sigue algún tipo de forma y recuerden que antes dije que toda forma es una forma de arte y toda forma de arte comunica algo, así que el asunto no es si vamos a tener forma o estructura para nuestra adoración o si vamos a tener liturgia, sino si vamos a tener un cierto tipo de liturgia o un cierto tipo de forma para nuestra adoración. Tenemos que dejarlo claro desde el principio.
Algunas personas eligen otros adjetivos para diferenciar estos estilos de adoración. Algunos, por ejemplo, hablarán de alta liturgia o baja liturgia, y hablarán de adoración formal en grados relativos, dependiendo de si el ministro o los sacerdotes llevan ornamentos y si se utilizan oraciones impresas u oraciones espontáneas, qué tipo de música se canta, si es música clásica o si es música contemporánea y experimental, todos estos temas siguen creando enojo en la iglesia. Me gustaría hablar por un momento sobre la comprensión de algunas de las reacciones en contra de lo que podría llamarse una alta liturgia o un patrón clásico y tradicional de adoración que, donde hay mucha recitación de expresiones comunes en la iglesia, declaraciones de credo, oraciones y cosas por el estilo.
En el momento de la reforma, parte de la reforma que fue instituida por las iglesias protestantes implicó una reacción contra el estilo de adoración que era tradicional en la Iglesia católica romana. Parte de esa reacción fue teológica, pero no toda. Algunas de ellas fueron: «No queremos hacer nada de la misma manera que se hace en esta otra institución, así que simplemente reaccionaremos en contra de eso». Recordamos la revuelta que siguió a la reforma de Lutero, donde Lutero estaba escondido en el castillo de Wartburg, había un precio por su cabeza y estaba disfrazado de monje traduciendo la Biblia de los idiomas originales al alemán, cuando uno de sus discípulos en Wittenberg se volvió loco, empezó a correr hacia las iglesias y rompió vidrieras y derribó los muebles y causó gran vandalismo en nombre de la reforma y Lutero básicamente despidió a este tipo cuando se enteró. Estaba muy molesto con Carlstadt por su reacción demasiado ardiente contra los asuntos sagrados del pasado. Parte de esa reacción ferviente fue una reacción contra lo que se llama formalismo o externalismo, o como ya he mencionado, liturgicalismo y se remonta a los profetas del Antiguo Testamento que fueron vehementes en su denuncia del formalismo muerto y vacío en el que degeneró la adoración judía en el Antiguo Testamento.
Recuerdo que cuando era estudiante del seminario, tuvimos que leer dos libros sobre la adoración, uno que favorecía una liturgia alta y el segundo que favorecía una liturgia baja, y el libro que favorecía la liturgia baja se presentaba como una expresión de adoración «profética» en la iglesia, mientras que el libro que abogaba por una liturgia alta se presentaba como siguiendo la tradición sacerdotal de adoración. Este era, como dije, un seminario protestante y los estudiantes tenían que leer ambos libros y luego escribir un trabajo final en el que tomaban partido, en el que defendían uno u otro estilo de adoración que se había presentado en estos libros.
Me quedé completamente asombrado de descubrir, luego que terminó este ejercicio y tal vez una persona que estaba más asombrada que yo era mi profesor, que yo era la única persona en la clase que favorecía la alta liturgia y la tradición sacerdotal. La razón por la que se asombró mi profesor, fue que él sabía que yo era un cristiano evangélico comprometido, y tradicionalmente los evangélicos huyen de la adoración litúrgica, mientras que otras personas tienden a favorecerlo. Él no podía entender que yo estuviera a favor de esta adoración litúrgica.
Lo que me convenció de estar a favor fue el tipo que escribió el libro sobre la tradición, porque hizo este punto sobresaliente, y cualquiera que sea la liturgia que tu iglesia utiliza o cualquier dirección que tomes, eso es entre tu y Dios. No estoy tratando de controlarlo. Solo quiero que entendamos el punto que aprendí cuando estaba en el seminario, y es que, cuando nos remontamos a la crítica profética en Israel de las formas muertas de adoración que Dios rechazó en Israel, los profetas eran de hecho reformadores, pero no eran revolucionarios. ¿Cuál es la diferencia? Los profetas no rechazaron en ninguna parte las formas y la liturgia de la adoración que Dios había ordenado para Su nación Israel. Lo que los profetas denunciaban era la decadencia de la práctica del pueblo al seguir esas liturgias.
