Recibe la guía de estudio de esta serie por email
Suscríbete para recibir notificaciones por correo electrónico cada vez que salga un nuevo programa y para recibir la guía de estudio de la serie en curso.Transcripción
Una de las cosas que más me gusta del libro del Apocalipsis en el Nuevo Testamento, es la manera en la que este libro incorpora muchos de los temas, contenido e imágenes del Antiguo Testamento. Y como dijimos desde el principio de esta serie “Del polvo a la gloria”, que para que tengamos una comprensión global de las Sagradas Escrituras tenemos que sumergirnos en toda la dimensión de la revelación bíblica.
Debemos familiarizarnos con el Antiguo Testamento a medida que el Antiguo Testamento alcanza su plenitud en las páginas del Nuevo Testamento. Y vemos eso una y otra vez en el libro del Apocalipsis. Y, dije en nuestra última sesión que en el Apocalipsis, cualquiera sea la posición que tomemos de este libro, algo que se hace evidente y claro es el triunfo de Cristo y de su reino sobre todas las fuerzas de maldad en este mundo.
Para hacernos una idea de esto, veamos por un momento Apocalipsis capítulo 4, empezando en el versículo 2, donde Juan está hablando sobre algunas de las cosas que él ve en esta visión casi indescriptible que Cristo le dio. Juan tiene la oportunidad de mirar detrás del velo, de ver las cámaras interiores del Cielo mismo y ahora es emprendido en el poder del Espíritu para dejar por escrito, para nuestro beneficio, aquellas cosas que él tuvo el privilegio de ver.
Entonces, dice en el capítulo 4 versículo 2 “Al instante estaba yo en el Espíritu, y vi un trono colocado en el cielo, y a uno sentado en el trono. Y el que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y sardio, y alrededor del trono había un arco iris de aspecto semejante a la esmeralda.
Y alrededor del trono había 24 tronos; y sentados en los tronos, 24 ancianos vestidos de ropas blancas, con coronas de oro en la cabeza. Del trono salían relámpagos, voces y truenos; y delante del trono había siete lámparas de fuego ardiendo, que son los siete espíritus de Dios.
Delante del trono había como un mar transparente semejante al cristal; y en medio del trono y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás. El primer ser viviente era semejante a un león; el segundo ser era semejante a un becerro; el tercer ser tenía el rostro como el de un hombre, y el cuarto ser era semejante a un águila volando. Y los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, estaban llenos de ojos alrededor y por dentro”.
Ahora, si están escuchando los símbolos que Juan emplea para describir lo que ve en esta visión, es sorprendentemente similar a pasajes que vemos en el Antiguo Testamento. Si recuerdan la visión que el profeta Ezequiel tuvo del trono en movimiento MERKABAH, semejante a un carro-trono de Dios, que apareció en el cielo. Que la descripción de la visión de Ezequiel junto al río Quebar es casi idéntica a la visión que Juan tiene del interior del cielo cuando ve la puesta en escena del juicio.
Donde el trono de Dios, semejante a un carro-trono, rodeado por el mar de cristal y donde estos truenos y relámpagos y todo lo demás que está emanando desde él, y las cuatro figuras del águila y del león, del buey y del becerro y de un ser humano son puestas en evidencia; y no solo eso, las figuras tienen ojos al igual que los carros de Dios.
Y luego leemos “Los cuatro seres vivientes, cada uno de ellos con seis alas, estaban llenos de ojos alrededor y por dentro, y día y noche no cesaban de decir: Santo, Santo, Santo “. Aquí está Isaías seis. Esto es lo que Isaías percibió cuando vio al Señor alto y sublime y la gloria llenaba el lugar donde estaba.
Y ve a los seis serafines alados cantando su respuesta antifonal, el trisagio, el tres veces Santo, “Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el Todopoderoso, el que era El que es y el que ha de venir. Y cada vez que los seres vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono, al que vive por los siglos de los siglos, los 24 ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y echan sus coronas delante del trono, diciendo: Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque tú creaste todas las cosas y por tu voluntad existen y fueron creadas”.
Así que el escenario que se presenta ante nosotros en el capítulo cuatro es el de la cámara interior, el Inner Sanctum del santuario celestial. En el capítulo 5, el drama continúa de tal manera que creo que entrelazan magníficamente el Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Ahora veamos esto.
Este es uno de mis pasajes favoritos en el Nuevo Testamento. “Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos”. Entonces, él ve que la persona sentada en el trono tiene un libro, y ustedes saben que la Palabra de Dios fue escrita en rollos de pergamino, en el mundo antiguo, que luego se enrollaban.
Es como los Manuscritos del Mar Muerto encontrados en la década de los 40. Pero la costumbre en la antigüedad era escribir en un solo lado de los pergaminos sagrados. Y es extraordinario que un rollo sea mencionado como teniendo la escritura en ambos lados, por detrás y por delante.
