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Creo que una de las formas más interesantes de estudiar la historia de la iglesia es centrando nuestra atención en las personas que hicieron historia. Cuando pensamos en la Reforma Protestante y en la importancia central de la doctrina de la justificación por la fe sola, pensamos de inmediato en el papel que desempeñó este monje agustino de Wittenberg, Martín Lutero. Y entonces, lo que quiero hacer a modo de introducción adicional a nuestro estudio de la doctrina misma, es revisar el marco histórico en el que estalló la controversia y también ver, en primer lugar, la persona de Lutero para entender cómo estuvo involucrado, de la forma en que estuvo, en la Reforma.
Lutero, según muchos expertos, nació en 1483. Nadie está del todo seguro de la fecha de su nacimiento. Algunos lo colocan el 20 de noviembre, otros el 7 de diciembre. Quizás por eso esa fecha, es una fecha que vive en la infamia según las generaciones futuras. Pero Lutero nació en una pequeña ciudad llamada «Eisleben» en Alemania Oriental, pero una de las ironías de la historia de la iglesia es que su familia se mudó de Eisleben, poco después de su nacimiento, por lo que pasó la gran mayoría de su vida fuera de la ciudad de Eisleben, aún así, esa es la ciudad en la que murió en 1546. Pero cuando vemos a Lutero como persona y revisamos su historia, una de las cosas que salta a la vista es que tendía a tener crisis cada cinco años, al menos por un tiempo, a partir del año 1505.
Lutero era hijo de un hombre que poseía varias minas y fundiciones en la zona, Hans Luther, y si bien no era extraordinariamente rico, tampoco era un campesino y tenía los fondos para enviar a Lutero a buenas escuelas. Su sueño era que su hijo se convirtiera en abogado, de modo que Lutero se matriculó de joven en la Universidad de Erfurt y allí estudió derecho. Incluso como estudiante de jurisprudencia, ya se estaba ganando la reputación de ser un brillante jurista, un brillante estudiante de derecho con un futuro maravilloso por delante, lo que entusiasmó mucho a su padre. Y luego, en 1505, después de volver a casa para visitar a sus padres, en el camino de regreso a la Universidad de Erfurt cuando se acercaba a la ciudad, hubo una violenta tormenta eléctrica y un rayo golpeó justo al lado donde estaba Lutero y estaba aterrorizado y gritó con horror: «Sálvame, ¡Santa Ana!» o «¡Ayúdame, Santa Ana! Me convertiré en monje».
Santa Ana, quien de hecho fue la madre de María, la madre de Jesús, era parte del repertorio de santos Católico Romanos, era la santa especial para los mineros y para aquellos que estaban involucrados en oficios peligrosos como la minería. Y así Lutero, aterrorizado en ese momento, dijo que si sobrevivía a este rayo se convertiría en monje. Y entonces fue a la universidad, recogió sus pertenencias personales, se despidió de sus amigos y caminaron con él hasta el monasterio agustino, allí en Erfurt, y se despidieron mientras que él les daba la espalda y caminaba hacia la puerta del monasterio para presentarse como candidato para el sacerdocio.
No se puede entender la Reforma, no se puede entender el papel que Lutero tuvo en ella sin entender esta crisis que sucedió en 1505, que lo llevó a convertirse en monje, para pesar de su padre. El viejo Hans no podía hacer nada ahora que este hijo suyo había decidido entrar al servicio religioso como monje, como un simple sacerdote, en lugar de ser un abogado prominente. Bueno, en todo caso, cuando Lutero entró al monasterio y pasó por las diferentes etapas para ser ordenado, lo cual ocurrió en 1507, este fue uno de los períodos más críticos de su vida sin el cual nunca entenderíamos la doctrina. Hay una gran ironía, sin embargo, envuelta en la ordenación de Lutero en Erfurt.
