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Transcripción
Esta noche, vamos a empezar una nueva serie titulada «Las parábolas de Jesús» y lo que pretendo hacer en nuestro tiempo juntos es, en primer lugar, dar una breve explicación y definición de lo que es una parábola y cómo esas parábolas fueron utilizadas por Jesús en Su ministerio terrenal. Luego, después de esa breve introducción, mi plan es dar una exposición de once parábolas que he seleccionado para este curso. Jesús entregó muchas parábolas más aparte de estas once, pero con las limitaciones de tiempo que tenemos para esta serie, vamos a centrar nuestra atención solo en once de ellas.
Permítanme empezar diciendo que creo que es seguro decir que nuestro Señor Jesucristo era el maestro más grande que jamás haya caminado sobre la faz de la tierra. Digo esto no solo porque Él era la encarnación misma de la verdad, de modo que el contenido de Su enseñanza era totalmente impecable y era de origen divino, sino que, no solo era el maestro más grande que jamás haya vivido, debido al contenido supremo que Él entregó, sino que también era un pedagogo magistral. Es decir que Su estilo de enseñanza era extraordinario. Sus propios contemporáneos dijeron de Él: «Nadie jamás ha enseñado como Él lo hace». Incluso algunos de sus enemigos dijeron que Él habla como alguien que tiene autoridad y no como los escribas y los fariseos.
Permítanme hacer una pausa por un segundo y comentar brevemente sobre esa declaración de que Jesús habló como alguien que tiene autoridad. La palabra allí que se traduce por autoridad en algunos casos es la palabra griega que transcribiré aquí exousia (ex usia). Por lo general, se traduce en español por la palabra «autoridad», pero también se puede traducir en español por la palabra «poder». Esta interesante palabra se compone de un prefijo, ex y la raíz, ousia. Creo que saben lo que ese prefijo ex significa. Si alguna vez están en una situación difícil, si el cine en el que están se incendia, buscarán el letrero que dice «Exit», porque saben que esa es la manera de poder salir. El prefijo ex significa, simplemente, desde o fuera de.
Pero lo que más me interesa es la raíz de esta palabra exousia. La palabra ousia es el participio presente del verbo griego «ser». Por lo que puede ser traducido por la palabra «ser» o «esencia» o «sustancia» o incluso más crudamente, tan solo «cosas». Si vemos la etimología de esta palabra que se traduce «autoridad», significa, literalmente, surge de sustancia, surge de materia, surge de esencia, surge del ser. La idea aquí es que la enseñanza de Jesús no es frívola. No es superficial. No hay una palabra insulsa que alguna vez salga de Sus labios. Todo lo que Él dice tiene sustancia. Todo lo que dice lleva el peso mismo de Su propia autoridad.
Por lo cual, entendemos que Jesús enseñó particularmente desde este punto de vista de autoridad, la autoridad de Dios mismo, cuando dijo: «No he hablado por Mi propia autoridad, sino solo por lo que se me ha dado a decir por el Padre». Ahora, en Su proclamación singular de la verdad con autoridad, en Su estilo pedagógico, Él es quizás más conocido por Su uso de parábolas.
Un breve comentario sobre eso. En primer lugar, la idea de parábola no es algo que empezó o fue inventado por Jesús. Había una tradición entre los fariseos y los rabinos, de ese tiempo, de usar parábolas.
Pero el uso que ellos les daban era ligeramente diferente del uso que Jesús hizo de ellas. El uso de los fariseos de las parábolas era para explicar o ilustrar el significado de la ley mosaica del Antiguo Testamento. Jesús usaba las parábolas no solo para ilustrar la revelación previa que había sido dada y entregada a través de Moisés y los profetas del Antiguo Testamento, sino que Su uso de la parábola fue para dar una nueva revelación, revelación que hasta ese momento era desconocida. De modo que había una diferencia importante entre Su uso de las parábolas y el uso de los fariseos.
En segundo lugar, no encontrarán una parábola en ninguna parte del Nuevo Testamento fuera de los evangelios. Los evangelios están llenos del uso de parábolas, pero están extrañamente ausentes del resto del Nuevo Testamento. Son muy poco frecuentes en el Antiguo Testamento. Tal vez recuerden la parábola más famosa del Antiguo Testamento, aquella que pronunció el profeta Natán, cuando fue a David después del pecado de David con Betsabé y le contó la historia de este hombre rico que tenía muchas ovejas y tomó la única oveja del pobre hombre, quien amaba mucho a esta oveja, y se la adjudicó a él mismo. Cuando David escuchó esa historia, se indignó y dijo: «¿Quién es este hombre? Encuéntrame a ese hombre. Tráelo aquí. ¡No voy a soportar eso en mi reino!».
Así que, incluso con el uso de la parábola por el profeta Natán, David no lo entendió hasta que Natán se le puso al frente y le dijo: «David, tú eres el hombre». Menciono esa famosa parábola del Antiguo Testamento porque en ese caso, Natán vino a David con juicio. Llegó en un momento de crisis. Esta es una de las maneras en que las parábolas funcionan con tanta riqueza en el Nuevo Testamento. La palabra misma, parábola, si la desglosamos, proviene de la palabra griega para-bole. Para, de nuevo, es el prefijo y están familiarizados con él. Tenemos paralegales, paracaídas, para-eclesiásticos, para-esto y para-aquello y un «para» significa algo que está junto a otra cosa.
