
La Palabra de Dios
28 abril, 2025
Iglesia y ministerio
2 mayo, 2025Conocer a Dios

Este es el cuarto artículo de la colección de artículos: Fundamentos doctrinales
Introducción
El Dios trino se ha dado a conocer al revelarse tanto en la naturaleza como en las Escrituras. En la revelación general, Dios se revela como Creador y Sustentador del universo. En la revelación especial, se revela como Redentor de Su pueblo en Jesucristo. Aunque el conocimiento de Dios y Su poder eterno se revelan en toda la humanidad ―debido a que Él la ha hecho a Su propia imagen― todos los que están caídos en Adán necesitan la revelación especial de la gracia salvadora de Dios en Cristo para llegar a un conocimiento salvador de Él. Además, necesitamos la obra regeneradora e iluminadora del Espíritu Santo a través de la Palabra de Dios para llegar a este conocimiento salvífico de Dios. Un conocimiento verdadero y salvador de Dios implica la unión con Cristo, la comunión con Dios, el conocimiento de la voluntad de Dios para la salvación, la adoración, el trabajo, el descanso, el crecimiento en la gracia, las relaciones familiares, el matrimonio, el servicio y el ofrendar. Dios ha designado medios de gracia por los cuales Su pueblo puede crecer en su conocimiento de Él.
Explicación
En las relaciones humanas, una persona no puede simplemente desear conocer a otra. Debe haber una voluntad por parte de la otra de abrirse sobre sí misma. Del mismo modo, Dios debe revelarse a la humanidad para que esta pueda conocerlo. Aunque Dios es incomprensible y, por tanto, no puede ser conocido plenamente, sí puede ser conocido verdaderamente por los portadores de Su imagen al revelarse a ellos.
Dios ha revelado Su naturaleza divina de poder eterno en la creación, de modo que toda la humanidad —por haber sido hecha a Su imagen— posee un conocimiento innato de Dios (Ro 1:19-20). Los teólogos han llamado a este conocimiento innato el sensus divinitatis (el sentido de la deidad). Juan Calvino explicó el sentido de la deidad cuando escribió: «Existe en las mentes humanas, y de hecho por instinto natural, cierto sentido de la Deidad… puesto que Dios mismo, para evitar que ningún hombre finja ignorancia, ha dotado a todos los hombres de cierta idea de Su Deidad, cuyo recuerdo renueva constantemente y amplía de vez en cuando, para que todos, siendo conscientes de que hay un Dios y de que es su Hacedor, puedan ser condenados por su propia conciencia cuando no le rinden culto ni consagran sus vidas a Su servicio» (Institución de la religión cristiana 1.3.1).
Sin embargo, este conocimiento de Dios no es suficiente para llevar a los pecadores caídos a una unión salvadora con Dios, ya que todas las personas, por naturaleza, suprimen la verdad de Dios con injusticia (Ro 1:18, 23). Esto deja a todas las personas sin excusa en el día del juicio (Ro 1:20).
En su estado de inocencia, Adán necesitaba una revelación especial de Dios. Para conocer a Dios verdaderamente, Adán necesitaba una revelación de la voluntad de Dios con respecto a Sí mismo, las ordenanzas de la creación y Su disposición condescendiente con respecto al pacto de obras. Adán no fue capaz de entender el significado completo de la creación como el escenario donde él debía trabajar para la gloria del Señor, aparte de la palabra de Dios hablada a él por Dios mismo en el huerto. En otras palabras, Adán sin la revelación especial no podía comprender plenamente la revelación natural y lo que le decía sobre sus deberes ante Dios. En consecuencia, los teólogos reformados han enfatizado que el verdadero conocimiento de Dios solo se alcanza mediante la asociación de la revelación natural y la especial. Burk Parsons resume la importancia del verdadero conocimiento de Dios en su artículo «La salvación del conocimiento» cuando escribe: «El verdadero conocimiento del Dios todopoderoso, es el fundamento de la virtud, el establecimiento del amor, y el medio por el cual somos capaces de glorificar a Dios como Él se ha revelado».
En las Escrituras, Dios revela una diversidad de verdades sobre Sí mismo para que las personas puedan llegar a un conocimiento salvífico de Él (Ro 10:14). Dios revela Su carácter santo a través de Su ley. La ley moral de Dios revela la voluntad de Dios para los portadores de Su imagen con respecto a sus deberes éticos. Con Sus nombres, Dios revela aspectos de Su carácter y atributos a Su pueblo. Sus promesas hacen comprender a los creyentes que Dios es clemente y misericordioso, un Dios que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado (Éx 34:7; Nm 14:18; Mi 7:18). En última instancia, Jesús es la revelación plena y final de Dios (Jn 17:3; He 1:1), que revela las perfecciones de Dios a Su pueblo mediante Su persona y obras. Las verdades bíblicas sobre la encarnación, la crucifixión, la resurrección, la ascensión, el reinado y el retorno prometido del Hijo de Dios enseñan a los creyentes el carácter de Dios para que puedan conocerlo plenamente y confiar en Él.
