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21 junio, 2019Considera a tu oponente

Nota del editor: Esta es la sexta parte de la serie de artículos de Tabletalk Magazine referente al tema de la controversia.
Fui convencido de la verdad de la teología reformada mientras asistía al Dallas Theological Seminary, la institución emblemática de la teología dispensacional. Algunos de mis compañeros me acusaron de ser un apóstata cuando descubrieron que había rechazado el dispensacionalismo. Después de haberme puesto mi nuevo uniforme de los cinco puntos del calvinismo, asumí una actitud de superioridad y condescendencia hacia aquellos que permanecían comprometidos con el dispensacionalismo. La burla se convirtió en el arma principal de mi arsenal. Cuando llegué al Reformed Theological Seminary [Seminario Teológico Reformado], aterricé justo en medio de debates entre estudiantes sobre temas que eran desconocidos para mí —debates acerca de teonomía, metodología apologética entre otros— y que eran poco frecuentes en Dallas. No era capaz de contribuir mucho a estas discusiones, pero continué con mi burla hacia los dispensacionalistas.
Con cuánta frecuencia olvidamos tratar a los hermanos en Cristo como a hermanos en Cristo, aquellos a quienes el Padre ama y con quienes compartiremos la eternidad en el cielo nuevo y tierra nueva.
Estaba en lo que Michael Horton llama la «etapa de jaula»: ese periodo de tiempo en el cual un nuevo convertido a la teología reformada debe ser encerrado en una jaula por su propio bien y el bien de los demás a su alrededor. Durante la etapa de jaula, el novato reformado está frecuentemente airado porque las doctrinas de la gracia no le fueron enseñadas antes. Él puede ser particularmente mordaz hacia la tradición de la cual vino, y ay de aquellos que permanecen en esa tradición (ya sea dispensacionalismo o cualquier otra). A menudo ellos son vistos como intelectualmente inferiores por no ser capaces de ver la clara verdad de la Escritura que la megamente calvinista sí ve. Se vuelven el objeto de la burla y el blanco del sarcasmo y el escarnio. El nivel de arrogancia y orgullo que uno puede alcanzar durante la etapa de jaula es imposible de comprender y desagradable de contemplar..
No sé si John Newton pasó por algo similar a la «etapa de jaula» después que vino a Cristo. Lo que sí sé es que su carta Sobre la controversia me ayudó a ver lo que había estado haciendo. Newton escribió esta carta a un compañero de ministerio que estaba planeando tomar la pluma contra otro ministro que consideraba que estaba en error. Esto es a veces necesario, pero Newton ofrece sabios consejos sobre cómo hacerlo. En su escrito, le recomienda a su amigo que piense en tres cosas: su oponente, su audiencia y en sí mismo. En este artículo, consideraremos cómo debemos pensar acerca de nuestros oponentes en una controversia.
Newton comienza esta sección con un consejo muy sabio. Él escribe:
En cuanto a tu oponente, deseo que antes de que pongas la pluma sobre el papel en su contra, y durante todo el tiempo que estés preparando tu respuesta, puedas encomendarlo con una oración fervorosa a las enseñanzas y la bendición del Señor. Esta práctica llevará tu corazón a amarlo y a compadecerse de él; y tal disposición tendrá una buena influencia en cada página que escribas.
¿Alguna vez has pensado en orar por aquellos con quienes estás involucrado en algún tipo de controversia? Parece obvio, pero tendemos a quedar tan atrapados en el calor de la batalla que fácilmente nos olvidamos de hacer esto. Vemos a nuestro oponente teológico de la misma manera que un soldado ve a un enemigo de combate, como alguien que debe ser destruido antes de que nos destruya a nosotros. Así, los debates teológicos en los círculos calvinistas a veces degeneran en el equivalente verbal de la Federación Internacional de Lucha Libre. Si oráramos por aquellos con quienes nos involucramos en controversias, estaríamos menos inclinados a la ira y la malicia hacia ellos.
Newton después explica que necesitamos considerar si nuestro oponente en la controversia es un creyente o no.
Si lo consideras como un creyente, aunque muy equivocado en el tema sobre el cual debaten, las palabras de David a Joab acerca de Absalón, son muy pertinentes: «Por amor a mí tratadlo bien». El Señor lo ama y es paciente con él; por lo tanto, no debes despreciarlo, ni tratarlo con dureza. El Señor es paciente contigo de la misma manera, y espera que muestres compasión a los demás, considerando el mucho perdón que tú mismo necesitas. Dentro de poco se verán en el cielo; entonces él te será más querido que el amigo más cercano que tienes ahora en esta tierra. Ten presente ese periodo en tus pensamientos; y aunque puede que consideres necesario oponerte a sus errores, velo personalmente como un alma gemela, con quien serás feliz en Cristo por siempre.
Con cuánta frecuencia olvidamos esto. Con cuánta frecuencia olvidamos tratar a los hermanos en Cristo como a hermanos en Cristo, aquellos a quienes el Padre ama y con quienes compartiremos la eternidad en el cielo nuevo y tierra nueva.
Por otro lado, si vemos a nuestro oponente como un incrédulo, debemos recordar que “por la gracia de Dios soy lo que soy”. Dios pudo haber abierto sus ojos en lugar de los tuyos. Debemos permanecer humildes. Debemos recordar que nosotros también estábamos alejados de Dios. Nosotros también éramos enemigos del Señor. Nuestra oración en este caso debe ser por su conversión, y debemos tener cuidado de no hacer algo que sea una innecesaria piedra de tropiezo en su camino. Debemos hablar o actuar con la esperanza de que nuestras palabras puedan ser usadas por Dios para traer a esta persona a la fe y al arrepentimiento.
La carta de Newton nos anima a tratar a nuestros oponentes en la controversia como desearíamos ser tratados, y si hay algo que a todos nos desagrada, es ser tergiversado o calumniado. Debemos, por lo tanto, hacer el mayor esfuerzo por representar con precisión la perspectiva de nuestro oponente. Aunque Newton no trata con este tema de manera explícita, está implícito en sus palabras.
El noveno mandamiento nos prohíbe hacer daño a nuestro prójimo por medio de las mentiras (Éx 20:16). Aquellos que siguen a Cristo no deben dar falso testimonio de otras personas, oponentes teológicos o de otra naturaleza (Éx 23:1, 7; Lv 19:11, 14, 16). Distorsionar una posición del oponente en medio de una controversia teológica es calumniar a esa persona, y calumniar es un ejemplo de un uso malvado de las palabras y el lenguaje (Stg 4:11).
Distorsionar los puntos de vista de aquellos con los que no estamos de acuerdo no solo es deshonesto, sino que no tiene sentido. Debemos esforzarnos por representar los puntos de vista de nuestros oponentes con honestidad. Golpear a un hombre de paja es un ejercicio inútil y nos hace parecer bastante tontos en el proceso. Uno no puede convencer a un oponente del error de su punto de vista si uno está argumentando en contra de un punto de vista que este oponente no sostiene.
En la controversia, entonces, esforcémonos por recordar a nuestro oponente. Recordemos orar por él, tratarlo amablemente y hacerle frente con los estándares más altos de honestidad.