Un paralegal trabaja junto al abogado como ayudante, para ayudarlo de cierta manera. La raíz de esa palabra, que es bole o boleo, significa lanzar o arrojar y así, si desglosan la palabra, parábola significa algo que se lanza junto a algo más y vemos cómo Jesús la usa. Él está enseñando un concepto importante y con el objetivo de aclarar Su enseñanza y Su significado, Él lanza la parábola junto a ella para ilustrar la verdad que ha dado. Se ha dicho que en bienes raíces solo hay tres factores importantes que determinan el valor de una propiedad. El primero es la ubicación. El segundo es la ubicación. El tercero es la ubicación.
Solemos decir que todo se reduce a ubicación, ubicación, ubicación. Se ha dicho de los predicadores que la parte más importante de su prédica es la ilustración, ilustración, ilustración. Pero, otra vez, tratamos de usar ilustraciones para simplificar, aclarar, aumentar la capacidad de las personas para entender lo que estamos diciendo. Hay un elemento de esto contenido en el uso de las parábolas que hace Jesús. Sin embargo, hay otro elemento, un elemento que es algo misterioso y que a veces nos hace detenernos.
Algunas personas lo encuentran objetable, pero veremos eso en el Evangelio de Marcos en el cuarto capítulo, justo después de que Jesús había predicado su famosa parábola del Sembrador. Él dijo, al final de esa parábola: «El que tiene oídos para oír, que oiga». ¿Por qué haría un orador una declaración como esa después de contar una historia? Si doy una ilustración en mi sermón, ¿les digo, al final, a ustedes: «El que tiene oídos para oír, que oiga»? Estamos casi 100 % seguros de que todos los que están presentes en la congregación tienen dos oídos. Puede haber un porcentaje de aquellos que no pueden oír porque tienen problemas de audición, pero otra vez, la gran mayoría de las personas que están sentadas bajo el sermón pueden escuchar las ondas de sonido que entran por los oídos. Entonces, ¿por qué Jesús diría: «El que tiene oídos para oír, que oiga»?
Bueno, obviamente no está hablando de una respuesta simple a un impacto en el nervio auditivo en el oído. Está hablando de personas que tienen la capacidad de escuchar, entender y abrazar la verdad de ello, de escuchar no solo los sonidos audibles que se están haciendo, sino de entenderlo y abrazarlo. De hecho, hay un fenómeno extraño en el idioma griego con respecto a la audición. El verbo escuchar es el verbo akouein del cual obtenemos la palabra en español «acústica». La palabra para obediencia en griego es hupakouó. Ese prefijo hupa es el prefijo del que obtenemos la palabra en español «hiper» o la palabra «súper», por lo que es interesante que en el idioma griego tenemos «audición» y luego tenemos «obedecer lo que escuchas» y obedecer lo que escuchas significa realmente escucharlo, una hiperaudición, una súper audición.
Así que, cuando Jesús hace esta declaración: «El que tiene oídos para oír, que oiga». Lo que básicamente está diciendo es que Él entiende que había personas allí, escuchando Su enseñanza, que no la escucharon. Nunca llegó realmente a su entendimiento o a su corazón, por lo que Jesús hace una distinción entre los que oyen y los que no oyen. Obtenemos una explicación más detallada de eso en este extraño pasaje de Marcos, capítulo 4, donde leemos estas palabras. Después de que Jesús les dijo: «“El que tiene oídos para oír, que oiga”. Cuando Jesús se quedó solo, Sus seguidores junto con los doce le preguntaban sobre las parábolas». Él les dijo: «A ustedes les ha sido dado el misterio del reino de Dios […], pero los que están afuera reciben todo en parábolas; para que viendo, vean pero no perciban, y oyendo, oigan pero no entiendan, no sea que se conviertan y sean perdonados».
Entonces, ¿qué está pasando aquí? ¿Es para aquellos que tienen oídos para oír? La parábola es un instrumento que Jesús usa para dar una comprensión más profunda de los asuntos que está diciendo. Pero para aquellos que no tienen oídos para oír, la parábola es en realidad un instrumento de encubrimiento. No se da simplemente para aclarar todo a la gente, sino para oscurecer a aquellos que están afuera, a quienes no se les da la comprensión del misterio del reino de Dios. Ahora eso suena un poco duro, ¿no es así? Que Jesús viene y no solo viene a instruir y ayudar a las personas a entender el reino de Dios, para aquellos que tienen oídos para oírlo, sino que también viene como una especie de juicio sobre aquellos que no quieren oír la verdad.
Recuerden, en nuestra condición caída, se nos describe, en términos del Nuevo Testamento, que nosotros, por naturaleza, no queremos tener a Dios en nuestro pensamiento. No queremos escuchar Su Palabra. No tenemos ningún deseo de entender Su Palabra. Somos fugitivos de Su Palabra y enemigos de esa Palabra, y debido a eso, cada vez que Dios habla Su Palabra, la cual redime a algunos, es una expresión de juicio sobre otros.