Vemos el mismo fenómeno en el caso de Ezequiel cuando Dios presenta el rollo a Ezequiel y le dice que tiene que comer el rollo que está escrito por ambos lados. Y también se nos dice que ese rollo contenía calamidades y lamentos y dolores y duelo. Y que el rollo que ahora está escondido y sellado con siete sellos es un libro que contiene una revelación del juicio de Dios sobre la maldad en este mundo.
Y entonces, ¿por qué está escrito por delante y por detrás? No lo sé, pero vemos la relación que hay entre el rollo que fue comido por Ezequiel y el rollo que ahora está en manos de aquel que está sentado en el trono. Ahora, Juan está siendo testigo de todo esto, a medida que se desarrolla ante sus ojos y nos dice en el versículo 2, “Y vi a un ángel poderoso que pregonaba a gran voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?”
Ahora, un comentario sobre el libro de Apocalipsis sostiene que la forma literaria del Apocalipsis no es ni epístola, ni homilía, no es una historia simbólica, sino que está escrito en la forma antigua de teatro. Que es un drama que se desarrolla en varios actos, por así decirlo. Y con ese drama viene la tensión del conflicto y del suspenso.
Ahora, no estoy convencido de que está escrito en esa forma, pero este elemento es sin duda dramático debido a que Juan está viendo en el interior de los cielos y ve este libro que está escrito por ambos lados, sellado con siete sellos, y se impacienta por ver lo que contiene y oye el anuncio que se realiza en el cielo, “¿Quién es digno de desatar los sellos y mostrarnos lo que está oculto aquí, en este libro sagrado?”
Pueden imaginarse el afán que Juan tiene. Él está al borde de su asiento si está sentado, que no es el caso. Probablemente está acostado al borde del infarto mientras está mirando como la visión se desarrolla. Y viendo en una vista panorámica alrededor de los cielos, mira a los 24 ancianos en el trono y todo lo demás. Está esperando que el héroe aparezca en el escenario y que tome el libro, rompa los sellos, y nos revele los secretos.
Y así tenemos este sentido de anticipación y tensión dramática. Versículo 3, “Y nadie, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro ni mirar su contenido. Y yo lloraba mucho, porque nadie había sido hallado digno de abrir el libro ni de mirar su contenido”.
Así que toda la tensión de la expectativa se derrumba en una profunda decepción. Uno de los temas que los novelistas utilizan, y en particular los escritores de misterio, cuando quieren mantener su interés y mantener la tensión, es que toman al héroe y lo colocan en un terrible dilema o en un terrible aprieto.
Y, mientras leen, ustedes piensan que no hay ninguna salida. Y entonces lo que sucede, según esta fórmula, es que el héroe sobrevive al peligro pero su supervivencia lo lleva a una situación aún peor; y se vuelve cada vez peor y peor. Algo así como una película de James Bond o las series antiguas de vaqueros que muestran al héroe o la heroína atados a las vías, con el tren que se aproxima, y la escena se esfuma y hay que esperar hasta la próxima semana para ver cómo se salva de esa.
Y, así tenemos ese tipo de conflicto y drama que es parte de la literatura antigua.Pensemos en algunas de las grandes historias que utilizan este tipo de cosas. Como la historia de la espada del rey Arturo, Excalibur, que está incrustada en la roca esperando al único héroe que tendrá la fuerza para retirar la espada.
O quizá más conmovedor fue el arco de Odiseo o Ulises, donde después de que Ulises fue y participó en la guerra de Troya, y luego que había pasado por todas sus aventuras tratando de regresar a su hogar, mientras que todos creen que ha muerto y Penélope es asediada por pretendientes que quieren pedir su mano, pedir su mano en matrimonio y todo lo que queda de su casa es su esposa, su esposa desconsolada, Penélope, y su hijo Telémaco y el perro (no recuerdo el nombre del perro).
En todo caso…. Finalmente, ella sigue rechazando a los pretendientes una y otra y otra vez hasta que los pretendientes se hartan de esa historia e insisten en que, de alguna manera, ella tiene que casarse con uno de los guerreros de la ciudad. Así que, se organiza una competencia en el castillo de Ulises donde colocan el arco de Ulises y se hace una promesa al hombre que pueda tensar el arco de Ulises.
Ese hombre podrá casarse con Penélope, su viuda. Y así llega el dramático día y los hombres más fuertes del reino vienen y todos ellos suben, y tratan de tensar el arco, pero nadie puede tensar el arco. Y mientras todos están tratándolo, se presenta este hombre vestido como un mendigo que se acerca y avanza hacia el arco y lo toma y lo tensa con facilidad y libera las flechas y empieza a matar a todos estos tipos y ¿quién más podría ser? Ulises ha regresado.
Es muy parecido a lo que siento cuando Juan dice: ¿quién va a prevalecer y abrir el libro? Porque no es un asunto de fuerza. Es un asunto de excelencia. Esa es la pregunta: ¿Quién es digno de abrir el libro y de leerlo? Y Juan dice que escudriñaron todo el reino de los cielos y nadie era digno.
