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Transcripción
Un día hablé con un señor que había dado un mensaje en una universidad y, en medio de su discurso, fue interrumpido por unos estudiantes hostiles. Estaba hablando de Cristo, y en medio de su discurso, alguien gritó: «¿A quién le importa?» Y cuando me lo explicaba, dijo: «Uy, la audiencia era hostil», y que cada vez más le parece que hay una creciente hostilidad en nuestra nación hacia la fe cristiana y un creciente sentido de beligerancia de parte de las fuerzas anticristianas y de las procristianas. Y estábamos hablando durante la pausa que, en algunas ocasiones, pienso que los incrédulos en este país están profundamente preocupados de que los cristianos militantes traten de forzar adhesiones religiosas a través de la ley en los no creyentes, y ellos tienen mucha justificación para tener miedo de eso. Trato de recordar a mis hermanos y hermanas que la Primera Enmienda de la Constitución de los EE. UU. protege a los no cristianos tanto como protege al cristiano, y tenemos que ser muy, muy cuidadosos con eso. Pero a menudo existe este sentido de molestia y hostilidad dirigido contra los cristianos, contra los ministros, los teólogos, los teleevangelistas, y así sucesivamente. Pero en medio de todo eso, lo que yo muy rara vez encuentro es alguien que públicamente critique la integridad de Jesús.
Pienso, por ejemplo, en un comentario que George Bernard Shaw hizo una vez en el cual estaba criticando a Jesús (él no era cristiano), y Shaw, cuando criticó su comportamiento, dijo: «Hubo momentos en que Jesús no se comportó como un cristiano». Y pensé que había algo de ironía en eso, que cuando George Bernard Shaw quiso criticar a Jesús, no pudo pensar en una norma moral más alta que el mismo Cristo. Y como dije, cuando encuentro focos de verdadera hostilidad dirigida contra mí, contra la Iglesia, contra la historia de la influencia cristiana, al parecer hay un tipo de restricción acerca de Jesús. De todos los seres humanos que han vivido, dudo que haya habido un ser humano que haya engendrado un respeto más universal por su integridad que Jesús de Nazaret. De hecho, el mundo elogia tanto a Jesús que la pregunta que me queda es esta: si Él era una persona tan maravillosa, tan amorosa, tan amable y compasiva, ministrando a todo tipo de enfermos y marginados, y una especie de Madre Teresa de su propia generación y aún más, ¿por qué lo mataron? No sólo fue ejecutado, sino que las masas clamaron por su sangre. ¿Qué había en Jesús de Nazaret que inflamó las pasiones de la gente, ya fuera a su favor o en contra suya?
Me gustaría leer un pasaje del evangelio de Marcos que creo que empieza a responder esta pregunta en particular. El cuarto capítulo del evangelio de Marcos, comenzando en el versículo treinta y cinco, leemos esto: «Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo a sus discípulos: «Pasemos al otro lado». Y despidiendo a la multitud, le tomaron como estaba, en la barca; y había también con Él otras barcas. Pero se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba, y Él estaba en la popa durmiendo sobre un cabezal».
Usted se da una idea. Esto pasa en el mar de Galilea, que es un lugar con un fenómeno topográfico anómalo en Palestina a causa de un túnel de viento que existe entre el desierto en Transjordania y el mar Mediterráneo. Así que lo que sucede en esta situación geográfica es que hay una especie de túnel de viento que está dirigido al mar de Galilea, y tormentas de una proporción violenta pueden surgir sin ninguna advertencia en ese lago. De hecho, yo estaba allí hace un par de años y tomé un crucero de excursión a través del mar de Galilea, y el equipo náutico más moderno y los marineros de hoy en día nos estaban diciendo que todavía vivían con miedo mortal de estas raras tormentas que ocurren incluso ahora por allá. Pues aquí están los discípulos que eran pescadores experimentados, que habían estado fuera en ese lago mil veces, y una de estas violentas tempestades estalla en medio de la noche, y las olas son de proporciones gigantescas, el viento está aullando, y en cada segundo el barco está en inminente peligro de zozobrar y matar a los pescadores. Y mientras tanto, Jesús está durmiendo en el barco…
¡Me disgusta este tipo de personas! Las he visto en aviones. Estuve en un vuelo donde las azafatas estaban gritando de pánico, donde el avión estaba cayendo mil pies por una turbulencia violenta, y el tipo a mi lado está profundamente dormido. Y quería sacudirlo y decirle: «¿Qué? ¿Usted es un calvinista o algo así? ¿Qué es lo que le pasa? ¿No se da cuenta de que estamos a punto de estrellarnos en cualquier momento?» Estas personas que tienen ese espíritu del sueño calmado, tranquilo, a través de cualquier cosa.
