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Estoy seguro que todos nosotros en un momento u otro de nuestras vidas hemos estado junto a la tumba de un ser querido, y en medio de la ceremonia del funeral hemos visto al ministro tomar un puñado de arena, esparcirla sobre el ataúd y usar las palabras tradicionales, “el polvo vuelve al polvo y cenizas a las cenizas”.
Por supuesto, esa ceremonia comunica algo de importancia: que venimos de la tierra y volvemos a la tierra, y sin embargo no es toda la historia, ¿cierto? El mismo nombre de este curso de estudio nos apunta en otra dirección, que el propósito de Dios para aquellos a quienes ha dado forma a partir del polvo y aquellos a los que Él ha redimido, no es que deben simplemente volver al polvo otra vez y para siempre, sino que el progreso es del polvo a la gloria.
Y es extremadamente importante para nosotros, como gente cristiana, mantener el sabor de la gloria que Dios ha puesto en el cielo para su pueblo. El apóstol Pablo escribió estas palabras, él dijo: “Para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. Y él habló en términos eufóricos de lo que significa para el cristiano el entrar en su gloria, entrar en la presencia de Cristo. El morir es ganancia, precisamente por esa razón.
Y en otro lugar, Pablo dijo: “Pues de ambos lados me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor; sin embargo, continuar en la carne es más necesario por causa de vosotros”. Y así, una y otra vez, la perspectiva que encontramos en los santos de la Escritura es que cuando hacemos la transición de este mundo al otro, no vamos a las profundidades oscuras del Seol, sino que estamos entrando en un estado que es mucho mas grande que cualquier cosa que podamos disfrutar en este mundo.
Pero Jonathan Edwards una vez hizo la observación de que tendemos a ser como los viajeros que han anhelado tomar unas vacaciones en un lugar exótico, y con el fin de viajar a esta Isla paradisiaca o donde sea que hemos querido visitar, tenemos que tener una parada en una posada o un hotel a lo largo del camino.
Y Edwards hizo esta pregunta: ¿Qué persona en su sano juicio, si hubiera soñado con este maravilloso lugar de vacaciones, llegaría a la posada que le tocó parar el primer día y decidiría pasar todo su tiempo de vacaciones allí, en lugar de ir a su destino final?
Pero él dijo que esa es la forma en la que tendemos a ver este mundo. Nos aferramos a él. Preferiríamos sufrir esos males que tenemos, antes de ir a buscar otros que no conocemos, tal como lo indicó Shakespeare. Pero tenemos que mantener delante de nosotros el destino y la esperanza de nuestra fe. Y es por eso que vamos a concluir nuestra visión general de las Escrituras yendo al libro de Apocalipsis, capítulo 21, donde vemos parte de la visión de el apóstol Juan, del nuevo cielo y de la tierra nueva.
Juan dice en el capítulo 21, verso 1: “Y vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existe”. Encuentro eso fascinante, que la primera cosa que menciona sobre el nuevo cielo y la nueva tierra es la ausencia del mar.
Ahora, para las personas en esta cultura, esto no suena muy glorioso, debido a que muchos de nosotros tenemos como máximo destino para nuestras vacaciones ir a la playa. Nos gusta el surf y la arena y la experiencia de navegar y todo lo demás. Tendemos a amar el mar.
Pero recuerden que estas palabras fueron escritas en Israel y en la poesía hebrea la imagen del mar tradicionalmente era la imagen de destrucción y del conflicto y del dolor. El pueblo judío nunca tuvo una marina de guerra, nunca desarrolló un comercio costero, porque su costa era demasiado peligrosa y rocosa, y sin embargo, todo lo que recibieron del mar fueron los terribles vientos que venían del Mediterráneo que trajo estragos a sus cultivos y merodeadores que vinieron de Tiro y de Sidón, los fenicios, y especialmente los filisteos.
Así que, la Biblia habla sobre el mar bravo, su furia, y los rugidos. Así que, en la poesía hebrea, el río, la corriente, el pozo, esas son imágenes de la vida y de bendición, porque en una región árida del desierto, el oasis es la estación de la vida misma. Pero el mar, para el judío antiguo, era solo problemas. Y ahora cuando Juan mira a los cielos y ve el cielo nuevo y la tierra nueva, él dice que “el mar ya no existe”.
Lo que quiere decir es que no hay más amenaza de agitación y conflicto turbulento, ni destrucción como la que hemos vivido en este mundo. Luego dijo, “Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, preparada como una novia ataviada para su esposo.
Entonces oí una gran voz que decía desde el trono: He aquí, el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y Él habitará entre ellos y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará entre ellos. Él enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado”.
A veces oímos un mensaje como este y nuestra respuesta inmediata es: “Simplemente es demasiado bueno para ser verdad”. Si inventáramos una religión, sin duda nos gustaría inventar una que nos dé una promesa de algún tipo de alivio permanente del dolor, del sufrimiento y de la muerte.
Tenemos la imagen en la literatura griega de la espada de Damocles que cuelga suspendida en el aire, a punto de soltarse y caer en cualquier momento. Y la espada de Damocles representa una fuente constante de amenaza que va a destruir nuestra felicidad. Somos criaturas que estamos vivas, y amamos la vida. Sin embargo, cada uno de nosotros está en el corredor de la muerte.
