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Transcripción
En el capítulo 17 del Evangelio de Juan, Jesús hace la oración más extensa que tenemos registrada en el Nuevo Testamento y es una oración de intercesión en la que Él ora por Sus discípulos y por todos los que creen a través del testimonio de los discípulos y por consiguiente, esa oración es llamada la oración sumosacerdotal de Jesús. Uno de los temas centrales de esa oración era que Cristo oraba al Padre para que Su pueblo fuera uno. Era una oración por la unidad de los cristianos.
Continuó diciendo que oraba para que fuéramos uno como Él es uno con el Padre, para que la unidad del pueblo de Dios, la unidad de la iglesia refleje y manifieste el mismo tipo de unidad que existe entre el Padre y el Hijo. Sabemos que las oraciones de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote son eficaces, que son poderosas y que ésta era una preocupación importante para Él, que Su pueblo no estuviera dividido.
Sin embargo, aquí estamos, viviendo en el siglo XX, donde la iglesia, al menos en su manifestación visible, está probablemente más fragmentada y más fracturada que en ningún otro momento de la historia de la iglesia. Así que hemos visto una crisis con la pregunta, ¿qué es la iglesia después de todo? Lo que vamos a hacer en esta serie es examinar el concepto bíblico de la iglesia, que el Nuevo Testamento identifica como la esposa de Cristo. Consideraremos unos cuantos aspectos de la misma.
Sabemos que muy temprano en la historia de la iglesia vimos la formación del Credo de los Apóstoles; y muchos cristianos recitan el Credo de los Apóstoles regularmente en la liturgia de sus servicios religiosos. Después que el credo hace sus afirmaciones sobre el carácter de Dios y sobre el carácter de Cristo y la obra de Cristo, dice: «Creo en la Santa Iglesia católica». Así que esa parte de la profesión de fe del cristiano es una profesión de fe concerniente a la iglesia. Esa proclamación confesional se extendió aún más en el siglo IV con el Credo de Nicea.
En el Credo de Nicea tenemos algunas de las marcas clásicas de la iglesia en la que la iglesia fue definida históricamente con cuatro adjetivos calificativos, cuatro declaraciones que se hacen sobre la iglesia que son pautas para nuestra comprensión de la iglesia. Las marcas son las siguientes: Que la iglesia es una, santa, católica y apostólica. Al empezar nuestro estudio de la naturaleza de la iglesia, quiero analizar estas cuatro categorías descriptivas que definen la naturaleza de la iglesia.
En primer lugar, que la iglesia es una. La última encuesta que vi indicaba que solo en los Estados Unidos de América hay más de dos mil denominaciones protestantes diferentes. Entre ellas se incluyen iglesias como la Iglesia de la Escalera al Cielo I y la Iglesia de la Escalera al Cielo II, que se separó de la Iglesia de la Escalera al Cielo I. Tenemos una multitud de denominaciones Presbiterianas, muchas de las cuales son llamadas cismáticas porque representan divisiones de denominaciones más grandes.
Hay que conocer el alfabeto para poder incluir a todas las diferentes iglesias bautistas, las que pertenecen a la Asociación de Iglesias Bautistas Regulares y todas las demás. Y lo mismo ocurre con los luteranos y otras denominaciones. Ha sido un escándalo ver esta proliferación de denominaciones que marcan el panorama de la iglesia en Estados Unidos. Y no solo en Estados Unidos, sino también en todo el mundo.
En el siglo XVI, en la época de la reforma protestante, el cisma que se produjo con las protestas de Lutero y los reformadores fue realmente mayor en sus ramificaciones que el llamado gran cisma que rompió la iglesia entre las manifestaciones orientales y occidentales de la ortodoxia histórica, porque después de las protestas de la reforma, vimos esta proliferación de múltiples denominaciones.