Bueno, este es Jesús, profundamente dormido en la parte trasera de la barca. Ahora, la Biblia dice algo fascinante aquí. Se dice que los discípulos tenían miedo. Ahora, no hay nada particularmente fascinante acerca de eso, pero yo quiero aplicar eso a algo. Cuando yo estaba enseñando en el seminario de Filadelfia hace unos años, enseñé un curso sobre el ateísmo académico, donde a los estudiantes se les exigía leer las fuentes primarias, los escritos de los ateístas más prominentes de la historia occidental. Yo hice que los estudiantes leyeran las objeciones de David Hume y de John Stuart Mill. Hice que los estudiantes leyeran las obras de Nietzsche y de Ludwig Feuerbach. Hice que los estudiantes leyeran la crítica que Marx hizo contra el teísmo cristiano, y a Kaufman y a otros, Sartre, Camus; e hicimos estas lecturas, y encontramos que los ateos, sobre todo en el siglo XIX y el siglo XX, estaban tratando de responder a esta pregunta: «Sabemos», (ellos dijeron), «que no hay Dios, pero el problema que aún nos fastidia es que, a pesar del hecho de que estamos convencidos de que Dios no existe, ¿por qué es que la humanidad parece ser un homo religiosus incurable? ¿Por qué es que a donde quiera en el mundo que vayamos encontramos gente dedicándose a la búsqueda de la religión?»
Madeline Murray respondió a esa pregunta. Ella dijo: «Eso es porque las masas simplemente se entregan a la superstición, y ellos no piensan críticamente acerca de esto, y solo tenemos que educar a la gente aún más». Pero la gente como Freud, Marx, Feuerbach y Nietzsche querían una explicación más sólida. Y así, como un solo hombre, acordaron que la religión surge históricamente de las necesidades psicológicas de las personas, de la fragilidad humana del hombre. La única cosa que todos compartimos es nuestra mortalidad. Entonces, como Freud sugirió y Marx secundó, la moción era que todo ser humano tiene un miedo intrínseco hacia las fuerzas naturales que amenazan nuestras propias vidas. Y lo que sucedió históricamente fue que la gente empezó a inventar religiones donde el primer paso en el proceso evolutivo fue imponer la idea de un alma viviente dentro de estas fuerzas, de manera que había un dios en la tormenta, un dios en el terremoto, un dios de la pestilencia. Freud dijo que el primer paso fue la personalización de la naturaleza. ¿Por qué?
Una teoría muy, muy fascinante. La idea es esta: que hay todo tipo de cosas ahí fuera, señoras y señores, que amenazan mi existencia: cáncer, incendio, inundación, guerra, otras personas. Pero he aprendido, como ser humano, cómo sobrevivir, al menos hasta ahora, a la hostilidad de otras personas. Cuando usted venga a mí y esté apretando los dientes, enojado, o esté buscando un arma, he aprendido a lidiar con eso. Si usted está enojado conmigo, puedo pedirle misericordia o adularlo y decirle: «Usted no me quiere disparar. ¡Soy el presidente de su club de fans! ¡Oye! ¡Yo te amo!» Y todas esas cosas. O puedo tratar de sobornarlo, puedo decirle: «Mire, si usted me perdona, la mitad de mi reino es suyo», u otras cosas así. Aprendemos estas pequeñas formas de arruinar esos ataques personales hacia nosotros.
Pero la pregunta que Freud estaba haciendo es la siguiente: ¿Cómo se puede negociar con un huracán o una inundación? No se puede alegar con una tormenta. No se puede sobornar a un terremoto. No se puede adular un cáncer y hacer que se vaya. Estas son fuerzas impersonales, no personales, que amenazan con destruirnos. Y así Freud dijo: lo que hacemos es proyectar en la naturaleza características personales para que podamos hablar a la tormenta. Y así, muy pronto sacralizamos la naturaleza, es decir, ahora hablamos de estas deidades que están en estas fuerzas o por encima de ellas. Y en una versión simplificada, esto es el monoteísmo, en el que usted solo tiene que hablar con un Dios sobre todos estos problemas. Así que, si adora a Dios y honra a Dios, paga su diezmo y envía su cheque, entonces Dios, que es lo suficientemente potente sobre la tormenta, le protegerá de todos estos problemas.
