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Transcripción
Vamos a continuar ahora con nuestro estudio del tema de la seguridad de la salvación. En nuestra primera sesión, vimos las aterradoras advertencias que Jesús le hace a la iglesia, diciendo que en el día del juicio, en el último día, habrá muchos que vendrán a Él diciendo: «Señor, Señor». Es decir, profesarán tener una relación personal con Él, y Él los rechazará, diciendo: «Por favor, váyanse, jamás los conocí», porque practicaban la iniquidad o la maldad.
Cuando contemplamos esta pregunta de cómo puedo saber si soy contado entre aquellos que han hecho una confesión de fe falsa, y que piensan que están en un estado de gracia con Cristo, ¿cómo puedo hacer la distinción entre eso y alguien que realmente está en un estado de gracia, en lugar de una profesión no real? Incluso podemos ampliar la pregunta. La pregunta que debemos ver en primer lugar es: ¿Es siquiera posible la seguridad de salvación? Si es posible, ¿es deseable?
Esas preguntas pueden parecer preguntas elementales y básicas para nuestra fe nuevotestamentaria. Sin embargo, debemos entender que en la historia de la iglesia, ha habido una tremenda controversia sobre esas preguntas. La Iglesia católica romana, por ejemplo, en el siglo XVI, en el Concilio de Trento, en la sexta sesión, claramente negó la posibilidad normal u ordinaria de que alguien lograra la seguridad de su salvación, excepto en raras circunstancias. Lo que Roma continúa enseñando, según los jesuitas, es que las únicas personas que pueden elevarse a la seguridad de su salvación en esta vida son los santos especiales a quienes Dios da una revelación especial de su estatus ante Él.
Pero aparte de esos raros incidentes, el miembro común y promedio de la iglesia no puede tener la seguridad de salvación, porque la Iglesia católica romana dice que tales seguridades, a final de cuentas, se basan en conjeturas humanas, opiniones humanas e ideas que provienen de los corazones de personas a quienes la Biblia define como profundamente arraigadas en el engaño. Las Escrituras nos dicen que el corazón es engañosamente malvado entre todas las cosas, por lo que sería fácil para nosotros, cuando especulamos sobre el estado de nuestras almas y el estado de nuestra salvación, engañarnos a nosotros mismos y hacer descansar nuestra confianza en una simple opinión. Ese es el dogma de la iglesia, que la seguridad de salvación no es realmente posible aparte de algún acto especial de revelación.
Por supuesto, no es solo la Iglesia católica romana la que niega la doctrina de la seguridad de salvación, como los reformadores enseñaron en el siglo XVI, aquellos protestantes que salen de lo que llamaríamos un trasfondo semi-pelagiano. Por ejemplo, el arminianismo enseña que una persona puede tener seguridad de su salvación para hoy, pero no para mañana porque se aferra a la posibilidad de que las personas que tienen fe en un momento dado puedan caer en falta de fe y perder su salvación. Es por eso que, históricamente, la doctrina de la seguridad de salvación ha estado tan estrechamente ligada a la doctrina de la perseverancia de los santos.
Entonces, tienes un grupo que dice que no puedes tener seguridad de salvación, otro grupo que dice que puedes tener una seguridad limitada durante un tiempo limitado, pero no sabes cuál va a ser tu estado final, y luego tienes la teología reformada que enseña que no solo puedes saber hoy que estás en un estado de gracia, sino que también puedes tener la plena seguridad de que en el momento de tu muerte todavía estarás en estado de gracia. Es por eso que estas diferentes teologías y enfoques de la salvación tienen consecuencias prácticas muy fuertes para ellos.
Ahora, creo que la fe reformada, aunque enseña que podemos tener la seguridad de salvación, también reconoce que hay falsas seguridades, y entonces la trama se complica porque tienes que preguntarte, ¿cómo sé que mi seguridad de salvación es verdadera y no falsa? Veremos esas preguntas a medida que avancemos. Pero el primer punto, por supuesto, desde la perspectiva reformada sobre esta pregunta es que no solo podemos tener la seguridad de salvación, sino que Dios, en Su palabra, nos ordena tenerla. Permítanme parar por un segundo.