Un siglo antes, un predicador checo llamado Juan Huss o Hus, realmente, fue acusado de herejía porque negó la infalibilidad de la iglesia y puso las Escrituras por encima de los cánones y decretos de la Iglesia Católica Romana y fue interrogado en el Concilio de Constanza y allí en el Concilio de Constanza fue condenado a muerte. Y el obispo que ordenó su ejecución, para ser quemado en la hoguera, obtuvo esta respuesta de Juan Huss. Huss dijo: «Puedes asar este ganso o puedes quemarme si quieres, pero vendrá después de mí un cisne al que no podrás silenciar». De nuevo, el nombre de Juan Huss significaba «ganso» y por eso dijo que puedes matar a este ganso, pero que va a venir un cisne al que no vas a poder callar.
Estuve en Praga en una ocasión y no podía creer la ironía de dos iglesias católicas en la plaza central y en el centro de la plaza central estaba esta estatua de Juan Huss y nuestro guía nos estaba contando la historia de su ejecución. Y dijo, aquí es donde, señaló un lugar en particular y dijo: «aquí es donde Juan Huss fue ‘ahumado’». Y así, tuvimos una nueva perspectiva de lo que significa ser ‘ahumado’ porque este hombre tenía un problemita con el idioma español. Pero, de todos modos, Huss fue quemado en la hoguera e hizo ese comentario.
Ahora, la parte apócrifa de la historia es la historia que inventé, que en realidad no es cierta. Pero lo que sucedió un siglo después, es que cuando Lutero fue ordenado allí en el monasterio de Erfurt, por supuesto estaba postrado en la base del altar y se puso en forma de cruz y allí fue consagrado al sacerdocio. Y el hombre que estaba enterrado bajo el altar de Erfurt fue el obispo que condenó a muerte a Juan Huss para ser quemado en la hoguera. Y entonces, mi añadidura apócrifa a esta historia es que cuando Huss dijo: «Puedes matar a este ganso, pero vendrá después de mí un cisne al que no podrás silenciar», tengo al obispo diciendo: «Sobre mi cadáver», porque realmente fue ordenado sobre el cadáver de ese obispo.
En el aniversario número 500 del nacimiento de Lutero, toda Alemania fue adornada con carteles gigantes con una imagen de Lutero sobre el fondo de un cisne, porque se consideraba que era ese cisne, el que fue predicho por Juan Huss. Pero, por supuesto, los años en que Lutero estuvo en el monasterio fueron años de mucha ansiedad, mucho estrés y mucho tormento. La mejor historia que tenemos de él nos dice que él era un monje excepcional, que se portaba muy bien y era extremadamente productivo en el monasterio, excepto por un problema. Se suponía que los monjes debían confesarse diariamente con sus padres confesores. Después de pasar por los rigurosos tiempos de oración cada día, tenían un momento reservado para entrar en el confesionario y repasar los pecados del día.
Y la mayoría de los monjes entraban y decían: «Padre, he pecado» y decían que habían codiciado el pan extra del hermano Jonatán en la cena de anoche o algo así, y en cinco minutos el sacerdote obtenía la absolución y salía y regresaba al trabajo. Lutero entraba y pasaba veinte minutos, media hora, una hora, a veces dos horas y más confesando todos los pecados que había cometido en las últimas 24 horas. Y cuando piensas al respecto, estás en un monasterio, ¿cuántos problemas puedes tener en 24 horas? Pero Lutero pensaba en todas estas cosas, en las formas en las que había desobedecido la ley de Dios en las últimas 24 horas y luego al final obtenía su absolución, y después, en su camino de regreso a su celda, pensaba en otro pecado que olvidó confesar y perdía la paz que había recibido de la absolución.
Ahora, algunos historiadores han visto esa conducta de Lutero y consideran que es evidencia de que el hombre estaba demente, que estaba loco por pensar y tener ese tipo de complejo de culpa que lo llevaba a pasar tanto tiempo confesando sus pecados todos los días. Sabemos que en ese momento Lutero era un hombre perseguido por su culpa. Pero al mismo tiempo, tienes que entender que él tenía la mente de un abogado y que estudiaba cuidadosamente, con mucho escrutinio, la ley de Dios y luego se medía contra esa ley y se daba cuenta de que estaba pecando contra la ley de Dios a cada minuto. Así es como Lutero lo pensaría, él decía: «La Biblia dice que el gran mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”».