Usted ha visto las pautas de la televisión, ministerios donde el énfasis está en la prosperidad aquí y ahora, en la salud. Y se dice que Dios siempre quiere estas cosas. Y escuchamos este concepto de «Pídelo y reclámalo», en donde todo lo que tiene que hacer para experimentar la prosperidad y la curación, y todas estas cosas, es darle un nombre, poner la confianza en eso, creerlo, y Dios le entregará estas cosas.
Yo estaba jugando al golf con un hombre aquí en Texas la última vez que estuve en la ciudad. Estaba pasando por una situación miserable; durante los primeros nueve hoyos botó la pelota por todo el lugar. Nos fuimos al décimo, y trazó una línea sobre la situación y dijo: «Bueno, a partir de ahora voy a empezar a jugar al golf, no más malos tiros». Yo dije: «Está bien». Él golpeó la bola con todo y tierra desde el tee, se acercó, sacó un cinco, la metió en las rocas. Después de dar seis golpes más, aún no estaba en el green. Se volvió hacia mí y dijo: «Ya me cansé de ‘pídelo y reclámalo’».
Pero ciertamente tenemos una capacidad de proyectar nuestras peticiones y deseos sobre la naturaleza, como Freud indicó. «Y así», él dijo, «la religión es lo siguiente: por causa de nuestro miedo a la naturaleza inventamos a Dios. Es solo así de simple». Así que Dios se convierte en una muleta, o un opio, como Marx sugirió, para las personas que simplemente no pueden soportar la idea de vivir en un universo hostil o indiferente.
Ahora, la razón por la cual este episodio en la Escritura es tan importante para nuestra consideración, señoras y señores, es la siguiente: aquí encontramos a los discípulos de Jesús aterrorizados ante un encuentro con las fuerzas destructivas de la naturaleza. Sus vidas están en peligro a causa de la tempestad que se levanta en el mar. Y la Biblia dice que ellos están asustados. ¿Y qué hace la gente asustada en medio de una crisis? Inmediatamente van a su líder, por lo que llegan a la parte trasera del barco, y sacudieron a Jesús para despertarlo, y le dijeron: «¡Maestro, haz algo o perecemos!».
¿Y qué hizo Él? Miró alrededor, valoró la situación, y luego, el Señor Dios encarnado, el Creador del cielo y de la tierra, emitió una orden verbal. No a los hombres, sino a las fuerzas impersonales de la naturaleza. Se dirigió al mar y al viento y ordenó en voz alta: «¡Calla, enmudece!». Y al instante la respuesta del cosmos en obediencia se dio. El mar se convirtió como en vidrio, y el viento era tan quieto que no había ni una brisa en el aire.
Ahora bien, lo que captó mi atención en esta narración es la siguiente línea. ¿Cuál es la respuesta de los discípulos cuando Jesús elimina la clara y presente amenaza de la naturaleza? ¿Dice que lanzan sus gorros de pesca al aire, se regocijan y dicen: «Oh, sabíamos que lo haría»? No. El texto nos dice que en ese momento ellos se llenaron de pánico, es decir, en lugar de haberse tranquilizado y calmado sus miedos, estos ahora se intensificaron. Lo que Freud no entendió, señoras y señores, es que adentro del corazón humano hay algo a lo que se le teme más que a cualquiera de las fuerzas impersonales de la naturaleza, y eso es el poder y la presencia de una persona que es santa. Y ahora los discípulos están temblando, y hacen esta pregunta: «¿Qué clase de hombre es este, que aún el viento y el mar le obedecen?».