Y aquí el cree que va a ver el contenido del misterio de todos los tiempos, y ahora su corazón está destrozado porque se siente drásticamente defraudado ya que nadie ha prevalecido. Y él dijo: “yo lloraba mucho porque nadie había sido hallado digno. Entonces uno de los ancianos me dijo: No llores; mira, el León de la tribu de Judá, la Raíz de David ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos”. Esto es una montaña rusa de emociones. Aquí está Juan, con una expectativa gozosa yendo a ver el libro abierto, hundiéndose en las profundidades de la desesperación cuando nadie es encontrado digno y ahora el anciano susurra en su oído, ‘No llores, no te desesperes, he aquí uno que es digno. Mira, el León de la tribu de Judá ha vencido, aquel que viene del tronco de Isaí’.
Ahora, amados, si ustedes no conocen el Antiguo Testamento, esto no tiene sentido, pero Juan conocía el Antiguo Testamento. Él sabía a lo que la imagen del León de Judá se refería desde el libro de Génesis hasta la bendición patriarcal que Jacob dio a sus hijos.
La promesa del reino se le dio a la tribu de Judá, y Judá, el hijo de Jacob, era conocido como un “cachorro de león” y por lo tanto, él sería el rey. Pero el rey al que se hace referencia aquí es el que pertenece a la descendencia de David, de la semilla de Isaí. Y David era conocido como el León de Judá. Pero, obviamente, a lo que se hace referencia aquí es al hijo supremo de David, al Mesías, a Jesús, el León de Judá.
Entonces, Juan dijo: ¡está bien!, es como Telémaco a la espera de que su padre venga a tensar el arco. Ahora Juan está diciendo: ‘de acuerdo, ¿dónde está el León de Judá que ha prevalecido?’ Y ahora está esperando que Aslan venga y salte al escenario con sus musculosas extremidades y con sus poderosas garras y que tome ese libro y desgarre los sellos y que nos deje ver los secretos de Dios.
Y, “Miré, y vi entre el trono (con los cuatro seres vivientes) y los ancianos, a un Cordero, de pie, como inmolado”. Permítanme parar aquí. Él está esperando que esta bestia magnífica, el León, en la plenitud de su fuerza, venga a abrir el libro. Pero cuando se voltea a ver al León, no solo ve a un Cordero, sino que ve a un Cordero como inmolado.
Él ve a un Cordero que había sido sacrificado. Él no ve una figura de poder. Él no ve un símbolo de regocijo. Él ve al siervo sufriente de Dios en su humillación, en su pasión, en su mansedumbre como el sacrificio por el pueblo de Dios. “Miré y vi entre el trono… y los ancianos, a un Cordero de pie, como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono. Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los 24 ancianos se postraron delante del Cordero; cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Y cantaban un cántico nuevo”.
¿Recuerdan cuando hablamos de cómo eran compuestas las canciones en el Antiguo Testamento para celebrar una victoria nueva que Dios realizó por su pueblo? El cántico de Moisés, el cántico de Débora, y ahora tenemos el cántico nuevo compuesto por los santos en el cielo cuando se acercan con las copas de las oraciones del pueblo de Dios, aquellos que habían estado llorando detrás del altar en espera de su redención.
Ahora empiezan a cantar un cántico nuevo a este Cordero. Y Dios, quien está sentado en el trono, le da el libro al Cordero porque el Cordero pasó la prueba. Recuerdan la pregunta, ¿quién es digno? Y, ¿cuál es la esencia de la nueva canción? Digno es el Cordero de recibir el honor y la gloria, el dominio el poder y la majestad.
Así que ahora todo el ejército de los cielos está cantando las alabanzas del Cordero, mientras que el Cordero aparece ahora en el cielo para recibir su recompensa, para recibir su trono porque ha cumplido su misión. Cumplió el propósito por el cual fue enviado al mundo. Llevó a cabo su vocación. “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo, y nación.
Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios; y reinarán sobre la tierra. Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono y de los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era miríadas de miríadas, y millares de millares que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado digno es de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, el honor, la gloria y la alabanza. Y a toda cosa creada que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria, y el dominio por los siglos de los siglos”.
Como ven, sí importa si encontramos la clave para la interpretación integral de este libro, ya sea preterista, futurista, histórica o idealista. Pero la buena noticia es que podemos tomar cualquiera de esas posiciones y aun así obtener este mensaje: lo único cierto es que el Cordero ha prevalecido y ha entrado en su gloria y promete a todo su pueblo que ellos también participarán en su presencia pues a Él se le ha dado la autoridad para abrir los libros.
Es el Cordero mismo quien tiene el libro del Cordero en el cual se sellan nuestros destinos y esta es la revelación de su gloria, la cual nos promete nuestra gloria.