Bueno, nadie hace eso y entonces, ¿quién se altera por eso? Bueno, Lutero pensaría de ese modo y diría: «Si ese es el gran mandamiento, entonces la violación de ese gran mandamiento debe ser la gran transgresión». Y así Lutero iba a su celda y se golpeaba así mismo físicamente, se auto flagelaba y entraba en períodos de ayuno que eran de alguna manera extremos, tratando de encontrar paz por la culpa que estaba experimentando por quebrantar la ley de Dios. Yo no he guardado el gran mandamiento desde que me levanté de mi cama esta mañana. No he amado al Señor mi Dios con todo mi corazón y toda mi mente y toda mi fuerza y toda mi alma un solo día en toda mi vida. Pero nadie más lo hace, y entonces no me preocupo mucho por eso.
Pero Lutero sí se preocupó por eso, tanto que su confesor se frustraba con frecuencia con él y le decía: «Hermano Martín, si vas a venir al confesionario, ven con algo serio, ven con algún crimen real en contra de Dios, en lugar de estos pecadillos que siempre estás recitando allí». Pero otra vez, para entender a Lutero hay que entender esta gran carga de culpa que lo perseguía en el monasterio. Él decía: «Me preguntas: “¿Amo a Dios?” ¿Amar a Dios? A veces, odio a Dios. Veo a Cristo con una espada, con juicio, viniendo a condenarme. Y él trataba… Muchas personas creían en la iglesia, que una ventaja adicional para entrar al cielo era tener una vocación religiosa y pensaban que al ser un monje y consagrado a esta vocación religiosa, eso lo ayudaría a entrar en el cielo, pero no estaba teniendo paz con ello.
Y luego, la siguiente crisis llegó en 1510, 5 años después. Para pura alegría de Lutero, el líder del monasterio le informó, que él junto con uno de sus compañeros monjes, habían sido seleccionados en nombre del monasterio para hacer una visita a Roma, a fin de realizar unos asuntos para el monasterio, y así estos dos hombres fueron elegidos para representar al monasterio en Erfurt. Básicamente caminaron todo el trecho desde Alemania hasta Roma y Lutero estaba muy emocionado, porque una de las cosas más significativas que podías hacer para obtener la salvación era hacer una peregrinación. Los dos grandes lugares de peregrinación eran Jerusalén y Roma.
Y entonces ahora Lutero podría ir personalmente a la Ciudad Santa y eso valía una gran cantidad de indulgencias, concepto que veremos más adelante. Aunque todavía estaba vivo y no en el purgatorio, no podía aplicar las indulgencias que obtendría de esa peregrinación a Roma para sí mismo, así que decidió dedicar esta peregrinación, este viaje a Roma, a sus abuelos. Y así, al final, después de meses de viaje, él y su compañero llegaron a Roma y fue una experiencia muy cruda de desilusión. Lo primero que le disgustó fue la vida inmoral de los sacerdotes en Roma, quienes públicamente se involucraron con prostitutos de ambos sexos, y que la corrupción moral y sexual del sacerdocio romano allí en la ciudad no era un secreto a puerta cerrada, sino que todos lo sabían, era una gran orgía desde la perspectiva de Lutero.
En segundo lugar, la forma en la que los sacerdotes vendían sus servicios para recitar la misa, se les pagaba cierta cantidad por dar una misa, y para aumentar sus ganancias, daban la misa lo más rápido que podían, sin mostrar reverencia a los elementos de la misa, sino simplemente haciendo la misa para beneficio personal. Lutero vio eso y quedó devastado porque, en su opinión, antes de llegar allí, él dijo: «Esta es La Meca desde una perspectiva cristiana». Aquí es donde están los más santos de todos los santos. En ese tiempo, se cree que Julio II era el papa, quien incluso, desde el análisis de un historiador Católico Romano, era uno de los papas más corruptos de todos. Era un papa Borgia y tenía el plan de construir una nueva catedral o basílica donde se albergarían los huesos de San Pedro y San Pablo.
