
Revelación
22 abril, 2025
La Palabra de Dios
28 abril, 2025Las Escrituras

Este es el segundo artículo de la colección de artículos: Fundamentos doctrinales
Introducción
Escritura es un término bíblico que se refiere a la revelación escrita de Dios, es decir, los libros del Antiguo y del Nuevo Testamento. La palabra Escritura es una traducción de la palabra griega graphē, que significa simplemente «escritos». El Nuevo Testamento a veces aplica el término a todo el canon, a veces al canon del Antiguo Testamento, a veces a un pasaje concreto del Antiguo Testamento, y a veces al conjunto de escritos de un autor inspirado en particular.
Explicación
La palabra Escritura es una manera básica en que los autores inspirados del Nuevo Testamento hablan de la revelación escrita de Dios en ambos testamentos. En el Nuevo Testamento, esta palabra se refiere a los escritos sagrados que fueron inspirados por Dios a través de los profetas y los apóstoles y que Él ha confiado a Su iglesia. La Confesión de Fe de Westminster resume el contenido de la Sagrada Escritura cuando afirma: «Bajo el nombre de Sagrada Escritura, o Palabra de Dios escrita, están contenidos todos los libros del Antiguo y Nuevo Testamentos». Después de esta declaración, la confesión enumera los sesenta y seis libros de la Biblia, desde Génesis hasta Apocalipsis. Desde la Reforma, los protestantes han aceptado estos libros ―y solo estos libros― como revelación inspirada de Dios. Otros escritos antiguos de la misma época en la que se escribieron las Escrituras, como los libros apócrifos, pueden tener valor histórico, pero no pueden utilizarse para establecer doctrinas o resolver asuntos teológicos.
La mayor parte del Antiguo Testamento se escribió en hebreo (la lengua del pueblo de Dios en el antiguo pacto). Una pequeña parte se escribió en arameo (la lengua común de los judíos en el exilio en Babilonia y en Israel en el tiempo de Cristo). El Nuevo Testamento fue escrito en griego (la lengua común del Imperio Romano durante la era apostólica).
En la era patriarcal, Dios comenzó a revelarse a Sí mismo y a Su voluntad a través de sueños, visiones y profecías. Levantó profetas a través de los cuales mediaba Su revelación (por ejemplo, Enoc, Noé y Abraham). Estos profetas eran distintos de los que pertenecían al orden profético en Israel que comenzó con Moisés. Sin embargo, todo lo que Dios les reveló se transmitió por medio de la tradición oral. Los teólogos se refieren a este tipo único de revelación como la prisca theologia (teología primitiva). El Dr. R. C. Sproul explicó este principio cuando escribió: «El programa original y la prescripción para la adoración del Dios vivo era el sacrificio. Adán se lo dijo a Caín, Abel y Set. Set se lo dijo a Enoc, y este a sus hijos y ellos a sus hijos y así sucesivamente. Fue enseñado a Abraham. Se lo enseñaron a Isaac. Se lo enseñaron a Jacob. Se lo enseñaron a José. Se lo enseñaron a Moisés. También fue enseñado a Ismael y a Esaú, y así la idea de la exigencia del sacrificio por la fe impregnó a toda la raza humana».
La primera forma de revelación escrita mencionada explícitamente en el Antiguo Testamento fue la escritura divina de los Diez Mandamientos (Éx 17:14). Luego, Dios le ordenó a Moisés que escribiera las leyes que Él reveló en el pacto mosaico en el Sinaí (Éx 34:27). Jesús y los apóstoles especifican que Moisés escribió la mayor parte del Pentateuco (Mt 8:4; 19:7-9; Lc 20:37; Ro 9:15; 10:5, 19; 1 Co 9:9).
Aunque Dios ordenó a Moisés que codificara Su revelación, el libro de Job podría ser el texto inspirado más antiguo de las Escrituras; posiblemente fue escrito en su totalidad o en parte durante la época de Abraham y los demás patriarcas de Israel. Las nomenclaturas tribales relacionadas con los amigos de Job (temanitas, suhitas y naamatitas) revelan que ellos descendían de quienes vivían cerca de la época de Abraham (Gn 25:2; 36:15).
El progreso de la revelación escrita en el Antiguo Testamento está estructurado por los acuerdos pactuales de Dios con figuras clave (Noé, Abraham, Moisés y David). Además, se compone de literatura histórica, sapiencial y profética. En el judaísmo antiguo, los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento solían organizarse en la triple división de Torá (ley), Nevi’im (profetas) y Ketuvim (escritos). Este canon hebreo es idéntico al canon protestante en cuanto a los libros incluidos, pero tiene veinticuatro libros porque los judíos solían contar cada uno de los siguientes grupos de libros como un libro cada uno: 1-2 Samuel, 1-2 Reyes, 1-2 Crónicas, Esdras-Nehemías y los doce profetas menores. Esta triple división era ampliamente aceptada por los judíos de la época de Jesús.
En los Evangelios, Jesús se refiere al canon del Antiguo Testamento como «las Escrituras» (Mt 21:42; 22:29; 26:54, 56; Jn 5:39; 10:35). Habló de Isaías 61:1-2 como «Escritura» cuando predicaba en la sinagoga de Nazaret (Lc 4:21). Además, habló de Isaías 53:12 como «Escritura» en Lucas 22:37. Lucas se refiere al canon del Antiguo Testamento como «las Escrituras» al señalar que Jesús ―en Su aparición posterior a la resurrección en el camino de Emaús― «les explicó lo referente a Él en todas las Escrituras» (Lc 24:27, 32). Jesús apeló a la triple división cuando enseñó a Sus discípulos todo acerca de Sí mismo «en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos» (Lc 24:44). Lucas se refirió a este corpus como «las Escrituras» (Lc 24:45). Resulta significativo que en todas Sus disputas con los fariseos, saduceos, escribas y sacerdotes, no hay debate sobre cuáles libros eran Escritura inspirada.