El problema no estaba en la liturgia, sino en el adorador, que venía con el corazón frío y seguía la liturgia de memoria, sin que su corazón se viera afectado ni comprometido. El punto que aprendí de eso es, como dije hace un momento, que cada servicio de la iglesia tiene forma. Formalismo tiene ese pequeño sufijo «ismo» que significa, que la forma se convierte en el fin en sí mismo. Externalismo significa que todo lo que tienes es lo externo y el elemento interno, donde el corazón y el alma deben estar comprometidos, está ausente. El ejemplo principal de externalismo en la Biblia son los fariseos, que seguían todos los ritos externos, todas las liturgias que Dios había prescrito, pero sus corazones no estaban ahí y es por esa razón que ellos simplemente eran superficiales, de la boca para afuera, en el servicio a Dios y como Jesús dijo: «Este pueblo con los labios me honra, / Pero su corazón está muy lejos de Mí».
Dios desprecia cualquier adoración que no venga del corazón. Él desprecia todas las formas que no mueven el alma, y por lo tanto no se trata de si tienes una liturgia o no tienes una liturgia. Se trata de si la liturgia es sólida en su contenido, si es bíblica en su contenido y, en última instancia, si estamos adorando según esta liturgia en espíritu y en verdad. Pero no importa cuál sea la liturgia, si es una liturgia sencilla, una liturgia simple o una liturgia compleja, altamente simbólica, cualquiera de las dos puede ser formalizada, cualquiera de las dos puede ser externalizada y cualquiera de las dos puede ser corrompida hasta el punto de que Dios la desprecie.
Dicho esto, permíteme volver al punto del uso de símbolos en el culto. Los símbolos son una parte inherente de la comunicación humana. Los símbolos son comunicación no verbal, pero son comunicación real y la Biblia está repleta del uso de símbolos, algunos de los cuales, como he mencionado antes, los más importantes son los sacramentos. Soy protestante por convicción. No creo que los sacramentos salven a nadie, pero habiendo dicho eso, puede sonar como si no me importaran los sacramentos y en cierto modo siento que estoy caminando por la cuerda floja, como hizo Juan Calvino en el siglo XVI, porque Calvino estaba constantemente enfrascado en debates sobre la liturgia y sobre los sacramentos, en particular sobre la Santa Cena.
Es interesante leer, por ejemplo, la enseñanza de Calvino sobre el tema de la presencia real de Cristo en la Cena del Señor. He tenido estudiantes que me preguntan esto: «¿Creía Juan Calvino en la presencia real?». Yo les decía: «Absolutamente». Ellos me veían atónitos y decían: «No puedes estar hablando en serio. No sabía que los presbiterianos creyeran en la presencia real de Cristo en la Cena del Señor». Yo les decía: Lean los credos presbiterianos, vean las confesiones. Es un punto central de nuestras doctrinas, que en verdad creemos que Cristo está realmente presente en la Cena del Señor y que esto no se trata solo de lo que Calvino llamó un nuda signum, un símbolo vacío o hueco que solo está por allí, que no es atendido por la presencia real de Cristo.
Pero el debate en el que Calvino estaba inmerso se centraba en la palabra sustancia. Cuando Calvino debatió con los luteranos sobre la forma de la presencia de Cristo en la Cena del Señor, Calvino negó enfáticamente que Cristo estuviera sustancialmente presente en el sacramento de la Cena del Señor, sin embargo, cuando Calvino debatió con los zwinglianos insistió en usar la palabra «sustancia» con respecto a la presencia de Jesús en la Cena del Señor. ¿Significaba eso que Calvino hablaba por los dos lados de su boca y que se contradecía descaradamente? Por supuesto que no, porque por un lado de la controversia, la palabra «sustancia» se centraba en el asunto de si el cuerpo corpóreo o físico de Cristo estaba de alguna manera presente inmediatamente en la Cena del Señor.
Calvino dijo: «No, Su cuerpo está en el cielo. Su cuerpo no está aquí. No está en el altar; no está en la mesa de la comunión. Su cuerpo ha ascendido al cielo y está a la diestra de Dios». Este era un debate cristológico, no tanto un debate sacramental, pero el término «sustancia» no solo puede referirse a la sustancia física, sino que el término «sustancia» también puede significar lo que es real y por eso cuando Calvino dijo: «No creo en la presencia sustancial del cuerpo de Cristo en la Cena del Señor», la gente dice: «¿Quiere decir que realmente no está allí?». Calvin dijo: «Oh, no, no, Él está ahí y Él está ahí espiritualmente». «Oh, ¿quieres decir que Él está allí en nuestras mentes, Él está allí como una especie de recordatorio, Él está allí simbólicamente?». «No», dijo Calvino, «Él está allí realmente. Está ahí tocante a su naturaleza divina y tocante a Su sustancia divina, que es real, no imaginaria y si por espiritual quieres decir, ficticio, eso no es lo que estoy diciendo. Estoy diciendo que la presencia espiritual real de Jesucristo está ahí en la mesa del Señor».
