
La autoridad femenina
28 junio, 2022
El alto llamado de las mujeres
28 junio, 2022Ancianos para la iglesia

Durante la última década he conversado con una gran variedad de cristianos sobre el tema de los ancianos. Algunos, desesperados, quieren cambiar las estructuras disfuncionales de liderazgo de la iglesia. Otros se han cansado de eludir la enseñanza bíblica sobre los ancianos. Otros anhelan adoptar la pluralidad de ancianos, pero perciben que muchos de sus miembros se resistirían al cambio. Una vez un líder misionero me dijo que la pluralidad de ancianos era un tema importante en su región; los ciudadanos, que no estaban familiarizados con las tradiciones y los argumentos en contra de la pluralidad de ancianos, lo vieron en las Escrituras y quisieron obedecer.
Cristo dio el liderazgo de ancianos a la iglesia para su crecimiento, desarrollo y unidad. Sin embargo, con frecuencia la tradición es más fuerte que el mandato bíblico para aquellos que rechazan el liderazgo de ancianos. Otros tienen ancianos, pero descuidan aplicarles los estándares bíblicos. La carta de Pablo a Tito ofrece una gran ayuda para ambos casos (Tit 1:5-9).
En primer lugar, la pluralidad en el liderazgo es la norma para todas las iglesias: «design[a] ancianos en cada ciudad como te mandé». «Ancianos» es plural y «en cada ciudad» es singular. Esto indica que varios ancianos sirven en cada iglesia en Creta (1:5). Cada referencia bíblica a los ancianos de la iglesia local exponen la pluralidad como la práctica del Nuevo Testamento (ver Hch 14:23; 15:22; 20:17, donde se muestra este mismo patrón de pluralidad). La razón que da Pablo para la pluralidad de ancianos, incluso dentro de las congregaciones pequeñas, tiene sentido: provee ocasión para la rendición de cuentas, apoyo y aliento, mayor sabiduría y diversidad de dones para aumentar la eficacia del ministerio.

En segundo lugar, los ancianos son necesarios para el buen orden de la iglesia. Tito debía «[poner] en orden lo que qued[a]» (Tit 1:5). Él comenzaría por nombrar «ancianos en cada ciudad», quienes participarían en la obra de reforma continua en la iglesia. ¿Qué necesitaba reformarse? Los maestros astutos, a quienes Pablo llamó «habladores vanos y engañadores», que estaban trastornando familias «enseñando por ganancias deshonestas, cosas que no deben» (vv. 10-11). Los ancianos tienen que corregir la falsa enseñanza, remover a los falsos maestros y reiterar la suficiencia del evangelio. Además, algunos cristianos en Creta actuaban como «cretenses», ¡no como cristianos! «Los cretenses son siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos» (v. 12). Los ancianos deben enseñar la aplicación correcta de la ley y el evangelio en la vida diaria, ejemplificar la vida cristiana y administrar la disciplina cuando sea necesario. A pesar de esto, otros se apartaban de la verdad «prestando atención a mitos judaicos y a mandamientos de hombres», corrompiéndose en mente y conciencia (vv. 14-15). Una vez más, los ancianos deben ser el medio para poner en orden lo que queda de acuerdo a la sana doctrina y la práctica piadosa.
En tercer lugar, los ancianos dan ejemplo para la iglesia en el hogar, con su conducta personal y en sus relaciones (vv. 6-8). Un anciano debe ser «marido de una sola mujer», especialmente dedicado a su esposa, procurando amarla como Cristo ama a la iglesia (Ef 5:25). Sus hijos deben ser «creyentes» (pistos parece ser mejor traducido como «fiel» o «digno de confianza»; ver 1 Tim 1:12, 15; 3:1; 4:9; 2 Tim 2:11, 13; Tito 1:9; 3:8), «no acusados de disolución ni de rebeldía».
En su conducta personal, un anciano debe ser «irreprensible» porque es «administrador de Dios» o mayordomo de Su rebaño. Debe poner mucha atención a su conducta y no tener áreas flojas que desacrediten a Cristo o al evangelio. Además, no debe ser «obstinado» ni «iracundo», para guardarse de atropellar a otros con malas actitudes o arrebatos. Tampoco debe ser «dado a la bebida», «pendenciero», ni «amante de ganancias deshonestas», de manera que pueda restringir sus apetitos, exprese dominio propio en sus reacciones y tenga autodisciplina en las finanzas (v. 7).
El anciano también da ejemplo en sus relaciones. Debe ser «hospitalario» al aceptar y ser amigo de otros, «amante de lo bueno» al afirmar lo que es mejor, y «prudente» al mantenerse sobrio cuando la vida se sale de control. En su trato con los demás debe ser «justo»; en su piedad personal, «santo»; y en sus impulsos naturales, «dueño de sí mismo» (v. 8). Él recuerda que es un «administrador», no el dueño; un siervo, no un señor (v. 7). Así como Jesucristo no vino para ser servido, sino para servir (Mr 10:45), el administrador de Dios en la iglesia debe hacer lo mismo.
Finalmente, el papel de pastoreo de los ancianos se distingue del de los diáconos porque requiere que sean capaces de enseñar (Tit 1:9; 1 Tim 3:1-13). Los ancianos deben ser resueltos para conocer y aplicar la Escritura personalmente: «Reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza». Ellos viven y respiran el evangelio, se deleitan en escudriñar las Escrituras y prueban su comprensión de la doctrina mediante la Palabra. Los ancianos deben comprometerse con la enseñanza doctrinal: «Capaz también de exhortar con sana doctrina». La doctrina es fundamental para los ancianos. Ellos reconocen la «sana doctrina» como el corazón del entendimiento bíblico, esencial para la vitalidad de la iglesia. Saben que si la descuidan, la iglesia puede seguir teniendo una forma externa de cristianismo, pero muere por dentro engendrando todo tipo de engaño y pecado. Los ancianos deben estar listos y dispuestos a reprender a los que se oponen a la sana doctrina: «Refutar a los que contradicen». ¡Cualquiera que disfrute de la confrontación tiene que estar un poco loco! Sin embargo, cuando el evangelio, la salud y la unidad de la iglesia están en juego, cuando alguien tambalea al borde de la ruina espiritual o moral, los ancianos deben enfrentar el desafío. Como un equipo S.W.A.T., los ancianos deben permanecer alerta doctrinalmente, listos para enfrentar cualquier cosa que amenace con dividir o dañar al cuerpo de Cristo (Tit 1:9).
Como regalo de Cristo a la iglesia, los ancianos tienen en alta estima el carácter mientras se enfocan en la madurez y unidad de la iglesia. Ya sea por negación o uso indebido, descuidar el diseño de Cristo para el liderazgo de los ancianos priva a la iglesia de este valioso recurso para su salud espiritual.