Una de las preocupaciones que la Iglesia católica romana tenía en el siglo XVI con Lutero era la preocupación de que las enseñanzas de Lutero inspiraran esa fragmentación, en particular cuando Lutero abogaba para que la Biblia estuviera en manos de los laicos e insistía en lo que él llamaba el «derecho de interpretación privada de las Escrituras» para cada cristiano. Erasmo de Rotterdam desafió a Lutero al respecto y le dijo que si ponía la Biblia en manos de laicos sin formación que no conocen las lenguas antiguas y no están bajo una autoridad eclesiástica claramente definida, se abriría una compuerta de iniquidad.
Lutero respondió a eso indicando su grave preocupación de que ese tipo de individualismo desenfrenado surgiera y que la gente, a su antojo, entendiera la Biblia como quisiera y le diera la forma que quisiera y la hiciera decir lo que cada uno quisiera que diga y tratara de establecer todo tipo de falsas doctrinas apelando ilegítimamente a las Escrituras. Lutero estaba muy consciente de ese peligro. Sin embargo, él dijo que la Biblia es tan clara en el mensaje esencial de la redención y que es tan importante poner ese mensaje en las manos de las masas, que prefería poner la Biblia en las manos del pueblo y correr el riesgo de que se abriera esa compuerta de iniquidad y que chocara contra la iglesia.
Lo que finalmente expresó fue: «Si se abre una compuerta de iniquidad, que así sea». Bueno, ocurrió y los reformadores mismos no fueron capaces de mantener un frente unido. Lutero y los calvinistas, los luteranos y los calvinistas no pudieron ponerse de acuerdo. Los anabaptistas y los reformados no pudieron ponerse de acuerdo y así hemos visto todas estas diferentes iglesias desarrollarse a lo largo de la historia, todas afirmando ser fieles al testimonio del Nuevo Testamento. Obviamente, no todas pueden ser fieles al testimonio del Nuevo Testamento porque el acuerdo o los desacuerdos, a veces son muy marcados.
Entonces, ¿cómo debemos entender y responder a la oración de Cristo por la unidad de la iglesia y a la antigua declaración de la iglesia de que la iglesia es una? Ha habido diferentes enfoques al respecto. En el siglo XX hemos visto lo que se ha denominado el movimiento ecuménico, que fue un intento a través del consejo mundial de iglesias y otros movimientos, de avanzar en la dirección de formar o reformar estos grupos denominacionales diferentes en un cuerpo eclesiástico centralizado.
El objetivo del movimiento ecuménico era restaurar la unidad de la iglesia visible. Uno de los resultados que hemos visto como resultado de este empuje hacia la unidad es un creciente número de fusiones entre denominaciones que anteriormente estaban divididas. Uno de los problemas con las fusiones es, como hemos visto en la historia, esta tendencia, aunque no ocurre en todos los casos, pero la tendencia es que cada vez que dos iglesias se fusionan en una sola iglesia, terminan siendo tres iglesias, en vez de una iglesia. Porque los grupos disonantes que se oponen a la fusión tienen la tendencia de no participar en la fusión y continuar con una nueva denominación que sale de su denominación anterior. Eso ocurre una y otra vez.
Hay otro problema adicional que ha surgido con respecto a la búsqueda de la unidad visible, y es el desarrollo de una forma de abordar la doctrina, una forma de abordar la teología que a menudo es identificada como pluralismo. Sabemos que el lema de los Estados Unidos de América es E Pluribus Unum, que significa «de muchos, uno», reconociendo que en nuestra cultura personas de todo tipo de trasfondos: trasfondos étnicos, nacionales y religiosos, llegaron a las costas del nuevo mundo y Estados Unidos se convirtió en un crisol de todas estas diferentes corrientes de culturas y tradiciones.