¿Se acuerda que en una sesión anterior hablé sobre la xenofobia, el estar apartados de Dios, esa diferencia de Dios que nos amenaza y nos asusta? Los discípulos dicen: «Espera un minuto. Acabamos de ser testigos de una visualización de un tipo de humanidad que nos es completamente desconocido». Verán, cada vez que ustedes se encuentran con una nueva persona, el cerebro pasa por un proceso que computa las respuestas. Si esa persona sonríe, eso dice una cosa. Si esa persona frunce el ceño, dice otra cosa. Y si son personas altas, otra… tenemos todas estas categorías y catálogos que utilizamos desde nuestra experiencia como seres humanos. Y aprendemos cómo estar con otras personas a través de nuestra experiencia.
Hace unos años, había un movimiento en este país en pro de una terapia en la cual se suponía que todo el mundo tenía que tirar su ropa, literalmente dejarla colgada, y luego tenía que revelar los secretos más profundos de su corazón. Y se ponía un galardón sobre esa apertura de mente. ¿Lo recuerda? Y todo el mundo dijo: «Yo quiero que seas vulnerable», y ese movimiento tuvo muy corta duración, porque la gente se hería brutalmente cuando se abrían demasiado.
Y esto me recuerda la historia de tres ministros que llegaron a los camerinos después de jugar golf y tuvieron una sesión espontánea de confesión de pecados. Y un ministro dijo: «¿Saben?», dijo, «mi conciencia está realmente molestándome. Estoy tratando de ser un pastor y ser justo, pero he tenido esta debilidad con la que he luchado toda mi vida, y es una debilidad por la bebida». Él dijo: «Soy un bebedor a escondidas y no he sido capaz de tener la victoria». Los otros dos dijeron: «Ay, hombre, eso es… bueno… vamos a orar por ti». Y el segundo dijo: «Bien, ¿saben? Tengo que confesar que tengo una lucha también. Estoy tentado con la lujuria todo el tiempo y he sido capaz de controlar mi comportamiento, pero mis pensamientos no siempre han sido puros, y yo simplemente no sé qué… no sé cómo conseguir la victoria en esta situación. Amigos, ¿van a orar por mí?». Y ellos respondieron: «Sí». Y el tercero no dijo nada, y los otros dos dijeron: «Bueno, ¿no tienes ninguna tentación?». Él dijo: «Sí». Y ellos dijeron: «Bueno, ¿cuál es?». Él dijo: «Soy un chismoso compulsivo y no puedo esperar a salir de acá». ¡Basta de ser vulnerables!
Me refiero a que la razón por la que somos tan cerrados y tan cuidadosos de no revelar todo acerca de nosotros mismos con cada persona que se aparece es que cada persona en esta sala ha sido traicionada luego de contar un secreto, donde usted derramó su corazón y su alma delante de alguien y ese alguien pisoteó toda su alma. Eso le sucede dos o tres veces a un ser humano, y aprendemos a ponernos un poco la armadura, ¿no? Y no queremos ser vulnerables y ser abiertos, por lo que utilizamos este mecanismo del catálogo muy cuidadosamente para computar cada ser humano: «¿Esa es una persona de confianza o no lo es?».
Bueno, los discípulos vieron a Jesús, y sus computadoras se volvieron locas y dijeron: «Espera un minuto. No tenemos una categoría para este hombre. Nunca hemos encontrado uno que es tan «otro», tan diferente, tan independiente, tan apartado de la humanidad normal que puede ordenar el mar y el mar le obedece». En otras palabras, señoras y señores, lo que aterrorizó a los discípulos es que de pronto se dieron cuenta de que estaban en presencia del Santo, y su miedo se incrementó.
Esta no es la única vez que ese tipo de cosas sucede en el Nuevo Testamento. Hay otra ocasión: la misma gente, el mismo mar. Y leemos que los discípulos habían estado fuera toda la noche pescando, y al volver sus redes estaban vacías. Y Jesús se acerca a ellos—ustedes conocen la historia—y le dice a Pedro: «¿Cómo te fue?». Y él le dice: «Ah, fue una noche pésima, ningún pez». Y Jesús le dice: «Bueno, Pedro, ¿por qué no tomas las redes y las echas al otro lado de la embarcación?».