El punto de esto no es entrar en una discusión sobre los diversos puntos de vista de la presencia de Cristo o el significado del sacramento de la Cena del Señor, espero hacer una serie de sesiones en algún momento posterior sobre los sacramentos. Pero lo que sí deseo señalar es que para los reformadores, tanto Lutero como Calvino, ambos estaban muy preocupados por mantener, junto con la predicación de la Palabra de Dios, la función de las señales no verbales de la Palabra de Dios, que Dios mismo instituyó y que Dios se comunica con Su pueblo principalmente de manera verbal. Nunca hay que subestimar eso, pero no exclusivamente. También existen estos signos visibles, estos actos tangibles de drama que no están aislados de la Palabra ni son contrarios a la Palabra, sino que están casados con la Palabra.
Por eso, por ejemplo, en la mayoría de las iglesias cristianas no se permite celebrar el sacramento sin alguna predicación para indicar que la Palabra y el sacramento van de la mano y que la Palabra se expresa verbalmente y luego esa expresión verbal es apoyada, corroborada y reforzada por el drama de las señales y de los símbolos, porque nuestra vida es así. Cuando saludo a alguien, le tiendo la mano. ¿Por qué le doy la mano? ¿Qué significa eso? Es una señal. Es un gesto. Es una señal física de paz y amistad que refuerza las palabras que estoy diciendo.
Cuando hablamos en público, utilizamos gestos, expresiones faciales, todo esto para reforzar lo que se dice. Lo que más me frustra de enseñar en la radio es que lo único que la gente oye es mi voz. No me ven gesticular por todas partes, agitar los brazos, caminar de un lado a otro y arañar la pizarra. Solo pueden imaginárselo, pero estoy seguro de que muchos de ustedes sí. Recuerdo vívidamente mi infancia, antes de que la televisión fuera popular y nuestro entretenimiento era la radio, qué maravilloso ejercicio de la imaginación. No me limitaba con escuchar lo que se decía en las radionovelas. En mi mente, estaba viendo al Avispón verde; estaba viendo a Jack Armstrong, All American Boy. Tenía una idea en mi cabeza de Ma Perkins y el joven Dr. Malone y Portia se enfrenta a la vida y todos esos personajes.
En un sentido esa es la ventaja de estar restringido simplemente a escuchar las palabras, ya que tu mente puede correr libremente y crear imágenes y en cierto modo perdimos ese ejercicio imaginativo una vez nos volvimos adictos a la televisión. Pero la señal visual formaba parte de la comunicación de Dios a Su pueblo. Hemos visto que eso era esencial para la adoración de Israel y eso no fue repudiado ni derogado en el Nuevo Testamento. El Antiguo Testamento tenía sus ordenanzas y señales; el Nuevo Testamento tiene sus sacramentos. El Evangelio de Marcos inicia con la aparición de Juan el Bautista, cuyo mensaje es breve, las palabras son pocas, pero lo que atrajo a toda la nación a acudir a escucharle fue la señal que realizaba junto al río Jordán, sometiendo a la gente a un rito de purificación que comunicaba a Israel que su Mesías estaba por llegar, pero que ellos estaban impuros. No estaban preparados.
Así que amados, no subestimen las dimensiones no verbales de la adoración. Son sumamente importantes para la plena expresión y la plena experiencia de nuestro encuentro con Dios en la adoración.
CORAM DEO
Permíteme pedirte hoy que te preguntes, ¿qué importancia tienen los sacramentos para ti? No sé cómo responderías a esa pregunta; yo sé lo que yo siento al respecto. Nunca me canso de ver los sacramentos, de participar en los sacramentos y, como ministro, de poder administrar los sacramentos. Es algo precioso, precioso. Como he dicho antes, rindo adoración en una comunidad en la iglesia a la que pertenezco. Cuando se administra la Cena del Señor, a veces el pastor me pide que ayude en la administración de los sacramentos y es una de las actividades que más me gusta hacer como ministro. Me encanta la ceremonia del matrimonio. Me encantan los ritos del matrimonio. Me encantan las ceremonias de ordenación porque estas cosas capturan el drama del encuentro del pueblo de Dios con su Dios. Si los sacramentos los aburren, puede ser porque nadie se ha tomado el tiempo de explicar lo que significan. Cuando nos limitamos a repetir señales y a repetir rituales sin comprender lo que significan, ¿qué pueden llegar a ser para nosotros sino formas vacías? Pero tengo la ventaja de haber enseñado los sacramentos, así que entiendo un poco de lo que significan estos símbolos y cuanto más entendamos lo que significan, más ricos serán para nosotros y más relevantes serán en nuestra adoración.