Recuerdo cuando estaba en el seminario, y uno de mis compañeros de estudio, hizo un recorrido por el campus y realizó su propia encuesta de opinión y preguntó a los otros estudiantes y a la facultad, individualmente, si estaban seguros de su salvación. Casi el 90% por ciento de los estudiantes respondieron a esa pregunta diciendo, no, que no estaban seguros de su salvación. Y hubo una gran respuesta en la que se dijo que pensaban que sería arrogante que alguien afirmara que estaba seguro de su salvación, de modo que la idea de seguridad de salvación no representa una virtud sino un vicio.
Nunca he olvidado ese pequeño episodio cuando estaba en el seminario, donde había esta idea negativa asociada con la búsqueda misma de la seguridad de salvación, que finalmente nos dejaría en un estado de arrogancia. Por supuesto, no hay peor arrogancia que tener la seguridad de algo que realmente no posees, y estar seguro de tu salvación cuando no estás en un estado de salvación sería arrogante. Pero por el otro lado, si es cierto que Dios nos ordena buscar seguridad de salvación, si no lo hacemos, o si decimos que no es posible, entonces somos realmente arrogantes, porque ahora estamos calumniando la veracidad de Dios mismo.
Así que veamos algunos de los textos importantes que encontramos en el Nuevo Testamento con respecto a esta pregunta. En la Segunda Epístola de Pedro, en el primer capítulo y en el versículo 10, leemos estas palabras del apóstol: «Así que, hermanos, sean cada vez más diligentes para hacer firme su llamado y elección […]. Porque mientras hagan estas cosas nunca caerán. Pues de esta manera les será concedida ampliamente la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo». Aquí, sin ambigüedad, el mandato apostólico es que nosotros no simplemente procuremos de una manera desinteresada y casual la certeza de nuestra elección, sino que debemos asegurar nuestro llamado y nuestra elección a través de la búsqueda diligente de ello.
Así que el apóstol nos dice que es muy importante, y luego continúa diciéndoles por qué, y llegaremos a eso, por razones prácticas, que seamos diligentes para asegurar nuestro llamado y nuestra elección. Ahora, hay muchas personas que ni siquiera creen en la elección, y olvidan que este es un concepto bíblico, pero escucho a la gente todo el tiempo diciendo, ¿cómo sabes si eres elegido o no? Vamos a abordar esta pregunta en esta serie también. Pero me refiero, en este momento, a que, cuando hablo con personas que se inquietan con esta pregunta y que luchan con el concepto de la elección, yo les digo, no puedo pensar en ninguna pregunta más importante para que se resuelva en tu vida cristiana que esa pregunta: ¿Estoy contado entre los elegidos?
Porque si tenemos una comprensión sólida de la elección, y si sabemos que estamos contados entre los elegidos, entonces eso nos proporciona un gran consuelo a medida que nos ocupamos en nuestra salvación con temor y temblor, y cuando nos encontramos en las diversas aflicciones que se nos presentan en el mundo cristiano. Recuerdan a Pablo, en su escrito del cual se ha escrito el himno: «Yo sé en quién he creído» y ya saben: «Yo sé que Él es poderoso para guardar mi depósito en Él hasta aquel día». Pablo mismo, está hablando de su propia confianza en su propio futuro debido a su conocimiento de dónde ha puesto su confianza, dónde ha puesto su fe, y pone su confianza no en su propio poder para perseverar, no en su propio poder para terminar la carrera, sino que pone su confianza en Aquel en quien ha creído, sabiendo que Él es capaz de preservarlo. Pero entre tanto, tenemos a Pedro aquí diciendo, sean diligentes para hacer que su llamado y elección sean seguros.