Ahora recuerde que el perfil de personalidad de Pedro que muestra la Biblia es uno que lo describe a él como una persona más bien impetuosa. ¿Puede imaginarse lo que Pedro pensó cuando Jesús le dijo que lanzara la red de este lado del barco? Puedo oírlo, al menos en su alma. Dice: «Oye, Jesús, eres un teólogo fantástico, un maestro religioso por excelencia, pero dame algo de crédito, por favor. Soy un pescador profesional. He tenido esta red en cada parte que el barco tiene toda la noche. ¿Vas a tratar de decirme ahora cómo pescar? Pero tú eres el maestro. Soy el discípulo. Muchachos, vamos a seguirle la cuerda, tiren la red por la borda». Y usted sabe lo que pasó: cada pez en el mar de Galilea saltó a esa red, así que tuvieron que traer otro barco al lado y ahora son dos, a punto de hundirse porque están tan llenos de peces. ¿Y qué hace Pedro?
Ahora recuerde, Pedro es judío, él es un hombre de negocios, él no pesca por diversión, él pesca con fines de lucro. Yo sé lo que haría si yo fuera Pedro. Me habría lanzado a mi túnica para conseguir un contrato y decir: «Está bien, Jesús, este es el trato, socio por siempre y cincuenta por ciento de las ganancias. Todo lo que quiero es cinco minutos al mes. Tú sólo vienes aquí un sábado al mes y me dices dónde poner estas redes, y eso es todo. Y tienes el cincuenta por ciento de las ganancias». Eso es lo que yo habría hecho. Pero eso no es lo que hizo Pedro. ¿Puede creer lo que Pedro le dijo a Jesús? Pedro miró a Jesús y le dijo esto. Es asombroso. Él le dijo: «Apártate de mí, que soy un hombre pecador». Pedro dijo: «Jesús, por favor, vete. No puedo soportarlo».
¿Ve lo que pasa? Cuando aquél que es santo entra en medio de nosotros, inmediatamente nos sentimos incómodos. Nos hacemos conscientes, terriblemente conscientes de nuestra falta de santidad, y queremos apartarnos de esa persona tan lejos como nos sea posible.
Hace unos años un torneo de golf se celebró en Carolina del Norte, y el campeón de ese evento del tour del PGA había sido el ganador del año anterior del premio del Golfista del Año. Y debido a que él estaba allí y que iba a recibir este premio en el torneo de este año en Carolina del Norte—y a que también era el campeón defensor de ese torneo—parte del reconocimiento fue este: que iba a jugar su primera ronda de práctica con Billy Graham, con el presidente de los Estados Unidos, y con Jack Nicklaus. Estaban el golfista del año, Nicklaus, Billy Graham y el presidente de los Estados Unidos. Ése es un cuarteto muy pesado.
Así que salieron al curso y jugaron esta ronda práctica. Y cuando llegaron, un amigo mío estaba allí, y se fue hasta este golfista, y él dijo: «¿Qué tal fue jugar con Billy Graham y Jack y el presidente de los Estados Unidos?». Y este golfista estaba furioso, y le respondió con ira, y él dijo: «¡Odié cada minuto!». Él dijo: «Yo no necesito tener a Billy Graham metiéndome religión por la garganta durante dieciocho hoyos de golf». Y se fue rabiando deprisa y se acercó al tee de práctica y tomó su palo más grande y sólo comenzó a golpear una bola tras otra en furia y liberar toda su ira.
Así que mi amigo fue hacia allí y tranquilamente se sentó y lo observó hasta que el balde de bolas desapareció, y vino y le dijo: «Uy, Billy realmente se te metió muy fuerte, ¿eh?». Y el golfista dijo: «No, no», dijo. «En realidad, Billy no dijo ni una palabra sobre religión, sólo acabo de tener un mal día».
La Biblia dice que el impío huye cuando nadie lo persigue. Lutero dijo que esa es la experiencia del no creyente cuando tiembla ante el susurro de una hoja. Aquí estaba un hombre que pasó esa vez con Billy Graham, que es uno de los seres humanos más llenos de gracia que he visto, y Billy Graham no tenía que decir una palabra sobre el cristianismo, y esta persona se sentía incómoda. Cuando estoy jugando al golf en el campo, hago todo lo que está en mi poder. Cuando me conecto a un grupo extraño, sé que inevitablemente la pregunta va a ser: «¿Qué haces?». Y todo lo que tengo que hacer para destruir la diversión de las personas en el campo de golf es decirles: «Yo soy un ministro». Así que, ustedes saben… yo evado la pregunta y digo: «Bueno, soy un escritor». «Bien, ¿qué escribes?». «Oh, un montón de cosas». O digo: «Estoy en el negocio de seguros», ustedes saben… o lo que sea, no porque me dé vergüenza de ser lo que soy, sino que no quiero arruinarles su día porque tan pronto como les digo que soy un ministro entonces, empiezan a retirarse dando todas estas disculpas por su lenguaje.