Así que emprendió este masivo proyecto de construcción para construir una nueva catedral o basílica, pero se quedó sin dinero cuando se construyeron los cimientos y luego se llenó de malezas y demás. El proyecto de construcción fue abandonado hasta más tarde, hasta que el sucesor de Julio, León X, llegó al poder, pero lo veremos más adelante. Pero el tercer evento, y el evento más decisivo que impactó a Lutero cuando fue de visita a Roma, fue su visita a la «Scala Sacra», las escaleras sagradas que estaban en la Iglesia de Letrán, que fue la basílica anterior para el papa, la sede del papa. De todos modos, en la Iglesia de Letrán había este grupo de escaleras, no sé, de 29 o más escalones; estas escaleras eran parte del pretorio donde Poncio Pilato se sentó a escuchar el caso de Jesús y que Jesús probablemente subió y bajó estas escaleras durante su juicio.
Y así, estos escalones sagrados en Jerusalén fueron reconstruidos frente a la Iglesia de Letrán. Esto se convirtió en el punto central de visita para aquellos que estaban haciendo peregrinaciones a Roma, porque la idea era que si podías subir estas escaleras de rodillas y en cada escalón recitar un «Padre Nuestro» y un «Ave María» e ir al siguiente escalón de rodillas y recitar el «Ave María» y el «Padre Nuestro» y lo hacías en cada escalón hasta la cima, obtenías una cierta cantidad de indulgencias que podías usar para que tu familia saliera del purgatorio o para reducir su tiempo en el purgatorio. Así que Lutero, habiendo hecho este viaje a Roma, quería subir las escaleras de rodillas y realizar este ritual por el bien de sus abuelos difuntos. Ahora, si alguna vez has estado en Roma, sabes que esas escaleras sagradas todavía están allí en la Iglesia de Letrán.
No sé exactamente qué tan ancha es esa escalera, supongo que de 2. 5 a 3 metros. No es una escalera estrecha. Es una amplia escalera de piedra. Y la primera vez que fui a Roma y fui a la Iglesia de Letrán, de hecho, tengo que decir que nuestro guía turístico dijo: «¿Qué es lo que más quieres ver?». Y esperaba que yo dijera el Vaticano o San Pedro o esto o aquello o el Coliseo. Le dije: «Quiero ver las escaleras sagradas de la Iglesia de Letrán» y él se demoró en reaccionar. Dijo que ningún turista le había preguntado eso. Le dije: «Bueno, eso es lo que quiero ver». Yo estaba en mi propia peregrinación, era un peregrino luterano, pero de todos modos llegué al sitio y quise subir las escaleras y miré, no pude ni acercarme a las escaleras. Cada centímetro cuadrado de esas escaleras estaba ocupado por alguien de rodillas con sus rosarios haciendo su ritual. Y en la pared junto a las escaleras estaba esta placa que anunciaba cuántas indulgencias valdría subir esta escalera.
Estamos hablando del siglo 20, siglo 21. No estamos hablando del siglo 16 y aquellos que piensan que todo eso terminó, todo lo que tienen que hacer es ir a los escalones sagrados y verán que esa práctica todavía está viva y vigente. Así que Lutero, de todos modos, cuando llegó allí subió las escaleras con sus manos y sobre sus rodillas y cuando llegó a la cima se puso de pie y murmuró para sí mismo estas palabras: «Quién sabe si es verdad». Tuvo una crisis con la fe que tenía entonces. Él había hecho todo lo que la iglesia requería que los monjes y sacerdotes hicieran y todavía no tenía paz, ni esperanza, ni sentido de redención. Pero la saga continúa, y la retomaremos en nuestra próxima sesión.