Durante la época medieval en la historia de la iglesia, muchos cristianos promovieron un conocimiento místico de Dios, un conocimiento salvífico inmediato por el que Dios se revela a las almas de Su pueblo. En el esquema místico, el hombre podía alcanzar el conocimiento de Dios al margen de cualquier medio. Hubo teólogos místicos medievales menos extremos ―como Bernardo de Claraval― que limitaron la experiencia con su fuerte compromiso con las Escrituras. La elevada visión que Bernardo tenía de las Escrituras llevó a Juan Calvino a citarlo a lo largo de su Institución.
Por el contrario, los reformadores rechazaron cualquier pretensión de una revelación inmediata de Dios, mientras resaltaron la necesidad de una iluminación sobrenatural de la Palabra de Dios por el Espíritu de Dios en los corazones del pueblo de Dios. Los creyentes de la era moderna a menudo confunden revelación con iluminación. Muchos en los movimientos pentecostales y carismáticos del siglo XX cayeron en este error. Sinclair Ferguson explica por qué tantos prefieren una revelación inmediata de Dios por sobre la iluminación continua de la Palabra de Dios por el Espíritu de Dios:
- Es más emocionante tener revelación directa que revelación bíblica. Parece más «espiritual», más «divino».
- Para muchas personas, es mucho más autoritativo decir: «Dios me ha revelado esto», que decir: «La Biblia me lo dice».
- La revelación directa nos libera de la necesidad de un minucioso estudio de la Biblia y de una cuidadosa consideración de la doctrina cristiana para conocer la voluntad de Dios. En comparación con la revelación inmediata, el estudio de la Biblia parece francamente aburrido.
A pesar de que muchos buscan la revelación inmediata en lugar de la iluminación de la revelación escrita de Dios, la Escritura es la revelación completa y final acerca del Dios trino (1 Jn 5:13; 2 P 1:19, Ap 22:18-19). Es el medio designado por Dios para la salvación y la santificación de los pecadores mediante el conocimiento de nuestro Dios y Salvador Jesucristo (2 P 1:2, 3, 8; 2:20; 3:8).
Citas
Si malinterpretamos la doctrina de la incomprensibilidad de Dios, podemos caer fácilmente en dos graves errores. El primer error dice que, puesto que Dios es incomprensible, debe ser totalmente incognoscible, y cualquier cosa que digamos sobre Dios son galimatías. Pero el cristianismo afirma la racionalidad de Dios junto con la incomprensibilidad de Dios. Nuestras mentes solo pueden llegar hasta cierto punto en la comprensión de Dios, y para conocer a Dios necesitamos Su revelación. Pero esa revelación es inteligible, no irracional. No son galimatías. No es un sinsentido. El Dios incomprensible se ha revelado verdaderamente.
R. C. Sproul
«La incomprensibilidad divina»
Revista Tabletalk
Lo que hace que la vida merezca la pena es tener un objetivo lo bastante grande, algo que atrape nuestra imaginación y se apodere de nuestra lealtad; y esto el cristiano lo tiene de un modo que ninguna otra persona lo posee. ¿Qué objetivo puede haber más elevado, más exaltado y más apremiante que conocer a Dios?
J. I. Packer
Knowing God [Conocer a Dios]
Nuestra sabiduría, en la medida en que debe ser considerada como verdadera y sólida, consiste casi enteramente en dos partes: el conocimiento de Dios y de nosotros mismos… primero, ningún hombre puede examinarse a sí mismo sin dirigir inmediatamente sus pensamientos hacia Dios, en quien vive y se mueve; porque es perfectamente obvio que los dones que poseemos no pueden provenir de nosotros mismos; es más, que nuestro propio ser no es otra cosa que la subsistencia solo en Dios… Toda persona, por lo tanto, al llegar al conocimiento de sí misma, no solo es urgida a buscar a Dios, sino que también es llevada como de la mano a encontrarlo… Por otra parte, es evidente que el hombre nunca llega a un verdadero conocimiento de sí mismo hasta que no ha contemplado previamente el rostro de Dios y ha bajado después de tal contemplación a mirarse a sí mismo. Porque (tal es nuestro orgullo innato) siempre nos consideramos justos, rectos, sabios y santos, hasta que nos convencemos, por clara evidencia, de nuestra injusticia, vileza, locura e impureza.
Juan Calvino
Institución de la religión cristiana, 1.1.1
Publicado originalmente en el blog de Ligonier Ministries.