Las personas se sienten incómodas. Imagínense a alguien que esté incómodo delante… en frente de mí. Eso es ridículo, pero las personas se sienten incómodas en nuestra presencia no porque seamos santos sino porque representamos al que sí lo es. Y es interesante para mí que la mayoría de enemigos vehementes que Jesús tenía en su vida eran los fariseos, aquellos hombres que se dedicaron a la justicia. Ellos eran los santurrones, y la gente que estaba más cómoda con Jesús eran los pecadores marginados. Verán, eso es porque no tenían ilusiones sobre su propia rectitud. Pero aquellos que se enorgullecían de su pureza moral, cuando vino Jesús, expuso su carácter no santo porque cuando llega la luz las tinieblas no pueden estar en su presencia.
Ustedes saben que cuando Pedro dijo a Jesús: «Por favor, vete», para el gozo eterno de Pedro, Jesús no lo dejó. Jesús no hizo caso a esa invitación. En cambio, dijo: «Pedro, ven. Tú ven a mí. Estás agobiado; estás cargado. Yo te voy a dar la paz». Verán, señoras y señores, el secreto peor guardado en todo el mundo, está bien escondido, pero es una cosa horrible que haya sido escondido, es que se nos invita a venir a la presencia de un Dios santo.
Sartre dijo en sus escritos que la última cosa que él hubiera querido hacer era presentarse ante la mirada implacable de un Dios santo. Y, sin embargo, David, después de haber sido sometido al escrutinio de Dios le dijo a Dios: «Examíname, oh Dios, y conóceme». El secreto que el cristiano lleva a todas partes con él es el conocimiento de que el único lugar donde realmente se puede ser vulnerable, el único lugar donde se puede estar cómodo, el único lugar donde podemos estar desnudos sin temor, es en la presencia de Cristo. Tenemos que llegar a entender que, a pesar de que tenemos incorporada esta antipatía y este miedo hacia el Santo y que aunque reconocemos que somos impíos, en Cristo, señoras y señores, somos bienvenidos.
Los primeros frutos, el apóstol nos dice, de la justificación de una persona son estas dos cosas: la paz con Dios y el acceso a Su Presencia.
Estoy seguro de que hay gente en esta habitación ahora mismo y varios que ven la grabación, que no tienen paz con Dios, que todavía están diciendo como Pedro: «Por favor, vete Jesús. Me incomodas». Y yo le digo a usted, le ruego que si usted ha estado escuchando esta serie sobre el carácter de Dios considere un par de cosas. Uno, que no hay escape posible de la santidad de Dios. Usted va a tener que tratar con Él ahora o en algún momento, y así le suplico que ahora mismo lo resuelva, entienda que hay una justicia que Dios ha provisto para usted en Cristo, una que no es su justicia. Es una justicia ajena. Es una justicia externa a usted. Es la justicia de Cristo que se ofrece libremente a usted si usted se va a someter al señorío de Cristo. Todo lo que Él tiene y todo lo que Él ha hecho llega a ser suyo y las peores tormentas de la ira divina que se pueda imaginar se silenciarán para siempre, y Dios declara la paz. Y usted experimentará la experiencia de Isaías cuando recordó la palabra de Dios que dice: «He aquí, tu maldad ha sido quitada».
Ser cristiano es ser perdonado. La esencia de la fe cristiana es la gracia. La esencia de la ética cristiana no es arrogancia, sino la gratitud. Y perdónenos si usted no ha creído y nos hemos presentado a usted como santurrones porque le garantizo que no hay cristiano en esta sala que sea justo por sí mismo. Pero soluciónelo, ahora y siempre.
Oremos.
Padre, perdónanos por huir de Tu presencia en terror. Padre, perdónanos por participar en hostilidad hacia Ti. Padre, cúbrenos con la justicia de Cristo y que por una vez y para siempre en nuestras vidas podamos estar cómodos en tu presencia. Lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.