Volvamos por un momento al profeta Isaías, a su llamado en el sexto capítulo del libro que lleva su nombre, después de tener la visión del Señor, alto y sublime y escucha el trisagio, la canción de los serafines, «Santo, Santo, Santo es el Señor de los ejércitos» y está abrumado y pronuncia una maldición sobre sí mismo y luego Dios instruye a los serafines a tomar un carbón ardiente del altar y venir y sellar sus labios y mientras tiembla ante la santidad de Dios, en profunda angustia, horror y terror, Dios dice: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?». Isaías, a través de esos labios ampollados, cauterizados por el carbón caliente, dice: «Aquí estoy; envíame a mí».
Entonces, ¿qué le dice Dios a Su profeta? «Oh, Isaías, maravilloso. Estoy muy contento de que te hayas ofrecido como voluntario para esta misión. Voy a ungirte con Mi Espíritu. Voy a convertirte en el evangelista más popular que jamás haya caminado sobre la faz de la tierra y las multitudes irán volando a las arenas para escuchar cada palabra que salga de tu boca». Eso no es lo que dijo Dios. Más bien, le dijo a él: «Ve, y dile a este pueblo: / “Escuchen bien, pero no entiendan; / Miren bien, pero no comprendan”. / Haz insensible el corazón de este pueblo, / Endurece sus oídos, / Y nubla sus ojos, / No sea que vea con sus ojos, / Y oiga con sus oídos, / Y entienda con su corazón, / Y se arrepienta y sea curado».
Isaías, te estoy comisionando para que cierres los ojos de la gente, para detener los oídos de la gente, para que sus corazones se endurezcan, para que no se arrepientan y sean sanados. En otras palabras, tu misión es ser Mi instrumento solo de juicio. Es un juicio de un tipo, un tipo de justicia poética. ¿Estas personas no quieren escuchar Mi Palabra? Entonces los voy a entregar a su antipatía a Mi Palabra y no les daré la capacidad de escuchar Mi Palabra. ¿No quieren verme? ¡Voy a cerrar sus ojos! ¡Voy a endurecer sus corazones para que no escuchen las buenas nuevas y se conviertan!
Cuando Isaías escuchó estos términos de su llamado, gritó con angustia: «Señor, ¿hasta cuándo? ¿Cuánto tiempo voy a predicar a un pueblo que no quiere escucharte?». Dios respondió, diciendo: «Hasta que las ciudades estén destruidas y sin habitantes, / Las casas sin gente, / Y la tierra completamente desolada; / Hasta que el Señor haya alejado a los hombres, / Y sean muchos los lugares abandonados en medio de la tierra. / Pero aún quedará una décima parte en ella, / Y esta volverá a ser consumida / Como el roble o la encina, / Cuyo tronco permanece cuando es cortado: / La simiente santa será su tronco». «He guardado para Mí un remanente de Mi pueblo que escuchará lo que dices y a quien se le darán oídos para escuchar».
Hay una palabra interesante en el Nuevo Testamento que se usa, que realmente describe la entrada de Jesús en el mundo y es la palabra griega krisis. Esta palabra es traducida por la palabra española «juicio». Lo traemos a nuestro lenguaje con una palabra diferente, la palabra «crisis». La mayor crisis que el mundo ha experimentado fue la venida de Jesús. Él vino para el levantamiento y la caída de muchos y dijo: «No vine a traer paz, sino espada. Vine a poner al hombre contra su padre, al esposo contra su esposa y a padres contra los hijos». Él es la roca de tropiezo, la piedra de la ofensa, a los que lo aman, Él es el aroma de la salvación. Para aquellos que se oponen a Él, es el motivo de su condenación. Todo esto se ve en Su uso de las parábolas. Él llevaría a Sus discípulos aparte y diría: «A ustedes les ha sido dado el misterio del reino de Dios».
Finalmente, esto. Cuando veamos las parábolas, verán que hay muchos temas diferentes. Pero uno de los temas más comunes en las parábolas es el tema del evangelio del reino de Dios. El término «evangelio» se usa de tres maneras en la Biblia. Una manera es describir una forma literaria particular, los evangelios, los libros que nos hablan de Jesús, Su vida y Su ministerio. Pero en primera instancia, el evangelio que es definido y proclamado por Juan el Bautista y luego por Jesús, es la buena noticia del reino de Dios. Más adelante en las epístolas, con Pablo, por ejemplo, habla sobre el evangelio de nuestro Señor Jesucristo, de modo que el contenido de ese evangelio es Jesús, Su persona y Su obra.
Pero esa transición viene del anuncio inicial de las buenas nuevas, que es el anuncio de Juan y el anuncio de Jesús del avance del reino de Dios. Así que, una y otra y otra vez, a lo largo de Sus parábolas, Jesús dirá: «Y el reino de Dios o el reino de los cielos es semejante a esto» y arrojará, junto con ese anuncio, la parábola para que podamos entender el misterio de ese reino.