Cada uno de nosotros está bajo una sentencia de muerte. Cada uno de nosotros sabe que de alguna manera, allá en el futuro nos espera la ejecución. No sabemos de qué forma será esto. No sabemos cuáles serán las circunstancias de nuestro propio fallecimiento, pero esa espada de Damocles, esa espada de muerte pende sobre nosotros y arroja una sombra sobre todos nuestros planes y nuestras expectativas gozosas, y aunque tratamos de suprimirla, siempre está allí, la conciencia de nuestra mortalidad.
En cierto modo impide la emoción y la alegría de la vida, ¿no es así? El tener este espectro desconocido de la visita no deseada del ángel de la muerte en nuestras vidas. Bueno, aquí se nos dice que hay un momento en la historia cuando ese último enemigo será destruido.
Porque en la gloria, la muerte no será más. Ahora, como ya dije, podríamos ver esto simplemente como la proyección de deseos de personas que simplemente no pueden soportar la carga de esta espada de Damocles que pende sobre el cuello de cada ser humano. Pero no se trata solo de tener valor, lo que nos preocupa aquí. Hay una razón, como nos dice la Escritura, de la esperanza que está en nosotros.
Ya hemos probado la gloria, porque en el registro de las Escrituras bíblicas, tenemos el testimonio de uno que ya ha vencido a la muerte. Uno que ha estado allí, que hizo eso y ha vuelto y ha prometido que Él es la primicia de todos aquellos que duermen. Eso es fundamental para la afirmación bíblica de la fe cristiana: resurrección, la resurrección del cristiano siguiendo el patrón de la resurrección de Cristo.
No se trata simplemente de que Cristo resucitó por su propia vindicación, sino que Él fue levantado como la promesa de Dios y como la demostración de la garantía de esa promesa de que también participaremos en esa resurrección. Se nos dice en esta imagen, “Dios enjugará toda lágrima de sus ojos”.
A menudo me refiero a este texto con esta ilustración: cuando era un niño pequeño, salía a jugar y me hacía rasguños, me caía, me golpeaba la cabeza, o lo que sea, y lloraba. Y cada vez que me ponía a llorar, como un niño pequeño, todavía recuerdo que las primeras palabras que venían a mi mente como un niño eran, “Quiero a mi mamá”.
No creo que yo fuera el único con ese deseo. Así que cada vez que esto me sucedía, como niño, trazaba una línea recta hacia nuestra casa y hacia la cocina, porque allí podía encontrar a mi mamá, en la cocina, con el delantal atado alrededor de su cintura.
Y ella siempre era muy tierna conmigo ya que cuando llegaba llorando, ella me abrazaba y luego se agachaba y tomaba la punta de su delantal y ella secaba mis lágrimas. Y luego ella me besaba en la mejilla y me decía: “Todo va a estar bien”. No creo que haya demasiadas cosas que se den en esa transacción de amor entre los seres humanos: cuando una persona humana seca las lágrimas de otro ser humano.
He estado con personas mayores, adultos, en sus momentos de dolor, en camas de hospital, donde he tenido el privilegio de inclinarme hacia la cama y secar una lágrima. Hay algo increíblemente íntimo, personal y tierno en esta actividad humana. Yo siempre me sentí consolado cuando mi madre literal y físicamente, secó mis lágrimas; pero, ¿adivinen qué?
A pesar de que esa acción humana que me calmó por un momento puso fin a mis lágrimas en ese momento, nunca fue permanente. Al día siguiente podía volver a la cocina a que me sequen las lágrimas otra vez. Y todavía tengo lágrimas que mojan mis mejillas, y mi madre no está aquí para secarlas.
Pero la imagen que estamos leyendo aquí en el texto del libro de Apocalipsis es esta: que cuando Dios se inclina para secar tus lágrimas, solo tiene que hacerlo una vez. Cuando Dios seca tus lágrimas, ellas se van para siempre. Y Juan dice que después que Dios enjuga las lágrimas, no hay más dolor, y no hay más llanto, porque he aquí, Dios dice, “Yo hago nuevas todas las cosas”.
Y eso es lo que estamos buscando, la re-creación, la restauración, la renovación de los cielos y la tierra, la redención de lo viejo. No es la destrucción de lo viejo, sino que es la vindicación de lo viejo, la renovación de lo viejo, la perfección de lo viejo, la glorificación de lo viejo.
Ahora, ¿qué más ve Juan aquí? “Y añadió: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas”. Este es Jesús hablando a Juan, Él está diciendo: ‘Juan ¡escribe esto! No estoy revelándote esto simplemente para tu beneficio personal, para tu edificación personal.
Quiero que lo escribas para que mi pueblo en cada época y en cada lugar sepa que estas palabras que he hablado y estas cosas que te he mostrado, son fieles y verdaderas. Puedes contar con ellas. Puedes confiar en ellas’.
“También me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida”. En el versículo 9, “Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las últimas siete plagas, y habló conmigo, diciendo: Ven, te mostraré la novia, la esposa del Cordero. Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la ciudad santa, Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, y tenía la gloria de Dios”.