Los apóstoles utilizan la palabra Escritura cuando hablan del canon inspirado del Antiguo Testamento. El pasaje más conocido en el que se hace referencia a la revelación escrita inspirada de Dios como Escritura es 2 Timoteo 3:16, donde el apóstol Pablo escribió: «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia». Pablo habla de Deuteronomio 25:4 como Escritura en 1 Timoteo 5:18.
Los apóstoles también se refirieron a los escritos de los demás apóstoles como Escritura. El apóstol Pedro reconoció que Pablo escribía Escrituras bajo la inspiración del Espíritu, cuando puso sus cartas en la misma categoría que «el resto de las Escrituras» (2 P 3:15-16), una clara referencia a los escritos canónicos del Antiguo Testamento. Los veintisiete libros de las Escrituras del nuevo pacto —clasificados como Evangelios, Hechos, Epístolas y Apocalipsis— son Escrituras dadas por inspiración de Dios en el mismo sentido que las Escrituras del Antiguo Testamento.
Los sesenta y seis libros de las Escrituras del Antiguo y del Nuevo Testamento están conectados por el mensaje único y unificado de Jesucristo crucificado y resucitado para la salvación de los pecadores. Cada parte de las Escrituras —ya sea poesía o narración histórica, dichos de sabiduría o expresiones proféticas, ley o Evangelio— son dadas por Dios para conducir a Su pueblo a ver su necesidad del Logos, la Palabra viva de Dios, Jesucristo.
Al abordar el tema de la utilidad de la Escritura, los teólogos protestantes y reformados han subrayado la importancia de los atributos de la Escritura, es decir, su autoridad, necesidad, suficiencia y perspicuidad. Estos atributos se derivan de las propias Escrituras, que se autentican a sí mismas, ya que son la única regla inerrante e infalible de fe y práctica para los creyentes. De este modo, las Escrituras fueron fundamentales para la Reforma protestante, a diferencia del lugar que ocupaban en el catolicismo romano. Roma añadió escritos apócrifos al Antiguo Testamento, incluyendo así escritos no inspirados en el canon de las Escrituras. Además, Roma socavó la autoridad, suficiencia y perspicuidad de las Escrituras al hacer de la tradición y el magisterio autoridades divinas equivalentes o incluso, en la práctica, superiores al Antiguo y al Nuevo Testamento. La justificación de Roma para la inclusión de los apócrifos se basa en el hecho de que numerosos padres de la Iglesia primitiva utilizaron la palabra Escritura al referirse a esos libros. Sin embargo, como ha señalado William Henry Green, «los padres, al dar tales títulos a estos libros, pueden no haber querido más que designarlos como pertenecientes a la categoría de sagrados en contraste con la literatura profana, o libros sobre temas seculares… Era de esperar que, en consecuencia, fueran considerados con un respeto y veneración que no se sentía por otras producciones humanas». En otras palabras, los primeros cristianos respetaban los apócrifos tanto como nosotros respetaríamos los escritos devocionales modernos y los escritos de teólogos respetados, pero no los trataban como divinamente inspirados o aptos para tener la última palabra a la hora de hacer valoraciones doctrinales.
La valoración de Green armoniza con lo que los Treinta y Nueve Artículos de la Iglesia de Inglaterra dicen sobre los libros apócrifos: «Los otros libros… la Iglesia los lee como ejemplo de vida e instrucción de costumbres; sin embargo, no los usa para establecer ninguna doctrina». El lenguaje de la Confesión de Fe de Westminster con respecto a la no inspiración de los apócrifos es más fuerte aún. Afirma: «Los libros comúnmente llamados apócrifos no siendo de inspiración divina, no son parte del canon de la Biblia; y por tanto no tienen autoridad en la Iglesia de Dios, ni deben ser aprobados o usados de otra manera que otros escritos humanos» (CFW 1.3).
Citas
En realidad, el cimiento reformado de la sola Scriptura —«la Escritura sola»— está formado por las cuatro palabras claves que describen a la Biblia. Puesto que es autoritativa, necesaria, clara y suficiente, la Escritura es nuestro estándar supremo en asuntos de fe y práctica. En consecuencia, debemos predicar, leer, estudiar y publicar la Escritura. La Reforma se basó en el cimiento firme de la Palabra de Dios.
Stephen J. Nichols
«La doctrina de las Escrituras»
Revista Tabletalk
¿Quién decide qué parte de la Biblia pertenece realmente al canon? Una vez que nos alejamos de la tota Scriptura, somos libres de elegir qué partes de la Escritura son normativas para la fe y la vida cristianas, como si tomaramos cerezas de un árbol. Para ello, tendríamos que volver a la enseñanza de Jesús, en la que dijo que no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Tendríamos que cambiarla, para que nuestro Señor dijera que no vivimos solo de pan, sino solo de algunas de las palabras que nos vienen de Dios. En este caso, la Biblia queda reducida a la condición de que el todo es menos que la suma de sus partes. Este es un problema que la iglesia tiene que afrontar en cada generación y que ha reaparecido hoy en algunos de los lugares más sorprendentes. Estamos encontrando, en seminarios que se llaman a sí mismos reformados, profesores que abogan por este tipo de canon dentro del canon. La iglesia debe decir un «no» enfático a estas desviaciones del cristianismo ortodoxo, y debe reafirmar su fe no solo en la sola Scriptura, sino también en la tota Scriptura.
R. C. Sproul
«Tota Scriptura»
Revista Tabletalk
Publicado originalmente en el blog de Ligonier Ministries.