Hemos intentado establecer una nación en la que la gente esté unida bajo un gobierno con una lengua, a pesar de todos estos orígenes tan diversos y dispares. Sin embargo, el pluralismo, como «ismo» que es, pretende ser una estructura o filosofía que permite la coexistencia de una amplia diversidad de puntos de vista y doctrinas dentro de un mismo organismo. Debido a que han surgido tantos debates doctrinales dentro de la estructura de algunas iglesias, las iglesias han tratado de mantener la paz de la iglesia y la unidad de la iglesia y al mismo tiempo acomodar los diferentes puntos de vista dentro de la iglesia.
Este principio de pluralismo ha sido adoptado con el fin de dar espacio a diferentes puntos de vista. Cuanto más pluralismo entra en la iglesia, mayor es el nivel de tolerancia y mayor la posibilidad de unidad visible, unidad organizativa y estructural. Sin embargo, siempre hay un precio por eso e históricamente, el precio ha sido la doctrina, ha sido la pureza confesional de estas iglesias.
En los siglos XVI y XVII, cuando empezó el movimiento protestante, los diversos grupos como la iglesia de Inglaterra o los presbiterianos en Escocia o los bautistas en varios lugares, crearon lo que se llamó las confesiones. Eran declaraciones de credo que establecían las doctrinas que eran abrazadas y confesadas por estas iglesias en particular. En general, lo que estos documentos confesionales indicaban, como los 39 artículos de la iglesia de Inglaterra o la Confesión Helvética o la Confesión Belga o la Confesión Escocesa.
Lo que todas estas diferentes confesiones contenían, en primer lugar, era una reiteración de ese cuerpo de doctrinas que habían pasado a través de los siglos, que tenían sus raíces en términos de expresión histórica, en los llamados concilios ecuménicos de los primeros siglos. Como el Concilio de Nicea, el Concilio de Calcedonia, el Concilio de Éfeso, el Concilio de Constantinopla y otros. Donde estas doctrinas católicas eran sostenidas en común por todos los cristianos. Como la doctrina de la Trinidad, la doctrina sobre la persona y obra de Cristo y otras más.
Pero luego, estas confesiones de los siglos XVI y XVII irían más allá de estos puntos de la doctrina católica y detallarían, en muchos casos de forma minuciosa, las creencias y puntos de vista particulares de estas diversas denominaciones. Por varios siglos, el protestantismo se definió en términos de las instituciones eclesiásticas individuales confesionalmente, en virtud de ese cuerpo de doctrina que confesaba cada organización. Pero en nuestros días, parte del impacto del movimiento ecuménico es historizar o relativizar estas antiguas confesiones. En algunas iglesias se intenta ampliar la base confesional a lo largo de las líneas del pluralismo, para lograr la unidad de la iglesia visible.
Recuerdo que una de las primeras crisis teológicas en las que tuve que participar en mi propia tradición fue en torno a una nueva confesión propuesta para la antigua Iglesia Presbiteriana Unida, llamada la Confesión de 1967. Cuando se presentó para su evaluación, examen y estudio alrededor de 1965, se me invitó a formar parte de un panel de teólogos para evaluar esta nueva confesión, examinarla y ofrecer ciertas sugerencias de enmiendas. Eso creó una gran controversia en la iglesia a la que yo pertenecía.
La propuesta era que en esa iglesia, donde desde hacía varios siglos teníamos la Confesión de Westminster como la declaración confesional y doctrinal de la antigua Iglesia presbiteriana… …La propuesta era añadir a esa única confesión varias otras confesiones, como la Confesión Escocesa, la Declaración de Barmen del siglo XX y la Confesión de 1967. Recuerdo que cuando me ordené, sin embargo, solo había una confesión en la iglesia; era la Confesión de Westminster.
Todos los que eran ordenados tenían que hacer un voto ante Dios y ante la iglesia de que abrazaban el sistema de doctrina dentro de esa confesión y prometían defenderla. Después de que la base confesional fue cambiada en 1967, la Confesión de Westminster permaneció en los libros, pero otras confesiones fueron añadidas a ella y tuve una experiencia extraña que quiero usar como ilustración. Cuando Ministerios Ligonier empezó en Pensilvania en 1971, fui invitado por algunas personas del área de Pittsburgh a dar inicio a este ministerio; y yo dije que no lo haría a menos que recibiera un llamado del presbiterio para hacerlo y tuviera el respaldo de la iglesia para hacerlo.