Del polvo a la gloria. La antigua Jerusalén era una ciudad de polvo que fue reducida a polvo, pero la nueva Jerusalén está adornada como una novia con la gloria de Dios. Y lo que sigue es una descripción detallada de esa gloria. No tengo el tiempo para ver cada elemento de la misma y espero que veas esto por ti mismo, pero solo date una idea aquí, cuando dice: “Y tenía la gloria de Dios. Su fulgor era semejante al de una piedra muy preciosa, como una piedra de jaspe cristalino. Tenía un muro grande… con doce puertas, y en las puertas doce ángeles”, y sigue… “Y el muro… tenía doce cimientos”. La ciudad se presenta como una plaza y da las medidas.
Y luego dice, “El material del muro era jaspe, y la ciudad era de oro puro semejante al cristal puro. Los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas: jaspe, zafiro, ágata, esmeralda, sardónice, sardio, crisólito, berilo y topacio y lo demás; y “Las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era de una sola perla”. Imaginen, una sola perla tan grande como para servir de puerta de la ciudad.
Aquí es de donde sale la expresión Las puertas perladas. “Y la calle de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente”. Bueno, como he dicho, cuando nos fijamos en el libro de Apocalipsis, encontramos aquí un estilo de literatura que hace uso de imágenes vívidas y símbolos que proceden de todas las diversas secciones de la sagrada Escritura, y debemos tener cuidado de no imponer una literalidad muy estricta a estos símbolos que se están usando, pero permítanme sugerirles algo.
La función de un símbolo es apuntar a una realidad más allá de sí mismo y la realidad a la cual apunta un símbolo es siempre más intensa que el símbolo que apunta a la misma. Así que, si estas imágenes eran de una belleza indescriptible y de gloria inefable, ¿pueden imaginar cuál será la realidad? En verdad, no podemos.
Aunque a veces me pregunto, a veces pienso que, ya saben, a mí no me sorprendería que Dios nos lleve a una ciudad cuyas calles realmente están pavimentadas con oro. No alquitrán, no macadán, sin hoyos, solo oro puro. Oro que es traslúcido, oro que es como el cristal.
Pero creo que Juan guarda lo mejor de la descripción de este lugar en lo que sigue. Verso 22: “Y no vi en ella templo”. ¡Oh oh, esperen un minuto! Esto podría ser un duro golpe para el espíritu de un creyente judío. ¿Ningún templo en el cielo? El templo es el lugar que hemos querido y anhelado.
Es allí donde hemos experimentado un cierto acercamiento a Dios. El templo ha representado la presencia de Dios en medio de su pueblo. ¿Cómo podemos ser felices en el cielo si no hay un templo allí? Juan dijo: ‘Yo no vi ningún templo’, “porque su templo es el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero”.
¿Ven?, el templo es simplemente una manifestación externa de la realidad de Dios mismo. Es el símbolo y el símbolo es remplazado por la realidad. “La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que la iluminen”.
Ahora, ¿qué clase de lugar es este, en los nuevos cielos y la nueva tierra, donde no hay sol y no hay luna? Piensen en lo que es el sol para este planeta. El sol no solo proporciona la luz, sino que también proporciona calor. Quita el sol y tendrás un planeta que se convierte en hielo y pura desolación, e incluso el hielo se endurecería en la negrura de un lugar abandonado.
Pero no dice que no había ninguna luz allí. Él dice que no hay ningún sol, que no hay ninguna luna ya que allí no es necesario un sol y no es necesaria una luna, porque, él dice…. ¿qué? “Porque la gloria de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera”. Yo quiero ir allí. Quiero ir al lugar donde, cuando entras, el brillo y el resplandor es tan intenso que es más brillante que el sol que experimentamos en este mundo, y entiendan que el resplandor que estamos viendo allí, que está siendo reflejado en las calles de oro y las puertas de perlas y las preciosas piedras que adornan la ciudad, todo esto está siendo iluminado por el resplandor de la gloria de Dios y del Cordero.
Una vez más, amados, como hemos visto a lo largo de la historia de la redención, aquí y allá, háganse una idea de cuando la gloria de Dios irrumpe como cuando los ángeles estuvieron en las llanuras afuera de Belén, cuando los discípulos experimentaron en el monte de la transfiguración, cuando Moisés experimentó el monte Sinaí. Ahora habrá una demostración interminable e incesante de la gloria de Dios. Si hubiera un sol allí, no se darían cuenta de ello, porque sería eclipsado por la intensidad de la luz que fluye desde el ser de Dios mismo.
Y hay un río allí, y ese río nutre los árboles que crecen a lo largo de su camino, cuyas hojas son para la sanidad de las naciones, y no habrá mas guerra. Es una muestra de la gloria. Pero es la gloria por la cual fuimos creados del polvo. Es la gloria que es el destino de todos los que ponen su fe en Cristo.
Ahora, nosotros no decimos “polvo al polvo, cenizas a las cenizas” como el final de la historia. Decimos, “del polvo a la gloria”. Esa es la historia.