Una vez más, si se nos pide que aseguremos nuestra elección, entonces ciertamente se deduce que podemos hacer que nuestra elección sea segura; deberíamos ser capaces de saber si estamos contados entre los elegidos. Otra vez, según avancemos en esta clase, veremos cómo se puede hacer eso, pero en este momento quiero que entendamos que la seguridad de salvación no es una opción para nosotros. Esa seguridad es algo que se supone que no debemos posponer hasta el final de nuestra vida cristiana, sino que es algo que se supone que debemos buscar con diligencia ahora, y dejarlo resuelto, de modo que sepamos que estamos contados entre los elegidos, y que estamos en el reino de Dios, y que hemos sido adoptados en la casa del Padre, y que estamos en Cristo y que Cristo está verdaderamente en nosotros.
Ahora, una de las cosas que ya hemos visto es que en el caso de la seguridad de la salvación falsa, el de aquellas personas que llegarán al tribunal de Cristo al final y dirán: «Señor, Señor», que obviamente han tenido una falsa seguridad, y así, cuando Jesús declara que su seguridad es falsa y declara que Él no los conoce y los saca de Su presencia, recordamos la razón. ¿Por qué? Porque eran obradores de iniquidad, y eran personas malas y no tenían, como vimos en la parábola del sembrador, fruto alguno. Permítanme hacer una pausa y hacer un pequeño paréntesis, dar un pequeño recordatorio de nuestra comprensión de la justificación.
Sabemos que no somos salvos por nuestras obras; decimos que somos justificados por la fe sola, por lo que no confiamos en nuestras obras para ser llevados al cielo y sin embargo, también recordamos que en el siglo XVI, los reformadores magisteriales como Martín Lutero dijeron que somos justificados por la fe sola, pero no por una fe que está sola. En el esquema católico romano, tienes que tener fe para ser justificado, pero también tienes que tener obras, entonces tenemos fe más obras igual justificación. Pero en el punto de vista protestante, la fe es igual a la justificación más obras. Es decir, las obras son una consecuencia, una manifestación del estado de gracia en el que estamos; estas obras están en este… perdón, en aquel lado de la ecuación y las obras que hago en mi vida cristiana no agregan nada a mi justificación. Las únicas obras de justicia que me justificarán son las obras de Cristo.
Entonces, cuando decimos que somos justificados por la fe sola, queremos decir que somos justificados por Cristo solo, por Sus obras; mis obras no cuentan nada para mi justificación. Entonces tienes gente que dice, oh, bueno, supongo que eso significa que no tengo que dar ningún fruto. No tengo que producir ninguna manifestación de justicia porque soy salvo por fe. Pero recuerda que la fe que justifica, como Santiago nos dice en su epístola y tal como Lutero argumentó, no es una fe muerta, es una fides viva, una fe viva, una fe vital. La verdadera fe que nos conecta con Cristo siempre y para siempre se manifiesta en obras, y si no hay obras aquí, lo que eso nos dice es que no hay fe aquí, y si no hay fe aquí, no hay justificación.
De nuevo, no interpreten que eso significa que tienen que ser justificados por las obras; las obras no nos justifican. La fe nos une a Cristo, pero si la fe es auténtica, si la fe es verdadera, no llegarás al último día diciendo: «Señor, Señor», y harás que Él te vea y te llame una persona que obra iniquidad; tú tendrás fruto. Ahora, quizás piensen que la manera más fácil de resolver este problema de la seguridad de salvación es examinar el fruto, ver el fruto que hay en sus vidas para determinar si refleja o manifiesta un patrón consistente con su profesión de fe, y esa es una de las partes aterradoras de ser cristiano. Porque ninguno de nosotros está a la altura de lo que decimos que creemos. Nadie lo hace. Si enfocas tu atención solo en tu desempeño, en ese momento, la seguridad de salvación auténtica se vuelve muy resbaladiza, ¿no es así?