No estaba interesado en desempeñar el ministerio de un llanero solitario. Así que esas personas, que querían que yo empezara este ministerio, fueron al presbiterio local y les pidieron que me hicieran una invitación. El proceso implicaba que yo me presentara ante el presbiterio para ser examinado, para ver que mis credenciales estuvieran en orden entre otros aspectos más. Así que fui a la reunión del presbiterio y había un comité examinador. Mientras me examinaban sobre teología, una de las preguntas que planteó una persona fue la siguiente: «Dr. Sproul, ¿cuál de las confesiones, en el libro de confesiones de nuestra iglesia, refleja con mayor exactitud su teología?».
Pensé que era una pregunta legítima y no lo pensé dos veces para contestar. Dije: «Bueno, esa sería la Confesión de Westminster». La persona que me hizo esa pregunta se enfureció y me dijo: «¿Qué tienen de malo el resto de las confesiones?». Le dije: «Yo no he dicho nada malo del resto de las confesiones. Usted me preguntó cuál encontraba que representaba más fielmente mi posición». Esta persona se enfadó mucho porque no le gustaba la Confesión de Fe de Westminster. Así que cuando terminó el período de preguntas, me pidieron que saliera de la sala mientras ellos discutían mi llamado y determinaban si era aceptable para ellos.
Antes de abandonar la sala, pedí hacer una declaración. Ellos dijeron: «¿Cuál es?». Les dije: «Si deciden no aceptarme en este presbiterio, espero que no sea porque creo en la doctrina contenida en la confesión bajo la cual fui ordenado y bajo la cual ustedes fueron ordenados». Abandoné la sala. ¿Qué podían hacer? Tenían que aprobarme porque de lo contrario tenían que confesar el perjurio de su parte.
Pero fue una experiencia interesante para mí porque vi lo que estaba sucediendo con los intentos de mantener las confesiones del pasado en las que algunas personas todavía creían, pero neutralizar esas confesiones añadiendo otras para que la gente no estuviera obligada por los puntos de vista históricos de la iglesia. Ese tipo de cosas que sucedieron allí han proliferado ampliamente en la iglesia hoy en día, tratando de escaparse de la base confesional del pasado y dejar espacio dentro de la iglesia para un horizonte amplio y dar cabida y acomodarse a amplias divergencias de creencias, todo esto en nombre de la unidad visible de la iglesia.
Hablaremos más de ello en nuestra próxima sesión.
CORAM DEO
Si formas parte de una iglesia, me gustaría preguntarte hoy por qué perteneces a la iglesia a la que perteneces o por qué vas a la iglesia a la que vas. Me he dado cuenta, por ejemplo, de que en estos tiempos la gente tiende a cambiar de denominación. La tendencia es ir a donde les gusta el pastor o les gusta la predicación o les gusta la música o les gusta un programa en particular. La gente se siente cómoda yendo de denominación en denominación, de iglesia en iglesia.
Rara vez encontramos personas que presten atención a lo que la iglesia cree. Cuando la iglesia fue llamada a la unidad en el Nuevo Testamento, recordamos que el apóstol Pablo habló de la unidad de la iglesia en estos términos: Que la iglesia debe estar unida en que tenemos un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo.
Es decir que la unidad no es algo meramente superficial en cuanto a la organización o una metodología unificada, sino que en primer lugar, es una confesión unificada de fe en la persona y obra de Cristo. En segundo lugar, que el contenido de nuestra fe es algo con lo que estamos de acuerdo. Ese es el lugar donde no hemos dado la talla, donde la unidad de la iglesia se ha roto. Veremos más de eso en nuestra próxima sesión.