Pero hay un lugar para que examinemos nuestras vidas, como nos dice el Nuevo Testamento y llegaré a eso en un momento, y hay un lugar para examinar el fruto, para ver si nos da alguna evidencia del estado de nuestras almas, pero estaríamos malinterpretando lo que Pedro está diciendo aquí si llegáramos a esta conclusión: tenemos que fructificar para tener seguridad de salvación. Sino que cuando Pedro nos dice que seamos diligentes en hacer nuestra elección y llamado seguro, la razón por la que debemos procurar nuestra seguridad es que podamos dar fruto, y eso es lo que no queremos perdernos; no es que llevemos fruto para estar seguros, sino que necesitamos estar seguros de ser cristianos fructíferos, porque el hombre de doble ánimo, como se nos dice, es llevado de un lado a otro con cada viento de doctrina.
La persona que no está segura, es decir, hay personas, como veremos, que son verdaderamente convertidas y que no tienen seguridad de salvación, y sin embargo, están en un estado en el que son presa fácil para que el enemigo venga y los acuse y los paralice en su vida cristiana. Ellos van a dar fruto, pero va a ser escaso porque no están viviendo la vida cristiana desde una posición de confianza de su posición ante Dios. Entonces, de lo que Pedro está hablando aquí, de una manera muy práctica, es: llega a una conclusión para que puedas ser fructífero. Escuchen lo que dice sobre este mismo punto en el versículo 5: «Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadan a su fe, virtud, y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. Pues estas virtudes, al estar en ustedes y al abundar, no los dejarán ociosos ni estériles».
Ahora bien, esta es la lista de Pedro, en la que, si nos fijamos en las virtudes que él describe aquí, se ven muy similares a otra lista que encontramos en el Nuevo Testamento, la lista establecida por el apóstol Pablo que habitualmente llamamos el fruto del Espíritu, y es inmediatamente después de que Pedro da el encargo a su pueblo de ser diligente en añadir a la fe virtud, bondad, perseverancia, paciencia, amor, todas estas cosas diferentes que llamamos el fruto del Espíritu, es justo en ese contexto que él dice: «Por lo tanto, con toda diligencia haz que tu llamado y elección sean seguros para que puedas progresar en estas cosas». Así que la razón práctica por la que estamos llamados a asegurar nuestra salvación, que la resolvamos en nosotros mismos, es que podamos ser productivos, que podamos ser cristianos fructíferos.
Retrocedamos a lo que escribió Pedro en su primera epístola. En el capítulo 2, versículo 1 de 1 Pedro, dice: «Por tanto, desechando […]», está hablando de aquellos que «han nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible […] mediante la palabra de Dios que vive y permanece» para siempre, continúa diciendo: «Por lo tanto», habiendo nacido de nuevo, «desechando toda malicia, y todo engaño, e hipocresías, y envidias y toda difamación, deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación, si es que han probado la bondad del Señor. Y viniendo a Él, como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios, también ustedes, como piedras vivas, sean edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo». Pedro está diciendo: «Pues, para ustedes los que creen, Él (es decir, Cristo) es precioso», y esa va a ser una de las claves importantes para obtener la salvación, entender cómo el creyente ve a Cristo. Para ustedes los que creen, Él es precioso.
De nuevo, permítanme recordarles que Pedro dirige esta epístola a los elegidos. Él escribe esta enseñanza apostólica a los elegidos y enseña a los elegidos lo que significa ser elegido, y cómo se supone que debe ser la elección en nuestro viaje espiritual. Es por eso que, en la segunda epístola, cuando se dirige a las mismas personas, les recuerda lo importante que es asegurar su elección. Así que estoy convencido de que podemos saber si estamos en un estado de gracia, pero lo que tenemos que hacer es aprender a discernir la diferencia entre la verdadera seguridad y la falsa seguridad, porque reconocemos que realmente existe la seguridad falsa, y si existe la seguridad verdadera, tenemos que aprender la diferencia, y eso es lo que examinaremos en las siguientes sesiones.